El Desaliento: Entrevista a Ignacio Copani
Entrevista: Julieta Strasberg, Alicia Lapidus, Gabriela Stoppelman, Víctor Dupont.
Fotografía: Santiago Resnik.
Edición: Gabriela Stoppelman, Víctor Dupont
Español era mi abuelo, de Castilla,/de una villa en la Provincia de León,/cuántas veces cabalgando en su rodilla/de ese pueblo maravillas me contó/Español era mi abuelo y su tarea/picar piedra en la cantera de Tandil,/con mi abuela que lavaba para afuera,/fugitivos de la guerra civil/Y yo estoy aquí, tengo mucho más/de lo que soñaron casi un siglo atrás,/míreme las manos, ni una sola llaga/pero falta algo que a ellos les sobraba./Italiano mi otro abuelo, de Sicilia,/de la aldea más cerquita del volcán,/donde patria era sólo tu familia/y la espalda se partían por un pan./Italiano mi otro abuelo y el hermano/arrastrando por el sur de Santa Fe/como bueyes las correas de un arado/y mi abuela cocinando para cien”, (De “Abuelos”).
Imaginemos una arqueología de la canción. Hurgar entre capas de la memoria para ver a qué altura se instaló una cadencia, en qué superficie se quedó a esperar un acorde, entre qué profundidades se ovilló un verso. Olvidemos por un instante la pregunta por el origen- ¿en el principio fue la música?, ¿en el principio fue la palabra?- y probemos una armonía que refunde comienzos. En los roperos y en los aparadores, hay huellas de abuelos y padres, de amigos y hermanos: ellos fueron raíz y siembra de algún fraseo que hoy lleva nuestra forma. Hay retazos mestizos de tierra recién venida entreverada con tierra recién inaugurada. Hay ritmos que mezclan muertos y aún no nacidos, sin pudores ni permisos. Hay una idea de servicio en cada palada que agradece la mano tendida y devuelve, en el ímpetu con que cava, cada parcela del abrazo recibido. Se trata de una economía de los afectos, más cercana al don que al intercambio. Más cercana a un hombre que es tierra, pala y oficio. Que es árbol, altura y fondo, porque él pertenece a lo que canta.
Pero no todo es armonía entre lo cavado y lo plantado. Hay tiempos de inversiones fatales, de árboles cabeza abajo, de huecos que ostentan su vacío en el aire, de hombres que cabalgan la mordaza y el ruido. Jinetes negros: militan el “descanto”. Así y todo, caminan sobre las propias minas de su ausencia, embrutecidos en su trote de “patrones”. En esa altura delirante, soslayan la condición que comparten con el hombre que maneja el arado, con la mujer que baldea el patio, con la reina de la belleza del paraíso más artificial de la tierra: soslayan- veleidad ingenua-su condición de inquilinos. Mientras ellos niegan, la vida se impone y se planta como este inquilinato cuya fecha de vencimiento coquetea entre nuestras audacias y nuestros miedos, sin marcar nunca el punto justo en el calendario. Y vamos igual, como si tal cosa, a pesar de la enfermedad y de las traiciones. De las soledades y los desamparos. Y si, de tanto en tanto, logramos la profundidad y la altura de una simiente, el fruto de lo plantado es nuestro, aunque no lleve nuestro nombre.
Y se sabe. Igual el daño avanza, a puntazo limpio, en manos de quienes creen que la pala tiene dueño. Pero la canción también prepotea. Si ellos van con el ramplún, sólo queda esperar- activos- que su astucia implosione sobre su propia herramienta. Por nuestra parte, nosotros, meta pala. Al fondo y en la superficie, justo al puerto donde cada día llegan los abuelos a renovar la huella. Ahí, entre lo advenido y lo buscado, cavan las palabras y los acordes de Ignacio Copani.
