Fotografía, Ana Blayer

El tiempo: entrevista a Patricia Malanca

Entrevista: Estela Colángelo, Milena Stoppelman, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman

 

“Seguros de que los amo/los objetos gruñen y mendigan, /anhelando con toda el alma sea mi voz la que los cante.”
                        “La noche”, Bella Ajmadúlina

  

La vigilia se curva y empuja en la noche cúpulas para acunar el sueño. Hay combas, cuevas en las fronteras verticales entre la mirada y el cielorraso. Con tanto transcurso sobre sus hombros, acá y allá, la mampostería cede y revela adherencias del tiempo atesoradas entre arena, ladrillo y cal.
Parece que, de niña, la Historia dibujaba garabatos de los días sin pausa, cicatrices de esos precipicios altos, donde las coordenadas hacen trompito con el espacio, y juegan a mancha tocada con las horas.
En un extremo de la habitación, justo donde la pared se anuda al techo, se agruma el agua antigua de tanto atizar la amputada raíz. Vapores de hierba aliada con los fogones humedecen la aureola que hace años se niega a renovar pigmentos (parece que, de niña, la Historia también pintaba).
Hay un abracadabra que espera en el contorno esfumado entre moho y vacío. En su tenor sutil, un coágulo de polvo y comezones simula un ojo, un pestañeo de ruinas que agita olvidos y reclama ser canción.
Más lejos, una estela sostiene el escombro de una antorcha: en la punta del fuego hay una sombra y, en la punta de la sombra, un fuego de mujer.
Errante, la Historia parece niña, mientras afina y mestiza la voz de las que faltan, el sudor de las que quedan, el poema por venir.
Así, la cúpula del día sostiene, hueso adentro y verso afuera, el pacto con la infancia:

  • No aceptar nunca mansamente el derrumbe de la mirada.
  • No soltar nunca el poema entre larva y telaraña.
  • No olvidar nunca la comba de la noche que azuza al alba.

Y, en la errancia de luz turbada, cantar cúpulas para la historia, esa niña siempre a punto de nacer. Entre esos pujos, frágiles y poderosos, nos encontramos con Patricia Malanca.

Carolina Diéguez

 

PILARES DE LO FRÁGIL

               “De nuevo las urdimbres, con galgos de lavanda y cerros /distraídos./ La boca de locura, intencional ardida /Los ojos /del viajero mojado en las nubes /Frágil algarabía con sus plumas doradas/ Monigote de sal arrojada a las piedras Y el topacio del diablo/ en tan hermosa axila/ Los mares transparentes en el otro espejismo /que la alabanza amaba /Licores dolorosos que fermenta la noche.”
               “Por el vértigo”, María Meleck Vivanco

Tenemos una guitarra. Si después tenés ganas, la traemos, y nos cantás algo…

La guitarra es un gran pendiente para mí, así como en su momento lo fueron las composiciones. Yo vengo de la generación de quienes tomaron el tango como lenguaje comunicacional artístico. Podría haber elegido el folklore o el rock, pero elegí el tango. Al comienzo, lo hice tal vez de forma azarosa, pero después me lo apropié como algo gozoso. Cuando yo comencé, la guitarra la tenían los varones. La mujer era ‘la novia del guitarrista’, usaba la guitarra para agarrar el micrófono. Esta fue una situación que vivieron muchas mujeres. Te cuento más: mi novio de aquel momento insistía en que no estudiara música porque, a diferencia de las chicas que vienen de la clase media y pueden elegir hacer lo que quieren después de terminar la secundaria, yo era pobre de verdad. En ese contexto, debía hacer lo posible para irme de mi casa, para huir de una situación muy angustiante. En lo artístico, ya formaba parte del Grupo Sur, en la escuela de Avellaneda. Con ellos hacíamos música de manera informal. Pero, dada mi situación, elegí estudiar psicología, una carrera de grado, que me elevara intelectualmente, a la vez que trabajaba. Eso hice desde los 18 años, sin parar. De ocho a una, trabajaba de administrativa en una escuela. A las dos de la tarde, entraba a la Facultad de Psicología, hasta las siete. Y después me iba a Avellaneda, a ensayar. Esa gimnasia estuvo bien, porque hoy casi me es imposible no hacer varias cosas a la vez. Lo que plantaste en esa época es lo que vas a ser.

