Ausencias: Entrevista a Esther Díaz, filósofa argentina.

Entrevista: Gabriela Stoppelman, Adriana Valleta, Lourdes Landeira, Pablo Soprano, Estela Colángelo, Verónica Pérez Lambrecht

Edición Lourdes Landeira

La fiesta, cualquiera sea la ocasión, implica un ir y venir entre otres con disposición al encuentro. No califican como tales las de compromiso social. Son simples puestas en escena, donde el motivo de celebración poco interesa a la mayor parte de les concurrentes, quienes en general desean estar en otro lado –quizás dónde p(a)nk se diga punk, con u de rubia.  Aunque a estas también se las llame fiestas, no son las que cuentan. Sí importan las que  borran las fronteras, donde las veredas se amalgaman y se vuelven escenario central de un baile –morocho y multicolor, pero nunca desteñido-. Este baile acumula en sus baldosas capas de pasos disonantes. Es posible que a esos pies, alguna vez les toque tartamudear silencios y se alejen de la multitud, a desenraizar nuevos bamboleos en soledad. Y, por qué no, a ensayar otros modos y tiempos de orgasmear; a visitar a las potentes presencias de les ausentes a la fiesta, que siempre las hay, porque ¿qué se podría celebrar en un universo donde nada faltase? La completud no deja lugar al vacío, inmoviliza el cuerpo del baile, se encarna a una única baldosa y solo queda por delante el final de fiesta, no su intervalo. En la movida habrá empujones, algún que otro pisotón, distintos choques –muchos de copas, ¡ojalá!- y mejores y peores bocadillos. Claro, también la psicodelia y los abrazos. Ahora bien, como además de ausencias, siempre se presenta –invitada o no- alguna intemperie en los alrededores de cualquier fiesta, se recomienda tener a mano una carcajada filosófica, por si llueve provocación. Un buen comienzo es adentrarse en esta entrevista a Esther Díaz, mujer nómade, filósofa punk.

 

 PLATO FUERTE

«El jardín, antes pequeño y encogido, se había hinchado como una flor de papel en el agua y se había convertido en un vasto parque rebosante de enigmas y misterios. Allí, plantas y aves proseguían sus quehaceres sin trabas. (…) el tesoro de ingredientes nuevos y desconocidos del jardín resultaba ilimitado y era probable que enriqueciera los dedos de Kazu de un modo inagotable”

Mishima,“Después del banquete

 ¿Qué características tiene que tener un concepto para sacudir a una sociedad que hace agua?

Luigi Russolo
Luigi Russolo

A partir del concepto se forma el lenguaje y la ideología. Los conceptos que Marx o Freud pensaron en soledad produjeron algo más que escupitajos. Es claro que del concepto salen los efectos. Pero hay otros tan naturalizados, que ya ni siquiera nos damos cuenta de que los inventó la filosofía. Me ha pasado de estar en un congreso de interdisciplina, en Mendoza. En esa provincia hay muchos problemas con el agua: a veces sobra y a veces falta de una manera espantosa. Primero hablamos los filósofos, los  sociólogos, los psicólogos y, a la tarde, dos ingenieros dijeron: “Bueno, ya de filosofía se habló bastante esta mañana, así que ahora vamos a hablar de cosas serias: los problemas del agua en Mendoza”. Yo no me voy a pelear con los ingenieros -ya tenemos bastante con un ingeniero acá- pero pensé “Pelotudo. ¿no te das cuenta que, si la filosofía primero no hubiera pensado los conceptos de masa, fuerza y otros que vos tomás como naturales o inventados por ustedes, no podrías ni siquiera pensar?”.

Hay un tema de visibilización también, ¿no? Juegan con que el laburo de ellos se ve y el tuyo no…

Así pasa con las películas o en la música que buscamos en Internet para bajar. Alguien hizo el video, puso la plata y el tiempo, ¿te das cuenta de la falta de respeto que es poner YouTube y escuchar música, que es lo que hago yo todos los días? No es una crítica personal, sino ver hasta qué punto despreciamos el trabajo del otro en lo que tiene que ver con el arte o con el intelecto. A mí me convocan a una conferencia y no me quieren pagar ¿y de qué se supone que vivo? Cuando llamás al plomero, ¿no le pagás? Hasta que me jubilé, yo laburé gratis en muchas partes, pero ahora, ¡no jodamos, tengo setenta y nueve años y semejante trayectoria!

¿Hay alguna posibilidad de no ser interdisciplinarios y a la vez crear conceptos?

Se supone que sí. Santo Tomás de Aquino trabajó en solitario, encerrado en su celda, hasta que murió a los cuarenta y dos años. Él no hacía interdisciplina, trabajaba solamente con el concepto. En nuestra época, con los medios de comunicación y la capacidad de hacer redes, es más difícil. Aunque no nos demos cuenta, hacemos interdisciplina. Pero hay ejemplos paradigmáticos de que se pueden formar conceptos desde el concepto mismo. Foucault no menciona la palabra interdisciplina en toda su obra, pero es interdisciplinario desde el primer libro que escribió. En “Las palabras y las cosas” hay economía, hay política, hay filosofía, epistemología. Yo soy la primera doctora argentina en filosofía sobre Foucault. En los ’80 me costó que me aceptaran el proyecto y encontrar quién dirigiera mi tesis. Mi director fue Ricardo Maliand. Era especialista en Habermas y en los filósofos alemanes universalistas, nada que ver con la cuestión fragmentaria de Foucault. Cuando hablamos, me dijo, “Mirá, Ester, son tan cholulos que, como yo soy doctor recibido en Alemania, no les va a importar que ni sepa el nombre de pila de Foucault”. Una excelente persona, lo que no es común encontrar entre mis colegas. Dicen que, cuando dios creó al mundo, estaba tan contento de que todo le hubiera salido tan bello, que mientras miraba desde arriba, dijo: “pero le falta como la frutillita del postre, le tengo que poner algo que sea como la coronación dela creación”. Entonces pensó, pensó y pensó e inventó al profesor de filosofía. Después de un tiempo, volvió a ver cómo iban las cosas y encontró tan vanidoso al filósofo, que decidió castigarlo. Entonces, inventó al colega.

Hablás bastante de la competencia,  Ahora, ¿quién es el otro cuando uno no compite?

