Stanley Spencer - Las cartas de amor, 1950

La Ausencia: sobre las cartas

Primera parte

Por Adriana Valletta

 

CARTAS EN EL AIRE

Querido Octavio:

Nuestros pasos se cruzan rara vez, pero nuestros caminos convergen. En su libro “Conjunciones y disyunciones” obra de poeta y de filósofo, usted ha escrito que falta «una historia general de las relaciones entre el cuerpo y el alma, la vida y la muerte, el sexo y el rostro…»

mensaje-botellaDe este modo comienza el libro de Henri Lefevbre: “La presencia y la ausencia Contribución a la teoría de las representaciones”. Llamativamente, el prólogo es una carta a Octavio Paz, jamás enviada, escrita en Oaxaca, México, y terminada en vuelo de regreso a Estados Unidos.

Continúa Lefebvre, hacia su interlocutor ausente:

Tanto más que, en contraste con la multitud y la masa, lo individual estalla como problema. Por eso le escribo, Octavio Paz, para comunicarle mis inquietudes, sin esperar de usted palabras que resuelvan esas contradicciones.”

No hay espera de respuesta expresada en la misma carta. Es decir que, antes de decidir no enviarla, ya había previsto no esperar señales de interlocutor que -ahora se puede afirmar-, el mismo Lefebvre ha hecho ausentarse. A pesar de esta previsión, Lefebvre publica esta carta al consignarla como prólogo, dato significativo: acá no se oculta no es la carta, sino al destinatario mismo. Funciona incluso como un ancla, un girón que hará efectos de ondas al final del ensayo y al inicio, a modo de rodeo ya no con Octavio Paz, sino consigo mismo.

¿Para quién se escribe una carta? ¿Cuál es el real interlocutor? Estas preguntas parecen presentar una fácil respuesta, sin embargo, una vez que entramos en el tema vemos que son válidas interrogaciones.

El psicoanálisis y, más precisamente Lacan, ha trabajado la noción de la ausencia del otro como condición para la escritura de una carta. También ha abordado el tema suficientemente al referirse a “La Carta Robada”, de Edgard Allan Poe. En ese texto se el conflicto se constituye a partir de la pérdida de un objeto, en este caso, la carta. Hay algo velado en la carta, “la cosa vacía”, como dirá Lacan.

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A estos enigmas, se suman los que las cartas tradicionales de por sí evocan, me refiero a la temporalidad particular del proceso: envío, recepción, tiempo de respuesta, lo cual es visiblemente disímil al modo del correo electrónico, veloz y de confirmación instantánea de recepción y lectura.

Así, la carta tradicional pone en juego mecanismos propios. ¿El hecho de que el otro no está presente -en lo real- alimenta con más énfasis su enigma? ¿Será que, sin este enigma, el otro pueda tornarse en una especie de omnipresente amenazante? En el juego de la posibilidad de falta de respuesta, ¿se busca reafirmar, precisamente, esa ausencia? ¿Será la carta el sustituto de una botella arrojada al mar, signada en esa deriva sin corte?

Volvamos a Lefebvre, a su interlocutor ausente:

¿Cómo nace para el poeta esa doble presencia, él con su verbo y, ante él, el mundo? Quisiera preguntarle de viva voz, si es que acepta hablar. Yo afirmo que el poeta tiene más que decir acerca del lenguaje y lo puede decir mejor que los lingüistas. ¿Puede admitir el poeta la arbitrariedad del signo y del sentido? ¿Qué extrañas presencias, qué enigmáticas ausencias no invoca usted en sus poesías y en sus escritos sobre los laberintos, los del amor y los de la soledad? ¿Imágenes? ¿Recuerdos? ¿Símbolos? Tal vez representaciones, ¿pero de quién?, ¿de qué? ¿Y en qué forma son superadas ó recuperadas por el sentido? «Ariadna, yo soy tu laberinto», declaraba Nietzsche a la que llamaba así, la ausente siempre presente”

¿Es esta la muestra de la búsqueda de un interlocutor ausente, que no responda, que juegue su ausencia y que al mismo tiempo sea un oyente? , ¿o solo una excusa para reflexionar la presencia, la ausencia y la representación misma ?

¿Un modo de velar?

