La alegría: entrevista a Alejandro Dolina.

Entrevista: Gabriela Stoppelman, Esteban Massa
Edición: Gabriela Stoppelman, Esteban Massa

 

 “Al día siguiente, Asenewensis se despertó temprano, trabajó la corteza sobre el fuego, y se dispuso a reparar y calafatear su canoa. Sus hermanos, a medida que se despertaban, se iban incorporando al grupo que lo ayudaba. En unas horas la canoa estaría lista y todos podrían continuar con su rutina. (…) Con su canoa reparada, Asenewensis estaba impaciente por meterla al mar. Acomodó el fuego y sus pertenencias. Los acompañó un aire helado que poco a poco se fue transformando en un fuerte viento del sur.”
Víctor Vargas Filgueira, “Mi sangre yagán”

Su forma define solo algunas de sus parcelas más diminutas, sin que su definición sea nunca exhaustiva; porque ser árbol lleva como un nimbo la magia demoníaca de poder haber sido un alga”
Rodolfo Kusch, “Dialéctica del continente mestizo”

 

A nosotros, a esa posibilidad que late en el fuego, en la madera de la canoa o en la infinitud del paisaje, nos basta una sola chispa de habilidad técnica para creernos iniciadores del fuego, constructores de la canoa, amos del paisaje. Es un mínimo despuntar de saber, talento o ánima, y ya pretendemos que, por haber hecho llama al raspar dos ramitas, resultamos ser nosotros mismos los creadores del calor.

Pero la tarde avanza en la exuberancia de lo que existe, y en las formas se rebelan todos los contornos. Mientras el fuego nos habita en transformaciones, nosotros insistimos con el miedo a quemarnos. Mientras el sol insiste en su alquimia, nosotros ocultamos el crisol en las celditas de una tabla para amarrar elementos.

Y es de no creer el modo en que venimos a caer en la cuenta de la infinita genealogía del fuego. Por ejemplo, puede ocurrir que, subidos a la canoa en dirección hacia un horizonte, el viento agite la fogata en medio de la nave y el destino de una línea termine en curva. Así el azar y la tormenta se manifestarían familia, solo hasta la llegada de otros parientes: el hastío y el olvido. El primero, con la mirada perdida entre las brasas, de pronto nota el contorno de una mañana de domingo que, repetida de flama en flama, persevera en su desdibujo, pero nunca es igual. Por su parte, el olvido- tan familiar, al pie de la ceniza- aprovecha cualquier distracción de la luz, para ascender por los bordes. Primero lo hace en breves notas. Aunque, después, arremete con toda la orquesta y torna en canción.

Sin embargo, a pesar de tanta parentela, siempre hay un instante en que ardemos solos, difuminados en la silueta de la porfiada pregunta, ¿qué es un niño? Aquello que interroga abrasa y provoca. Y, a la vez, es nomás un modo en que la astucia del fuego nos participa. Nomás una cualidad de madera, embarcación y llama que, de pronto, podemos cargar sin miedo entre las manos. En esa intensa deriva conversamos con Alejandro Dolina.

Familia yamana (1910, autor desconocido). Fuente: Fueguinos. Fotografías Siglos XIX-XX, Edit. Pehuén.

 

ACUARELADOS

“Afuera no había más que niebla; pero yo vi tantas cosas en ella, que ahora no puedo recordar más que unas pocas: unos sauces inclinados sobre el agua, proyectando una sombra transparente; unas manos aferradas —los huesos y los cartílagos blanquísimos— a las solapas de mi traje sastre; una mosca entrando a una boca abierta y dura, como de mármol; algunas palabras leídas mil veces, sin acabar nunca de entenderlas; un millón de cigarras cantando monótonamente y al unísono («del olvido»), en el interior de mi cráneo;(…) Todo eso era visible en las paredes mojadas por la niebla, mientras el taxi atravesaba la ciudad. Y era lo único visible.”
“Sombras sobre un vidrio esmerilado”, Juan José Saer

Una de las cosas que más nos llamó la atención en tus textos fue la presencia constante de las nieblas. A veces aparecen como tales, y otras se presentan en distintas formas de lo difuminado…

Es una metáfora tentadora. Unamuno tiene, justamente, una novela que se llama ‘Niebla’. Él decía que no era una novela, sino una “nivola”, una escritura de contornos no muy definidos. A mí me gusta esta figura porque alude a lo que no está bien dibujado, a la percepción incierta e, incluso, a la imposibilidad de comunicarse. Uno escucha y percibe al otro a través de una niebla. En las relaciones interpersonales, esa es una instancia muchas veces imposible de zanjar. Creo que todos nos conocemos de un modo nebuloso. Y, entonces, como escritor o aficionado al pensamiento, me tiento y a lo mejor la utiliza demasiado.

