Ultraviolento: Entrevista a Pedro Rosemblat, “El cadete”

Entrevista: Juan Pepe Carvalho, Carlos Coll, Gabriela Stoppleman
Edición: Gabriela Stoppelman

 

Marit Törnqvist
Marit Törnqvist

Yo era cadete, usaba un guardapolvo gris de tres botones y, antes de pedalear,
ajustaba cada botamanga del pantalón con un broche de sujetar la ropa. Por la grasa. Por la facha. Por el estilo. Y no macaneo: lo primero que te preguntaban cuando buscabas trabajo es si sabías andar en bicicleta. Si contestabas por la afirmativa te llevaban al patio de la empresa, te hacían subir a una bici de la Segunda Guerra Mundial y, delante del jefe de personal, tenías que hacer unas piruetas. Entregadle a un adolescente una bicicleta y enviadlo al Banco de Córdoba a depositar dos billetes de 100 pesos y habréis
fabricado un loco. O sembrado la semilla de un poeta.”
Roberto Arlt, “El cadete invisible”

Estacionó la moto frente al primer estante, el de los primeros años. No tuvo tiempo ni de sacarse el casco cuando, desde el hueco entre dos tomos, vio asomarse las manos.  Una tenía claras huellas de teatro y, en las líneas de la otra, leyó evidentes ritmos del cine. Ante tan inusual recibimiento, reaccionó como en buen escritante: entre escritura y militancia, rápidamente, cruzó ambas lecturas y les devolvió un breve texto, mezcla de memorias y toques espontáneos. Luego, dejó que las manos-libros hicieran su tarea. Es más que conocido el modo en que conspiran  las bibliotecas.  En cuanto reciben un toque de mundo, no vacilan en diseminarse en cadenas de mensajes, curvas de avisos, esquinas de recortes y subrayados. Y siempre desembocan en un texto colectivo. Y es así como la apenas llegada del escritante desató una trayectoria de rutas, atajos y desvíos, que se movieron entre estanterías, como quien camina su propia casa, como quien recorre su propia biografía. De ese modo, la trayectoria se detuvo  un buen rato en la primera línea de lectura, fue de la infancia a la política, de la política a los amigos, subió al segundo espacio, como quien repite e insiste, pero ya avanzado  en las cronologías: de la adolescencia, a la política, de la política, a los amigos. En eso y entre las páginas, encontró el rostro bien remarcado de una profesora del secundario. Fue ella misma quien le indicó por dónde subir para llegar al tercer estante, donde la ficción y la poesía ya se aprestaban a mezclarse -gustosas- con la infancia, la política y los amigos. Se ofrecía así la trayectoria: muy invitadora, al modo de un ejercicio cotidiano de insistir en las palabras, en puentes hacia todos. Se esmeraba, deseosa de un estante otro, uno ya sin número en la altura, uno que encontrara a la escritura alrededor de una mesa de cómplices, para retocar un modo, para afinar un borde. Y, de allí, partieran -todos juntos y sin frontera- hacia un abrazo de lecturas y discusiones con los amigos de la Rucci, apuraran el paso hacia el estudio de la tele, no olvidaran el momento de la radio y, después de toda esta película, se animaran a escribirse arriba de un escenario. Vuelve así el camino hacia la primera línea: una mano para el cine, otra para el teatro. Es entonces cuando el escritante se acomoda la escritura, la militancia y el casco y arranca firme y presuroso por el rumbo que le marca el pulso de la letra.

 

Jonathan Wolstenholme
Jonathan Wolstenholme


VISTA AL FARO

                        “Tampoco me entrego a la dura soledad de mis noches, sino que me inclino a mezclarme con la muchedumbre, y no sin regocijo, aunque cueste creerlo. Allí, soy como un faro en la mar, orientando siempre el camino de los que se encuentran perdidos como yo. Quiero que seas mi faro por siempre”.
Alejandra Pizarnik

Leímos en una entrevista que te hicieron que Nicolás y Soledad, dos amigos, te ayudan a que el humor no prevalezca sobre la política. 

Así es. Yo hago humor político, pero no vengo del humor, vengo de la política. Soy militante político y, a raíz de una experiencia en redes sociales, empecé a incursionar en el mundo del humor y a eso me dedico. Pero, bueno, en la búsqueda de la risa, uno puede muchas veces caer en el cinismo o en reírse de todo. No es lo que a mí me interesa. Entonces, yo pongo el chiste y mis amigos  tratan de que no se me vaya de las manos, que no me ría de situaciones que no te dan para la risa. Cuando fue lo del  “Pibe Trosko”, mi experiencia en la red, no tenía ese ordenamiento y justamente eso me fue asustando: incursionar en lugares valiéndome del anonimato y de la imparcialidad para reírme de todo. Yo no me río de todo, me río de “ellos”. También me río de nosotros, pero con otra sagacidad, digamos. Mis amigos Sole y Nico son, de alguna manera, mi faro ideológico. No los únicos, pero  son quienes trabajan conmigo. Me junto con ellos todas las semanas y definimos.

Torre del libros en la entrada de la Biblioteca Pública de Praga
Torre del libros en la entrada de la           Biblioteca Pública de Praga

Tu taller literario.

Algo así.

¿Y La Rucci?