Por su parte, Ricardo Piglia afirma “La correspondencia como género está marcada por la interrupción, por la exigencia de continuidad, por la pausa entre una carta y otra, por la obsesión de las cartas perdidas y por la angustia del corte”. Este modo de alejar y acercar al otro, me recuerda a el juego del carretel o juego del Fort- Da, situación que analiza Sigmund Freud en el libro “Más allá del principio de Placer “ 1920, para hablar de la elaboración que hace el niño a través del juego y ante la ausencia de la madre. Al jugar con el carretel, que aleja y acerca sucesivamente a su cuerpo, elabora la angustia que le provoca la ausencia de la materna.

 

CARTAS POR ENCARGO

carta-6En este caso, el solicitante, generalmente, se sentía carente o podemos decir “en ausencia de valor” o capacidad para decir el amor que profesaba en silencio a su amada. Estas cartas han marcado toda una época, más que nada, en Europa. Tomamos nota de su existencia sobre todo por el “Cyrano de Bergerac”, de Edmond Rostand, (1897) llevada al cine.

En época más reciente, en el año 2008, aparece la traducción al español de su epistolario amoroso, en su mayoría, sin un destinatario concreto. Se trata de una labor poética. En la obra de teatro de 1897, el joven Cyrano ponía su pluma al servicio del cadete Christian de Neuvillette, quien profesaba un amor secreto por la joven Roxanne. Christian solicita a Cyrano que escriba él para su amada, en forma incógnita. Todos pagarán el precio de sus respectivas ausencias.

¿Y si la ausencia de Christian es el sentido de ausentarse ante su propia cobardía de escribiente?, ¿ y si no es más que el reverso de la ausencia de Cyrano, como valiente amante, que solo asume su falta de amor por encargo, a condición de ocultarse detrás del cuerpo de la carta? Cyrano como alter ego de Christian expone su propia personalidad a pesar del disfraz.

Cómo no escuchar el eco del poema de Octavio Paz, “la espera”

Yo que te espero desde el nacimiento del tiempo, me dice esa voz que vienes de otra parte. Que miras a otra parte que vas a otra parte. Que este lugar miente como todos los lugares del mundo. Que jamás el recuerdo se alía con el sueño en la verdad presente.

Aquí es otra parte y siempre es jamás. Y eres como otra y pasas como alguna otra. Mi amor se burla de mí con su voz ajena. ¿De qué Otro eres la idea? ¿De quién, la imagen y el Ángel o la Sombra? ¿De qué poder la mensajera? ¿La engañosa de qué otra parte? Y pasando ya has pasado, cuando yo te ví. Y permanezco aquí en este lugar de la ausencia. Espolón de ángulos ópera de estrellas. Presa de la otra parte del otro de las sombras del cielo. Del otro del otro y sin fin perdido.”

Por otra parte, la espera de Roxanna por conocer a su amado por parte de Roxanna durará catorce años. Mientras dura la espera permanece aferrada a la carta que guarda en su pecho y así hará, con el cuerpo de la carta, un cuerpo.

La carta sobre el papel está en desuso, sin embargo, aún genera pasiones. En lo que respecta a lo sensorial, tanto el correo electrónico como la máquina de escribir, propusieron una forma muy disímil de erotismo y goce. El contacto es con el teclado mismo, el sonido del teclado propone otros intermediarios entre el cuerpo erógeno. El email, carece de la carga de energía directa del puño y letra, que impregnaba el papel con el cuerpo del escribiente. Muchas cartas de amor incluso llevaban, en su cuerpo de papel, el perfume y hasta firmas de sangre, o sellos dactilares.

Así, en “Cyrano de Bergerac”, leemos: “El papel sigue conservando aquel encanto, con manchas de su sangre y de su llanto.” dice Roxana, mientras pone su mano en su pecho, debajo de su vestido donde conserva esa carta. La carta es la herida misma, la carta es su cuerpo doliente, pegado casi a su piel y a su dolor.”

El diálogo continúa:

Cyrano: -“Su carta, permitidme que vuestra herida comparta. ¿Me la dejáis leer?

-Roxanna- ¿Su carta?

Cyrano “-Sí. La quiero hoy.

Roxanne -Tomadla.

Cyrano- “¿La puedo abrir?

Roxana – Abridla. Leed.”

