La Orfandad: Sobre el libro “Maten al rugbier, la historia detrás de los 20 desaparecidos de La Plata Rugby Club”, de Claudio Gómez.
De Luisa Luchetta
OTRA VEZ SERÁ
Idas y vueltas, el vértigo diario. Intentamos un encuentro con el autor del libro, pero fue imposible coordinar una fecha. Sabemos que Claudio Gómez es periodista, trabaja en Editorial Perfil y es profesor de la escuela TEA.
En las primeras páginas de su libro hace referencia a una nota de Gustavo Veiga, periodista del Página 12, que lo conmovió. La nota narra la historia de Raúl Barandarián, ex jugador de La Plata Rugby Club y ex compañero de los militantes desaparecidos.
A partir de la lectura sobe Barandarián, Claudio Gómez escribe una nota en Perfil, publicada un 24 de marzo, de 2006. Pero le sabe a poco. Se obsesiona con el tema, comienza a adentrarse en las historias, entrevista a familiares, amigos, ex militantes, durante dos años. Al principio, solo se sabía de diecisiete rugbiers desaparecidos. Su investigación amplió, de manera dolorosa y reivindicativa, el número a veinte.
A medida que avanza, el autor no puede menos que hacer una referencia histórica de aquellos años. Quizá se haya quedado corto. ¿Cómo explicar el estado de ebullición del pensamiento político en los jóvenes de los años sesenta, setenta? La Guerra fría, Cuba, el Mayo Francés, el pensamiento innovador de los filósofos, en especial, franceses. Vietnam, los movimientos pacifistas en Estados Unidos, Nixon, Kissinger. El patio trasero. Los No Alineados. China acercándose a Occidente. La URSS. El Tercer Mundo. El partido justicialista proscripto, la dictadura militar que trata de resolver enfrentamientos internos dentro de sus fuerzas armadas.
Nos contentamos con las circunstancias locales, que poco explican acerca de la barbarie ejecutada por cuarentones o cincuentones (y algunos más añosos) sobre jóvenes menores de veintitantos años, bañados en las aguas de los sueños más nobles de un ser humano, la sociedad fraterna, el amor que solo se da si consideramos al otro como igual.
Esos señores, políticos, militares, sacerdotes ¿se sintieron tan frágiles como para afirmar que los recursos que el Estado nacional disponía no servían? ¿Por qué Italia pudo enfrentar a las Brigadas Rojas con la ley y nosotros no?
No tengo las respuestas, ¿alguien las tiene? Seguramente habrá tantas como encuestados. Todo pasó delante de los ojos, entre indiferentes y asombrados, de los argentinos que iban al trabajo todos los días, leían “La Prensa”, “La nación”, “Clarín” a la mañana o “La Razón”, a la tardecita, cenaban en familia, veían televisión desde el sofá, mientras la señora de la casa preparaba alguna receta de Doña Petrona. Ciega, eternamente, nuestra clase media.
CONTRA LA SIESTA BURGUESA
En el sitio oficial de San Isidro Club encuentro una nota: “El rugby como escuela de vida”, cuyo autor es José María Posse y cita como fuente a Tucumán Rugby Club. En la misma aparecen palabras de Carlos “Veco” Villegas sobre la práctica del juego: “El rugby hace un culto del juego en equipo, entonces uno aprende a vivir en función de los demás, uno aprende a sentir más placer en dar que en recibir, uno aprende a sacrificarse, aun a riesgo de su propio físico, pues el interés máximo en la cancha es el equipo”.
Luego del partido, llega el Tercer Tiempo, donde ambos equipos se agradecen la oportunidad de haber jugado y se comparte algo de comer y beber, como modo de relacionarse entre los jugadores rivales y las autoridades.
Por otro lado, el espíritu del rugby carga muchos apellidos patricios, nombres de calles, dinero, muy alejado del fútbol, cuyo origen estuvo en los potreros de los barrios humildes. Por ello nos llama la atención que muchachos de clase media -estudiantes universitarios, en su mayoría-, hayan entregado su vida a sus ideales tan alejados de la siesta burguesa nacional.
A modo de ejemplos, resumiré dos casos de los veinte que figuran en el libro de Claudio Gómez.