Es el par. Aquel al que no le querés ganar. En realidad, no estoy tan de acuerdo con la definición que diste, porque se la podría aplicar al deporte. pero no sé si a mi disciplina. Creo que, más que ganarle a otro, me esfuerzo por no perder el espacio ganado. La filosofía y el psicoanálisis son dos de las pocas disciplinas acumulativas. Si vos sos médico, no tenés por qué saber la historia de la medicina. Un especialista en reumatismo no tiene por qué saber cómo se curaba el reumatismo en la Edad Media, tiene que saber cómo se cura ahora, cuáles son la drogas o los tratamientos más efectivos. En cambio, en la filosofía, ningún autor mata al otro. En el siglo XVIII, Kant dijo: “La filosofía siempre es pensamiento del presente”. Yo te cité a Santo Tomás y, en función de alguna problemática actual, siempre cito a Aristóteles, a Platón, a Sócrates, que son filósofos del pasado. Que Lacan haya hecho una relectura de Freud no quiere decir que Freud no sigue vigente. Yo estuve y estoy en contra del pensamiento oficial en la filosofía argentina y me pegaron con todo y me siguen pegando cada vez que pueden. Los epistemólogos tradicionales, que sólo estudian la historia interna de las ciencias, la parte que no es comprometida con lo político ni con lo social, siguen vigentes. Y pensamientos como los míos, críticos de esa posición, también están vigentes. De eso se trata, de estar vigentes más que de sacarle el cargo al otro. En la Universidad, en la academia, sí. Si podés matarlo, lo matás. Y, si te pueden matar, te matan. Pero, a nivel de la disciplina, la cosa es más democrática, por decirlo de alguna manera. Podemos sobrevivir distintas corrientes.

PISTA LIBRE

“Se pone unos ruleros para dar forma al pelo, se cubre la cabeza con el gorro y entra a la ducha. Va pasando el jabón por su cuerpo; uno rico que le regaló el farmacéutico. Se frota los brazos y las axilas, las piernas recién depiladas, las plantas de los pies. Se queda un rato bajo el chorro, para que el agua caliente se lleve el cansancio y las broncas

Alicia Barberis, “Pozo Ciego”

¿Qué hay vigente de la peluquera de Ituzaingó que fuiste?

Carolina Antoniadis
Carolina Antoniadis

Mi primera subjetivación, mi entrada al mundo y a ser sujeto, ha sido el barrio. Soy una piba de barrio. Luego me construí conscientemente como intelectual. Si yo hubiera nacido en un hogar adinerado y culto, hubiera hecho lo que hubiera deseado: colegio bilingüe, Nacional Buenos Aires, Universidad y, posiblemente, doctorado en el extranjero. En verdad, tuve la oportunidad de doctorarme afuera. Pero, en ese momento, no podía abandonar a mis hijos y la beca no me alcanzaba para mantenernos los tres. Sin embargo, todo lo hice a contracorriente, laburando de día y estudiando de noche. Creo que ese rioba que tengo es lo que me da el feeling con los alumnos y con el público. Sigo siendo de barrio y, además, me construí como intelectual, me siento identificada con ambos mundos. En mis clases y en mis conferencias, si tengo que decir una palabra fuerte, la digo; si tengo que contar una anécdota sexual, porque viene bien con lo que estoy diciendo, lo hago. Cosas que, entre mis compañeros, académicos desde chiquitos, no las veo. Al contrario: veo, más bien, una distancia hacia el otro. Mis clases son una fiesta del pensamiento, así las siento realmente. Es como el baile, ¿viste? A mí me gusta mucho bailar, pero resulta que estoy doblemente discriminada, por mujer y por vieja, ¿dónde va a bailar una persona de mi edad? Entonces, bailo sola.

¿Y bailar tango?

¡No, por favor! ¿Que me dirija un hombre, a esta altura de la vida? A mí me gustaba cuando iba a Cemento, donde bailaba sola. Por ahí, un loco o una loca bailaba un rato conmigo, se iba y yo seguía… La libertad.

¿Con qué música bailás?

Me gusta la música que en los 80’ llamábamos “disco” y el rock, en general. Me encanta Pink Floyd, por ejemplo. En relación a lo que les decía de las clases, no es lo mismo bailar sola que el baile social, ese tiene otra historia. Con el pensamiento pasa lo mismo: disfruto mucho yo solita sentada en mi escritorio, al pensar, leer y escribir. Pero, cuando puedo compartirlo con otros, ese es el momento de la fiesta del pensamiento. Pasa también con los buenos reportajes. Ayer, por ejemplo, vino un muchacho de la revista THC, y me hizo un reportaje tan profundo, tan bello que, cuando se iba y me agradecía, le dije que yo le tendría que pagar por eso, porque fue como una sesión de psicoanálisis. Bueno, esos son los cables a tierra que me permiten después volver a los textos.

En relación a tu entrenamiento físico y al baile, pienso en Martín Farina, el director de “Mujer Nómade”, la película que protagonizás sobre vos misma. Él dijo estar interesado en cómo la filosofía atraviesa el cuerpo.

El sistema de conceptos, según pasa el tiempo, se va haciendo carne. Y también, al revés: cuando tenés conceptos hechos carne, los llevás a la práctica. Todo el material audiovisual de archivo de casi medio siglo, se lo di a Martín. Ahí había algo que él eligió y después no quedó, por la dinámica de la película. Hace unos años, yo me peleaba con un legislador del PRO y con dueños de clínicas porque, en la provincia de Río Negro, habían aceptado la muerte digna, algo muy resistido. Yo defiendo la eutanasia, tengo escritos sobre eso. Pasaron una cantidad de años, sucedieron las desgracias de mis hijos y, cuando mi hija ya no podía respirar y la especialista en pulmones vino a decirme que lo único que se podía hacer era ponerle un respirador, le pregunté para qué. “Para que viva unos días más”, me dijo. “No quiero ni un minuto de vida artificial”, le dije. Fue terrible la “eficacia” y la velocidad con que lo hicieron. Media hora después de mi respuesta, un administrativo me daba el teléfono del tipo de la funeraria. Lo que yo había dicho en concepto durante mucho tiempo y por lo que me expuse a pelear públicamente, después lo tuve que aplicar al ser más amado de mi vida. Creo que ese ejemplo, terrible, contesta tu pregunta.

¿Te modificó la realización y proyección de la película?

Me han preguntado varias veces por qué me expongo tanto y se me ocurrió responder que es porque vivo en estado de parresía, que es hablar sin medir las consecuencias, es el decir franco, no buscar vueltas. Eso lo tengo, entre otras cosas, por la gran represión que sufrí cuando era chica de parte de la iglesia católica y mi familia. Hablar, decir, es un riesgo grande. Al exponerte, te pueden volver buenas ondas o un cachetazo. Pero, si pongo todo en una balancita, las buenas ganan por lejos, sobre todo, por la identificación de la gente. En la charla colectiva posterior a la proyección de la película en el Malba, una chica venezolana participó con preguntas objetivas sobre la película. Al salir, me abordó: “Esther, no te lo quise decir en público, pero yo, hoy, me suicidaba. Después de ver tu película y de ver cómo te superaste a pesar de lo que te pasó, me di cuenta de que merece la pena seguir viviendo”. Esa noche no pude dormirme. A la madrugada, recibí un mail de una amiga de esta piba, una argentina. Me contaba que esta chica había sido violada muy violentamente en su país y que, cuando se recuperó de eso, se vino a la Argentina. Hacía dos días, la habían violado en Buenos Aires. Ella no sabía que su amiga quería matarse. Pero, al verla tan mal, le había dicho: “después andá a donde quieras, pero vení conmigo a ver esta película”. Bueno, me pasan esas cosas. Y, entonces, creo que vale la pena la parresía.

