Los exilios: sobre Sandra Calamano y Rubén Rodriguez
Por Cecilia Angriman
Jueves 2 de agosto de 2018. Escuela N° 49. Moreno.
EXPLOTADOS
La educación explotó. Las ruinas de un sistema están a la vista, los cuerpos de Sandra y Rubén son el tristísimo reflejo de esto, la educación de hoy duele. Estos trabajadores fueron exiliados con violencia, atrapados por la desidia y envueltos en una gran fuerza de arrastre que los dejó fuera.
Cumplían su tarea, como todos los días, una tarea más amplia que su obligación. Abrir la escuela un sábado para garantizar la comida no estaba en las cláusulas de sus contratos. No era un trabajo lo que los llevaba a levantarse los sábados a la mañana. Era un hacer a pesar de las fallas denunciadas, pusieron el cuerpo, porque las necesidades de sus alumnos siempre estuvieron primero. Los chicos tienen que estar calentitos, tienen que desayunar y, en una escuela de jornada completa, también almorzar y merendar. Es decir, el lugar donde se educan no puede no brindarles un confort mínimo para funcionar. No era el caso de esta escuela, como la de tantas otras, faltan muchas cosas, denunciadas, como en este caso. Si el Estado no se hacía cargo, Sandra y Rubén, sí.
LA LETRA URGENTE
Un niño que concurre ocho horas a la escuela pasa más tiempo en la institución que en su casa, si descontamos las horas de sueño. Esto implica que la escuela cumple múltiples funciones, directivos, docentes y auxiliares las conocen muy bien. Ahí está la realidad del acontecer de los niños, en este caso de Moreno, pero esto se multiplica a todas las escuelas.
La carta de puño y letra de Sandra Calamano, donde reclama a las autoridades por los problemas en su escuela, dibuja necesidades imperiosas en una letra apurada, seguramente porque la esperaban otras cuestiones a resolver. Imagino a Sandra esparcir su presencia, con el amor que hoy todos destacan, reclama y sigue. La carta es una formalidad ante la infinitud de llamados que seguramente existieron. Los papeles son los testigos del pedido de auxilio que no fue escuchado. Son los testigos que servirán como documento. ¿Y si no hubiera habido carta? ¿Hubiesen servido, como prueba ante una justicia flaca, los testimonios de alumnos padres y docentes que, día a día, padecían el achicamiento descarado de la educación?
ENCRUCIJADA DEL DIABLO
La necesidad de reparar algo que ponía en peligro a todos demuestra hoy que las pérdidas no fueron accidentales. Tal vez consciente del riesgo y con su vida apostada a la suerte, “esperemos que no pase nada”, la situación precaria del edificio no la detuvo en su labor, esperó, intentó y puso su cuerpo al servicio de los demás, se hizo cargo. Atender a sus alumnos, mirarlos, saber de ellos, darles todo… hasta su vida.
El limbo en que permanece un docente ante este tipo de situaciones es ácido, hostil y de una tensión inimaginable. Si se niega a trabajar para no correr peligro, termina por privar a quienes más necesitan de lo indispensable. Por otro lado, cumple con las expectativas del negligente Estado, erosionar a la escuela pública hasta lograr quebrar a quienes la sostienen. Si continúa, arriesga su vida. ¿Qué clase de sociedad deja en esta encrucijada perversa a sus educadores?
LA PLAZA NO DUERME
Hoy Sandra y Rubén están exiliados, en un lugar que marca la situación actual. Pasarán a ser símbolos, héroes de guerra. También, faros.
Lo ocurrido marca un antes y un después en la historia de la educación, hoy perdimos todos. La orfandad en sus hogares se amplía a la sensación de devastación, “nos los quitaron”, eso se escribe en el pensamiento de cada uno, indescriptible el dolor.
Estar en una escuela implica comprometerse desde el corazón, con todo el cuerpo al servicio de la tarea. Esto parece cursi, pero es así. La escuela N° 49, como tantas otras en la provincia de Buenos Aires intentan dar oportunidades a los niños de aprender para la vida, de generar personas reflexivas , capaces de planificar un futuro mejor; personas con las herramientas necesarias para ser sujetos libres en una comunidad mejor.
En un reclamo hecho en abril de 2016, se la escucha a Sandra Calamano dar voz a quienes se reunían para reclamar por la vida de las orquestas juveniles, cuyo sostenimiento por el Estado se encontraba y se encuentra en peligro. “Nadie en esta plaza está dormido”… “yo sé del sacrificio que hace cada uno de ustedes para estar detrás del instrumento donde están y darles vida a esas cuerdas”, su alocución habla de los derechos negados, de las decisiones que afectan a muchos, habla de migajas con las que deberíamos conformarnos para seguir adelante. “Sólo nos falta algo, una simple decisión política que nos permita seguir creciendo”.
El exilio supone expulsar o hacer salir a una persona de un país o de un territorio. ¿Que implica un exilio fuera de la vida, fuera de los cuerpos? El silencio de la voz, aunque no la ausencia de su paso por la vida. Hoy sus palabras se multiplican con nuestras voces, en cada uno de los decidamos hacer un homenaje a su vida. Sus palabras serán nuestras, sus discursos hoy son la bandera de la resistencia.
VISTA EN ESPEJO
“La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor”
Paulo Freire
Yo también soy docente como Sandra, ocupo, como ella, un cargo directivo, me veo en Sandra. Habitar una escuela, sobre todo de jornada completa como la de ambas, es un desafío, más allá que se encuentre en Moreno, con miles de habitantes o en un poblado pequeño. Nuestros motores siempre son los chicos quienes nos impulsan a mirar a través de sus ojos, esos que nos cuentan muchas veces más que sus palabras, las manos huesudas o gorditas, un gesto, un detalle multiplicado por la cantidad de alumnos para decirnos de ánimos, deseos y necesidades.
Vivimos pobladas de pensamientos para resolver, de estrategias que exceden lo pedagógico, es una línea muy delgada, entre el deber ser y lo que provoca el deseo de hacer. Las convicciones se juegan en medio de un clima social muy hostil, eso nos vuelve más testarudas, más arriesgadas… y decir arriesgadas después de lo sucedido parece una falta de respeto, no lo es, resalto el espíritu movedizo que resuelve seguir a pesar de las malas condiciones, de los malos augurios, de la mala prensa. Doy fe, somos muchos los docentes que seguiremos en nombre de Sandra y de todos los que elijamos esta profesión difícil y apasionante porque trabajamos con la vida en vivo, con el acontecer psíquico de la infancia, somos consientes y seguimos en una carrera injusta, donde la profesión se ha desvalorizado tanto que en ocasiones, como esta, la desidia nos cuesta la vida.