Rituales: sobre un romance con Cinefilia.
Por Pablo Arahuete

A PRIMERA VISTA

Destello 1Fue algo fugaz y una chispa. Y, a partir de la chispa, la certidumbre de que algo pasaba. El flechazo con Cinefilia no podía ser en otro lugar que en un cine. Entre los rostros y la gente, la vi por primera vez en la sala. Desde ese entonces, la busco cada vez que me hago el distraído o trato de soportar, porque Cinefilia es una buena consejera y, de vez en cuando, ayuda. Ahora que lo pienso y la pienso, veo el ritual, un ritual entre luces y sombras. Y me pongo a pensar que nunca busqué una definición de qué es el cine. Pretendo no hacerlo porque, para mí, Cinefilia y el cine van de la mano. Tampoco creo que con Cinefilia sueñe, aunque estoy seguro que me desacoplo y escapo a la propuesta que Cinefilia me da. Me dejo llevar por el encanto de lo fugaz, no es otra cosa que eso. Lo fugaz tiene su encanto cuando se piensa en que todo termina alguna vez. De ahí, a lo intenso, hay un pequeño paso.

EL ESPEJO DEL TIEMPO

Entre tantos rituales que atraviesan este camino, el del cine es el que practico sin pensar. Es tal vez ese misterio de la memoria, del tiempo que no es tiempo o del espacio que se reconstruye en la mirada. Porque una pantalla es también un ojo que nos ve, además de verlo nosotros. Es el espejo donde a veces nos queremos ver. Cinefilia me entiende, no me hace preguntas. Ella no piensa tanto, porque también coquetea con lo fugaz. Yo la busco entre recuerdos y trato de convertirla en palabra para darle un cuerpo que no tiene. Cinefilia no necesita un cuerpo para ser. De vez en cuando, yo tampoco lo necesito.

LA AUTONOMÍA DE UN GLOBO ROJO

El globo rojo
El globo rojo

No sé si el cine es la verdad en veinticuatro fotogramas por segundo. Para mí, la verdad es eso en el momento en que lo veo y deja de serlo cuando se apagan las luces. Pero, con Cinefilia desentumezco el músculo quieto. Y puedo practicar el ritual de verme, la posibilidad de viajar en el espacio sin tocar el piso. Pero tampoco hablo de tocar el cielo. Este ritual implica avanzar hacia atrás, hacia adelante, es ir a un costado o al otro en un mismo lugar, en un punto.

Cinefilia estaba presente el día en que me asombré, al ver en una pantalla a una persona de otro color. Y también cuando me convencí de que un globo rojo tenía autonomía, que podía interactuar con un niño y ser un globo rojo igual. Antes de Cinefilia, era algo mecánico, porque el ritual consistía en correr una manivela de plástico con fotografías o dibujos fijos y darle velocidad para imprimirle movimiento. No era lo mismo. Como tampoco esas proyecciones en la pared de mi casa de las películas súper 8 que se podían conseguir: una parte de “La Guerra de las Galaxias”, una película de “Cupido Motorizado”, y así entregarse a esa magia en casa, con gente, con amigos y con Cinefilia, siempre la gran compañía.

LA GESTA DE UN GORRIÓN

Sala de cine 1Para Cinefilia el tiempo no pasó, para mí sí. Tiene aroma a cine viejo, a espacio habitado por pares de rostros y ojos candentes. De vez en cuando aparece y, entonces, la memoria se vuelve pantalla y la pantalla, incierta aventura, y la aventura -por más incierta que resulte- es la gesta de un gorrión pequeño que aletea frente a la corriente de aire, empecinado en hacerla retroceder. Volar en un mismo espacio y lugar, no recuerdo haber visto esa imagen tan nítida desde mis primeras conquistas a la par de Cinefilia. Sentirse conquistador era una de las motivaciones que me llevaban a buscarla siempre y no necesariamente en el mismo lugar.

FANTASÍA VUELTA HORIZONTE

Ojo en la mano.En el fugaz resplandor de un ojo que recuerda, encuentro a Cinefilia, mi ritual personal. Nunca cambió ese chispazo que mueve lo inmóvil, que toca lo intangible y que, sin necesidad de olfato, huele más que esa memoria de jardines con flores multicolores o paisajes solamente para la contemplación. La imagen, desde su quietud, contempla lo que no se ve. En la pantalla hay un centro y, en cada costado, un misterio. No hay pasado de un lado ni futuro del otro lado. Ambos son la misma cosa.

Hubo un tiempo en que Cinefilia me desafió a mutar de piel y a salir del espectador al protagonista. Generosa fantasía que se volvió horizonte, como cuando ese globo rojo escapaba de las piedras que terminaron por desinflarlo. En el protagonismo hubo riesgo, igual que en esas películas de final incierto, aunque la pícara y azarosa suerte liberara la expectativa del “continuará”… Y vaya si continúa porque, aunque haya pasado el tiempo de aventuras, la pasión por “Cinefilia” aletea, late, soporta y vive para reencontrarse con resplandores. Resplandores fugaces pero intensos al fin, como cada fotograma de una imagen fija o de un ojo que recuerda. Así, se hace palabra o se impregna en un instante entre la luz y la sombra, sin espectadores que lo miren y en una sala llena de recuerdos.

Dream

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