A BRILLAR, SEÑORA

¿por qué grita esa mujer? / ¿por qué grita? / ¿por qué grita esa mujer? / andá a saber”

 Susana Thenon, “Distancias”

 

Para el ingeniero que lo mira por tv, ¿no? (risas). Este es claramente un hecho de micropolítica. Otra cuestión que nos interesaba es la del lenguaje, cuando decís que no hay un mejor modo de pensar que al ir en contra de otro.

Robert Sanderson
Robert Sanderson

Es una frase de Nietzsche. En función de los autores que uno elige, va perfomateando su vida. A veces, si tuvieras que hablar sobre un tema en seco, sin que nadie te haya provocado, por ahí no sabrías mucho qué decir. Pero, si te provocan, no sé de dónde, te sale lo que tenés para decir. Cuando defendí mi tesis de doctorado, tenía veinte minutos para exponer libremente. Yo estaba muy nerviosa porque el jurado era hostil. Durante mi exposición no tenía oponentes, aunque sabía que potencialmente eran mis enemigos. Al terminar, tenían que hablar ellos. El primero fue un especialista en estructuralismo. Es cierto que los profesores de Foucault, como Althusser, eran estructuralistas. Pero el tipo habló 10 minutos, diciendo que yo no hacía valer suficientemente en mi tesis la influencia que esos estructuralistas tuvieron sobre el pensamiento de Foucault. Cuando me dio la palabra, yo sentí que me encendí. Le dije: “Bueno, doctor, le voy a contestar con una frase de Nietzsche. En esta tesis he cometido una injusticia de la perspectiva porque, ante cualquiera que hubiera agarrado, alguno de ustedes cinco me hubiera dicho: “Sí, pero, ¿por qué no trató a tal otra?” Y eso fue porque el tipo me chumbó, ¿te das cuenta? Desde ese momento, brillé. Y el director me contó que, cuando se quedaron solos a debatir, uno dijo: “Cuando ella expuso, ni nos miró a los ojos, pero cuando empezamos a preguntarle era otra persona, le salían conceptos por todas partes”. En última instancia, me pusieron un diez, aunque hubo que pasar ese momento. El hecho de que me chumbaran dio resultados.

Así como decís que pensar contra el otro enciende, en el caso de la venezolana, fue pensar con el otro…

Totalmente. Y ahora pienso en las cuatro causas de Aristóteles. Una tiene que ver con el compartir, lo que estamos haciendo ahora. Otra, con que te salgan ideas originales o potentes o que vienen justo para el momento. También se da en el compartir. Según mi punto de vista y según los manuales antiguos, no se puede hacer filosofía a partir de la guerra y de la lucha. Si salimos ahora y vos te ponés en una vereda y yo, en la otra, seguro que no nos vamos a entender, no nos vamos a escuchar bien. Si estamos en la misma vereda, podemos pensar diferente, pero encontrar bases en común: que no somos universalistas, por ejemplo. Cuando empecé a hacer filosofía, en los 60, creíamos que la revolución se hallaba a la vuelta de la esquina. Estaba muy de moda Oscar Varsavsky. Él creía que la ciencia tenía que formar parte de una posible revolución. En un momento, dijo: “yo no discuto más con gente que, de base, no piense como yo”. A mí, que en ese momento era muy joven y muy idealista, me pareció terrible: “¿Cómo?, ¿y el debate?” Luego, con los años, me di cuenta de que no siempre es posible. Si me subo a un taxi y el taxista empieza a defender a Macri, ya no tengo nada que hablar. En cambio, si tiene una posición crítica, aunque no sea exactamente la mía, podemos hablar.

A LOS AMIGUES, SALUD

“Las ramas estarán, sin embargo, presentes / como mirada intensa / detrás de las palabras.”

Circe Maia, “La mirada detrás de las palabras”

Hay casos y casos…

Giacomo Balla
Giacomo Balla

Para producir conceptos tenemos que hacer como hacía Foucault. Mirá, les cuento algo. Un salteño gay, hijo de gente muy rica, a mitad del siglo pasado -en una sociedad muy dura en ese sentido- quería rajar de ahí y venirse a Buenos Aires. Los padres le dijeron que lo iban a mantener si estudiaba una carrera universitaria. A él le interesaba la filosofía, pero no le interesaba la facultad. Se recibió de arquitecto y nunca retiró el título. El tipo leía filosofía y daba clases de Foucault y de Deleuze, antes del proceso militar. Un día, los padres vendieron un campo y él recibió un dinero con el que se fue a Europa. Estaba en Londres, ya casi sin plata, con un tal Jean, que era francés. Cuando el tal Jean se volvió a Francia le dijo “si vas por París, llamame, algún lugarcito vamos a encontrar para darte”. Llegó el día en que fue a París y lo llamó. Jean le dijo que estaba compartiendo departamento con un amigo que trabajaba todo el día en un pasillo entre dos departamentos. Allí había un sofá, donde él podría dormir. El salteño dijo que sí, por supuesto. En esos tiempos se usaba la máquina de escribir, así que, cuando escuchaba que no sonaba más el teclado, sabía que podía ir a dormir al sofá. Tocaba, si nadie respondía, entraba y se armaba su camita. Había allí una biblioteca enorme. Una noche no podía dormir, empezó a tocar y descubrió que había varias bibliotecas en una, de esas que tiene varias hojas, una detrás de otra. En ella, encontró ediciones de libros de Foucault hasta en chino y japonés. Al día siguiente, le preguntó a Jean: “¿Por qué tu amigo tiene tantos libros de Michel Foucault?”. “Porque es Michel Foucault”, le contestó el otro. Así lo conoció, se hicieron amigos y supo que Foucault, cuando no estaba dando clases, trabajaba en ese pasillo. Y los sábados, cocinaba para amigos, como Levi Strauss o Lacan. Cada visitante llevaba un vino y, después de cenar, levantaban la mesa y repartían todas las drogas posibles. Cada cual tomaba la que quería, como en el “Banquete”, de Platón. Y se ponían a hablar, por ahí, hablaba el filósofo; por ahí, el antropólogo o el de la literatura. Se enriquecían entre ellos, cosa que los sudacas somos incapaces de hacer. Por lo visto, ustedes sí son capaces de hacerlo. Si, con los poquísimos colegas de fuste que tengo, en vez de estar peleados, nos juntáramos, cómo nos enriqueceríamos…

CHUPATE ESA MANDARINA

Al cabo de un instante, Antoinette los vio regresar escoltande a la señorita Isabelle, que hablaba muy alto, con una voz diferente ella también, poco habitual, alta y aguda, con pequeñas carcajadas que punteaban sus frases como fuegos de artificio”

Irene Némirovsky, “El baile

¿Quién es un enemigo para vos?