Lo marcaba como una recurrencia interesante, porque no en todos los textos lleva la misma connotación de valor. En alguna ocasión, actúa como un obstáculo, como algo que se entromete e impide llegar a otro.

Es cierto. Además, en muchos casos, hay una elección nebulosa, una decisión estética de escribir, pintar o tocar de un modo no demasiado nítido. La nitidez suele ser demasiado cruda, brutal, e incluso aburrida. El poeta elige cierta nebulosidad. Y en la música eso es palpable, sobre todo, en esos ñatos que componen y deciden tocar de manera no del todo definida, como Debussy. Yo soy un fervoroso hincha de los artistas nebulosos. Está bien que uno no los vea del todo, está muy bien. En un universo que cuanto más nítido más desesperanzador, nuestra máxima esperanza es lo que no vemos, lo que se presenta como niebla. En la nitidez todo es finitud, todo es definitivo.

Hay otra recurrencia que vinculamos a la niebla, y es la del olvido…

La niebla es el olvido. A veces es un recurso indispensable para poder seguir viviendo. Cómo transformarse uno sin una cuota de olvido, incluso de lo que uno es. La redención es también un olvido, por ejemplo, del canalla que uno ha sido, de lo que uno tiene. La renuncia a los bienes, a los privilegios. Soltar es olvidar. Y la actitud contraria y avariciosa, de no dejar ir nada, conduce a una cierta forma de locura.

william turner puesta de sol sobre un lago
Willian Turner, Puesta de sol sobre un lago

 

LA REBELIÓN DESDE ABAJO

“Simón tomó la cruz /La tomó de la mano del blanco /Se echó a correr con ella /Se echó a cantar /Se echó a bailar /Bailó cantó /se fue corriendo hacia arriba /Dejando atrás a todos
Regresó cantó bailó /Hizo girar la cruz sobre su cabeza /
La echó al aire /La atrapó /
La cruz quedó bailando sola en el aire
.”
Felix Morisseau Leroy, poeta haitiano

Como lectores, las notas al pie plantean un asunto que investigamos hace tiempo. Desde la literatura, son muy importantes en “Paradiso”, de Lezama Lima. Y, desde la filosofía, en Spinoza, cuyos escolios incluían la parte más jugosa y herética de sus textos. Para él los escolios eran un sitio de clandestinidad expuesta, como en “La carta robada”, de Poe.

William Turner

He leído libros, incluso pésimos libros, que tenían muy buenas notas al pie. Un señor llamado J. J. Benítez, escribió un texto muy pretencioso, ‘Caballo de Troya’. Está lleno de falsa ciencia, y se trata nada menos que de un viaje en el tiempo hacia la época de Jesús de Nazareth. El argumento es pésimo, el personaje viaja con una máquina y se relaciona con los apóstoles, los amiguetes de Jesús. Pero, a pesar de todas sus deficiencias, en sus notas al pie, el libro tiene referencias históricas extraordinarias. Yo terminé leyendo las notas al pie y no el libro.

En tu libro, primero se plantea una ruta de doble vía, donde las notas y el cuerpo central del texto conversan. Después. las notas al pie ganan terreno y, poco a poco, desplazan del centro a los cuentos.

Yo diría que, en cierto modo, hay un golpe de estado. Hasta tipográficamente las notas al pie van ganando lugar en la página, se van hacia arriba, hacia la cabecera del libro

Yo lo vi como una lucha de clases. Para muchos, la nota al pie siempre es segundona, es aquello que podríamos saltear, y, aun así, comprender el argumento de un libro. Desde lo espacial, está abajo, como pisada por la jerarquía de lo que predomina en la página…

Exacto. En este caso, las notas al pie toman el poder del libro.

José Ramón Solano Pons, Paisaje en la niebla

 

NIEBLAS DE INFANCIA

la voz es un pájaro perdido incrustado en un niño /como una palabra varada entre páginas”
Romeo Oriogún, poeta africano

No enturbies tu cristal, detén el móvil prisma, / tu mímica de niebla”
“Piedra infinita”, Jorge Ramponi

En tus primeros libros, que leímos desde muy jóvenes, aparece una pregunta muy vinculada a las nieblas, de las que hablábamos antes. Se trata de interrogar la posibilidad de unir, de religar lo separado. . .