La Rucci es un grupo de amigos que los incluye a Nico y a Sole. Son personas que conocí a través de Nicolás, son amigos muy formados. Para mí son una referencia intelectual, política y moral. Conocerlos me cambió la vida realmente. Tienen entre treinta y cuatro y cuarenta y pico, yo tengo veintisiete. Los conocí junto con mi amigo Iván Schargrodsky. Es un grupo de pertenencia y de referencia política e ideológica fundamental para no volverme un boludo, algo con lo que uno lucha constantemente. Creo que todos estamos en esa lucha constante porque uno a veces se deja estar un poquito. En mi caso, tengo que cuidarme más ahora que trabajo en la tele, donde hay muchas tentaciones para ser un boludo: ir a eventos, tomar cócteles, caretearla, todas esas cosas que serán divertidas, pero a mí no me interesan.

No todos se juntan  con referentes intelectuales para no volverse boludos.

Claro. Creo que ese es el diferencial que tengo. Pibes que cuentan chistes hay un montón. Pibes que discuten la línea política de los chistes con dos personas como Nicolás y Soledad no encuentro tantos. Y eso me da una tranquilidad enorme. Si lo que hago pasa por el filtro de mis amigos, sé que tengo un sustento mucho más sólido. Y es que uno nunca puede construir nada solo, cuantas más voces haya discutiendo, mejor. Rara vez yo digo algo que a ellos les parezca una barbaridad, es muy difícil que suceda, salvo cuando no lo comparto previamente con ellos. Por ejemplo, lo que puedo llegar a decir en esta nota…

 Vos ponés el chiste, decís. ¿Y cuál sería la diferencia entre el humor y el mero chiste?

Me parece que el chiste tiene como finalidad la risa y el humor que hago yo es un medio para tratar de construir un discurso. No me gusta la idea de “generar conciencia” porque eso me colocaría en un lugar medio evangelizador que no me copa. Pero sí intento destruir el discurso de “ellos”, de darle sustento al nuestro, de aportar mi granito de arena al proyecto político al cual pertenezco y pertenecí siempre. Creo que me falta un poco de chiste, trabajar un poco más mi expresión corporal, mi comicidad, tener referencias en el humor

Rep
Rep

Cuando te vemos en la tele, en tu humor político lo que hacés con el cuerpo -ademanes – gestos- es fundamental. Se ve un trabajo que potencia mucho el sentido

Puede ser. Yo miré muchísimo teatro. Mi viejo es director y, además, un militante del teatro. El teatro es superior a todo para él. Mi mamá me llevaba al cine y mi viejo -a mí y a todos mis amigos-, al teatro. Así que lo tengo muy incorporado. Pero nunca estudié nada vinculado al teatro. Creo que me haría falta estudiar, no sé si lo teatral en el sentido de un viaje introspectivo que no me interesa hacer, pero sí algo de clown, payasesco, me vendría muy bien.

 

EN EL PRINCIPIO FUE EL VERBO

Aprendí los verbos de la voluntad y supe mi secreto;
las claves de la noche golpearon en mi lengua;
donde antes había sólo una, hubo de pronto muchas mentes sonoras.”
Dylan Thomas

Decís que descubriste tu don en vivo. En cuanto a la escritura, vos escribías en twitter, escribís tus libretos, escribís  para el teatro. ¿La escritura fue previa a todo esto?

Sí. Siempre me gustó escribir, de chico escribía cositas, pero empecé a tratar de darles forma a raíz de una profesora del secundario, Andrea García, quien no tiene la menor idea de esto que te cuento. Ella nos hacía escribir, como un ejercicio casi metódico y cotidiano y, a partir de ahí traté de encontrarle la vuelta. Es muy importante para mí poder expresar de esta manera lo que pienso. Cuando estudiaba en la facultad, veía que algunos compañeros estudiaban tanto o más que yo, pero tenían esa dificultad para volcarlo en palabras. Por suerte yo nunca tuve ese problema, aunque escribo como hablo: no tengo dones literarios ni soy un lector empedernido. Y leo muchísimo menos de lo que me gustaría. Pero la escritura es previa, obviamente. Además en la escritura incurro en lugares que no tienen que ver con el humor. Ahora que estoy trabajando tanto, no lo puedo hacer, no tengo el espacio, ni el momento ni la inspiración ni los temas. No se me ocurre hablar de otra cosa que no sean  temas con los cuales trabajo, lamentablemente.

¿Escribías ficción antes?

Sí.

Imagen de tapa del  libro "Octavio Paz.  Las palabras del árbol", de Elena Poniatowska
Imagen de tapa del libro «Octavio Paz. Las palabras del árbol», de Elena Poniatowska

Ya volveremos sobre eso. Pero antes comentabas que el guion del piso lo trabajás la noche anterior “Me gusta levantarme y tener todo listo. A veces son las seis de la tarde y no tengo nada, y sale Aranguren diciendo: no usen el microondas…” ¿Cómo se corresponden esta disciplina y esta urgencia con lo artístico?

