Lo inesperado: Reflexiones sobre el arte de Nahui Olin.
Por Noemí Pomi
ERUPCIÓN EN LAS MIRADAS
“Quiero morir, es necesario desaparecer cuando no se está hecho para vivir. Cuando no se puede respirar, ni desplegar las alas”. (1)
«Bajo la mortaja de leyes humanas, duerme la masa mundial de mujeres, en silencio eterno, en inercia de muerte, y bajo la mortaja de nieve– son la Iztatzihuatl,
en su belleza impasible,
en su masa enorme,
en su boca sellada
por nieves perpetuas,-
por leyes humanas.-
Mas dentro de la enorme mole, que aparentemente duerme, y sólo belleza revela a los ojos humanos, existe una fuerza dinámica que acumula de instante en instante una potencia tremenda de rebeldías, que pondrán en actividad su alma encerrada, en nieves perpetuas, en leyes humanas de feroz tiranía (…)».(1)
En este poema Nahui Olin y el volcán Iztazihuatl se miran en un espejo. Están allí también las miradas desocultadas del yugi y del silencio de muchas mujeres mexicanas. Volcán y mujeres acopian fuerzas, las reservan para el momento de entrar en erupción. Su espíritu independiente es víctima de las garras de la tiranía. En algún sentido, este espejo es triple e incluye a la propia Nahui: hermosa y femenina, consciente de su belleza y de la peligrosidad de su fuerza.
DE NIÑA A MUJER
Como en la poesía, mirándose y dejándose mirar, en sus autorretratos Nahui volcó una estética, esta vez, de grandes ojos verdes. Ese es el centro del sistema solar que se establece entre la imagen de los cuadros y el observador. Esa jovencita, lleva la noche en su vestido y sus pechos están iluminados por lunas, atendidas desde sus bolsillos por dos ojos. Desde el fondo del autorretrato, infinidad de pupilas miran al observador del cuadro. El azul y el naranja gritan, junto a la noche del vestido. Así las miradas se dispersan y continúan entre seres y mundos. La imagen de colegiala cobra preminencia, en un fondo donde la ciudad de París se ve empequeñecida.
El mundo enmarca a la silueta. La imagen de la Nahui en primer plano no renuncia al protagonismo de los ojos verdes y mantiene una pequeña boca de rojo intenso, sin sonrisa. El cabello, indefinido, se presenta en un tránsito desde las tradicionales trenzas mejicanas al corte francés, a la garçon. Detrás de la imagen está el edificio que desempeñó las funciones de una residencia real en siglos pasados. El jardín de Versalles, al fondo, contrasta su armonía con la desmesura del retrato. El primer plano de Nahui empequeñece al mundo que le da marco.
Por otra parte, las manchas de ocre y oscuridad en el cuello, ¿podemos leerlas como tinturas del mundo impregnado en la piel? Los autorretratos de Nahui son grandes (103 cm x 76 cm, 103 cm x l00 cm) y la técnica, óleo sobre cartón, le permitía trazos largos para los cuerpos que se extienden por el lienzo en colores intensos, con predominio de azules y ocres.
Una rigidez dinámica expande la mirada contra toda ceguera, la proyecta más allá de los cuerpos rígidos, con la vista al frente y desmesurados con respecto al fondo. Ninguna de estas mujeres sonríe y el cuadro entero se satura de presencia firme. Una atención de lechuza, de acecho, desafío y cautela. No hay tiempo para simpatías.
La desmesura de los ojos parece trasladada al vestido. La prenda, en un lleno de pupilas, cambia los verdes por matices de naranjas y de celestes, presentes en el cielo. En esa interacción el cuerpo vegetal florido entra en distante conjunción con cielo y mar. Desde el agua azul, el espectador también se ve observado por los ojos del barco. El color de la piel se impregna en el cielo o es el cielo el que tiñe el mundo.
EL GRAN OJO
Una gran pupila, con el iris como arena, donde pequeños ojitos torean y son toreados. Un gran ojo, hecho de muchos fanales azules, mira y es mirado por quien contempla el cuadro: hay una pequeña silueta rosa en la circunferencia tan azul y otras imágenes de mujeres que, desde los bordes, parecieran pujar para entrar al ruedo. Entre un público mayoritariamente masculino se infiltra, tímidamente, la presencia de esas intrusas.
«Nahui era de esas personas, como Frida Kahlo, que se desconocen, que no se encuentran, que no saben quiénes son, que se fotografían y se autorretratan para verse a sí mismas» (3).