Un enemigo teórico, que ahora está muerto: Gregorio Klimovsky. Yo tengo las marcas del poder en mi cuerpo. Me hizo tantas maldades…, ¿la máxima? Hacía ya diez años que estaba a cargo de la cátedra de Pensamiento Científico, cuando la Universidad se propuso formalizarnos. Se trataba casi un trámite administrativo amable, porque éramos seis profesores asociados –titulares, de hecho- y había seis cargos. De todos modos, yo estudié como loca porque, en el jurado, estaban Klimovsky y sus amigos. Este tipo, no solamente me hizo bolsa, sino que dejó un cargo desierto. A veces esto se hace para darle un cargo a los amigos, pero no: acá sus amigos ya tenían sus cinco cargos. Él dejó un cargo desierto fundamentando que “…la profesora Esther Díaz no está en condiciones intelectuales ni pedagógicas para estar frente a una cátedra”. Ese día, estaba tan mal, que tuve que ir a la guardia del hospital. Me hicieron una endoscopía porque me sangraba el estómago. En la Universidad me empezaron a quitar el saludo, como si hubiera sido una leprosa en la Edad Media. Sí, nada menos que Klimovsky, había dicho eso, yo no valía nada…. Era tanta la inquina, que ni siquiera vieron los antecedentes. Mi asociado en ese momento era Mario Heler, mano derecha de Ricardo Maliandi, ambos muy fuertes en el Conicet. Y si yo era un tiro al aire en términos institucionales, con ellos, la academia tenía que quedar bien. Mario y yo habíamos preparado un proyecto sobre ciencias sociales y cada uno lo presentó por su lado. Aclaramos, sí, que el proyecto se había diseñado junto con el otro. A mí, me dijeron que mi investigación era confusa y no se sabía adónde apuntaba. A él, que su investigación era sólida y ameritaba que le dieran el cargo. La misma fotocopia. Bueno, por consejo de Mario y Ricardo, impugné ese concurso y pedí su anulación. Estaban desesperados. No sabían cómo parar ese juicio. Durante un año, fui réproba en la Universidad, hasta que el concurso se declaró desierto y, el jurado, sospechoso de arbitrariedad contra mi persona. Un día, cuando la gente me empezó a saludar de nuevo, el abogado del CBC me preguntó qué le había hecho yo a Klimovsky para que me tuviera tanta inquina. “No le chupé”, le respondí. Me salió del alma.

Umberto Bococcione
Umberto Bococcione

Hablabas de la carcajada filosófica para oponer a las injusticias…

A esta altura, yo le tengo que agradecer a Klimovsky que no me haya dado el cargo porque, de haberlo hecho, yo hubiera dicho: “Qué noble es este tipo, a pesar de que pensamos diferente, vio que yo tenía suficientes y sobrados antecedentes para ese cargo y me lo dio”. Pero lo que hizo me dio alas para volar adonde quisiera. Ahora que pasó el dolor y a pesar de mi gastritis crónica, creo que, sin su oposición, quizás no me hubiera atrevido a tanto.

Como cuando tu mamá te dijo que trajera a un marido doctorcito…

Claro. Pero no quiero hablar mucho de mi familia porque mi mamá vive aún, tiene ciento dos años y, en el caso de mi hijo, están mis nietos. De mi hija, he dicho bastante. No todo, porque siempre hay un núcleo duro de la subjetividad que te guardás, porque querés o porque no sale directamente.

¿En qué te ayuda la escritura a recuperar el sufrimiento?

Me doy cuenta, después de que las cosas están hechas. La película fue más impactante porque las imágenes, en sí, lo son. Ahí cobré conciencia. Un día, nos estaban haciendo un reportaje a Martín y a mí y, a raíz de una pregunta, dije: “esto, en su modalidad, es un poco como lo de Proust: sus siete tomos para hablar del tiempo perdido”. ¿Cuándo recupera el tiempo? Cuando se da cuenta que todas esas banalidades las rescató mediante el arte, mediante la escritura. Por eso el último tomo se llama “El tiempo recuperado”. Sin querer compararme con semejante monstruo, yo he recuperado el sufrimiento perdido. El sufrimiento en sí mismo no sirve para nada, pero el cristianismo le quiso dar un valor para dominarnos mejor: “Sufrí, el reino de los cielos será tuyo. Nosotros somos ricos y no vamos a entrar, como no entra un camello por el ojo de una aguja, pero vos, que sos pobre, sí vas a entrar”. Por algo uno elige a Nietzsche que, con su martillo, rompió esos conceptos domesticantes. Ahí ves que todo ese sufrimiento sirvió para la escritura. Así empieza una de las primeras escrituras que tenemos en Occidente, “La Ilíada”: “Los dioses les mandan desgracias a los hombres para que los poetas tengan cosas que contar”. Con eso ya está dicho. Lo mismo pasa con todos los géneros narrativos, hay mucha más narración sobre el sufrimiento que sobre la alegría. Es más fácil hacer llorar que hacer reír. Es muy difícil hacer una comedia buena o un libro que todo el tiempo te divierta.

EL BANQUETE, OTRA VEZ

«La poesía es una forma de la geología, una lenta y paciente exploración de la materia que nos constituye, de la materia que nos rodea. Sólo que la poesía, más que dedicarse a observar, seleccionar, designar y clasificar, establece una relación afectiva con la materia. Es un discurso que conduce la rebelión, a la revuelta contra un modo de ver y sentir las cosas que nos aíslan de todo lo demás. Es una desobediencia que nos permite rechazar el discurso adulto, patriarcal, blanco, el discurso de la normalidad y de la adaptación, y abrazar el habla la sensibilidad de la infancia, antes de que seamos sometidos al proceso de embrutecimiento y desestabilización que nos permite adaptarnos al mundo»

Claudia Masin, “La desobediencia”

 

Hablabas de los poetas, ¿cuándo necesitás lo poético?

Danza ancestral
Danza ancestral

La filosofía nace como poesía. Parménides es conocido por un poema del que quedan dos o tres páginas. Platón, que critica a los poetas porque, según él, trabajan con la imitación y no con la idea misma, es un poeta, escribe poéticamente. Ni hablar de Nietzsche. Yo lo conocí a mis treinta años. En aquel momento, Filo estaba en Independencia y Urquiza y, cuando caminábamos con un compañero hacia Once para tomar el tren, él me dijo: “Pero, ¿vos nunca leíste a Nietzsche? Justo tengo acá ‘Así habló Zaratustra’, te lo dejo”. Llegué a mi casa como a las doce de la noche. Me puse a leerlo y no lo pude dejar hasta que se hizo de día. No es que lo entendiera, pero estaba escrito tan maravillosamente, tan poéticamente, que no lo pude dejar. No están escindidas poesía y filosofía. Es más: en sentido amplio, la poesía es el núcleo de la filosofía. Y, como experiencia, lo poético es lo que le da sentido a la vida. La poesía es, en cierto modo, la matriz de todas las artes. Así como de la filosofía se dice que es la madre de todas las ciencias, la poesía es la madre de todas las disciplinas humanísticas.