Planteás un funcionamiento como el del dínamo, ¿no? Vos das el primer empujón y después la energía genera energía…

Me da risa, porque en física siempre me iba mal. Pero es así, como lo explicaste. Un elogio bastante recurrente cuando bajo del escenario es “qué fuerza”. No puedo dejar de escucharlo y tomarlo, creo que la gente ve en mí algo que le falta.

Tal vez la poética de la física te interese más que las fórmulas. De todas maneras, es curioso lo que acabás de contar. Coincidimos con el elogio de la fuerza. Pero, al atender a las letras de tus canciones, en “Traerán ríos de tango las páginas de un libro”, la palabra que nos quedó como residuo fue fragilidad.

De todo lo que he hecho, en esta obra están más explícitamente expresados el dolor y el durazno sangrante. Los temas te tienen que doler, aunque de un modo poético. La fragilidad es algo que yo quería que la gente percibiera. De hecho, cada vez que hay un femicidio, me duele de verdad. “Otra chica muerta” es una de las canciones más logradas de ese disco.

Es una canción polvorienta, de ruta, una mezcla de Leonard Cohen y Bob Dylan. Yo ando entre la sequedad de Atenas, a donde suelo ir a cantar, y las rutas argentinas. Quería que en “Otra chica muerta” se sintiera la máquina que no para, que no para. Es lo que le transmití al arreglador, Alejandro Montaldo, y lo logró. Esa sensación sofocante del bandoneón que va in crescendo, esa carnicería humana que no termina. El disco iba a tener trece canciones. No me alcanzó la guita y pude grabar once. Luego, cuando junté unos pesos más, agregué “La come tierra”, y me quedó afuera solo un tema. Durante la pandemia había un montón de opciones para pedir subsidios, premios y convocatorias, porque mucha gente estaba en su casa juzgando, había más tiempo para que la gente que está en el arte escuchara. Yo me anoté en todo. Gané todo. Pero decidí presentar todas las canciones, pero en distintas instancias.

Todos los huevos en distintas canastas…

Carolina Diéguez

Tal cual. En 2021 había ganado el Premio latinoamericano Ibermúsicas, a mejor canción, por “Salvate amor”. Mandé tres canciones. Recién identifiqué cuál había ganado, hace poquito, cuando ellos me pidieron el video de “Salvate amor”. Para los premios Gardel de este año, había tres categorías: mejor álbum de tango, donde presenté mi último disco; mejor canción colaborativa, donde propuse “Salvate amor”, y mejor canción de tango, donde elegí “Otra chica muerta”, pero sin la menor expectativa. En todo caso, yo esperaba ganar en la categoría mejor álbum de tango, porque el disco presentado es de composiciones mías, pero algunas en colaboración con colegas. Yo andaba en Italia cuando me enteré que, entre las nominaciones, estaba “Otra chica muerta”. Fue muy fuerte. Y no solo eso, sino que al día siguiente se dispararon las escuchas del tema, porque estaba nominado con “Grisel” y con “Nostalgias”. Entre “Nostalgias” y “Grisel”, “Otra chica muerta” era como un golpazo. Mi amiga Elizabeth, que hizo toda la fotografía del proyecto, me decía “Pero vos sos una romántica”. ¡No, no soy romántica, soy lo menos dulzona que puedas imaginar! Para mí, hay que conmover como sea. Eso me remite a Kusch…

 

CONSTELACIONES NÓMADES

“¿cómo es la ciudad de balsas por donde transitas /con tus ojos desnudos al fin /de tanta costa?”
                                     Mayra Santos Febres

La palabra romanticismo habría que sustituirla por intensidad, esa que tiene tanta mala fama entre los pibes, para quienes ser intenso es ser pesado. Pero la intensidad es superior al romanticismo. Primero, porque no es solo placer, es gozosa, tiene algo de dolor o de afectación contradictoria.

Lo que no quiero es ser paralizante. Por eso las canciones de “Traerán ríos de tango…” cantadas por separado no tienen el efecto impactante que se da al cantar los doce temas juntos.

Igual, cada una tiene su toque. Antes de comenzar la noa, hablábamos de Kusch, y lo que se siente en las letras de todos tus discos -en las que elegís y en las que componés-, es la idea del devenir, la insistencia en aquello que no permanece igual a sí mismo: una idea trans, de arte mestizo. Lo vemos, por ejemplo, cuando cantás temas de Silvio Rodríguez en ritmo de tango. Nos preguntábamos, ¿es posible el arte sin una actitud trans?