Son enemigas, no se llevan bien, pero es el equilibrio que debo hacer. Lo metódico y lo repetitivo son enemigos de la creatividad. Y, bueno, yo tengo que tomar esto como un trabajo profesional y cumplir todos los días. Por un lado, lo que hago en el teatro  me encanta y lo disfruto mucho, aunque me lleva un trabajo enorme preparar un espectáculo. Por otro, el año pasado, El cadete hacía todas las semanas una cosa nueva, todas las semanas algo que me gustaba. Miro esas entradas y me sigo riendo. Ahora siento que me estoy repitiendo, quizás perdí un poco la espectacularidad de lo nuevo. Pero son rachas, no me preocupa.

¿Extrañás los tiempos lentos?

Es que nunca tuve tampoco tantos tiempos lentos. Yo empecé a trabajar en C5N mientras laburaba en Radio Del Plata, donde no cobraba un peso. O sea, me tenía que ganar ese lugar como fuera, porque básicamente no tenía ingresos. Eso alienta el chiste, yo salí a comerme todo. Y ahora estoy un poco más cómodo en la tele, no me pongo nervioso, me gané un espacio en el programa, sé que difícilmente Navarro me diga “Mirá, flaco: no me servís más. Andate.” Me siento parte de ese equipo, de ese riñón.

Mural. Biblioteca Regional de Gafsa na Tunisia.
Mural. Biblioteca Regional de Gafsa na                         Tunisia.

Al principio tenías un espacio de tres o cuatro minutos, hoy ha crecido muchísimo.

Ha crecido, sí. Y tiene que ver con cuestiones objetivas y subjetivas relacionadas con el fenómeno de El cadete. Las subjetivas, sabrá cada espectador qué lo divierte. Lo objetivo es que no hay muchos espacios opositores en los medios. Navarro es quizás el más importante de todos y tiene un estilo duro y rígido de ver las noticias. Mucha gente me agradece lo que hago porque, un domingo a la noche,  viene bien cortar un poco el bajón de informes con tanta gente que se está cagando de hambre, entre otras cosas. A la vez, yo entro un poco en conflicto con eso…

¿Algo así como si fueras una especie de bufón? Bueno, los programas necesitan eso también. Hay que tener ganas un domingo a la noche de fumarse la realidad toda de golpe y junta…

Totalmente.

 

LA CONJURA DEL CADETE

 

                                                                       “Ignatius, te he mimado ya bastante en nuestra correspondencia. No vuelvas a escribirme hasta que no te comprometas con los problemas del mundo, odio a los cobardes. M. Minkoff”
“La conjura de los necios”, John Kennedy Toole.

Por allí decís que, entre tus referentes, están Walsh, Jauretche, el Indio Solari, Capusotto…

Bueno, no sé cómo se editó eso que salió en esa entrevista. No es completamente así. Walsh no es un referente para mí porque no soy periodista. Es una referencia política, militante y literaria, ni hablar, pero estaría mal que yo dijera que en la construcción de mi trabajo está Walsh como referente.

Marit Törnqvist
Marit Törnqvist

¿Qué aprendiste de Walsh y de Jauretche para escribir?

Me parece que es esto que hablábamos al principio: lo político prevalece por sobre todo lo demás,   uno no lo puede escindir. En toda la literatura de Walsh está presente eso.

Pero hay una forma en la escritura, eso que hace que alguien prefiera leer a Walsh y no a Verbitsky.

Bueno, claro. Uno puede leer a los dos, pero son cosas distintas, obviamente. Hay que ver cómo escribiría Walsh ahora. Hay un espacio medio cínico que dice “Es increíble cómo prefieren recordar a Walsh como un montonero y no por la genialidad de haber escrito “Operación Masacre”.” Bueno, Walsh no hubiera escrito “Operación Masacre” si no hubiese tenido ese compromiso con la realidad que lo rodeaba. Lo que yo tengo que aprender de ellos, siendo que no soy periodista, es eso: pensarme en un colectivo y tener presente que uno forma parte de algo que lo antecede y que seguirá.

Pero las formas te preocupan, la búsqueda estética….

Sí, hay una búsqueda estética. Me preocupa también no conformarme con lo que hago, mejorar para poder llegar a más gente, que es mi objetivo primordial. No me interesa el nicho, busco la masividad. Que la mitad me putee si hace falta, pero quiero tener la posibilidad de hablarle a mucha gente.

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¿Y de dónde manoteás recursos para mejorar tu escritura, tus libretos?

En cuanto a la escritura, seguramente -e inconscientemente- de lo que leo. Hay varios libros que permanecen en uno, y esto no tiene que ver solamente con su calidad, sino también con el momento en que los leí: “La conjura de los necios”, de John Kennedy Toole,  me marcó mucho cuando hacía “El Pibe Trosko”, sobre todo,  por la relación entre Ignatius con la mamá. Yo copié de allí muchos recursos, diálogos exactos. También “Galimberti, de Perón a Susana, de Montoneros a la CIA”, libro que escribieron Larraquy y Caballero, ese lo disfruté muchísimo. “Los reventados”, del turco Asís, uno de los escritores que más disfruto leer y escuchar. También las lecturas de Perón. Fue muy importante cuando terminé el secundario y empecé a interesarme por esos textos, comprender ese pensamiento, esa capacidad que tenía Perón para interpretar al pueblo argentino como seguramente no la tuvo nadie.