NÁUFRAGO QUE CANTA NO SE HUNDE DEL TODO
“Como una tabla en el naufragio/de qué sirven mis manos/ Sin ti…”
(“No puedo entender”)
“Soy un náufrago con una tabla en el mar./Aguantando…/como
aquel boxeador que en las cuerdas está.” (Aguantando)
Nosotros analizamos todas tus letras desde el ´89 hasta acá…
Me hago cargo de todas, ¿eh? Tengo una canción que no es tan vieja y dice: “Que me pongan a arder en la hoguera de cada canción”. Se trata de letras coyunturales.Yo tenía una: “Visite a la Unión Soviética antes que la Unión Soviética lo visite a usted”. No está más la Unión Soviética. No fue un error… Pero hay otra, “Tanguei» que, en la última estrofa hace un toque con el tema del SIDA. Decía: “Para cambiar de vida tenés que ser muy macho…» Una pelotudez propia de la ignorancia de alguien que pertenece a una masa que avanzó en muchas cosas. Yo pertenezco a una masa que hace quince años veía el humor más exitoso en Café Fashion y ahora lo ve en Capusotto.
Igual, fuimos por otro lado. Buscamos las recurrencias temáticas: por ejemplo, encontramos que se repite bastante la figura del naufragio. “Soy un náufrago con una tabla en el mar / colgado de la cornisa / y muriendo de risa”.
Sí. Es más: en muchas canciones de amor está. Algunas cosas pueden tener que ver con el carácter. El mío es muy parecido al de mi viejo, que era un tano con su humor ácido y lleno de pesimismo. Yo tuve una infancia muy contenida y sin ningún peligro de naufragio. No se separaron mis viejos… Para mí, era muy común irme a la casa del tío, una familia muy grande y unida. Tuve que irme al exilio muy joven, a los 19 años. Pero no la pasé mal en el exilio, era la vida que me había tocado y la vivía con la energía de un pibe. Empecé a formarme como persona, como hombre.
¿Y no hubo naufragio ahí?
No. Pienso ahora…por ejemplo, en las canciones de amor, el naufragio era más imaginado o visto a través de otras experiencias, la de mis hermanos. Soy el único que no se separó de mi familia. Si en alguna canción decía, “me voy”, en verdad, me iba al supermercado. Tengo una vida muy tranquila. Estoy con mi mujer desde los 21 años, tengo 56.
Cuando sea presidenta, eso va a estar prohibido, por lo menos estará la opción de autodisolución del vínculo cada cinco años…
Hubo alguna crisis cuando empecé a ser más conocido. Pero nunca nos separamos.
Entonces escuchás. Estás atento a los relatos…
Sí. Y tengo mucha imaginación. Sobre todo en relación a las cuestiones de pareja. No me pasan muchas cosas. O si me pasan no son muy conmovedoras. Además soy muy pudoroso. Creo que no hay erotismo en mis canciones… A ver, cuando Luis Miguel agarra el micrófono así, y canta… él lo cree. Yo no lo creo. Mirá, la frase con la que más me reclamaron era “cantale al amor”. Lo más próximo es un disco, “Me salva tu amor”, que fue en una época turbulenta con mi mujer. Pero usé mucho la imaginación también. He visto, por ejemplo, a mi hermano tirado como un trapo cuando se había separado. Yo era fantasioso. Y también recordaba una chica que conocí a los 17 años, cuando me peleaba con ella. De esa época eran las primeras canciones. Pero no noto en mi vida lo del naufragio.
No tiene por qué ser autobiográfico, Dostoievski no andaba matando viejas. Sin embargo, en tus letras aparece el “estar en el borde”, “el borde” “el abismo”.
Conmigo conviven esas cosas. Lo siento con mis hijas y con mis nietos. Tuve una hija que vivió en París y otra, en Cuba. Y creí que no iban a volver. Pero no pasó: volvieron y viven las dos a una cuadra.