No, no lo es. Por ejemplo, los trovadores cubanos que vienen a tocar acá no entienden qué pasa, ni por qué el público cambió desde la época previa al feminismo y a la pandemia. Si vos no incorporás todos esos diversos matices, no solo para interpretar sino también tus letras, si no transformás tu escenario, no pasa nada. Yo hoy compongo para las chicas jóvenes, porque ellas me transforman a mí, ellas me traen las noticias del futuro. Por eso tomé los libros de todas estas narradoras argentinas. Y por eso aparece el tema de la errancia de “Mujer nueva”: “No querré boda de arroz, seré de esa manera, abeja sin panal y luna sin fangal” / “Más liviana y sin mandatos que el que dictan las entrañas”.

La errancia y el nomadismo son dos temas que recurren bastante en tus letras…

Eso es algo bien de india nómade, que seguramente me viene de mi abuela comechingona. Todos los pueblos originarios del mundo eran nómades, todos lo fuimos. La vida se divide entre nómades y sedentarios. Los nómades somos mucho más progres y los sedentarios, más conservadores. Es conservador el que no cambia, el que no transmuta, el que no acepta al trans, el que no transforma su vida, más allá de lo que diga Larreta. Es conservador el que no se aviene, de verdad, a cierta flexibilidad del pensamiento. Conozco un montón de personas compañeras, con quienes coincido ideológicamente, pero cuando les tocás la estructura…

Carolina Diéguez

 

ALQUIMISTA INDEPENDIENTE

El valor de una vida individual, un credo que nos enseñaron /para inocularnos el miedo, y la inacción; el “solo se vive una vez”, /una niebla en los ojos, somos /infinitos como el mar, nada distintos, morimos /un millón de veces por día, nacemos /un millón de veces, cada respiración es vida y muerte: /levántense, pónganse los zapatos /y empiecen, que alguien va a terminar.”
                                                                              Diane Di Prima

Las identidades fijas pueden ser terribles, pero hay que empezar a hablarlo, para no caer en auto censuras. Decirse peronista o decirse de izquierda no significa nada. Al contrario, es como una limitación. El hecho de necesitar esas identidades fijas parece un sustituto de lo peor de la religión.

Patricia Malanca con El Anartista. Fotografía, Ana Blayer.

Igual, te digo que a mí me sirvió como artista. Mi carrera tiene tres momentos. Aquel en el que llegué al tango, durante mi adolescencia y mi juventud, en un entorno cuidado con amigues. Después, hubo una segunda etapa, donde entré en el mercado del tango. Empezaron las giras, las compañías, las casas de tango for export, el vestido rojo para cantar “Malena”, el negro para cantar “El día que me quieras”. Era la chica rubia de ojos claros, que vende buen lomo en el escenario, mientras se cambian los bailarines, que son lo más importante en un espectáculo de tango for export. La cantante o el cantante no le interesan a nadie. A esa etapa yo la llamo mi ´parte administrativa´ del tango: hacer horas de escenario cantándole a gente que no entiende mi idioma y poner el lomo. Por entonces, también estudiaba teatro, lo que me daba herramientas para transmitir las historias a personas que no estuvieran familiarizadas con el lenguaje del tango: a un chino, a un japonés, a un sueco. Pero fue una época donde yo no tenía identidad, era un personaje de Saccomanno en una oficina tanguera. Eso me sirvió, sin embargo, como experiencia administrativa, porque también fui funcionaria durante muchos años. Hasta el 2009 fui directora en Salud de Nación. Ahí se terminó mi carreara como funcionaria y me dediqué a mi carrera artística a full, a poner cada peso ganado en una carrera discográfica independiente. La gente habla del ámbito de la música independiente, pero, ¿quién no lo es? Mi tercera etapa es cuando decido ser Patricia Malanca en el tango.

De todas maneras, entre la identidad fija y ser anónimo, hay matices. No me parece mal que alguien se identifique con alguna corriente o partido. Siempre y cuando, su pensamiento no esté amenazado, que no sea acusado de traidor, de gorila, de mal compañero, cada vez que se desvía del camino oficial…

En el primer disco que grabé en esta tercera etapa, tomé la decisión estética de no cantar tangos clásicos. Pero es en el segundo disco, al grabar las versiones tangueadas de Silvio Rodríguez, cuando decidí resolver la cuestión ideológica rapidito. En fin, yo tenía un Che Guevara adentro que quería salir, y bueno, lo dije con un disco. Al principio, fue un golpazo. No la pasé bien porque recibí muchas críticas duras. No te imaginás las cosas que me decían los tangueros. Hoy, tantos años después, me aman por ese disco.