 

UN MILENNIAL POÉTICO

“Cansado de agitar mis alas como Ícaro caigo al mar/
La sociedad dice que somos millennials y como bumerangs giramos por las nubes/Yo creí que Y era mejor que X y que el límite no existía más que en los diccionarios/ De pronto en noches solitarias me encuentro conjugando el verbo ser en los tiempos pasado, presente y futuro./El tiempo me cobra factura de una vida que no he consumido/Y mi identidad se guarda en un disco con cada tecla que presiono dejándome sin opción de pasar desapercibido”
Héctor Xp, “Poemas millenials”

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¿Leés poesía?
 

Poca. Empecé a leer poesía a través de Gabriela Borrelli, una compañera que tuve en Radio Nacional. Ella me metió en ese mundo de Lamborghini, Fernando Pessoa, Fabián Casas. Pero no soy un gran lector de poesía. El poema que más leí es el Martín Fierro, aunque probablemente tardé en relacionarlo con la poesía.

Sin embargo usás recursos poéticos en tus intervenciones. Más allá de leer poesía ¿qué es lo poético para vos?

Creo que la poesía es aquello superior a la realidad, tiene que ver con la construcción de un mundo distinto al que tenemos. Y  si uno va a tratar de construir un mundo distinto, vamos a tratar de que sea mejor.

Hay varios recursos, además de lo poético, que usás en tus intervenciones. Una es el interlocutor ausente, como lo hacía Tato.

Me encanta hacer eso. Ponerle palabras a un otro.

También usás bisagras. Hablás por teléfono y decís: “Carolina Stanley va a dar cursos de peluquería” e inmediatamente tu narrador dice “porque esto le gusta al gobierno: lavado y maquillaje”. Un recurso narrativo y otro teatral. ¿Reflexionás sobre esas cosas?

La verdad es que no tengo una reflexión hecha sobre el límite entre lo poético y lo teatral, entre lo ficticio y lo político, digamos.

Rep
Rep

¿Y los  chats inventados?

Ah, ese es mi favorito. Es como mi caballito de batalla. Y además muestra mi condición de milennial, de mezclar todo con las tecnologías que, aunque ya no lo sean, seguimos llamando nuevas.

 

EL NAHUEL-PAPI,  EL GORDO LUIS Y EL QUINTO ESCALÓN

                                                           “Era todo, completo, íntegro. Al Gordo le corrían ríos de sudor sobre la piel, ríos, torrentes que le empapaban acá, acá, acá, las ingles, las pelotas, las pantorrillas, ríos que le inundaban las botas, por ejemplo. Me contaba después -porque todo esto me lo contó él mismo- que sentía las botas llenas de agua, como si las hubiera metido en un balde de agua caliente, le chapoteaban. Todo alrededor, no te miento, todo alrededor, en el piso, en un diámetro de ocho metros más o menos en torno al Gordo, parecía que habían baldeado. Toda la vereda mojada, de lo que chivaba el Gordo, se le saltaban los goterones de la cabeza, parecía las Aguas Danzantes el Gordo, imaginate”
“El gordo Luis”, Fontanarrosa.

 

¿Y el refranero?

Bueno, yo soy un poco chauvinista. Tengo como una exaltación de la argentinidad muy fuerte. En mi biblioteca, un setenta por ciento son autores nacionales. En el primer estante, todos libros de política. En el segundo, también, o casi todos. Y, en el tercero, está la literatura de ficción, la poesía. Y me gustan todas esas expresiones vinculadas a lo nuestro, a lo criollo, esas que por ahí las decís en otro lado y no se comprenden. Uso bastante eso. Hay una persona que me formó mucho en el humor -aunque tampoco lo sabe-: mi amigo Nahuel, de Lanús, que tiene un don para la respuesta rápida. Un poco es también el estilo de El cadete: además de lo que yo preparo, el cómo le respondo a Navarro en el momento. Esa velocidad es un lugar en el que me siento cómodo, el remate sobre lo que me dijiste vos. Es una cosa muy argenta me parece, muy de café. Por eso no me copa mucho el stand up,  me parece que tiene que ver con una cosa  más yanqui: una persona  se para y habla de su visión de la cotidianeidad, de la realidad. A mí me gusta más la cosa de café, ese descanso que tenemos tanto los argentinos, esa cosa del compinche, de la joda entre amigos.

 

Jonathan Wolstenholme
Jonathan Wolstenholme

Igual el stand up es, casi originariamente, una manera de hacer política. Por ejemplo, en Inglaterra, cuando se paran en un banquito en un rincón de sus famosos parques, para peroratear.

Claro. Y algunos humoristas argentinos piensan que lo políticamente incorrecto lo es igual acá que en Inglaterra o en Estados Unidos: “¡Entonces puteemos al Papa!” y se ponen a putear a la Iglesia como si representara lo mismo acá que en Nueva York. Acá vos vas a cualquier barrio humilde y hay una Unidad Básica y una iglesia. No conozco Nueva York,  pero estoy seguro que no es igual.

Eso también lo hacés. Sacás de contexto una frase de un político y, al ponerla en el programa de Navarro, se resignifica. Eso es poesía.