Un padre judío…
Viven a una cuadra porque nunca aceptaron hacer una losa y vivir acá arriba. Ahora que pienso el naufragio lo siento con la política. Hay una canción, “Compañero”, que trata de hablarle al compañero que transitó caminos parecidos y andaba medio anti-proyecto. La frase era “si siguen tirando de la cuerda no va a haber nada”. En lo político siempre tuve la sensación de fragilidad, y no me equivoqué. Por un traspié, por algo casi intrascendente como una elección, puede cambiar al país. Una elección no convalida una democracia, es una cosita más. Y se puede decidir por un hecho fortuito: una denuncia de Lanata, un impacto de marketing, un accidente o una torpeza de un candidato. Aznar tenía ganada una elección y, por una torpeza en sus dichos con lo de Atocha, se le desvió el resultado. Pasa constantemente. Y los movimientos neoliberales (es muy friendly llamarlos así: no tienen nada que ver con la libertad y lo que plantean no es nuevo) necesitan de la alternancia, necesitan que metan, en sus disfraces, obediencia. Si te ponen el disfraz de pantera rosa, tenés que hacer el pasito de pantera rosa; si te ponen el de hombre araña, te tenés que colgar. Entonces, ellos no precisan liderazgos: al contrario. Para ellos, conceptualmente, Aldo Rico podría ser lo mismo que Chávez. Pero los movimientos populares o progresistas necesitan liderazgos fuertes. La verdad, no me lo imagino a Fidel preguntando qué votan todos, si el Che va para el sur… Eso lo digo en cuanto a las internas. Y, con las elecciones, bueno, hay que bancársela, por ahora uno no tiene otra opción.
Hay que revisar los fundamentos de la democracia.
Por diez años de exclusión social, necesitás treinta para paliarlo. Entonces, nunca vamos a llegar. Hay un poder planetario que trabaja en ese sentido. Y en todo esto me siento, siempre, en la cornisa.
MAR ADENTRO
«(…) que entre tanto desaliento, vos/Sos lo único que queda.”(Serenata)
El tema de nuestro número es el desaliento. ¿Alguna vez te sentiste desalentado?
Totalmente. Además, yo practico una carrera en la que vas de la mano de la desazón todo el tiempo. Lo que vos querés ofrecer es indivisible de tu persona. Mi hermano tiene una fábrica de galletitas y, si el del supermercado le dice que no, no hay mayores problemas. En mi laburo, estás en ese casting eterno, permanente, con la vocación de querer agradar.
Si nadie te escuchara, si no tuvieras público, ¿igual compondrías canciones?
No sé. Pero te decía que, en ese camino, la desilusión es constante. A mí me rechazaron todas las compañías importantes: RCA, Sony. Todas las que tienen sellos, grandes o chicos, todas me han echado. Los productores son expertos en desaliento. Yo viví muchas veces esto de ir a presentarme, dar una prueba con mi guitarra. Iba a las oficinas y me rechazaban.
Para nosotros, los escritores, que te publiquen o no viene después. La necesidad de expresar algo y su circulación son dos cosas distintas…
Cuando empecé a hacer estas pruebas fue porque la familia y el barrio me quedaban chicos. Sentía que mi sueño, mi vocación, era ser como Sandro. Más tarde conocí otros artistas y encontré otra medida. Igual, sólo en las películas está el buscador de talentos. El camino está lleno de fracasos. Por cada rechazo, sentía una enorme dificultad. A veces me pregunto por qué no me daban esa oportunidad. A ver, ¿por qué uno le exige a Arjona algo que no le exigiría a Cristian Castro? Porque sabemos que Arjona, en alguna canción, maneja más verbos que otro que sólo canta por guita. Pero, después, desbarranca. Desbarranca en la búsqueda de la guita. Muchos tuvimos canciones que nos sirvieron de llave. La primera canción de Chico Buarque es “La banda”. Hay una canción de Serrat que se llama “La la lá”. Y acá se hacía un comercial de una máquina de tejer con esa canción.
¡QUÉ MANERAS SON ESAS!
“Yo prefiero que un artista verdadero, /sea espejo de su pueblo en cada escena, /que lo abrace y dance con los tiempos buenos/y se embarre en los pantanos de sus penas. /Que se aguante oír algún aplauso menos/antes de besar los pies de su Mecenas” (“Soneto para los artistas”).
¿Qué es para vos una canción berreta?