Bueno, ante todo, ustedes leyeron mis primeros libros de jóvenes y yo también los escribí de muy jovencito. De manera que son libros de los cuales estoy bastante arrepentido. Es decir, estoy contento de haberlos escrito, pero no los escribiría de ese modo ahora. ¡Y menos mal! A uno le da cierto dolor que la gente se acuerde de esos libros como de una gran obra. Me dicen: “Ay, si pudieras volver a escribir como entonces”. Bueno, me gustaría tener treinta años, pero no precisamente para escribir esos textos.

Igualmente, lo decía de manera gozosa, desde el placer que da releer y ver cómo ciertas recurrencias reaparecen, siempre con otro matiz. Por ejemplo, en muchos textos tuyos se propone la búsqueda de aquello que permita hilar los distintos tiempos: “Cuál es piolín que une las piedras y las perlas de lo que fuimos y lo que somos y que nos une con otros que son de distinto color”. Este hilito es uno de los modos de lo fantasmal, que también está presente en “Notas al pie”.

Adriana Lestido

Sí, sobre todo, aparece la sospecha de que no hay tal hilo. Creo que ahí el tipo se queja de por qué un señor de cincuenta años se tiene que hacer cargo de las deudas que contrajo cuando tenía veinte. No hay nada que nos diga que somos el mismo. Si uno quiere, no hay ninguna prueba irrefutable de que yo sea el negro de al lado de la iglesia.

Sin embargo, entre todo lo incierto e incomprobable, insiste otra pregunta: ¿qué es un niño?

Es una pregunta ¡y qué pregunta! ¿Cómo saberlo? Porque, cuando uno se interroga acerca de esa cuestión, ya no se es un niño. Y, cuando uno es niño, no se hace esa pregunta. ¿Será transmisible esa noción?, ¿se le puede preguntar a un chico qué es un niño? No lo sé… Comunicarse con un niño es imposible. Es fácil amarlo, la única vía de unión con los niños es el amor, pero uno advierte mucho después que ese amor ha tenido efecto. Aun así, la comunicación y el entendimiento son muy difíciles. ¿Cómo funciona el sufrimiento en la niñez? Es imposible de recordar. La niñez, en muchos casos, no es venturosa. Ni siquiera cuando uno es, por ejemplo, el hijo de una familia acomodada. Imagínate cómo será cuando un niño que, de por si ya tiene problemas existenciales, además tiene hambre.

Sin embargo, pensaba si ese sufrimiento será tan distinto del que viene después. Hay un texto en “Notas al pie” que refiere a un hombre que, al despertar de una pesadilla, padece porque nadie lo ve llorar. No parece ser tan diferente.

PESADILLA
El niño está soñando en la noche traicionera. No hay una sola luz en su cuarto y su sueño también se compone de sombras. El terror es tan fuerte que ni siquiera necesita asumir formas. En el fondo de su desesperación el niño sabe que sus padres están cerca y que son su única esperanza para salir de aquellos mares de espanto. Trata de gritar, pero sus gritos solo resuenan en el mundo del sueño y no alcanzan a oírse en la noche real. El pobre niño comprende que su única chance está en el despertar. Se juega la vida entonces marchando directamente hacia el centro del espanto, pues su experiencia le indica que en el centro de la tempestad está la vigilia o la muerte. Consigue agitar su respiración y le parece que un gemido, un débil y angustiado gemido ha conseguido escapar hacia la realidad. Junta casi todas sus fuerzas y persevera, casi loco de pavor y de angustia. Por fin consigue un grito casi sobrehumano y un instante antes de morir se despierta.
Enseguida el niño comprueba que ha sucedido algo mucho más terrible que los fantasmas sin forma que venían atormentándolo: en un instante, su vida ha transcurrido en su casi totalidad. Sus padres están muertos hace mucho. La casa es otra. Nadie escucha su llanto.

La condición humana es trágica y, evidentemente, ya han advertido que “Notas al pie” no es un libro muy gracioso…

Tiene un poco de cada condimento, como tus otros libros. En relación a los niños, recordaba a otro de nuestro entrevistados, Carlos Skliar. Él dice que la niñez es una, pero la infancia se puede reeditar en muchos momentos. Algo así como un apostar de vuelta.