Hay un poema de Wallace Stevens que dice “cómo lo que te rechaza al final de cuentas te salva”. La afirmación del deseo no te la respetan muchos, hay como un resentimiento. Y, a su vez, parece existir una línea muy frágil entre la admiración y la envidia.

En ese momento, yo fijé posición. Pero hoy, que saco un disco vinculado a abortos y femicidios, sienten que traicioné a Silvio: “¡Vos, que hiciste a Silvio, venís ahora con esto…!”

Carolina Diéguez

 

TAPERAS A HISTORIA ABIERTA

Malanca tiene raíz celta y tiene cuna en Rumania, inmigrantes que llegaron a la Argentina a principio de siglo xx. La fortaleza del apellido está en la reiteración de vocales que refuerzan el concepto de femineidad. En la primera vocal A del apellido estamos ante el anuncio de una mujer simple, en la segunda vocal A pareciera que vamos a forzar femineidad, pero cuando anteponemos el artículo femenino “la” estamos ofreciendo el fonema Malanca como símbolo, bandera o emblema. Mi historia, mi vida, mi metejón con el tango, está en ese código “Malanca”.
                   De una entrevista en “El gran otro”, por Marifé Marcó, 2103

No sabe nadie /nadie presencia /mi tarde detrás del arroyo; /piedrita que alguien regala /y al aceptarla toma /la forma de tu mano; /no tiene valor /no se cotiza /ni siquiera se pone /en una vitrina /de objetos exóticos; /se vive con poco /con nada /se hace un reino.”
                  “Baño”, Alicia Genovese

Y volvemos a Kusch. Al llamado a no detenerse, a no quedarse a rendir homenaje a lo que uno fue. Y vos tenés algo de una lectora intensa, no solo de libros, sino que hacés una lectura de la propia historia de tu apellido. También leés lugares, por ejemplo, cuando contás que grabaste “Bucles” en un departamento del barrio de Boedo, en la Avenida Independencia, cuya dueña original -hace más de 80 años- fue una cantante lírica, mecenas de artistas y músicos emergentes.

Siento que tengo una necesidad, que espero compartir con mucha gente, de transitar los espacios en diferentes planos. Sé que por esta misma tierra caminó alguien distinto a nosotros. Que, en este lugar, donde hoy se levanta una casa, probablemente una vez hubo una tapera, gente que hacía mate, mientras se ocupaba de otras cosas. No me imagino el futuro, me cuesta pensar que algo arrase la tierra y no quede nada, pero sí me gusta transitar con los personajes del pasado. Por supuesto, no de la manera nostalgiosa, como lo hace el tango, sino desde un lugar donde puedan convivir nuestras historias. Argentina no tiene más de doscientos años. Todos sus protagonistas aún están entre nosotros. ¡Los amores que habrá habido por estos montes y taperas de Flores…!

Carolina Diéguez

 

EL HOSPEDAJE ERRANTE

                 “Sólo yo sé cuándo sobrevivimos. /Lo sé porque mis dedos /se transforman en lápices de colores. /Lo sé porque con ellos /dibujo en las paredes de tu casa /mujeres con rostro de epitafio. /Porque, a la caricia de la punta, /comienza el derrame de los cimientos /formando arco iris en la noche. /Porque, /al escribir testamentos /en el suelo, se remueven las vísceras /de azúcar, y trepan tus raíces.”
                   “Mi primer bikini”, Elena Medel

Tus canciones se leen como espacios para habitar: “Hay una india en mi tango” (India de tango); “En el rincón de un museo de salón se apoderaron de mí varios cuadros” (Cuadros de una exposición tanguera); “fui esquirla de una lucha marginal/ fui esclava negra blanca de otra negra” (La China Iron). Tus canciones parecen un carromato nómade…

