Por Víctor Dupont
“CHARLIE” GARCÍA, ¿LECTOR DE OSCAR WILDE O CAZADOR DE FANTASMAS?
Desamor: en torno a desamores de fantasmas
JÓVENES FANTASMAS EN SOCIEDADES DISCIPLINARIAS
Corrían los años setenta -sí, en pasado los años corren-. Es difícil imaginarse cómo eran vistos los jóvenes artistas en tiempos negros -sí, más que los nuestros-.¿Cómo observarlos y pensarlos, recortados de la ciudad y en plena noche de terrorismo estatal?
¿Qué era ser joven y músico y/ o poeta?
Un buen indicio lo encontramos en el libro de Sergio Pujol, “Rock y dictadura”. Entre críticas a los discos del género – crónicas de recitales e información de la prensa de época -el historiador alterna declaraciones de las autoridades militares acerca del ser nacional, occidental y cristiano. En esos discursos, se habla tangencialmente de un sujeto controvertido, a medio camino entre el estigma y el estereotipo. El joven. Un elemento-peligro. Ya el sabio almirante Massera, en su discurso en la Universidad de Salvador (1977), alerta sobre cierto tipo de personajes que “se inician en el rock y derivan en la guerrilla”. Pero la conjura no respondía al plan de disciplinar a la sociedad entera (que lo hace bien solita y sin milicos). La identificación de jóvenes, rock y subversión era una respuesta autoritaria – y esperable – a la maduración de una subjetividad entonces reciente. Reciente, pero con fuerza y conciencia de sus posibilidades. Una subjetividad con raigambre política y con representantes filosóficos “estrellas” (Marcuse, Foucault, Castaneda).
Volvamos a la pregunta. ¿Qué era ser un joven en aquellos tiempos?
Un fantasma.
Si no se quería representar los guiones cristianos y occidentales, básicamente se vivía como un fantasma. En el caso de quienes iban por el lado del rock se era fantasma entre místicas de recitales, en el parque Rivadavia, en la revista “Pelo”, en “Expreso imaginario” o entre los libros y las canciones prohibidas. Todo, junto con un sano ejercicio de la paranoia.
El joven Charlie García -se escribía así-, en los primeros tiempos de la dictadura, iba vestido como un beduino, casi disfrazado. Intentaba que no lo reconociera la cana y se lo llevara por averiguación de antecedentes, por tener pelo largo, por ser falopero o puto. Así lo narra en su canción Hipercandombe (1977): “Cuando la noche te hace desconfiar / yendo por el lado del río, / la paranoia es quizás nuestro peor enemigo. / Cubrís tu cara y tu pelo también, / como si tuvieras frío, / pero en realidad te querés escapar de algún lío.”
En ese mismo año, en aquel discurso de la Universidad del Salvador, Massera cantaba que los jóvenes “(…) Hacen de sí mismos una casta fuerte, se convierten en una sociedad secreta a la vista de todos, celebran sus ritos (la música, la ropa) con total indiferencia y hoy buscan siempre identificaciones horizontales, despreciando toda relación vertical (…) Después, algunos de ellos trocarán su neutralidad, su pacifismo abúlico, por el estremecimiento de la fe terrorista (…) que comienza con una concepción tan arbitrariamente sacralizadora del amor, que para ellos casi deja de ser una ceremonia privada. Se continúa con el amor promiscuo, se prolonga en las drogas alucinógenas y en la ruptura de los últimos lazos con la realidad objetiva común y desemboca al fin en la muerte, la ajena o la propia, poco importa (…)”.
Los jóvenes fantasmas.
(https://www.youtube.com/watch?v=c7u_NB7T89Y)
(¡Vamos los jóvenes! https://www.youtube.com/watch?v=HWfXUEMp9HE)
UN FANTASMA JOYCEANO EN BUENOS AIRES
“If there’s somethin’ strange in your neighborhood / Who ya gonna call? (ghostbusters) / If it’s somethin’ weird an it don’t look good / Who ya gonna call? (ghostbusters) / I ain’tafraid a no ghost!”
“Una canción que habla de… la pálida, loco”.
Charlie estrena “El fantasma de Canterville” en el mismo “Adiós Sui Generis”, durante los conciertos en el Luna Park. El año de estos recitales: 1975. Con lo cual, la canción fue escrita antes de la noche del ´76. Pero el clima vivido era próximo. Y eso se puede reconocer con la posterior prohibición de la canción de García, cuando se la intentó editar por primera vez un año más tarde -ya en tiempos de dictadura-, a través del disco conjunto de León Gieco y Sui Generis llamado “Porsuigieco”.
Pero, ¿de qué fantasma nos habla la canción?