Dijiste alguna vez algo así como llevar el yo a los extremos para que toque lo indecible.

Tal cual. La poesía ensaya los límites del lenguaje, los prueba. Las demás disciplinas se ocupan, en general, de su objeto de estudio. Y hay una cosa muy linda de Deleuze. Dice que algunos poetas hacen tartamudear al lenguaje. Vos leés algunas cosas de Macedonio Fernández o de Oliverio, y, realmente, lo hacen. La poesía es Scherezade, hablar para seguir vivo, no tiene utilidad pragmática. Al principio, los alumnos preguntaban “¿Y para qué sirve el pensamiento científico?” Para nada, querido, para nada. ¿Para qué sirve escuchar música? Para nada. ¡Pero qué terrible sería la vida si no tuviéramos eso a lo que nosotros le damos sentido! La diferencia con la poesía es que el sentido se lo da ella misma, porque es el lenguaje puro. Creo que se trata de estudiar hasta dónde se puede estirar el lenguaje.

¿Los filósofos hacen lo mismo?

Sí, claro. Fundamentalmente, Wittgenstein. Los demás lo hacen, pero de manera indirecta: Deleuze piensa el deseo. Foucault, el poder. Nietzsche, la verdad. Pero Wittgenstein –uno de los filósofos más importantes del siglo XX- piensa el lenguaje propiamente dicho. “…nunca pude escribir una poesía o hacer música, y me gustaría tanto poder hacer una melodía, aunque sea una.”, dijo. Como si con eso hubiera podido lograr más que lo que hizo con la filosofía. Hay una corriente que sale de ahí y dice que hay mucha más verdad en la poesía, en un texto de Dostoievski, que en un escrito de Kant. Los poetas muestran la vida misma, los sentimientos y nosotros, los filósofos, hacemos conceptos sobre ello. Heidegger dice que esa fuente romana que él está viendo no es “la fuente romana”. En cambio, cita a un poeta alemán sobre la fuente romana y señala que la verdad de la fuente  está allí, más que en la fuente misma. Horacio, el latino, agrega: “he construido un monumento más duradero que el bronce, que ni los vientos ni las tormentas ni la lluvia van a destruir, porque es un monumento que construí con palabras. Y mientras la callada vestal siga subiendo a la colina a ofrecerle a los dioses, mi monumento va a seguir vivo y mi nombre va a seguir vivo porque construí ese monumento”. Fijate vos: la callada vestal hace siglos que no sube más al monte y el poema de él sigue vivo. Ahí está el núcleo de lo que me preguntabas.

Parece que, con la mirada, buscaras a los autores en tu biblioteca cada vez que los nombrás.

Es así, muy buena tu lectura. Cuando escribí el libro sobre Buenos Aires, hice una genealogía del encierro a las mujeres, porque estudié específicamente sobre la prostitución en la ciudad, en la época en que fue legal. Allí cuento que las mujeres fueron encerradas, primero, en Grecia, en un encierro tipo Oriente, en el gineceo. En Roma, fue un poco más liviano, pero el hombre tenía el poder. Y quien tiene el poder impone el lenguaje, las costumbres, todo. Después, me faltaba un eslabón, porque tenía elementos de Buenos Aires, pero me faltaba España. Un día estaba en la computadora y me acordé de García Lorca. Busqué su libro “Yerma”, en la biblioteca -como marcabas vos, con la mirada-. Hacía treinta años que no lo leía. Me subí a una escalerita que tengo ad-hoc y lo saqué de allá arriba. Ahí estaba todo: las romerías que se hacían para que el dios de la tierra -unos tipos que estaban en el bosque- embarazara a las mujeres que no podían quedar. Estaba allá arriba y, cada vez que lo digo, se me va la vista hacia allá.

A PUNTO ESTOFADO

«La realidad es la materia prima, el lenguaje es el modo como voy a buscarla –y el modo en que no la encuentro-. Pero es de buscar y no encontrar que nace lo que no conocía, y que instantáneamente reconozco. El lenguaje es mi esfuerzo humano. Tengo que ir a buscar por destino y por destino vuelvo con las manos vacías. Pero vuelvo con lo indecible. Lo indecible sólo podrá serme dado a través del fracaso de mi lenguaje. Sólo cuando falla la construcción obtengo lo que ella no consiguió”

Clarice Lispector,  “La pasión según GH”

Si el lenguaje es captación de cierto relato ¿pensás que tiene poder para cambiar la realidad?

El lenguaje tiene que ver con el discurso y el discurso, con la verdad. En cualquier ámbito, todos creemos que quien habla responde a la verdad. Pero el lenguaje no es omnipotente, necesita del poder. Para verlo más foucaultianamente, está el poder y está el lenguaje o la verdad, como le quieras decir. No son lo mismo, no es como se decía en la Edad Media, que la verdad es poder. La verdad en sí misma no es poder, la verdad necesita del poder y este de la verdad. Una vez lo apretaron un poco a Foucault y le dijeron “Bueno, pero tiene que haber uno que tenga algo de preeminencia sobre el otro”. Lo pensó un rato y dijo “Bien, sí. Preeminencia tiene el poder. Si yo tengo el poder, impongo el lenguaje. Pero, si solamente tengo el poder y no hay nada de verdad, o sea, de lenguaje, se viene abajo” Recordemos la guerra de Malvinas. Nos querían hacer creer que estábamos ganando la guerra. Eso era lenguaje, pero apoyado en los fierros. Finalmente, fue insostenible porque, aunque no había la comunicación que hay hoy, nos enteramos de que estábamos perdiendo. Entonces, aun con los fierros, debieron llamar a elecciones. El poder sin la verdad no sirve. La verdad sola, tampoco.

Carolina Antoniadis
Carolina Antoniadis

¿Pensás en otros casos donde se manifieste de ese modo?