Hay muchas. Algunas canciones que, detrás de cierto hermetismo, no dicen nada. A veces hay canciones de rock nacional muy berretas… Pero, por ejemplo, “My way” es una canción berreta. Al margen de la fuerza que puede darle un intérprete como Sinatra… Casi todos, cuando no están preparados y tienen cero tamiz, se desgañitan para cantar “A mi manera”: el himno de la meritocracia. Una posición ideológica recontra chota. Y esa canción está construida muy demagógicamente. Hay otra canción mucho mejor hecha llamada “Al modo mío”. Dice: “No creo que fui un santo y esto lo comprende Dios”. Me la banqué como pude, “al modo mío». A ver… Todos nos la bancamos como pudimos. Aunque hay políticas, hay programas culturales donde se arman orquestas juveniles y hay otros que regalan a los chicos cajoncitos para lustrar botas. Vos tenés un destino distinto si un Estado te da una guitarra o la posibilidad de estudiar en una orquesta. Distinto, por supuesto, a si tenés un programa cultural donde reparten chumbos.
¿Lo berreta estaría más en el mensaje que en la composición?
Sí, porque la calidad y el peso de las músicas no los podés decidir en función del deseo del creador. Vos no podés criticar, en un taller literario, una letra de Serrat con la misma intención que una cumbia. En la música, en sí, no puedo abrir un juicio de valor. Porque hay cosas que son muy simples y son espectaculares. La introducción de “Let it be” se la puedo enseñar en cinco minutos a cualquiera y la toca. Y es una genialidad.
LA POESÍA: PUERTO SIN MAR
“Puerto sin mar/ faro sin brillo/ giro al compás de tu recuerdo” (“Puerto sin mar”)
Lo simple no es lo vulgar…
Lo simple puede ser muy poético. “Yo no canto por vos, te canta la zamba” es muy poético. Yo no soy poeta y ni siquiera tengo momentos poéticos… Soy un letrista profesional.
¿Nunca se te dio por escribir poemas, por fuera de las canciones?
Mi problema es que tengo una hermana que se dedicó a hacer crítica de libros. Y ganó un premio de las Américas, en Cuba… Y después no escribió ningún otro. Entonces, el primer tamiz de lo que yo escribía era mi hermana y me mataba. De hecho, nos juntamos a escribir canciones y ella no pudo.
Vos tenés canciones narrativas, canciones teatrales, canciones reflexivas… Pero no encontramos canciones poemas, sí con elementos poéticos.
Yo creo que la poesía es un estado muy especial. No es lo académico ni lo técnico ni lo métrico….
Pero vos hablás de la poesía en tus letras.
La poesía es un territorio al que llegan algunos. Todos están como entes receptores para recibirlo…
Nosotros hablamos de lo poético.
Ese lugar de la poesía, en la música, lo habitan pocos. Lo habita Silvio, lo habita Serrat. Yo no puedo asociar lo sórdido a la poesía. Sí te digo que Sabina tiene momentos poéticos, pero le falta ternura para ser poético.
¿Y Artaud? Ni uno tierno tiene…
Bueno, también. A mí, el poeta que más me gusta es Boccanera y no tiene mucha ternura. Me gusta porque, además, tiene ritmo. Leo a León Felipe.
¿Sos lector de poesía?
Cada vez menos, por culpa del twitter y del facebook. Por eso le agradezco tanto a Serrat, porque me hizo conocer a los poetas españoles…
Igual te preguntábamos por lo poético y no por la poesía.
Toda esta opinión la doy como ente receptor, porque ni siquiera sé dónde está el territorio de lo poético. Uno puede tener un momento de ingenio que, mezclado con belleza, le haga creer que es un momento poético. No es mi caso, lo cual no quita el oficio de trovador, de cantautor. Muchos poetas no pueden hacer una canción, no tanto por la música, sino porque sus letras no tienen ritmo…
No son poemas, pero existe un letrismo, que es un género. Escribir una letra tiene su cosa singular. Igual que, para nosotros, la entrevista es un género literario… ¿Vos trabajás en enriquecer tu lenguaje? Se nota un cambio bastante importante a partir de las letras del 2004…
Yo incorporo las sílabas que voy conociendo. Es como un “Jenga”. Tengo palabras que las acomodo y, a veces, llego a alturas interesantes y, a veces, no. No hay algo que haya pasado en el 2004, más allá de lo político. Tengo mis hitos relacionados a cuando empecé a estudiar más. Por ejemplo, conocí al padre de Litto Nebbia y me cambió la manera de componer. En el piano es más fácil: podés cambiar una armonía y lo hacés sólo con un dedo. Por eso detesto a los que dicen “guitarrero”: con la guitarra tenés que crear un sonido y es difícil. En cambio, en el piano el sonido está adentro, en sus poleas, en sus martillos. El do en el piano es el do de Chopin. Ahora te doy la guitarra y ese do no lo podés sacar así nomás. Vos tenés que generar el sonido con habilidad física, de coordinación.