Supongo que todos quienes escribimos canciones, en el fondo, queremos escribir un libro. La canción me aloja, porque tengo la suerte de tener buena vocalización. Si no, me hubiera quedado quizás en poeta. En cambio, creo que encontré el formato justo para mí: tres o cuatro minutos para de contar una historia. Por supuesto que sueño con una casa grande como una novela, pero me gusta por ahora mi habitación chiquita, llena de cuadritos, historias y gente que vuela en los aires. También pertenezco a la generación que, en su juventud, no tenía Instagram para visualizar, pero sí un techo lleno de grietas y pintura levantada que, al mirarlo, me permitía imaginar, ver figuras. Hay algo más vinculado a esto de ver cosas: mi mamá y mi abuela vienen de familia ucraniana, y eran espiritistas. Los inmigrantes ucranianos se juntaban en Villa Dominico y todas las tardes hacían una ceremonia. Yo tenía ocho, nueve años y me llevaban a ver cómo algunas personas, de repente, se convertían en espíritus y saludaban. Para mí era ir al teatro. Una vez me hicieron una especie de exorcismo. Se ve que mi vieja dijo “la chica tiene problemas” y, entonces, me sentaron sobre una silla y me rodearon entre cuatro, en estado de trance. Ahora, de grande, puedo poner esos personajes en canciones.

Más allá del espiritismo, sí vimos en algunos de tus temas una idea de invocación o de oración:Suena una plegaria, no, no, no me mates/cuando el sol calcina la carne podrida/Se están enterrando a las chicas muertas”. Incluso, también en “Otra chica muerta”, dice: “Y yo que zafé por casualidad/Quiero ayudarlas con una canción/Sueño con salvarlas del entregador/Y que corran libres esas chicas muertas”. Eso me recordó, otra vez, a Kusch. Él advertía sobre la soberbia de creer que la especie humana es la superior. Somos hombres, podríamos haber sido un árbol, un animal o la chica que no zafó. Todos estamos en el mismo plano horizontal.

Sara Moon

Me gusta que me señales esos versos. Mirá, yo soy muy amiga de Nora Veiras. Durante la pandemia, nos encontrábamos en un lugar al aire libre, en Boedo, entre otras cosas, para que ella escuchara mis canciones. Nora también se detuvo en esa frase “y yo que zafé”. La letra original de ese tema tiene un verso más, que decía “una ahorcada con su propio cinto”, pero el productor me pidió que cortara algo del tema. Lo hice, aunque decidí dejar el yo poético. En esa frase aparecen todas las que queremos salvar. Quise que, en la canción, respirasen todas las que tienen ganas de que estos episodios de violencia no vuelvan a ocurrir. Más adelante, la canción dice “nadie te lo dirá, lo siniestro es familiar”, porque los abusadores o los cómplices están cerca.

La frase sobre lo siniestro también señala que el lugar del abuso está armado y esperándonos. Podemos caer allí mañana o podríamos haber estado ahí.

En el caso nuestro, tal vez estuvimos ahí y no lo vimos. Capaz que estábamos caminando y alguien tuvo la intención.

 

ATORRANCIAS DEL GPS

                “Bohemia de periodistas, /Destilando los ochenta y los noventa /Briante, Soares, Di Paola, Piglia, /Cubilete de letras que están sueltas”.
                “Teoría y praxis de un Black out”, Patricia Malanca

                “(…) es la escenografía de esta danza macabra /trivial bailongo sabatino en la pústula de la ciudad. /Es una cara conocida llena de /costurones con lívidas cicatrices /bajo unos centavos de polvo, /y que emerge de todas las grietas de la ciudad, /en este barrio más antiguo que el barrio de los alquimistas /como la cara sin cuerpo del caracol ofreciéndose /en los dos sexos de su cuello andrógino.”
                “El vaciadero”, Enrique Lihn

También te gustan los patchworks, los collages. Un poco de eso sucede con algunos títulos, como “Teoría y praxis de un black out”…

Patricia Malanca con El Anartista. Fotografía, Ana Blayer.

Hay una obra de Daniel Santoro que se llama “Teoría y praxis en el bar”. Allí retrata la confitería La Paz, donde vemos sentada a María Moreno. Por otro lado, está el libro de María Moreno, “Black out”. Entonces, hice una fusión. Santoro es parte de la bohemia de los años 70 y los 80. Me los imagino a todos sentados, charlando. Esa canción es un tributo a los periodistas.

En esa canción se escucha una continuidad entre la ciudad, la escritura y la música, como si fueran un mismo territorio.

Voy a decirte algo: yo no confiaba en mis músicas. No soy una música de academia, y muchas de las que hacemos tango hace muchos años nos escondemos un poquito por ese motivo. Yo apenas pasé por el EMPA (*) seis meses. En una época, el mayor porcentaje de quienes hacíamos tango venía de la atorrancia y muy pocos de la academia. Ahora es al revés. Cuando compongo música, lo hago desde los acordes, desde los tonos, dejo que las letras me lleven. En particular, cuando terminé “Teoría y praxis…”, me pareció horrible. Se la mandé con vergüenza a Acho Estol para que él hiciera el arreglo y me devolvió un Piazzolla. Al cantar ese tema, me doy cuenta de que la gente se fascina.