Con respecto a la inscripción del cuerpo en la carta, dice Juan José Saer:“La escritura, en el sentido grafológico, perfectamente individualizada, lleva las marcas del cuerpo que la ha sembrado en la página. Y ese cuerpo, cuyos innumerables signos pueden seguirse en los trazos de lo escrito, se deposita poco a poco, a lo largo de los años, en la obra que es, según la vieja denominación latina, también ella, un corpus. Escribir es así una especie de traslado en que lo vivido pasa, a través del tiempo, de un cuerpo al otro”.

 

CARTAS DE NOVELAS

Un apartado interesantísimo, son las novelas escritas en forma entera en forma epistolar. Es un campo amplísimo donde observar las operaciones sobre la ausencia, la presencia , el amor y su representaciones.

Uno de esos casos es El Werther, “Las cuitas del joven Werther” de Goethe, (1774), la cima del amor romántico, el mito romántico, la muerte, la tragedia, el sufrimiento y el padecimiento de la ausencia.

Tampoco la literatura rusa se queda afuera. Por ejemplo, la primera novela de Fiodor M. Dostoieski,, «Pobres Gentes», (1884- 1886) , construida a partir de las cartas entre Varvara y Makar.

El corazón de Voltaire” (2005), del puertorriqueño Luis López Nieves, es otro caso interesante.

CARTAS DE ARENA

Carta-viral-1Hay varias canciones que tienen estructura de carta. Una canción muy popular es “Lucia”, de Joan Manuel Serrat. Se trata de un poema de amor en verso libre y forma de carta, cuyo envío es incierto. Sin embargo, al igual que la carta de Lefebvre, el escribiente la hizo pública en forma de canción. Regreso, entonces, a lectura del no envío como un modo más de ausentar al otro. De hacerlo callar. De no darle voz.

¿Hay tal vez un signo de una estructura confirmada: La deriva?

es una carta de amor, que se lleva el viento pintado en mi voz, a ninguna parte, a ningún buzón. No hay nada más bello que lo que nunca he tenido, nada más amado que lo que perdí, perdóname si, hoy busca en la arena una luna nueva que arañaba el mar “.

Una vez más, parece haber una satisfacción realizable en la escritura, más allá de la respuesta del otro. No es el amor o el mensaje lo que debe realizarse. El buzón es lo de menos, y lo perdido es valorado como lo más amado. Un desencuentro.

Y, si no hay encuentro, ¿a qué viene el vocablo “correspondencia”? Se trata, tal vez, de un intento de corresponderse, en un objeto ambiguo, entre la oralidad y la escritura.

Y ya que hablamos de términos para nombrar las cartas, tenemos “epístola”. Derivas de la terminología, que reclama una filosofía de los modos de relaciones escritas. O habrá en este asunto algo de lo que señala Denis de Rougemont: “Los hombres y las mujeres toleran fácilmente que se hable de amor. Jamás se cansan de ello por común que el discurso sea, por poco que sea el rigor con que se ejerza la crítica temen que se defina la pasión

 

CARTA PARA VER

Tomé “las cartas” como forma que muestra claramente la relación de lo que la “palabra” puede hacer ante la ausencia.

En cierta academia, la correspondencia es considerada una comunicación escrita diferida en el tiempo y entre espacios diferentes. Sin embargo, no es tan sencilla la distribución espacio-temporal entre uno que escribe y otro que lee.

La carta cruza praxis y teoría, la presencia de una ausencia y la ausencia de una presencia. Y, siempre remite a poner en cuestión el tiempo. En sus “Escritos”, Lacan se sirve de tres tiempos lógicos para ilustrar la especial temporalidad que la estructura significante imprime en el ser parlante: el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir. ¿Sería atinente pensar desde estos tres tiempos lógicos la operación que las cartas instauran?

Por lo pronto, en cuanto a esta nota, solo estamos en el Instante para ver. Sin embargo, no dudo que las cartas sean un modo de tratamiento del alma” para tramitar la ausencia y bastante más.

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Bibliografía de consulta:

Henri Lefebvre : “La presencia y la ausencia”- Contribución a la teoría de las representaciones” México, 1980

S.Freud. “Más allá del Principio del Placer”, 1920

J. Lacan. “Semin. 20 Aún”. Editorial Paidós.

 

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