El cuidado del otro: Sobre La mentira
Por Luisa Luchetta
MUÑECA DE TRAPO
Mentira
Letra: Celedonio Flores
Música Federico Pracánico
«Vos sabės que fuiste para mí/ la luz de mi cabeza alocada,/el porqué de mi pobre vivir/ que vos alimentaste de amor…/»
Como la letra habla en tiempo pasado, pienso que se trata de una venganza del autor o de algún amigo suyo contra una mujer. Seguro, ella no sentía ya ganas de continuar en una relación donde tuviera que encargarse las 24 horas de alimentar el ego de un señor que necesita de atención mental gratuita, aunque no libre. En 1932, cuando fue escrita la canción el cura, el rabino o la lobotomía podían ser los recursos más rápidos para ayudar al pobre hombre. Sin embargo, y seguramente, lo más barato y digno del macho es una mujer, que además cocina, lava, plancha, limpia y trata de hacer lo mejor en la cama, aun exhausta de tanto trabajo esclavo o casi. El sueldo se lo pagaba un hombre necesitado de asentar la cabeza y así poder dejar las drogas, el alcohol, el juego (aunque no confiese cuáles son sus locuras)
«Muñequita de trapo/ que yo (te) adoré santamente/ y fingías quererme…/ ¡Mentira, mentira!¡no tiene perdón!»
¿Se refiere a la mentira lo que no tiene perdón o a la esclava psicóloga? Profesional, lo que se dice profesional no sería esta pérfida, sino una muñeca de trapo. Una muñeca tiene varios usos, aun en esas épocas. Y, si es de trapo, más inclusive. Se usa, se lava y se vuelve a usar hasta que termina en el tacho de basura. Podemos descoserla, (¿le duele a la muñequita? Qué importa, es descartable desde el vamos). Y, entre el relleno de algodón, en sus suaves fibras, se guardan secretos: historias que jamás serán contadas pues son de lo más sucias. Así, con un par de costuritas, las abrigamos hasta que se tiran y limpios quedamos. No sin antes arrojar piedras a la mala mujer que se cansó, por fin.
«Me pregunto cuáles son/ las causas porque vos/ quebraste mi felicidad,/ porqué razón fatal/ vos me causaste tanto mal…/ No te vengo a mendigar/ cariños que tal vez/ a otros entregaste/ como a mí,/ ni me arrepiento/ de haberte querido así.»
Aquí hay versiones en la que la primera estrofa es » me preguntan«. Es probable que nuestro macho no posea las condiciones para evaluar las acciones que lo llevaron a tamaño rencor, no está genéticamente apto.
La posibilidad de la introspección es abortada permanentemente.
No se arrepiente de haberla querido, a su modo: como a una muñeca de trapo. Una muñeca amada mientras no habla, mientras sea útil. Así cualquiera, ¿no?
«Y pensar que yo te vi llorar/ de amor entre mis brazos de hombre,/ que escuché jurarme tu querer/ por todo lo más grande que hay,/ por tu santa viejita,/ que Dios la tenga en la gloria…/ ¡Y eran todas mentiras, mentiras, mentiras de mala mujer!»
Aquí me pregunto por qué ella lloró. Me preocupa ver que nuestro macho sea tan estúpido para no darse cuenta de que si una mujer llora, sobre todo sobre un hombro aparentemente varonil, es porque no es feliz. Sospecho que el esfuerzo de ser una muñeca, estar detrás de la belleza exterior, del silencio, del moverse como otro quiere- como lo reclama ese que a su vez la «cuida»- debe ser agotador.
Ella se va porque lo siente inasible. Y lo es porque no puede abarcarla. Y no puede porque es un objeto, una cosa de poco valor, tal como lo confiesa este hombre sensible y abandonado, quien remata: más humanidad femenina tiene la madre de ella que, por suerte, está en el otro mundo. Y, por lo tanto, tampoco se puede hacer escuchar, como mujer, como persona.
MUÑECA BRAVA
MIENTES
Letra y música: Pedro Aznar, Charly García. Tango 4.
«Mientes y adoras verme llorar/ callar ya no te redimirá»
He aquí un macho venido a menos, aunque algo de orgullo y deseos de vivir le quedan, como se verá más adelante. En este momento él sabe: ella no es del todo sincera con él y el llora como un niño. Falta agregar que se va a la casa de su mamá, por siempre santa.
Aunque ella jure su amor, ya no le cree. No hay vuelta atrás.
» Si la culpa de todo me has de echar/ y hasta el fuego pareces congelar/ no quiero estar/ siempre/ buscando algo más allá/ siempre/ que hay alguien más/ siempre
/ sufriendo por lo que no hay/ jamás poniéndote en mi lugar.»
Es evidente: el objeto de amor tiene una tendencia a la histeria, aunque no tanto. Resulta claro que el protagonista de esta historia hace todo lo posible, pero la amada siente que el susodicho no la satisface plenamente. Y se lo hace saber. Esta sola idea enloquece al macho y su perfomance decae sin nada que lo frene. Lástima, porque años después, en 1996, se descubre que el sildenafil puede solucionar problemas de disfunción eréctil. Aunque habrá que esperara 1998, su salida a la venta.