Bueno, ¡bienvenido! Mirá, en cuanto a lecturas recuerdo cosas inolvidables. Tengo el recuerdo de estar leyendo el cuento del gordo Luis, cuando se disfrazó de Papá Noel y de reírme sin parar, algo que no me había pasado nunca. Me copio mucho de escribir como se habla. Siempre me voy a sentir más cerca de lo nuestro. Ahora estoy copado con el rap. Hace tres o cuatro domingos no hubo programa y agarré la bicicleta y me fui al Parque Rivadavia. Allí hay, domingo por medio, un encuentro que se llama “El quinto escalón” de freestyle, pendejos que se ponen una base e improvisan. Ahí tenés poesía, música, improvisación, métrica payada. Pero lo hacen ante cinco mil personas. No lo podés creer. Soy muy fanático de ellos. Ahora bien, el rap nació en Estados Unidos, yo escucho ese rap y no me emociona. Incluso, cuando los pibes se ponen a componer, tampoco me gustan, me gusta cuando improvisan. Escucho a Eminem y no me pasa nada. Me gusta esta cosa de acá, nuestra.

Y también los recursos teatrales. Cómo trabajás alrededor de un objeto, por ejemplo. Entrás con dos palitas y decís: “esta es para Aranguren y esta para Frigerio”. ¿Son cosas reflexionadas?

No, tampoco. Como tengo que salir todos los días, entran en una lógica de urgencia que me dificulta la reflexión. Tengo más espacios reflexivos en la obra de teatro, o cuando me junto con Nicolás y Soledad a discutir. Y lo que discutimos es la política, porque yo soy un freak de la política, lo cual es también un problema que tenemos los militantes, porque eso te aleja un poco de la comunidad que uno quiere organizar o representar. La gente no está todo el día hablando de política, de que si privatizaron el Arsat o si bajaron el presupuesto para los hospitales públicos. Entonces, uno tiene que amoldar un poco su discurso y su lenguaje a cuestiones más mundanas, como hacen ellos, que hacen muy bien su discurso: para hablar de política la ponen a Mariana Fabbiani. Nosotros lo seguimos poniendo a Verbitsky, que es un genio y lo banco a morir. Pero, ¿cuántas personas leen a Verbitsky cada fin de semana y cuántas ven a la Fabbiani?

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LA CONSPIRACÓN SIN LOS IDIOTAS

                                                                                                                                                                   “Bocas del aire del mar/ beban la sal de esta luz/para sí/ya coman en la eternidad/algo se va ahogar/es este ardor y es esta la fiebre del que
espera frente al despertar”
“A Starosta, el idiota”, Luis Alberto Spinetta

Vos decís que sos un apasionado de la política, de la música y del fútbol y que el humor es la excusa para intervenir políticamente. ¿Se puede hacer música y humor sin ser en absoluto político?

Es una discusión. Estuve yendo a ver algunos standaperos de mi generación que no hablan de política, hablan de whatsapp, de boliches y de coger. Y yo me río, ¿no? Y está quien dice que eso también es una posición política. No sé… Para mí política es criticar a Macri o bancar a Macri, o bancar a Cristina: Tomar posición política por algo que pasa en nuestra comunidad, en nuestra Patria, ponerle nombre y apellido.

Pero uno puede leer, en ese hablar de boliches y coger, una toma de posición política. Aun, no del todo consciente.

Está bien, es eso, no creo que haya un nivel de conciencia, un decir “Voy a tratar de hacerme el boludo con este tema”. Me parece que hay más una ausencia de política que una decisión manifiesta. Creo que ahí la política no llegó. Teniendo la posibilidad de un teatro lleno, hablar de boliches… Qué se yo….hablar de cómo te encarás una mina… Me río, eh. Fui con una chica, la pasé bien. Está todo bárbaro, pero es sólo eso. También es cierto que ellos, así, llegan a muchísimas más personas.

Pero ¿ese no sería un poco tu límite? ¿No te empezarías a preocupar si de golpe te van a ver los macristas también?

Lo que a nosotros nos conviene es que todo el mundo discuta de política. Que vuelva a pasar lo de la generación de mi viejo, cuando era de boludos no interiorizarse. Incluso, originariamente, la palabra idiota en la polis griega refería a la persona que no se involucraba con lo público (parezco Mariano Grondona). Tenemos que lograr que, aunque sea por una cuestión estética, por sentirse canchero, se hable de política. En algún momento pasó. En el 2008 todos estábamos discutiendo “el campo”, para un lado o para el otro. Cuanta más gente discuta de política, mejor va a ser para nosotros porque básicamente representamos a la mayoría. No nos conviene la discusión moral, estética.

¿No creés que, en esa batalla, haya también una lucha de lenguajes que ellos, por ahora, vienen ganando? Imponen un lenguaje neutro, de abstracciones: “terminar con la pobreza” “La alegría”… ¿nosotros qué oponemos?

Bueno, deberíamos repensarlo ¿no? Muchas veces se incurre, en algunos espacios militantes o de parte de algunos dirigentes, en echarle la culpa al pueblo, en creer que tenemos un pueblo poco instruido, o que no está formado. Un pensamiento bastante gorila, una subestimación al pueblo que me genera un rechazo muy grande. La responsabilidad es, primero, de la dirigencia. Y, siendo que la dirigencia no sale de un capullo, la segunda responsabilidad es de la militancia que construye esa dirigencia o que no construye otra. Creo que seguramente debemos readecuarnos a estos tiempos de redes sociales, en las que todo el mundo participa y hay una tremenda horizontalidad de la información.