CEREBRO EN ACCIÓN
“De que Nahui Olin tenía el mar en los ojos no cabe la menor duda. El agua salada se movía dentro de las dos cuencas y adquiría la placidez del lago o se encrespaba furiosa tormenta verde, ola inmensa, amenazante. Vivir con dos olas del mar dentro de la cabeza no haber sido fácil” (3).
“El verde de oblicuos agujeros, que de un rostro es lo que todos miran y los que lo miran no saben por qué se extrañan y miran dentro con el sólo deseo de mirar, y sólo ven, y sólo saben, y sólo creen que son verdes agujeros oblicuos que se ven sin mirar el rostro y que recuerdan piedras verdes, colores raros, sin término de comparación. (…) no penetran la potencia de expresión, la vibratoria inquietud, la constante rebeldía de un espíritu, de un cerebro en acción dotado de millares de fibras microscópicas, sensibles al contacto de todo átomo viviente, en toda su materia, en toda su esencia, tal cual es el mismo en su substancia y, sobre todo, y con mayor interés a través de su interpretación cerebral, viviendo en segundos, eternidades, y por sus profundos oblicuos agujeros Verdes todo lo que su mirada abarca lo sumerge en densidades verdes, y es el verde de oblicuos ojos, más inconmensurable que el verde ojo de la tierra. El mar porque el mar, es puramente un elemento físico, y el verde de oblicuos agujeros, es el débil reflejo de un elemento superior, el espíritu de un ser.”
Ver sin mirar, no podemos llegar al otro, la empatía siempre está un poco obstaculizada, no tenemos ojos para ser el otro. El ojo que va y viene del mundo, recluido en sí, zafado de sí, el ojo que quiere salir, que busca dejar entrar y tropieza –también- con quienes tropiezan al intentar verlo. Este poema es, a su vez, denuncia contra todo sometimiento.
“La vida no fue hecha para mí, soy una llama que se devora a sí misma”. (1)
OTRA COSA ES CON PAREJA
Olin, a través de imágenes, definió su sexualidad, como “furiosa y curiosa”. Para ella la belleza tenía un ingrediente doloroso y abrumador. En sus retratos de desnudos en pareja, las siluetas son curvas, se curvan y entrelazan. Hay un movimiento sexual- una historia sugerida del encaje de los cuerpos, de cómo llegaron al encuentro- que nunca es total, porque no es posible fundir las miradas. Los amantes no se miran, ella pierde su mirada hacia otro lado. El mundo se transparenta en la ventana, los mira. Detrás de los cristales, hay pupilas al acecho.
En estos trabajos, Nahui fundó una nueva imagen de su rostro, mostró un ser en plena actividad. Aquí, la artista se ubicó en un balcón, en una playa o en plena urbe. En el caso “Nahui y Lizardo” ambos están enmarcados bajo un cielo azul con reflejo de luna. Los ojos de Lizardo se encuentran embelesados con la expresión de Olin. El rojo del vestido de ella se continúa en el mundo de la bahía, mientras las pupilas de las ventanas observan.
Un hombre enorme la abraza, se mete en los recovecos de su cuerpo, él es rígido y está alerta al frente. Ahora, las miradas se desencuentran, las pupilas se hallan en objetivos distintos a la pareja. Este contexto de extravío visual permite incluir una vista aérea de paisajes e interpelar al observador. A su vez, cada ventana de las casas o de los edificios de la isla semeja pupilas. Como en otras obras, la pareja aparece enormizada contra el empequeñecido mundo. Los grandes ojos verdes de ella y negros de él no confluyen en un punto. A su vez, el azul en matices de cielo y el mar sirven de lecho a los enamorados. Las pupilas, como en diálogo con el espectador, además se repiten en la espalda y en los glúteos de la mujer.
“Mi espíritu y mi cuerpo tienen siempre loca sed / de esos mundos nuevos /que voy creando sin cesar; / y de las cosas / y de los elementos / y de los seres / que tienen siempre nuevas fases / bajo la influencia de mi espíritu y mi cuerpo que tienen siempre loca sed; / inagotable sed de inquietud creadora, / y es fuego que no resiste mi cuerpo…”
Nahui tiene sed loca, una sed que desborda los contornos del cuerpo. Tanto, que su salud depende de la actividad creativa: su pintura y su escritura son el equilibrio. En la pintura está la Nahui que dice “sí” a la vida cercana, a la escenografía, a la fiesta popular y juega al erotismo, al amor. En las letras, vibra la mujer rebelde, inconforme, que dice “no” a las normas y a las limitaciones impuestas por la sociedad.