Otro ejemplo: en la misma época de Darwin, había un joven investigador, llamado Wallace. Darwin, sin quitarle mérito, era un burgués de buena posición y pudo pasear por el mundo para hacer sus investigaciones. Wallace era un sirviente que le daba clases a los hijos de los ricos. Vivía en los palacios, pero como servidor. Todo le costaba muchísimo más que al otro. Ambos tenían la misma teoría. Los amigos de Darwin le dijeron: “Ojo, que vos hace tiempo tenés el libro y no lo publicás. Fulanito está por publicar y tiene prácticamente tu misma tesis”. Entonces, Darwin -como tenía los medios- publicó. ¿De quién es hoy en día la teoría de la evolución? ¡De Darwin! Porque, además de la palabra, tenía el poder. Volvamos a nuestra época. Yo no soy muy fanática de la “e”. A veces, en las redes, si hay amigas y amigos, pongo “amigues”, pero le digo a la gente que investiga sobre eso, que hablar en masculino no es la causa del machismo, sino un efecto. Así que estamos atacando el efecto. Si nosotros lográramos derrotar la causa del machismo, que es el abuso de poder,no nos importaría que nos llamen con a o con e. O impondríamos, como impuso una mujer con poder, lo que se le rajó de sus genitales: Cristina Kirchner decidió que la “e”, que para las feministas es inclusiva, era exclusiva. Ella no se quiso llamar presidente que, desde el punto de vista gramatical es totalmente correcto y, desde el punto de vista de género, no es presidento. Ella, que tenía el poder, decidió que no y logró que todos, hasta “La Nación”, le dijeran presidenta. He escuchado, cuando fue lo del aborto, que alguien le dijo a Michetti – presidenta del Senado- “Señora presidente” y ella dijo “presidenta”. O sea, que Michetti utiliza lo mismo que impuso la que tuvo el poder. A veces, esto que yo planteo se puede tomar como una cosa reaccionaria y no lo es, porque están gastando energía e investigación en cosas que no hacen al meollo de la cuestión. Si a mí un tipo me habla con la “e” y me caga a palos, no me importa nada. En cambio, si yo tengo poder, llamame como quieras, pero la que maneja el estofado soy yo. Mirá, aunque mi teoría sea más verdadera que la de Klimovsky, si el dueño de las cátedras y las editoriales es él, va a ganar él ¿te das cuenta?

Pensaba en la causa y la consecuencia. Y si a veces el lenguaje no funda también subjetividades.

¿Por ejemplo?

Mucha gente se hizo macrista escuchando “pobreza cero” y “revolución de la alegría”, y no tenían la más puta idea de qué era un macrista.

Es cierto. Pero Macri tenía el poder para imponer ese lenguaje. Esa misma gente que se dejó llevar, ahora no va a votar a los Fernández, dice que todos los políticos son iguales. Ayer estuve con la mina que me hace el tatuado de las cejas. Ella, aunque esté haciendo un servicio, se cree cheta porque trabaja ahí. El año pasado ofrecía hacerte las cejas de la Aguada. Después llegaron las facturas, el poder que te mete la mano en el bolsillo y esa misma mina, que tiene un cartel que dice “Por favor, por razones de salud, no hablar de política”, ayer se quejaba: “Pero qué barbaridad, que barbaridad, ya no se puede ni pagar la luz, son todos iguales”. Entonces, después de un rato, quise probar hasta dónde llegaba y hablamos de mi libro y a ella le pareció importante que me hubiera publicado Planeta. Le respondí que sí, que junto a la multinacional que publicó a Cristina, son las editoriales más importantes en el país. “Ah, por favor, que esa mujer no vuelva a hacer daño, que no vuelva”, concluyó. El discurso la hizo votar a Macri, pero el poder, la realidad, el taca-taca, la hizo cambiar de idea. Eso no quiere decir que va a votar a Cristina.

¿Y no hay nada que podamos oponer a eso?

Soy una filósofa, ¿y qué es la filosofía, sin palabras? Como la define Borges, es literatura. Yo sé que una autobiografía no es más real ni más verdadera que un discurso filosófico. Ambas son literatura, soy consciente de eso, fabricamos palacios o chozas con palabras. Yo trabajo con las palabras igual que ustedes. Busco, no tanto la armonía estética, como la armonía conceptual. No niego que el discurso incide, pero trato de no caer en el reduccionismo. La palabra sola no puede y el poder solo tampoco. Por eso es tan importante la obra de Foucault, él siempre dijo que no quería definir el poder, sino mostrar cómo se ejerce. En ese sentido, ya Marx lo había visto: cuando empezó a estudiar “La ideología alemana”, por ejemplo, encontró que, con la división primaria del trabajo, la mujer ya había sido perjudicada. Además de lo que la naturaleza nos puso encima: menstruar, parir y dar leche, había que hacerse cargo de todas las cosas de la casa.

SE ARMÓ EL POGO

“En un libro de versos salpicado / por el amor, por la tristeza, por el mundo, / mis hijos dibujaron señoras amarillas, / elefantes que avanzan sobre paraguas rojos, / pájaros detenidos al borde de una página, / invadieron la muerte /”

Juan Gelman, “La victoria”

¿Ves algo de revolucionario en lo que está sucediendo con el movimiento feminista actualmente?, ¿o es que en esta época sólo hay lugar para la micromilitancia?

Desde mi punto de vista, la micromilitancia solo tiene sentido, en tanto llegue a impactar en la macro. Cuando fue el caso de María Soledad Morales, en Catamarca, hubo movilización microfísica desde los lugares más raros del poder. Estas chicas eran provincianas, mujeres y adolescentes en un país que sigue siendo unitario. Les faltaba ser negras y judías. Una monja puesta al frente que, con buen criterio, impuso movilizar en silencio. Las pendejas, con cero poder aparente, hicieron esas marchas del silencio y empezaron a sacudir la red del poder, de la que nos habla Foucault. De cualquier parte que vos agarres la red y empieces a sacudir fuerte, el movimiento se extiende, como cuando tirás una piedrita en el agua. Bueno, cayeron funcionarios, jueces y legisladores, cayó el gobernador. No sabemos quién más hubiera caído si no se intervenía la provincia.

Hubo impacto de lo micro en la macro…

Adolphe William Bouguereau
Adolphe William Bouguereau

Y otra cosa muy inteligente de las pibas de Catamarca, que, creo, no tuvieron las mujeres de derechos humanos, Madres y Abuelas. Cuando el problema terminó, las pibas de Catamarca se retiraron. Seguir con el poder después de más de treinta años es haberte metido en la estructura de poder contra la cual luchaste. Mirá, Foucault creó el Grupo de investigación sobre la prisión y los nenes de mamá como él se dieron cuenta de que, en las cárceles de Francia, se comenzó a estar peor cuando empezaron a ir presos después de los movimientos de mayo del 68. Pero Foucault es un neo nietzcheano y hay una frase de Nietzsche que dice “No hay nada más inmoral que hablar en nombre de otro”. Así que él dijo, “No podemos hablar en nombre de los presos, démosles la palabra a ellos si es que la quieren tomar” y generó condiciones de posibilidad para que los presos armaran su propia defensa. Empezaron a producir casettes, textos y una cantidad de elementos que los visitantes sacaron afuera y, primero los medios franceses y después, los del mundo se hicieron eco y lograron comenzar a cambiar las condiciones en las cárceles francesas. Algo similar pasó acá cuando vino la democracia. Pasó con el estudio: Schoklender tiene tres títulos universitarios. Los que no pudieron acceder o no les interesaba el estudio empezaron a ser sus sirvientes. En el prólogo de la edición norteamericana de “El Antiedipo”, hay consignas para la militancia, que terminan por decir: “Y, sobre todo, no se enamore del poder”. Eso es lo fundamental. para no pasar al lugar del amo. Vuelvo a aclarar, estoy de acuerdo con el discurso de Madres y Abuelas, pero no hacen circular el poder.