Porque es un travelling, es como un paseo por la ciudad….

Sí, pero borracha: “Sangre y mugre en todas mis resacas/cuarto lleno de batallas y botellas/Esquirlas frías como un sol de noche/Son estorbos hasta la vuelta por ellas.” A este tango sí lo saqué del repertorio para hacerlo solo. Es como una reivindicación de lo que yo puedo componer. También le mandé a Acho -siempre con vergüenza- “El cielo de las malas”, que es mío en letra y música. Él me dijo: “Qué temazo”. Y yo no lo podía creer. ¡Si supieran el esfuerzo que hice para pensar ese tema! Ahora, de los temas que compuse, el que más me enorgullece es “La china Iron”. La primera parte de la música, que es más milonga, la hizo un colega. Como no me mandaba la segunda parte, me harté y la terminé yo. Cuando ese colega la escuchó, le encantó. Por supuesto, me preguntó quién me había ayudado, no confiaba en que ese trabajo podía ser solo mío. En fin: hay entre quienes transitamos la escena y no venimos de la academia un estar pidiendo todo el tiempo disculpas. No me pasa con las letras, ahí sí que nunca dudo. La letra es el inconsciente, ese malabarista de palabras que te permite encontrar la metáfora. Además, a mí me gustan mucho las canciones que cuentan historias: “El loco de la calesita”, “Thelma y Louise”, “Carito” son pequeñas películas en tres minutos.

Sin embargo, las que son historias tienen también un efecto poético, por extrañamiento. De hecho, ese es el modo como participa el lenguaje poético en tus letras: desdibuja un poco la historia, y eso las vuelve más interesantes. ¿Qué es para vos lo poético?

La identidad de lo poético fue también mutando con los tiempos. Hoy es andar en el auto, absolutamente extrañada sin saber si estoy en Flores o en otro país. En esas ocasiones, siento un placer que no puedo entender: la sensación de “nunca estuve aquí”, o el perder las coordenadas del espacio. Son momentos donde podría estar en cualquier parte o en varios lugares a la vez. Lo poético es ese punto borgeano, donde todo confluye. Lacan habla sobre el punto de capitoné, donde todo abrocha en un instante.

Sara Moon

 

DESVENTURA DE LA SUBE EN LAS CURVAS DEL TIEMPO

               “(…) Que ahora diga noche, es de noche, es ahora. Se mira. Tiene un pulóver Ruta 66 que no recuerda haber comprado, un hombre lo olvidó en su casa, ella olvidó al hombre, el cuerpo olvida el abrigo que lleva, ella le regaló un reloj azul, él mira la hora que es ahora sin recordarla, el reloj tiene una lucecita como agua, como la hora bajo el agua, peces, destellos de color.”
               “Antes de que amanezca”, Susana Villalba

Nuestra revista siempre tiene un tema. Esta vez es el tiempo. Hay muchas referencias al tiempo en tus textos, pero pensaba en esa experiencia de perder coordenadas de espacio, que contaste recién. ¿Te pasa eso con el tiempo?

El humano no tiene ni el bitcoin, ni el teléfono celular, ni el Instagram ni las redes ni los seguidores. Solo tiene el tiempo, es el único bien real, la inmanencia. Es una SUBE humana, cargada de minutos ¿Qué hacer con esa SUBE? Volvamos al comienzo de la charla: o te quedás en un lugar, fijada y sedentaria, o practicás el nomadismo, donde el tiempo es pura riqueza. Quiero aclarar que tampoco pienso que el nomadismo sea algo esencialmente maravilloso, te puede ir mal también.

Patricia Malanca con El Anartista. Fotografía, Ana Blayer.

Hablás de errancia, que refiere al error y al errabundo…

El error… No me llevo bien con la docencia que corrige, que marca el error.