LA CAJA AZUL
Hernán Rocca, 21 años de edad, fue secuestrado en la puerta de su casa un Jueves Santo de 1975. Estudiaba Medicina en la Universidad Nacional de La Plata. Militaba en la Juventud Peronista. Jugaba al rugby en La Plata Rugby Club -LPRC-. Una vecina, a quien un policía le comunicó el asesinato de Hernán, dio aviso a la familia. El cuerpo aparece acribillado: veintiún balazos, cerca del auto de su padre, en las afueras de La Plata.
Hernán formó parte del equipo que logró el ascenso del LPRC, en 1972.
Luego del asesinato, los integrantes de la familia vivieron su duelo como pudieron: el padre, se retiró al campo. La madre se quedó en La Plata con la hija más pequeña. Su otra hermana estaba casada y Marcelo, el hermano mayor de 23 años, se exilió en España. Este último militaba en el ERP, pero no participó en la lucha armada.
En el velorio, su compañero en el LPRC, Santiago Sánchez Viamonte dijo no sin dolor “Ahora sí, ahora que mataron a Hernán, vamos a militar con más razón”.
Su hermana Araceli atesora en una caja azul un diario personal con recortes de notas sobre el LPRC, un casete, donde Hernán canta canciones dedicadas a una ex novia y un sobre que, a su vez, guarda el cinturón de cuero blanco que llevaba Hernán el día de su asesinato. Allí se ven perforaciones de bala y manchas de sangre.
Una caja azul guarda el alma de Hernán, inmortal.
NO ME VERÁN ARRODILLADO
La familia Bettini, de las más tradicionales y ricas de La Plata, fue arrasada. Marcelo Bettini, de veintiún años, fue el primero en caer. Jugó en LPRC hasta los dieciocho años, luego comenzó a estudiar Derecho y militó en la JUP y Montoneros. Hacía trabajo social en barrios carenciados. Una noche de 1976, se encontró con un amigo, Luis Bearzi, y fueron acorralados. Luis murió por los balazos y Marcelo tomó una pastilla de cianuro: “a mí ni en pedo me van a tener”, le había dicho a un compañero de militancia.
Antonio, padre de Marcelo, un conocido abogado de La Plata, buscó a su hijo. Al no tener noticias ni datos de sus contactos, su yerno -Jorge Devoto-, de veintinueve años, teniente de fragata retirado, llamó a sus relaciones en la fuerza. Finalmente, encontraron el cuerpo de Marcelo enterrado como NN en el cementerio de La Plata.
Al regreso de un viaje a Mar del Plata, pocos meses después de lo sucedido, la familia se enteró del secuestro de su chofer. Un jefe policial, conocido de la familia, les dijo que preguntaran en la delegación La Plata.
Antonio y su yerno Jorge se presentaron en la Delegación, desde donde los mandaron a la Comisaría 1°. Desde allí los enviaron a la Unidad Regional de La Plata, de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Antes de llegar los secuestraron. Luego liberaron a Jorge Devoto. Antonio aún está desaparecido. Su secuestro fue el 18 de marzo de 1977.
Esa misma noche allanaron el departamento de Devoto y robaron todo lo que pudieron. Muerto su cuñado, secuestrados su suegro y el chofer de la familia, Jorge se hizo cargo de la búsqueda. Se contactó con conocidos de la fuerza, en quienes confiaba. Un primo hermano, capitán de corbeta, gestionó una reunión en el Edificio Libertad en Buenos Aires.
Jorge Devoto fue tirado al Rio de la Plata consciente, según lo confesado por Adolfo Scilingo, ante el juez español Baltazar Garzón.
Marta Bettini, esposa de Jorge, y su madre -Marta del Carmen- deciden irse del país. Dejan a la abuela de setenta y siete años (no era previsible pensar que algo le pudiera suceder). Finalmente se establecieron en España. Reclamaron a Monseñor Plaza, al Cardenal Primatesta, al Nuncio apostólico, Pío Laghi, a los Papas Pablo VI y Juan Pablo II. La iglesia los abandonó.
En la quinta de fin de semana de la familia Bettini fusilaron a dos personas y saquearon la propiedad. Y como si esto hubiera sido poco, a un año de la muerte de Marcelo, secuestraron a la abuela María Mercedes Hourquebie de Francese. La golpearon con saña. Fue enterrada como NN en el cementerio de Avellaneda.