Ausencias: sobre la obra de teatro “Territorio Pueblo”, dirección Antonio Bax Gonzalo Sanmillán, creación colectiva (1)
Por Estela Colángelo
DESTINO DE BICHO CANASTO
Ausencia de patria chica. Espacio de recuerdos: Hipólito Irigoyen, radicheta, conservador, radical puro de cuna, al decir de la vieja. Los votaba porque eran de cuna. Sin embargo, como acceso a tantos lugares, la principal es la Avenida Juan Domingo Perón. El nombre, “Territorio Pueblo”, bien puede pertenecer a la imaginación, a uno de los ciento treinta y cinco partidos de la provincia de Buenos Aires o a muchos que se despliegan a lo largo y ancho del país. En todos corrieron la suerte de la extinción el bicho canasto, la gata peluda, las plantas que se cuelan en el sembradío, los pollos alimentados a maíz. Y ninguno se privó de la enfermedad, del glifosato, Monsanto, la soja, las hormonas.
SALITRE DE EMOCIONES
Irreverentes. No piden permiso: no me muevo para no perder los recuerdos, quiero verlos, oírlos, sentirlos, recuperarlos. Ser como el río, que solito los guarda o los ve pasar. En el tiempo y la memoria del cuerpo se vivencian: se solidifican por el salitre de las emociones, se coagulan en la garganta, producen una montonera de sollozos acallados. En cada intento de huída aparece la sensación de estar hundido en el barro, en el pozo donde habitan ciegas esperanzas. Sentirse tan solo, entre tanta gente, con tanto techo. La única manera de salir es tomar el acceso de entrada y correr. La esperanza se está yendo, con gesto amable, donde dobla el micro, a otro mundo.
PASÁ, TERESIIITAA…
En el pueblo se sabe todo y se conocen todos. Esta realidad trae otras perturbaciones en los vínculos. La compañía constante, la visita omnipresente, la apertura de la casa familiar en la que puede entrar cualquiera. Y la sensación de encierro, aunque estemos en el medio del campo. No hay adónde ir, no hay manera de salir del interior. Se busca la distracción en los relatos, se esquiva el presente. El tema es que éstos nos conducen al interior de fondo dudoso. Son huellas fósiles que la zona nos ha materializado.
LA METÁFORA DEL CHANCHO
El corazón del chancho es el que más se parece al del hombre. En la obra, tres hombres relatan que son tres chanchitos que cuelgan de las patas. Cuando el chancho es chiquito, la sangre le corre como una brisita. Al crecer, se transforma en una tormenta, en un tornado. Al momento que se pone bravo, se le corta la respiración, se lo sacrifica “y paradójicamente es para dar vida otros”. El relato avanza: a un chancho jabalí muy mansito se lo crió en el campo de la estancia. El diez le pusieron. Comía de la mano. Con el tiempo se puso peligroso. No bien amagaron con carnearlo, algunos lo salvaron y lo llevaron al medio del monte. Lo dejaron ahí. Un tiempo después, al ir buscar las colmenas vino, lo vieron. El jabalí reconoció la camioneta que lo había “liberado” ¡Qué golazo!¡Qué golazo! parecía decir el rostro del animal.
Rollo May, en su libro “El amor y la voluntad” expresa enfáticamente que la humanidad necesita del rebelde. En la metáfora del animal comparado con el hombre se podría decir que el jabalí, chancho salvaje, es nuestro Diego Armando Maradona, el diez.
DESTIERRO DE AGUA
“Amargo llanto verde”,
Oliverio Girondo
La inundación: agua que no puede circular y, entonces, destruye. La pérdida, la huida vino con la crisis, con la inundación. Y ya nada fue como antes. Todo se transformó en una deriva. El tiempo comenzó a hacer sentir la ausencia de olores, de sonidos, de sabores, de madre.
Alumbrar recuerdos es un modo de permanecer y de pertenecer. “Porque me duele si me quedo/pero me muero si me voy”, bien supo decir María Elena Walsh, en “Serenata para la tierra de uno”. Las crisis destierran en exilios y fugas de cerebros. Tierra maldita y bendita para nacer, con la incertidumbre de no saber en qué lugar morir.
(1) actuación: Carlos González Richard, Abel Ledesma, Gabriel Nicola.