«Cuando miro dentro tuyo me asusto/ de lo que hay/ cuando veo tus ojos y no estás/ si mis lágrimas de amor te alejan/ cada vez más/ ¿es que de verdad no hay nada?/¿será que esta vez es el final? «
La mujer monstruo, la mentira, verdadera, simulada, sospechada pero no asumida, la esperanza del pobre hombre en retenerla transforman a la mujer en lo terrorífico. No hay dudas, nuestro machote pronto correrá a casa de mamá.
Ya no le da bola, haga lo que haga, llore o implore, no cambiará la postura de ella que, justamente, lo que menos desea es que su pareja sea un pusilánime. Pero, ¿en verdad sabemos cuándo es el final? ¿Es mucho antes o después del fin? La posible respuesta nos la da casi, con seguridad, la siguiente estrofa:
«…si olvidé mi sonrisa en un lugar/ que no has de halllar…»
MUÑECA DE PLÁSTICO
LA SEGUNDA CHICA PURA
Letra y música: Pablo Lescano. Operación Damas Gratis 2002
» Decime que me querés/ mentime que me gusta/ no te hagas la difícil/ si sos alta tuta/ Decime que me querés/ no te hagas la coqueta/ si son tuyas las compraste/ vos te hiciste las tetas/ Decime que me querés/ mentime que me gusta/ no te hagas la difícil/ vos sos re tuta/ vos sos re tuta/ pero mirá que tuta la tuta/ siempre bailando sola/ no te quieren por tus lolas/ te quieren por tira goma.»
Si comparamos con las letras anteriores, se observa el avance y, sobre todo, la honestidad con la que los hombres, o algunos, encaran las relaciones amorosas. Aquí parece que ambas partes saben lo que quieren: sexo. Nada más. Las mujeres, gracias a la tan publicitada y expuesta sin reparos ayuda de los retoques plásticos se han convertido en verdaderas muñecas, como la de 1932, pero de otro material.
Lamentablemente, el prototipo -por más que se infle sus ubres, o quizás alguna que otra cosita en otras partes del cuerpo- solo atrae por una capacidad: el saber hacer sexo oral. El tipo no la quiere, mucho menos, la considera su objeto de amor. Puede tener incluso cualquier género: el sexo oral prescinde de él. Nos han transformado por fin en el monstruo que los hombres siempre temieron: una nada que ellos no pueden llenar. Un vacío, el vacío del precipicio sin fin, por el cual caen -tarde o temprano- por curiosidad, por afán de aventura, por el sabor extraño que dejan las montañas rusa.
TODO CONCLUYE AL FIN
«La confianza ha sido sentenciada a una vida llena de frustraciones. La gente, separada o en conjunto, las empresas, los grupos, las comunidades, las grandes causas o los esquemas de vida con autoridad suficiente para guiar nuestras acciones casi nunca retribuyen la devoción que se les dedica.» Zygmunt Bauman
«Violencia es mentir», dice el Indio Solari.
Violento es el mentiroso porque » mata» a su víctima. Es un asesino porque muere la verdad, aniquila la confianza. Transforma al otro en una muñeca de trapo, en un monstruo que es el mismo vacío. Porque cierra cualquier posibilidad de comunicación amorosa entre personas. Son ya objetos de uso de un supuesto poder, supremacía, dominio, desprecio. Miente quien dice te necesito, miente el necesitado. Y, entonces la muerte se levanta airosa sobre el cadáver de la confianza.
Me pregunto cuánto tarda alguien en darse cuenta de que “es mentido”. Ese, el marcado para “ser mentido” porfía hasta la extenuación con el propósito de mantener el delgado hilo de oro que lo liga al criminal (el mentiroso). El hilo es la confianza Y es fino y cortante,
¿Se puede vivir dentro de la desconfianza? Quizás, al principio, pero el mentiroso se ceba al notar que su víctima no reacciona y continúa su abuso. Sí, mentir es un abuso. Una violación a la integridad como persona del aquel que lo ama.
Poco a poco el fin comienza, no se puede vivir con un mentiroso, un abusador, con un violento, con un criminal.
» Te miento para no preocuparte», mentira aparentemente piadosa. Ante esto, la víctima solo puede agradecer y engordar en el dulce caramelo de ser mentida por causa de un gran amor. La cosa termina así con una grave indigestión de mentiritas piadosas. De ese modo, el amor llenaría el vacío de la baja autoestima.
Si la mentira pasa y se regodea, la víctima desaparece, ya no es alguien reconocido como un igual, como una pareja, como un consumidor, como un ciudadano, como un lector. Entonces la desconfianza- similar a la desesperanza-, acude como protectora del resto sano en nosotros mismos. El victimario logra que un sentimiento sucio, devastador, se transforme en aquello que nos protege. Y la víctima corre el riesgo de ser dos veces víctima, del otro y de sí misma.
El mentiroso busca un doble rédito. Para sí, un rápido incremento de su bienestar temporal. En cada ocasión en aquel no se hacer cargo de la verdad que oculta, se agencia un aumento en su autoestima, ya que el engaño descansa en sentimientos de superioridad. El ardid utilizado alimenta la idea de su supuesta inteligencia. En cada mentira hay un 100% de cobardía. También evidencia una necesidad profunda de ser reconocido. Para eso no se le ocurre nada mejor que poner a prueba el amor que el otro tiene hacia él. Un juego del manipulador.
Hasta acá la mentira. Por no hablar del falso testimonio, que ha llevado a la miseria a inocentes, solo para salvar el propio pellejo o a algún interés de turno. Pero es un tema largo y no quisiera descuidar del otro tan querido y necesitado: el lector.