Bueno, Norita tiene una posición como la que vos decís.

Sí, pero Norita todavía tiene una función: hay muchos nietos que todavía tienen que aparecer, cosa que desgraciadamente ya sabemos que no ocurrirá con los hijos. Los hijos con vida.

Esa es Estela, yo digo Norita…

Está bien, yo defiendo su discurso, pero no se dan cuenta que se han montado a la estructura del poder. Además, yo creo que este es un daño que nos ha hecho la última dictadura. Tengo suficiente edad como para acordarme de lo que era antes, sufrí cinco golpes militares y dos gobiernos neoliberales en mi vida, así que he visto cómo es. Antes, un rector terminaba su gestión y se iba. Lo mismo, los gobernadores. En cambio, después de la última dictadura militar, nadie quiere largar el poder. En la Universidad de Lanús está la misma rectora desde que se creó, hace veinte años. Eso pasa en todos los niveles, nos hemos enamorado del poder. Es terrible. Y, si lo hacemos geopolítico, podríamos decir lo mismo de Cuba. Todos sabemos que cuando estaba bajo la égida de Estados Unidos estaba muchísimo peor, era el prostíbulo de Norteamérica. Desde ya que los sabemos. Pero, ¿es democrático? Sabemos el trabajo maravilloso que hace Evo en Bolivia, pero, ¿es democrático? Venezuela está siendo víctima de las potencias que quieren el petróleo, pero no lo hicieron mientras estaba el líder, mientras estaba Chávez. Es muy difícil dejar de ser líder en casos así, por eso yo titubeo cuando hablo de estas cosas, por eso me pregunto y no hablo con la seguridad con la que me refiero a otras cosas.

LENGUA ADENTRO

“Perdida en la espesura / del lenguaje, / dejaste caer guijarros mínimos, / signos de salvación, / para que los recogiese el advertido, / No era efímero pan, / Pero, incomibles, / se los traga la tierra: // Y sigues penetrando / en la floresta silenciosa, / aunque la veas cerrarse / tras tus pasos.”

Ida Vitale, “El lenguaje de Hansel”

La pregunta es si no podemos empezar a cuestionar la democracia.

La democracia es como el matrimonio, querida. Es una mierda pero no encontramos nada mejor todavía…

Antes hablaste sobre tu trabajo acerca de la prostitución. Este es un tema que divide mucho al feminismo actualmente.

Hay dos niveles. Uno es lo que yo investigué para mi libro, fue una época terrible de explotación de las mujeres en Argentina. En el marco de la prostitución legal, se escondía lo peor de la corrupción. Llegó a haber cinco mil prostitutas en Buenos Aires, muchísimo para la población de esa época. Al controlar a cinco mil, nos controlaban a todas. Si vos salías sola a la calle o te vestías de cierta manera o tenías ciertas actitudes, inmediatamente, te calificaban de puta. Cuando yo era chica, de las fabriqueras, se decía que eran putas, porque salían a trabajar. Lo segundo es lo actual. El otro día escuché a una prostituta militante que le decía a sus compañeras: “Como sabemos, en todo movimiento de liberación, hay internas. La más grande nuestra es la de las abolicionistas, por un lado, y las que queremos seguir ejerciendo la prostitución, por otro. Pero eso no nos tiene que dividir, sino complementar. Porque tanto ellas como nosotras luchamos contra el machismo, tenemos un enemigo común.” Yo, a las abolicionistas, si son prostitutas, las respeto. Ahora, si sos intelectual de clase media que defiende eso, metete la lengua en el culo, querida, porque cada cual, con su vida, hace lo que quiere. No estoy a favor de la trata, obvio. El otro día, en una charla en el Partido Justicialista, conocí a la presidenta de AMAR, una chica que es lesbiana y cuya pareja estudia en la Universidad de Lanús. Bueno, ella trabaja en un cabaret, no tiene cafishio ni nadie que la regentee y no fue captada por ninguna red de trata. “Me gusta trabajar de prostituta” me dijo. Chapeau. Mi posición es no hablar en nombre de otro. Ella, que ejerce la prostitución, tiene autoridad para hacerlo.

Carolina Antoniadis
Carolina Antoniadis

El tema de este número es ausencias. Las del pasado y las posibles hacia el futuro.

Fueron tan fuertes las del pasado, que me vacunaron para las del futuro. Para mí todo es posible. Se murieron mis dos hijos. Yo soy una freak, no me escandalizo de nada porque sé que todo es posible. No existe, ni en castellano ni en los idiomas que yo manejo, una palabra para mi situación: si se hubiera muerto mi marido, sería viuda. Si se hubiera muerto mi padre, huérfana. Cuando se te muere un hijo, no hay palabra. Juan Gelman dice: “Soy huérfano de hijo”. Es inimaginable. Es un vacío que no voy a cubrir nunca en la vida. El duelo, ahora, no es como los primeros meses, cuando lloraba todo el tiempo. Anoche fui a Casa Brando, a un show de Drag Queen, de chicas biológicas que se visten de hombres, en este caso. No es que no me divertí y que no canté y que no la pasé bien. Pero, cuando la paso bien, me aparece la figura de ellos. Entonces, por momentos, no sé si decir que es un vacío o una presencia. Están continuamente. Para responder a tu pregunta, con esto me llevo como con todas las cosas de la vida: apelo a la filosofía, apelo al concepto. Y haber escrito sobre todas las mierdas que viví con mi hija, pobrecita, fue terrorífico. El capítulo de la agonía de ella lo escribí en Rosario y, como me gusta tanto el río, me iba a almorzar a orillas del Paraná, para que se me hiciera soportable. Cuando esto pasó a corrección, lo dejé totalmente en manos de la editora porque ya no puedo leerlo sin llorar. Pero ese compartir me alivió. Comparto lo de mi hija porque ella no dejó nada, ni pareja ni hijos ni amigos, vivía sola con su locura y su droga y no se daba con nadie. Respecto a la ausencia de la juventud, a la muerte no le tengo miedo, pero sí a la decrepitud, a no valerme por mí misma. Después de los setenta, todos los días te duele algo nuevo. Tengo casi ochenta años y no me puedo permitir ser viejita, por eso también hago gimnasia. Estoy sola en el mundo, tengo un 70% de posibilidades de quedarme ciega, cada treinta días, me inyectan algo en los ojos que no cura, pero retiene. Así que la ausencia de vista para una escritora…

MERIENDA Y DESPUÉS

“Antaño, el amor era la celebración de lo individual, de lo inimitable, la gloria de lo único, de lo que no admite repetición. Pero el ombligo no sólo no se rebela contra la repetición, ¡es una llamada a las repeticiones! De modo que en nuestro milenio viviremos bajo el signo del ombligo. Bajo este signo, seremos todos soldados del sexo, con la mirada fija no sobre la mujer amada, sino sobre el mismo agujerito en medio del vientre que representa el sentido único, la única meta, el único porvenir de todo deseo erótico”.