Si nos alejamos de la perspectiva histórica, la primera pista la da su título. Nos habla del cuento de Oscar Wilde. ¿Nos habla, en verdad? Hagamos un resumen rápido del relato: la familia norteamericana Otis decide comprar un castillo inglés, el castillo de Canterville, pese a las advertencias de que estaba embrujado. Ni bien pisan su nuevo hogar, la familia recorre el castillo, ve una mancha y el ama de llaves comenta que no se puede quitar. Pero ellos la sacan sin ningún problema. Esa misma noche, el fantasma se aparece con sus cadenas ruidosas y despierta al señor Otis. Pese a lo terrorífico del asunto, el hombre le ofrece una botella de aceite para máquinas, y sus hijos -gemelos- le lanzan almohadas, por lo que el fantasma decide desaparecer. Humillado, prepara su venganza. A la noche siguiente se intenta poner una armadura pero, al ser tan pesada, cae y hace tanto ruido, que despierta a toda la familia. La esposa, gentil, le da una pomada para los raspones. Virginia, la hija, decide contener al desgraciado fantasma y va a buscarlo; lo ve, aunque -como nunca había visto un ser así- decide huir. El narrador de Wilde se solaza con los gemelos que molestan y hacen bromas y maldades al fantasma, inmerso en un sufrimiento inexplicable y sin poder dar ni una pizca de miedo. Un día, Virginia se rompe el vestido en su galope a caballo. Va a buscar a su madre, entra a una habitación y reconoce al fantasma. Este le pide ayuda a la chica para poder descansar en paz. Virginia acepta y allí comienza la redención del miserable espectro.
El fantasma de la canción de Charlie conserva muy poquito o casi nada del fantasma de Wilde. Sólo, quizá, el rasgo de no dar miedo, de vivir en el fracaso y de que, al final, una mujer lo pueda ayudar más allá de la muerte (incluso esto también resulta discutible, en los versos: “después de muerta, nena, / vos me vendrás a visitar”). Para empezar, el fantasma de Charlie es de “exteriores”, cosa curiosa, ya que la literatura de terror suele situarlos en interiores. Castillos, mansiones. Este espectro anda por las calles. Incluso, muere “muchas veces, acribillado en la ciudad”. El retrato lo muestra combativo y también un poquitín autocomplaciente, “yo era un hombre bueno, / si hay alguien bueno en este lugar”. Está tirado, en el precipicio del olvido.
Digamos que este retrato se parece, más bien, a la definición célebre de James Joyce sobre un fantasma: “¿Qué es un fantasma?(…) Un hombre que se ha desvanecido hasta ser impalpable, por muerte, por ausencia, por cambio de costumbres.”
El fantasma de Canterville -versión García- no nos lleva a Wilde, ni al terror literario. Va más allá del terror de los años en los cuales escribió la pieza. Este personaje nos trae al hombre mismo, al hombre de lo cotidiano, tornándose fantasmal. Nos remite a la jornada del Ulises de Joyce. A esas veinticuatro horas de Leopoldo Bloom, a la espectral Dublín, a las nubes del monólogo interno. Pero también nos tira a la espectral Buenos Aires – no sólo de los 70´ – sino de ahora o de mañana. La existencia media, enfantasmada por la ausencia, convirtiéndonos en impalpables a todos los “seres-ahí”.
Hagamos la prueba y salgamos.
La ciudad es un mapa lleno.
Mapa lleno de mujeres, viejos, trashumantes, solitarios, hombres y vendedores y oficinistas transmutados y niños y mendigos metamorfoseados (en un disco cuya gráfica mostraba trenes, vías, andenes y calles vacías; en 1978 cantaba el mismo Charly – ya con la i griega -: “yo seré siempre el mendigo en el andén / de un pueblo fantasma / donde nunca pasa el tren”.) (https://www.youtube.com/watch?v=BVpeqg5VLOo)
SAY NO MORE
Sí, la sociedad disciplinaria, claro (¡y cómo, mi general!). Sí, la sociedad de control, por qué no (¡y cómo, señor ordenador!). Pero también la enfermedad del tedio, el crimen rumiado en el ocio (Oh, Arlt), la crepuscular virulencia de los márgenes.
No.
Charly García no leyó a Joyce.
Incluso confesó alguna vez que ni el cuento de Wilde leyó, sólo le “copó” una versión en historieta y así se disparó la idea para su letra.
Pero nada de eso, muchacho de pelo largo. Usted, joven espectro, ha sido un prolijo cazafantasmas. Ahora apague ese porro y acompañame a la comisaría.
Say no more.
(https://www.youtube.com/watch?v=kW0ROQ78wuA)
TRES VERSIONES DE EL FANTASMA DE CANTERVILLE
- La versión de la pálida, loco. https://www.youtube.com/watch?v=uIGleQ-MJU8
- La versión del track “fantasma”, que se incluyó sin avisar a la censura que ya la había prohibido. https://www.youtube.com/watch?v=i4aczvH5RCg
La versión más actual, en la voz de Gieco. https://www.youtube.com/watch?v=0h1InMQktmo