BALBUCEO DE ÁRBOL EN LA SIMIENTE
“Las cosas y la gente tienen forma, /no esperes convertirlas en tu gente y en tus cosas, /que giren en tu ronda.”(Las cosas y la gente)
¿Cómo se genera el sonido de las palabras en las canciones?
La mayoría de los cantautores agarramos el instrumento y balbuceamos. Después tenés una idea compulsiva y le das una forma. En mi caso, voy acopiando, escribo cosas en los lugares donde me aburro: en el avión, en la sala de espera del médico…
¿Sos un recopilador de voces?
A ver, soy muy común y tengo un pensamiento muy parecido a un colectivo grande de personas. Pasa que también llevo un mí una habilidad para expresarlo… El elogio más sentido que me dan no es “qué bárbaro, tocas dos horas la guitarra”. El mayor elogio es “vos decís lo que yo siento”. A veces me da ganas de escuchar: “che, toca bastante bien…” ¡Hay que estar dos horas con la guitarra! Está mal que diga esto: pero yo toco mucho mejor de lo que suena en vivo. En vivo, tenés que ir a lo seguro. Cuando compongo, hago muy buenas variaciones y después lo tengo que tocar como Xuxa.
Liliana Herrero nos dijo que la voz piensa…
Nada.
¿Balbucea?
Puede ser. Pero cuando balbuceás, lo hacés con onomatopeyas rítmicas. Más en castellano… Y quizá le vayas a poner una letra que tenga las mismas vocales que balbuceaste. “Vas a ir al balcón”, balbuceaste. Y ya no vas a poder ponerle: “Vas a ir al atril”.
Pero así trabajan los poetas también.
Hay que tener en cuenta la música. Si no, todas las canciones serían León Felipe con Mozart. No es tan fácil. Ahora, el propio Serrat tiene algunos intentos fallidos con la poesía. Hay un segundo disco a Miguel Hernández, que no tiene los momentos del primero. El disco con Benedetti tiene altibajos. A ver, ¿quién soy yo para decir que tiene altibajos? No es tan alto en comparación a lo que hizo antes. Aparte, hay otra cosa: las canciones de Serrat no tienen la misma difusión de antes, lo mismo pasa con las de Silvio. Entonces, es más difícil. Ahora hay una maldad tan alta en los medios, esa intención de dejar sin voz a todo lo que tenga contenido. Yo lo cuento en mi recital…
LA PALA O EL RAMPLÚN
“Te lo debo/ tu dolor no es mi problema/ y tu pesadilla extrema/ es por exceso de sueños” (“Te lo debo”)
¿Son importantes esos conectores que usás en tus espectáculos?
Sí, si no me aburriría mucho. Siempre tengo la inseguridad de si estaré o no pontificando, eso no me gusta. Yo conozco compañeros cantautores muy buenos que no se permitieron el sentido del humor. Por eso no llegaron al pueblo. Yo siempre me metí con la cosa más coloquial y con el humor. Y, bueno, un poco te bajan el precio. A veces le preguntás a un colega y te dice: “Eh, Copani…”, bueno, pero escribite vos “Lo atamo´ con alambre”. Eso fue una apropiación de una frase del pueblo. La escuché diez mil veces y que ahora digan “como dice Copani”… no lo puedo creer. Mirá, si algo me salva del juicio, es que no escribo canciones con intención. Con las canciones de protesta nunca me pasa que me siento y digo: “bueno, a ver por qué protesto ahora”. Sale. “Lo atamo´ con alambre”…me acuerdo que había llamado a un plomero, vivía en la calle Gascón y el tipo me había hecho un desastre. Y me encontré diciendo: “estoy podrido de que vengan y me aten las cosas con alambre”. Y he visto imágenes más feas y más chantas que la de atar con alambres. Cuando volvimos de Méjico, compramos una casita. Tenía que hacer un agujero en la pared para colgar un estante. Y viene uno del barrio, no era tan común que alguien anduviera con un taladro. Viene el tipo, con una herramienta que se llamaba el ramplún. Ya el nombre te dice que va a hacer un desastre. Es como un taladro manual, así como se ve en “Los tres chiflados”. Bueno, arremetió y pasó a la pared del otro lado. Fue una imagen increíble: qué separa a “este”… del ser humano. ¡La audacia!