Bueno, la corrección no es siempre sobre un error. Es un modo de marcar qué se puede hacer con la tela del lenguaje. No hay forma de ser nómade, de cambiar, si no tenés herramientas para hacer desvíos, curvas. Ahora, entre sujeto y predicado no va una coma, eso es un error, cosa que determina la Academia…

Es cierto, corregir y editar no es igual. En el mundo de la música, no soporto al director o a la directora musical que te corrigen la nota, “dejame decirlo así”. Ahora estoy haciendo un taller con una cantante, Noelia Moncada. Con Noelia trabajamos el pase vocal. Quienes cantamos, emitimos la voz de diferentes resonadores. Una es la voz de cabeza y otra, la voz de pecho. La voz de pecho, en las sopranos, puede terminar en notas altísimas. Ahora, las que somos mezzo sopranos tenemos registro más bajo y nos encontramos con la necesidad que tiene una audiencia mayoritaria de escuchar voces agudas. Entonces, las voces graves de las mezzos parece que todo el tiempo pidiéramos que, por favor, nos dejen cantar. Estoy trabajando fuertemente para usar la voz de cabeza, algo que antes estaba mal visto. Hoy, les pibes ya mixturaron las voces en el rap y en el trap, y nadie considera a la voz de cabeza incorrecta. Mi hipótesis es que la audiencia de varones está entrenada en necesitar el jam materno, que siempre tuvo ese tono muy agudo, tipo Lolita Torres o Libertad Lamarque. Luego, en los ´50, entra el cigarrillo, y tenemos una Tita Merello. Bueno, hay cantantes en el medio de estos dos registros. En el sur de Grecia, por ejemplo, las cantantes de voces graves son las más populares, las más famosas. Acá no, porque la audiencia, o el sentido común, está construido desde la lógica del varón, donde todo lo bueno para una voz femenina está en las notas agudas. Pero es el barro el que se subleva con voces graves. Tengo el proyecto de juntar en un disco a todas las voces graves femeninas para mostrar esa singular potencia. ¿Por qué se prefiere una voz prístina, de laboratorio? La voz del pueblo es una voz cascada, herida. Es la que grita en las marchas, la que te acompaña cuando a la noche te tomás un whisky.

Sarah Moon

 

PULSAR DE CIELO Y TIERRA

“La tierra es mi amiga /también la luna su criada /así al visitarnos al fondo de nuestras /cuevas /nuestras pausas /nuestro desmayo lejos de /todo /acodadas /pasamos largas noches /intimando /en torno a nuestros fuegos tres fuegos misteriosos /y hermanos. /Tengo las más hermosas flores /la más bella quimera /el espejo más bello /soy el agua que se canta”.
                                                                        Valentine Penrose

El río, el cielo y el viento protagonizan mucho tus letras…

Carolina Diéguez

Esto es de los últimos años. Es mi mutancia de cosas, bien de Kusch. A los 20 o 30 años, me quise meter en los tugurios, en la mugre. Pero, cuando estuve en lugares así, quise irme a mi casa, o a mirar las estrellas. Así pasó que transité lugares oscuros, pero no los habité. Entonces, apareció más la necesidad de cielo, de horizontes, de mar. Y eso se empezó a trasladar a mis canciones, a las que elegía y a las que escribía. La gente cree que en el tango tiene que haber urbe: esquina, pasaje, ochava, sitios que la iconografía asocia a lo clandestino. Y a mí no me cierra, esa es una cuestión muy de varones, yo no lo vivo así. Por el contrario, me encanta que en mis canciones esté el paisaje, porque además soy senderista, hago mucho trekking, desde muy chica. Hoy no puedo hacer cumbre como antes, pero me voy a San Luis, que es como Córdoba sin cordobeses: todo lo que está bien. Y camino muchísimo aquí en la ciudad. Todos los días necesito caminar cinco kilómetros porque el cuerpo me lo pide.

Ya que hablamos de paisaje, hay algunas canciones tuyas que, más que concepción de poema o historia, componen un cuadro. Se escucha una mirada pictórica…

Me encanta la pintura, es una de las cosas que me quedaron en el camino, pero pinté hasta los trece años. De hecho, en esos tiempos, había concursos de todo tipo en las escuelas. Yo ganaba siempre los de manchas y los de redacción. Veía y veo formas en el techo, en las estrellas… Uno de los mejores días que he pasado en Atenas fue con un grupo de amigos. Nos tiramos en un lugar con las bolsas de dormir a mirar las estrellas, a encontrar figuras en ell cielo. Ahí estaba todo, la amistad, los dibujos y el ritmo.

El ritmo…, ¿cómo te llevás con eso?

Cuando pienso en el ritmo, me viene lo descuidada que soy con mi cuerpo. Para cuidar el ritmo hay que evitar gastritis, ser precavido con lo que se toma y se come. Yo no tomo mucho alcohol ni consumo drogas. En el mundo del tango esto no es habitual. Tampoco hago yoga ni cosas para mejorar mi rítmica. ¡Soy un desastre!