Grafitti, Blu.
Grafitti, Blu.

¿Y la militancia busca tácticas o estrategias para dar esa batalla del lenguaje?

Mirá: yo, antes de caerle a la militancia debo caerle a la dirigencia como principal responsable. Nosotros tenemos esta suerte y esta comodidad que muchas veces nos lleva a achancharnos, de tener una conducción como la de Cristina. Yo a Cristina ya no le puedo exigir nada más. Yo le exijo a mis compañeros, a mi generación. Mirá, por ejemplo: el otro día, en varios medios, le cayeron fuerte a un pibe que se llama Nicolás Pechersky, que fue nombrado Director Nacional de Internet. Cobra setenta lucas. Eso despierta fácil el indignómetro ¿no?, pero yo a este pibe lo conozco desde 2011: es un militante del PRO, un liberal formado en la escuela liberal y que defiende esas ideas, que ponía la mesita en la Facultad de Derecho cuando el PRO sacaba el 1% en las votaciones y era una vergüenza ser macrista en la universidad pública. Y el pibe iba, todos los días, ponía la carita, discutía, se comía las puteadas, los descansos. Nosotros sacamos el 54%. Y pasaba al otro día y le decía: “¿qué pasó, papito?” El pibe siguió y siguió y hoy es funcionario, naturalmente, porque bancó siempre y estuvo ahí. Y yo los banco a esos pibes. Prefiero al militante macrista que al librepensador que habla todo el tiempo denunciando que son todos iguales. A mí me gusta eso, que haya un pibe que se haga cargo de lo que defiende. No todos vamos a ser peronistas ni nacionales y populares. Es en esa discusión donde nosotros tenemos cosas que aprender de ellos, aunque sepamos que no es cierto lo que hacen con el discurso respecto a las instituciones y a la República. Nosotros tenemos muchos problemas para explicar algunas cosas, para hablar de corrupción, por ejemplo. Porque los que hacemos política damos por sentado muchas cosas y entendemos que la política se financia de esta manera; que para la Unidad Básica de la esquina la guita sale seguramente de un presupuesto público porque, ¿de dónde carajo querés que salga? ¿de dónde sale la plata que sostiene los locales del PRO? A mí no me generan indignación esas cosas, pero a la persona que no hace política es probable que sí, y es entendible que suceda.

 

CREER, PENSAR, PASIONAR

            “Y así parir una canción con cada abrazo/que me brote y que abra paso a un corazón que se cierra/en un grito que se entierra en mi garganta muy despacio/que en un abrazo se disuelva una canción que enseña, resiste y sueña.”
 Federico Cáceres, “Enseña, resiste y sueña”, Mano a mano.

Te planteo algo que venimos llevando de una entrevista a otra. En esta defensa que hacés de este muchacho del PRO, él sería, digamos, un otro ¿distinguís entre un otro y el enemigo? 

Macri es el otro y es el enemigo.

¿Y sus militantes?

Y bueno, me parece que eso te pone en un lugar un poco fundamentalista. Yo no creo que se piense en el enemigo. Creo que caerle a este pibe, que tiene mi edad… O en general a los militantes de Cambiemos. Está bien que haya una expresión de derecha en la Argentina, un expresión liberal, que cree que nosotros tenemos que acomodarnos a lo que los consorcios financieros esperan de la Argentina, que la economía tiene que ser lo más libre posible. Es una escuela de pensamiento histórica que tuvo referentes importantísimos como Alberdi, Sarmiento o Mitre. No quiero que desaparezca esa expresión política en la Argentina. Tampoco soy militante de izquierda, pero es muy importante que en la sociedad argentina exista la izquierda, incluso la izquierda fundamentalista, troskista que no quiere absolutamente nada con nosotros. Me cuesta mucho ver, en los militantes,  a mis enemigos. Soledad me va a putear por esto, pero la verdad es que me cuesta.

Pero un tipo que intenta destruir a la gente que vos intentás defender ¿cómo se llamaría?

Es que yo no creo que en el interior de su conciencia haya maldad y quieran eso. Macri sí es mi enemigo, no tengo dudas al respecto. Es el enemigo del pueblo, pero este pibe no dice “Macri es el mal y yo soy malo y voy a seguir a Macri”. Este pibe está convencido de que lo mejor para la Argentina es estar más cerca de las grandes potencias que del bloque regional que construimos durante los últimos doce años, que no debemos tener un Estado que intervenga en la economía. Él cree que eso es lo mejor, que de esa manera se va a derramar la riqueza.

Suena como una cuestión de fe.

Son convicciones políticas.

Y las convicciones políticas se asientan en realidades, ¿cómo sería en este caso? Si cada vez que se pusieron en práctica esas convicciones que él defiende, se destruyó a la gente, ¿en qué dato de lo real se apoya el militante PRO?

Estoy de acuerdo con vos. Me parece que muchas veces se ha criticado la emocionalidad, que es un factor fundamental en la política. No hay solamente racionalidad. Que nosotros queramos que conduzca Cristina no es solamente producto de un razonamiento. A mí me pasa que la veo a Cristina y me emociono. Eso rompe cualquier cosa y no me pasa con ningún otro dirigente.