¿Cuál es el límite con eso de la fama? ¿Por qué ir a Mirtha? ¿Por qué ir a Susana?
Yo fui mil veces a Susana. Pero, cuando fui, no había dicho “el que mata tiene que morir…”
Pero era previsible que fuera a llegar ahí…
Está bien, tenés razón. Si uno canta para los demás no…
Pero, si el límite es Mirtha o Susana, si nadie fuera, Mirtha y Susana desaparecen…
No, el límite son los carapintadas que tenían su programa también y uno no iba. U otro tipo de programas, donde vos te dabas cuenta que difundían algo nocivo. Hoy en día no tengo interés en salir en los medios. Ni me interesa esa división que hacen en cantores tenores, contraltos y ultra k. Empecé mi vida antes que ellos y la sigo sin ellos. Cuando te quieren ensuciar, te ensucian. Pero antes no lo veía como algo ni peligroso ni tóxico, lo veía como difusión.
LA SIEMBRA SIN FIN
“Ay, ay, hay palabras que se deberían cambiar/ ay, ay, hay palabras/palabras para desarmar” (Hay palabras)
¿Vos reflexionás sobre el lenguaje?
Sí. Y creo que es una forma de los tiempos. Más incluso que las modas, que lo visual y las estéticas…
Sos sensible a la moda. Criticás a los que usan el saco y la corbata…
Eso de la moda, con la política, es terrible. Y no es novedad lo de los neoliberales de ahora. Pasaba en la época de los carapintadas. Lo que es más intenso ahora es la moda que instalan los medios. Antes eras “zurdo”, ahora sos “golpista”, “corrupto”. Y, en toda esta saga, que viene desde la 125, se pasa de un término a otro. Antes, yo era un “anti-campo”. Ahora sos golpista, si vas a la marcha general. Decirle a los artistas corruptos. Para mí, que insulten a Gieco o al Papa no lo puede lograr sólo un inconsciente colectivo. O que te hablen de López y Báez…
La canción de López y Báez es una genialidad.
Es una canción que no creo que grabe… Estará para los recitales. A mí, lo que en verdad me cuesta es una canción con cronología. Sí, es una canción que tiene gracia que esté siempre en construcción. Ofrecerla al público como si no estuviera terminada. No creo que la grabe. Siempre me gustó tener temas sin grabar en estudio
Porque tus canciones son cuentos, no relatos. Son circulares.
RAÍZ Y BROTE: LO DICHO Y LO VELADO.
“Llevo en mis oídos/ todos los sonidos/ músicas del pueblo / sus silencios y sus ruidos” (“Llevo en mis oídos”)
Dijiste que no había erotismo en tus letras. Si definimos al erotismo como lo que muestra y oculta a la vez, en tus letras encontramos algo de eso, sobre todo lo que ocurre entre la palabra y el silencio…
A mí hay cosas que me angustian. Hay árboles que me angustian.Una vez, agarrando cosas viejas de un campito que teníamos en el sur de Santa Fe, con mi hermano encontramos un arado. Estaba tirado en un galpón y lo llevamos como adorno para un jardín. Entre los dos lo llevábamos y pesaba como un piano, aun sin estar clavado en la tierra. Nos decíamos: ¿Te acordás cuando el Nano contaba que, con el tío José, tiraban del arado los mismos hombres? Los primeros tiempos no tenían para comprar un buey o un caballo… era muy duro. Esas cosas tenía mi abuelo español –una historia como cualquiera- anarquista, un poco leído. Se tuvo que rajar de su pueblo y contaba esas historias de haber estado escondido en un pozo de agua, de cuando lo querían matar los republicanos, los falangistas, todos… Y vino acá y se moría de hambre. Se fue a Tandil porque había laburo: picar piedras en la cantera. Vivían en la Tandilia, no en la ciudad, sino en el aislamiento en la sierra. Ahí nació mi vieja, en un rancho con piso de tierra. Yo tengo todo eso, muy intenso. Tengo el pasaporte español con el sello de nacionalidad recuperada, por los que se vinieron entre el ‘28 y el ‘38. Son pavadas, pero las atesoro. Conozco ese tema desde prácticamente todos los mostradores. Conozco el exilio político, el económico, conozco el nuestro y