[button-orange url=»#» target=»_self»]“Me retraté desnuda porque tenía un cuerpo tan bello que no iba a negarle a la humanidad su derecho a contemplar esta obra”. (1)[/button-orange]
NAHUI EN LOS NEGATIVOS
Olin se fotografió desnuda. En 1927, todo México se asombró con sus imágenes. Se mostró entre la belleza y el desafío en una serie de poses tomadas por el fotógrafo Antonio Garduño. Con estos trabajos, Olin levantó una larga polémica en un país provinciano y conservador. Años después, su figura seguiría asociada al escándalo, sobre todo, a la reivindicación de la mujer frente al machismo tradicional.
En las fotografías precedentes, el fotógrafo Antonio Garduño sacó a los ojos de su centro de sistema solar. En estas composiciones el cuerpo es astro. A veces, acompañado solo por un accesorio. En las tres muestras, la modelo es enfocada de perfil y se ve solo una de sus hermosas pupilas.
“Sé que mi belleza es superior a todas las bellezas que tú pudieras encontrar. Tus sentimientos de esteta los arrastró la belleza de mi cuerpo, el esplendor de mis ojos, la cadencia de mi ritmo al andar, el oro de mi cabellera, la furia de mi sexo, y ninguna otra belleza podría alejarte de mí”. (1)
QUIEN FUE CARMEN
Faltaban 6 años para el comienzo del siglo XX cuando, en México, asomaron unos enormes ojos verdes y unos rizados cabellos dorados. Había nacido María del Carmen Mondragón Valseca. Hija de Manuel Mondragón, un importante militar mexicano que tuvo un papel trascendental en la Decena Trágica. En un internado en París, la pequeña Carmen, entre letras y pinceles, despertó sus dos grandes pasiones: la pintura y la poesía. Con tan solo 10 años ya se vislumbraba su sensibilidad.
Su educación, además de llevar un riguroso plan de estudios, implicó también el contacto con años de lucha feminista. Ella no podía afrontar los modelos imperantes en la sociedad de aquel tiempo. Entre otras cosas, se le atribuye ser la primera mexicana en usar minifalda y pertenecer al grupo de las “Flappers”, (adoptar la moda francesa). Y la primera en algo casi imperdonable: renunciar a sus trenzas.
RENOVACIÓN CONTINUA DEL UNIVERSO
Para Gerardo Murillo -el “Doctor Atl” artista plástico y amante de Carmen-, ella era una «renovación continua del Universo»: Nahui Olin, en idiomas de los pueblos originarios.
Las largas veladas bohemias con Dolores del Río, Antonieta Rivas Mercado, Frida Kahlo, Tina Modotti, María Izquierdo, José Vasconcelos, David Alfaro Siqueiros abrieron su horizonte artístico. Fue modelo de Diego Rivera y, cuando la tentaron con la fotografía, con poca ropa o sin ellas, posó para los fotógrafos Edward Weston y Antonio Garduño. Si en la cultura mexicana se señalaran actitudes inesperadas, seguramente, aparecería el nombre de Carmen Mondragón (Nahui Olin, 1893-1978).Con sus escritos y sus autorretratos, Nahui no solo desafió y rompió códigos visuales, por el contrario y de forma todavía más significativa, fue capaz de expresar una imagen nueva y alternativa de sí misma: activa, en control de su propio cuerpo, deseos y medios de representación.
Nahui, como en la casa de los espejos que multiplican sus imágenes al infinito, se reveló en los extremos del inmenso placer, en la contradicción insalvable entre la belleza sin pudores y el corrimiento permanente de los límites de lo público y de lo misterioso.
(1) Nahui Olin
(2) El Iztaccíhuatl (náhuatl) (en náhuatl: Iztac, «blanco»; cihuatl, «mujer», “mujer blanca”) es un volcán sísmicamente activo. Su nombre proviene de su perfil nevado que, desde el valle de México, semeja a una mujer yaciente cubierta de un manto blanco.
(3) Elena Poniatowska: Contemporánea, escritora, activista y periodista mexicana
(4) Antonio Garduño: Fotógrafo mexicano
(5) Edward Weston: (1886 – 1958) Fotógrafo estadounidense.