Y también hay ahí un efecto del lenguaje. Ella tiene una retórica que…

Por supuesto. Y creo que, en el electorado o en la base de sustentabilidad de Cambiemos, hay por un lado personas que son de derecha que… Mirá, la palabra derecha en Argentina tiene una connotación terrible, por lo que significó el terrorismo de Estado. Una vez conocí a una piba francesa y, hablando de política, me dice que ella es de derecha. Lo cual no le generaba ningún tipo de resquemor, defendía una política migratoria más estricta, darle mayor poder a las fuerzas de seguridad, cosas así. En todos lados hay derecha. Yo tengo compañeros a quienes siento como tales y se los acusa de ser de derecha. Para mí Guillermo Moreno es un compañero aunque algunos lo acusen de ser de derecha. También a Myriam Bregman la siento compañera y es de izquierda. Creo que, en Argentina, se piensa más en términos de patria-antipatria o patria o colonia, que no tiene tanto que ver con la izquierda o con la derecha. Acá la política pasa por el peronismo, y el peronismo no es ni de izquierda ni de derecha: es peronismo.

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¿Será que la actitud militante de Pechersky, por caso, te da una señal de que en el tipo hay algo que es potencialmente mucho más valioso que la creencia que tiene en términos políticos?

Absolutamente. Él ponía la mesita y te explicaba por qué lo mejor para la Argentina era que Macri llegara a la presidencia y lo vi muy angustiado cuando Macri se bajó de la campaña en 2011. Y me pasa con tantos otros que también conozco porque militamos en el mismo distrito y  tienen una tradición militante, formados en el liberalismo argentino, contrarios a nuestras ideas, contrarios a Néstor, a Lula, a Hugo Chávez. Yo los respeto. No comparto, claro. Nunca van a ser mis amigos, pero los respeto. Y quiero decir algo más: los militantes de Cambiemos son mejores que Macri, no son negacionistas, no bancaron el 2×1, hay una cuestión casi generacional que tiene que ver con el kirchnerismo. Para los que crecimos con el kirchnerismo, aún para los antikirchneristas, hay determinadas cosas que ya tenemos como un piso básico de la democracia. Peter Robledo, secretario de la Juventud, condenó el 2×1. Un tipo que me genera hasta rechazo personal. Me ha tocado compartir paneles, él defendiendo a Macri y yo a Scioli, en la campaña de 2015. Un tipo con un discurso vacío, sin contenido. Pero él sabe que eso está mal y Macri, no. Macri cree en la teoría de los dos demonios. A lo que voy es que a mí me importa revalorizar la participación política.

 

ESCRITO EN EL CUERPO

“Entre volúmenes huecos mi cuerpo grafía a otro páramo.”
 Arturo Carrera

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Contabas que aprendiste historia en tu cuerpo, en tu biografía, porque por la política tu viejo se va y por la política vuelve al país. Eso  les pasó a muchos también con Alfonsín…

Mi viejo es una persona de clase media. Él entiende que se fue por la política y volvió porque se rompió el culo.

Esa es su lectura, pero la tuya…

Es que no volvió sólo él. Hay datos del Ministerio de Trabajo de España de que el 80% de los que se fueron en 2001 volvieron. Bueno, parece que se rompieron mucho el culo…

Hubo otros momentos, como con Alfonsín, que para muchos significaron cosas fuertes. Parece que los exilios, para quienes son contemporáneos al durante, al antes y al después, enseñan historia, ¿no?

Sí, y sobre todo en Argentina,  un pueblo de inmigrantes, donde construimos la argentinidad en eso. Es lo que habla Jauretche en “El medio pelo”. Es difícil encontrar cinco generaciones de argentinos, yendo para atrás en la historia.

 

EL MAXIKIOSKER

Dijiste que sos de relatar historias ¿te referías a la escritura, a la ficción?

Escribir es inventar. Sí. Es casi como mentir. Inventar cosas que no sucedieron tratando de darle cierta comicidad. Lo hago todo el tiempo en mi trabajo, mezclo realidad y ficción. La única constante que se repitió en mi vida en los últimos diez años es la política. En algún momento, la meché con estudiar abogacía, con escribir “El Pibe Trosko”, con hacer humor en la radio, con hacer El Cadete. La escritura también fue una constante, «El Pibe Trosko» era pura escritura y representó mis primeras incursiones para hacer público algo que escribía. Pero estoy construyendo mi “yo” en ese sentido. Tengo una referencia muy fuerte en Enrique Santos Discépolo, que tenía una concepción integral del artista, donde uno no puede decir: “Esto no lo hago”. Yo soy pésimo cantante, me encantaría cantar bien, pero canto en el teatro. Y no soy actor y actúo sin embargo. Trato de no cerrarme a nada.

En el Facebook te definís como comediante. Sin embargo, sos un maxikiosko.

Sí. ¡Pero es porque no hay una categoría “Maxikiosco” en Facebook!

Has dicho que El Indio es un tipo muy sofisticado y muy cuidadoso. ¿Cómo sería esto en lo que vos hacés? 