aparte conozco algo que me gusta de los viejos inmigrantes: el modo en cómo antes vivían la no meritocracia. Los viejos gringos- los tanos, los gallegos, los judíos- le devolvían cosas colectivas al pueblo que les permitió progresar. Las parquizaciones de las plazas, las iglesias, los clubes. Todos los clubes de la línea de Santa Fe, de Buenos Aires- la zona núcleo sojera- nacen cuando empiezan a hacerse propietarios los gringos estos. Todos los clubes tienen más de cien años. Las sociedades mutuales, las de fomento, la Unione y Benevolenza tienen más de cien años. No hay un Deportivo Soja, un club más o menos como la gente que hayan hecho estos hijos de puta. Pero vuelvo a los pueblos: en los pueblos judíos en Santa Fe y Entre Ríos, hay muchas cosas muy interesantes que muestran la idea de que parte de su progreso debía ser devuelto.
La parte italiana de mi familia llega a Rosario, porque allí había una mutual, “La Unión Siciliana”. La misma sociedad existe en Chicago. A los tipos que iban para acá y para allá les daba más o menos lo mismo en esa época. Pero, en Estados Unidos, no te permiten comprar tierras si no sos del Commonwealth. Por eso los tanos no podían comprar campos. Entonces, laburaban en la construcción, o de gangsters o de lo que fuera. Acá no les convenía laburar de gangsters, porque tenían la “Unión Siciliana”, que tenía guita, era poderosa y compraba los lotes que quedaron de cuando desarmaron las estancias inglesas. Entonces, te daban una parcela con un sistema como el leasing, vos ibas pagando el alquiler, hasta hacerte dueño. Por eso muchos de los chacareros del Grito de Alcorta eran gringos, tanos. Vos pagabas un alquiler y lo que construías y lo que plantabas y cosechabas era tuyo. “Lo cavado y lo plantado” se llamaba. No eras esclavo. Ahora, la inserción de las cooperativas es muy fuerte en toda esa zona. Justamente, por esa simiente que hubo cuando se empezaron a juntar para comprar un tractor entre ocho, qué sé yo… Nosotros, los nietos, los deshonramos por completo. No te digo que ellos fueran buenos. Pero estos joden al Estado todo el tiempo. Biolcatti, por ejemplo, va al municipio para que le pasen la Champion para abovedar el camino. No dicen, “Bueno, ya que me compro la cosechadora de un millón de dólares, de paso me compro dos máquinas viales para mantener el camino.” Al revés. El tipo hizo un canal… ¡Se inundó San Pedro! No han dado nada. Los inmigrantes de 1880, 1900 hasta la guerra, sí.
CON SACO Y CORBATA, NI SE CAVA NI SE PLANTA
“Somos pocos pero buenos/y gritamos siempre unidos:/El pueblo bien vestido/jamás será vencido.” (“Los cultos”)
Hay muchas letras que refieren a una crítica a lo culturoso, a los que usan la jerga para tapar el vacío. Pero, en el otro extremo, ¿no venimos medio pobres de lenguaje, con las mismas consigna y sin poder ofrecer algo más de este lado?, ¿no hay una parálisis del lenguaje?, ¿un cierto berretismo que no permite ningún movimiento cultural porque no hay una revisión del lenguaje?
A mí no me gusta mucho hacer autocrítica. Se lucha contra un enemigo muy poderoso. Los mejores pensadores que tenemos nosotros son silenciados, eso pasó siempre. Cuando yo era pibe, te mostraban cómo el dueño de las palabras a Héctor Gagliardi, no a Jauretche. Nosotros mismos entramos en un gusto que nos imponen desde los medios. En nuestros propios programas de televisión, nos daba vergüenza poner música nuestra. Podíamos haber trabajado más con la palabra, pero había algunas puntas como que Forster estuviera a cargo del Instituto del Pensamiento Nacional. ¿Y qué se decía de Forster en los grandes medios? Que te iban a revisar el pensamiento. Eran –son- tan ignorantes e hijos de puta, que opinaban que él no iba para reinstalar qué había hecho Dorrego, sino para meterte en tu cabeza algo y controlarte el pensamiento.