Yo pensaba en el ritmo como una manera de tejer elementos…

Eso sí, creo que es innato. Además del tema del tiempo, el ritmo -pensado desde ese punto de vista- es otro asunto que me identifica. Son dos de las pocas cuestiones que puedo nombrar como, esencial y profundamente, Patricia Malanca.

¿Y cómo juega el azar ahí?

Ahí entra algo que es la pulsión de dominio. Hay gente que no la necesita, que si se cayó algo sobre la mesa lo deja pasar, lo levanta o lo tira. Por mi parte, con eso que cayó azarosamente, me hago preguntas: ¿por qué cayó?, ¿hubiera caído antes, o después?, ¿por qué ese objeto estaba ahí? Es decir, con esa cosita que cayó sobre la mesa construyo un edificio. Esto tiene que ver con mi forma de apropiarme del mundo. No quiero que el mundo me pase, quiero tomar partido y decisiones.

Carolina Diéguez

 

UNÍSONOS

               “No bien puse pie en tierra me alcanzó un pesar: aquí moriré. Soy la semilla, para eso me trajeron. Así, pues, hago tierra y no sofocaciones. Echo raíces y no suspiros. Yo planto. Yo confirmo. Pero no soy solo naturaleza.”
               “Río de las congojas”; Libertad Demitrópulos

La magia también aparece en tus textos y entrevistas.

Carolina Diéguez

¡Quisiera que la magia existiera de verdad! De chica también quería ser maga.

Para muchos magos de la Edad Media, la magia era descubrir las fuerzas de la naturaleza, no hacer trucos. Así que la magia existe. Eso es Kusch, reencontrarse con la potencia del paisaje. Y quién te dice que no venían por ahí las espiritistas de Villa Dominico…Creas o no en la magia, lo cierto es que en este mundo suceden cosas increíbles, como las sincronías.

¡Las sincronías! Te cuento una que es reciente: yo estoy trabajando como guionista en un documental. El protagonista tiene unos noventa y cuatro años, Calica Ferrer, amigo del Che Guevara. Mi preocupación es poder estrenar la película con él vivo. Había quedado en encontrarme con Calica, pero me sentía muy angustiada porque el material que necesitaba para editar la segunda parte de la película estaba en Grecia, en manos de quienes filmaron la primera parte. Mientras charlaba con Calica, me entró una video llamada, algo que no es habitual para nada. ¡Eran los productores desde Grecia! Nadie sabía que yo iba a estar en este encuentro. Esa sincronía fue un gran envión para que yo siguiera. La Universidad de Lomas de Zamora está colaborando conmigo, ya está todo casi montado, solo nos falta traducir algunas cosas del griego al español y otras, del inglés. La primera parte de la película se filmó aquí y luego Calica viajó a Atenas con apoyo del Partido Comunista. Allá dio charlas en facultades, dio notas en radios. En ese itinerario tuvo un encuentro con un señor mayor que él, de 97 años, héroe de la Segunda Guerra Mundial, llamado Manolis Glezos. Durante la ocupación nazi, en el año 1944, Manolis se escabulló de los soldados, se metió en el Partenón y arrió la bandera nazi. Luego, en el ´47, cuando estalló la guerra civil griega, se hizo guerrillero de la ELAS (**). La guerra civil de Grecia fue tremenda, porque Rusia, Estados Unidos e Inglaterra competían por ese sector. Cuando llegó Churchill a Grecia. Manolis formaba parte de la brigada de guerrilleros que lo intentó asesinar. Luego, ya con la democracia, Glezos se convirtió en un héroe y en un político militante muy famoso de la izquierda. El punto es que, con este personaje, se encontró Calica en Atenas. Un héroe contra los nazis y un amigo del mayor héroe de la liberación de nuestro continente. Calica era muy amigo del Che. Escribió un libro del viaje que hicieron juntos. Él anduvo junto al Che, hasta que Ernesto Guevara se fue de Venezuela a Guatemala. Después iría a México, donde conocería a Fidel. Es el viaje en el que Ernesto Guevara se convierte en el Che. Su viaje iniciático político.

Patricia Malanca con El Anartista. Fotografía, Ana Blayer.

 

(*) Empa: Instituto terciario de formación musical
(**) ELAS: Ejército popular de liberación nacional (Grecia)

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