Milan Kundera, “La fiesta de la insignificancia”

¿Qué te falta hacer?

Seguir estudiando. Hay tantas cosas para leer… Tantos libros que ya leí, pero que me encantaría volver a hacerlo. Me gustaría estudiar seriamente a San Agustín, una utopía, porque ya no me va a alcanzar la vida ni puedo dedicarme a eso. Estudiar más a Marx, muchos proyectos. Hace unos días estuve en la banalidad total, me invitó la hija de Mirhta Legrand a su programa “Las rubias”, una experiencia fantástica. No quiero decir boludas porque no las quiero ofender, pero es un modo de vida tan diferente… Me hicieron preguntas tan básicas, que me quedé pedaleando. Por empezar, era una mesa de “rubias”, cuatro o cinco platinadas como ella. Y yo, vestida con una ropa muy exótica que compré en Nueva York, toda de negro. Ellas estaban con pantaloncito negro y blusita blanca, esos modelitos por canje que hacen, ¿no? Bueno, la producción le puso a la mina un cartel de cada nuevo invitado. El mío decía “Esther Díaz, escritora -hace poco publicó un libro- y filósofa punk”. Entonces, ella dice “Y ahora vamos a ver a la filósofa punk”. Así, con la “u” lo pronunció. El de la producción le gritaba “¡pank, pank!”. “En francés se dice punk” dijo la mina… Bueno, me recibió muy amable y, frente a cámara, me preguntó “Decinos, Esther ¿cómo es? ¿punk o pank?”. Toda una cosa… “Bueno, se escribe punk, pero es inglés, se dice pank. Nació en Londres el movimiento”, respondí. “No importa, ahora está en todas partes, así que en francés se dice punk”. Y seguía y seguía con eso… Luego nos sentamos y me preguntó qué es el punk . Le dije que es una actitud, que no es que yo esté todo el día tomando cerveza y escuchando música, sino que tengo una actitud no formal. “¿Y qué es formal?”, me pregunta. “Ustedes son formales”.¡Para qué! La mina: “¿Qué me estás diciendo? ¿Qué querés decir con eso?”, “Bueno, es como se espera que se vistan ustedes, la manera que dicta el imaginario social para una señora de la edad de ustedes”. Ahí parece que, por la cucaracha, le dijeron que cambiara de tema, así que se puso a hablar de otra cosa. Y la mina que yo tenía al lado, con una ingenuidad que me dio ternura, me preguntó, “¿Qué es la filosofía?” No me esperaba una pregunta tan básica. Yo tendría que haberle dicho, como a los chicos, que es preguntarse por los misterios de la vida, por el amor, la amistad, la muerte… Pero no, como no me esperaba eso, le dije lo que le hubiera dicho a una persona calificada: es una interpretación de la realidad, es construir conceptos para poder llegar a la realidad. ¡Te imaginás! Pobre, los cables se le habrán hecho así…

¿Y por qué fuiste?

Porque me están promocionando el libro. Yo vivo de eso. Es la primera vez que publico en una multinacional, yo estaba acostumbrada a publicar siempre en pymes, que no gastan un mango en publicidad. Pero estos tienen una jefa de prensa muy activa. Yo me operé la cara el 22 de febrero y el libro salía los primeros días de marzo. Les avisé que iba a estar, por quince o veinte días, fuera de circulación. Entonces, tres días antes de operarme, vinieron de La Nación y de Clarín a mi casa y a hacerme las entrevistas.

¿Te hiciste un lifting?

Sí. Es el tercer lifting que me hago, hay que pasar por el quirófano…, eh. Este último lo hice culpa de Martín Salinas, el director de “Mujer nómade”, que se copó con este perfil. El director decide a qué distancia estará la cámara del rostro del protagonista. Él es un chico muy creativo y decidió que estuviera a veinte centímetros, muy cerca. Me di cuenta que, tomada de perfil, me quedaban unas cosas terribles colgando a los costados. “Hijo de puta, me mandaste al quirófano”, le dije. Ahora estoy chocha. Nunca me gustaron las arrugas y, en mi familia, después de los cuarenta años, a todos se les caen las bolsas de los ojos. Yo no quería eso. A mis cincuenta años me estaba haciendo el famosos delineado y me choqué con una arruga. Ese fue el momento de empezar. Había recibido un cheque de dos mil pesos de la UBA y con eso me fui al cirujano. Para mí, el cirujano es la continuación del maquillaje.

La película ameritaba esa nueva visita quirúrgica.

En esta película, sin habérnoslo propuesto, atacamos dos mitos machistas muy fuertes: uno es que, en la película, se ve cuando me hacen bótox. Y otro es que las mujeres no nos podemos acostar con tipos más chicos que nosotras. En el G-20, los chusmeríos hablaban de Macron, porque su mujer tiene veintipico de años más que él. Pero nadie dijo nada de Trump, cuya mujer es veinte años menor. Ambos son prejuicios. Yo pregunto por qué una mujer con arrugas es más digna que una operada. No hay fundamentos. Y si no hay fundamentos, es prejuicio. Tampoco hay fundamento que pueda sostener que una mujer no se puede acostar con un tipo más joven. Y esto es porque, en nuestra sociedad, somos cogibles desde jovencitas hasta casi los cuarenta. Y, después, esto se acaba. Yo milito conscientemente que la sexualidad no tiene fecha de vencimiento. En la Universidad del Sur, en Bahía Blanca, en una conferencia llena de mujeres de cincuenta para arriba -bien largos- les dije directamente: “Yo sé que no es soportable para ustedes, pero yo soy un testimonio de la sexualidad en la vejez. Me gustan los tipos más jóvenes porque, a un tipo de mi edad, también le gustan las minas más jóvenes. Lo comprendo, porque a mí tampoco me gusta él. Yo sé que se achican las posibilidades: no tenemos dónde ir a bailar, no tenemos dónde juntarnos, por los prejuicios que hay y porque la gente también se va muriendo. Entonces, están el autoerotismo y la libertad de cada quien con su cuerpo para modificarse o para orgasmear con un tipo -si tenés la posibilidad- o, con un juguete sexual, si no la tenés. Para mí, si no jodés a nadie y no hay menores de por medio, en la modificación del cuerpo y en la sexualidad, todo está permitido. Yo no niego mi edad. Declaro mis casi ochenta años, porque es mejor que te digan “¡Qué bien que estás!” a que declares sesenta y piensen que parecés una vieja de mierda.

Esther Díaz con Las Anartistas

Esther Díaz con Las Anartistas

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