Más que antes, me refiero a ahora. Y no tanto a los pensadores sino a nosotros como ciudadanos. ¿No venimos medio pobres en todo eso?
Sí. Igual no lo asocio con las consignas. Si vas a un acto donde predominen los jóvenes, te vas a encontrar con veinte temas que no te los sabés. Son los mismos cantos de la cancha o de canciones que están de moda, digamos. Ahí no es por eso, pero en la construcción de la alternativa, claro que tiene que haber más palabras poderosas. Sin una pérdida de tiempo simplemente dialéctica. Sin embargo, sí hay una cosa que me aburre porque la hice cuarenta veces. Es, desde un estamento político, convocar gente de la cultura para hablar de cultura. Lo he hecho en la CTA, en las cosas de Derechos Humanos. Es una paja total. Eso no es la cultura. La cultura es el resultado, la consecuencia de lo que aportan distintas cosas. Vos aportás tu política, tu gestión y otro va a aportar su arte. Y, entre todas esas cosas, va a salir la cultura. No se puede hablar de “la” cultura porque es como hablar de la bandeja y no de qué ponemos sobre la bandeja. Entre otras cosas allí están las artes. Entonces, si creés que el arte es una herramienta piola para dejar huella de nuestra identidad, nuestro estilo, nuestro carácter y querés que eso pese dentro de nuestra cultura, bueno: entonces, dale más bola. Tendríamos que haber puesto muchos más centros culturales, tendríamos que haber sido mucho más hábiles para llevar mucho más a nuestros artistas al cara a cara con el pueblo. Tendríamos que haber buscado más intensamente entes emisores. A Mercedes Sosa… Si en algún acto querés una foto con diez mil personas y te sirve Soledad, bueno. Pero no pongas un programa en la TV Pública “Ecos de mi tierra” que no aporta nada. Los pocos minutos que podés tener para mostrar otra cosa utilizálos con inteligencia y con profundidad. Se lo he dicho a Tristán Bauer en la cara. Para mí es “Egos de mi tierra”…Pero no lo digo como un error. Todo eso iría pasando. Yo fui a un montón de Universidades, de las nuevas del Gran Buenos Aires y nunca cobré un mango. Nunca fui a dar una clase pero me gusta -sobre todo en las áreas cercanas a lo artístico- ir a hablar de gestión cultural. Hasta de cómo asociarse en SADAIC. Y tenían convocatoria esos encuentros y los pibes participaban con mucha alegría. Esa reflexión que hago sobre El Chavo del 8 comenzó en una charla. (¿Cuál es el programa más visto en toda la historia de la televisión de aire del caribe y América Latina? El Chavo. Nos reímos de un pibe pobre, que vive en un caño, en un barrio humilde.)
En 2002 decías que el sujeto, por más que estuviera en la otra vereda, era igual a vos. ¿Eso cambió?
Sigo pensándolo así. Esto de la grieta no me cambió ese pensamiento. En una camada de diez perros uno muerde más que el otro porque algún gen de zorro debe tener, ponele. Y a veces hermanos con la misma crianza, al margen del libre albedrío, son muy distintos y uno no puede entender.
¿Sos cristiano?
Sí, católico. Vuelvo a lo anterior. Yo lo entiendo como compañero de viaje al ciudadano y me da mucha tristeza en qué lo convierten. Me parece que se rebajan tanto cuando hacen algunas críticas (“¡Escribile a López!”). Me dan ganas de decirle: “No me digas más nada, no te rebajes. Ya me di cuenta que ya te inoculó un vampiro: No te rebajes más porque me duele.” Es bastante proporcional la agresividad de las puteadas en las redes con las faltas de ortografía. Cuanto más hijos de puta son, peor escriben. Y si le hacés la observación, se enojan más y terminan normalmente sacados. Es una cosa que me da lástima.