No sé si en lo que yo hago la sofisticación es una virtud. Me refiero a que El Indio es sofisticado musicalmente, muy cuidado en lo que hace sonoramente. Al último recital de Olavarría fui con Iván y con Darío. Recordarás que saltaron a cruzarlo al Indio. Creo que, de él, les molesta  el lumpenaje de quinientas mil personas que lo sigue. Si tocara en La Trastienda, para seiscientas, se harían pis encima con el Indio. Porque el chabón tiene calidad. Te pueden o no gustar sus letras, su música, pero la calidad que hay en lo que él hace es indiscutible. Lo que pasa es que “¡Ay!, se juntan quinientos mil negros que se ponen en pedo y él es millonario” como si eso lo eclipsara.

¿Y la calidad, en lo tuyo?

Mirá, a mí me importa más la honestidad. No en el sentido de no quedarme con algún vuelto. sino la honestidad de decir lo que pienso y de no traicionarme, de no hacer algo para caerle bien a nadie. Ahí creo que hay calidad. Y, en lo otro, creo que tengo que perfeccionar cosas.

Pedro Rosemblat con El Anartista
Pedro Rosemblat con El Anartista


ROTOS O RESQUEBRAJADOS, PERO JAMÁS MAQUILLADOS

                                           “tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita”
  Juan Carlos Bustriazo Ortiz.

 

Nuestro tema en este número es la ultraviolencia. ¿Qué sería para vos lo ultraviolento?

La desigualdad. Lo más violento que vemos y es el desencadenante de todas las violencias posteriores. Tenemos un gobierno con un discurso muy violento también, muy persecutorio a pesar de que lo maquillan con buenos modales. Estuve pensando mucho en la violencia estos últimos días, pensaba si la violencia alguna vez resolvió algo. Pensaba en Montoneros, por ejemplo. Creo que no resuelve pero que es, a veces, necesaria e inevitable. Nunca un gobierno nuestro llegó sin que se rompiera el sistema.

O, aunque sea, se resquebrajara…

Claro. Ni Perón, ni Cámpora, ni Néstor. Siempre hubo antes una crisis en la cual el pueblo salió de manera violenta a decir “basta de la violencia que sufrimos”.

¿Y para crear sobre el lenguaje no es un poco así también, no hay que crear algún tipo de ruptura?

Sí, seguramente. Pero es algo que no lo tengo del todo desarrollado. Tampoco quiero quedarme con la cosa tirapiedras de que “para que esto se termine tiene que salir el pueblo a romper todo”. Por ahí, no. Por ahí podemos ganar las elecciones. El objetivo político debe ser siempre  ese: que el pueblo nos elija en las urnas.

Bueno,  hay matices de la violencia…

Sí, pero van dos años de que nos intervienen los sindicatos, tienen presas políticas, Santiago Maldonado sigue desaparecido, nos tratan de hijos de puta, de ñoquis, la gente se caga de hambre… Bueno, no sé qué matiz le podemos encontrar. 

En cuanto al matiz, los humoristas saben tener la costumbre de ver en las personas ciertas dimensiones que no están quizás en la superficie y con eso hacen caricaturas, personajes, etc. ¿eso te sucede moviéndote en la vida, como lo que contabas de Nicolás, por ejemplo?

Exactamente, yo trato de hacer reír a los argentinos. Me ve un inglés y no entiende nada de lo que digo. Pero los estandaperos de acá se formaron viendo a los de allá… En cuanto a lo segundo, estoy tratando de hacer un ejercicio en función de algunas cosas que me pasaron en este último tiempo, de no andar con el dedito levantado porque es una cosa muy chota, muy vigilante, muy policía. 

Corrés el riesgo de caminar sobre tus propias minas…

Claro. Y también muchas veces los militantes caemos en esto de “vos sos funcional a la derecha, y vos tal cosa” y cosas así. Bueno, pará, nosotros también nos equivocamos, nosotros cometimos nuestros errores, y uno tiene que estar muy… no sé, ser como impoluto, ¿viste? Mirá, yo laburo en “FutuRock” que es una radio con una impronta feminista muy fuerte. Y yo no tengo desarrollado un concepto de género tan grande ni tan profundo

A pesar de que decís que tu mamá es una feminista sin marco teórico.

Digo eso porque mi vieja se divorció de mi viejo cuando yo tenía ocho meses y se separó del papá de mi hermana cuando mi hermana tenía cuatro. Y se quedó viviendo en mi casa con mi hermana y conmigo y fue para adelante. Laburaba todo el día, me llevaba al colegio, me hacía la comida… por ahí no leyó a Virginie Despentes, pero básicamente sabía que no podía depender de ningún varón. Por eso digo que es feminista sin marco teórico, algo que a ella no le gusta porque siente que le estoy bajando el precio cuando, todo lo contrario, se lo estoy subiendo porque conozco a un montón que leen a Virginie Despentes y tienen una mucama (negra y mujer) que les cocina y les limpia el baño ¿viste?… Bueno, volviendo a lo de la radio, me saltaron a cruzar muchas veces por no ser lo suficientemente feminista. Pero es que yo marco mis contradicciones, que también las tienen ellas pero no se hacen cargo. Creo que cagando a pedos al otro no se construye nada. Salvo que seas un iluminado, de esos que aparecen cada quinientos años…

 

Pedro Rosemblat con El Anartista
Pedro Rosemblat con El Anartista

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