Puede ser, en cuanto a ese insistir de la infancia, a mí me interesa lo que podríamos llamar el ‘peterpanismo’. En realidad, la apuesta de Peter Pan es la de quien resuelve seguir jugando en secreto. Terminó la época de los juegos, pero él decide jugar secretamente. Es el hecho más aproximado a una rebelión niña que yo haya escuchado. El mundo de los adultos tiene una gran vecindad con el mundo burgués, uno se lo imagina como la entrada a una existencia reglada. Cuando yo era chico, oía hablar a los adultos y percibía -hasta en la musicalidad de ese modo de decir- algo falso, algo que no era natural. Lo puedo ejemplificar con frases contantes y sonantes como: “¿Y por su casa?”. Yo escuchaba y me preguntaba, qué significará eso. “Serán dados”, otro ejemplo. ¿Por qué los adultos intercambiaban esas frases, que en las conversaciones que uno mantiene habitualmente con su gente no surgen? Y, como les decía antes, no solo las palabras, sino la entonación era evidentemente anti natural. Mi abuela no entonaba así con quienes la visitaban. Ya de chico me parecía que entrar en el mundo de los mayores era patético, no había ningún motivo para apresurarse a convertirse en eso. Creo haber escrito algo acerca de que yo detestaba a los niños prodigio porque no tenía sentido esa urgencia por convertirse en un canalla. Esas fórmulas vacías del habla evidencian aún más su falsedad, a la hora de expresar sentimientos.

William Turner, Goldau

 

EL ESPEJO, UN POROTO

Es cierto que todos masticamos imágenes, información y virtualidad, pero cada uno de nosotros mastica su pequeña vida por separado. De modo que quizá el momento de cansancio, de melancolía o de estupor pasajero, el momento de ausencia de una proyección de futuro o de rechazo a pensar en ella, es sólo un momento de respiro. Quizá la velocidad ha fatigado el corazón inadaptado del mundo. El corazón del mundo es muy viejo, la velocidad es nueva y joven, no tiene más de unos cuantos cientos de años. Tal vez ahí precisamente reside la respuesta a la actual desgana global, pues si la humanidad en este instante ni siquiera sabe cuáles serán las condiciones para circular en el siguiente milenio, si ignora si se irá en bici, como advierten los futuristas, o en cohetes individuales, como anuncian los menos preocupados, ¿cómo va a saber nada más?”
“No hay nadie en casa”, Dubravka Ugrešić

Ya que hablamos de expresiones vacías, además de las modalidades burguesas de intercambio, hoy vivimos en la simplificación y el empobrecimiento de sentido instalado por el lenguaje tecnológico. Eso se manifiesta, por ejemplo, en la cantidad de siglas que mucha gente utilizar al hablar.

Es cierto, hay gente que habla todo el tiempo con siglas, y yo me las confundo. Están para confundir y muchos las usan como un código cerrado, que solo es útil en su propio mundo. Por ejemplo, a veces, en el programa de radio, nos piden una canción para ‘El trio sin nombre’, pero escriben: “una canción para el TSN”. Y yo leo y me digo, ¿qué mierda será esto?, ¡puede ser hasta una enfermedad cerebral! El mundo de la tecnología comunicacional es otra pesadilla.

No hay nada en tus textos que remita a ese lenguaje tecnológico….

Fire in hand

No, no hay nada, es un poco a propósito. No es que yo quiera renunciar a la tecnología, pero cuando escribo, prescindo de todo eso. Mi amigo José Luis Lanao vive en España. Él es un ex jugador del Seleccionado juvenil argentino, que ganó el Mundial en 1979, donde también jugaba Maradona. José Luis se lesionó muy tempranamente pero, por fortuna, se dedicó a la filosofía y al pensamiento. Ahora suele escribir notas en Pagina 12, y su tema obsesivo es la hipercomunicación, cómo lograr que no te manipulen. Él escribe con gran lucidez y con una prosa muy rica, muy poética, que contrasta claramente con lo que describe.

Ahora que tocas el tema de la manipulación, recuerdo tus referencias al “espejo que anda mal” y nos devuelve, malintencionadamente, una imagen que no es real.

El espejo que anda mal es una metáfora de una comunidad periodística que miente, que inventa noticias. Pero esto es mucho peor, hablamos de una situación que, desde su misma invención, es perversa. Que te digan cuántas palabras tenés que usar, ya es decirte cómo debe ser tu discurso. E incluso. si tu discurso se opone conceptualmente a esa hiperconectividad, también es absorbido y aprovechado a favor de los intereses de quienes nos manipulan. Es siniestro.

El filósofo Bifo Berardi decía que la batalla hoy día es entre humanos y no humanos. Y en se mismo sentido trabaja el filósofo Miguel Benasayag. El proyecto no humano o “transhumano” propone que estamos hechos de partes extensivas que pueden volverse más duraderas y eficientes hasta, incluso, lograr la inmortalidad. En medio de una pandemia, que ya deja un tendal de muertos, ellos venden la inmortalidad y encuentran muchos compradores. En este debate se discute qué tipo de relación tendremos con lo tecnológico. En ese sentido, hace mucho que vos hablas sobre nuestra pertenencia a un mecanismo que no comprendemos. ¿Cuál sería el punto de fuga?

“Somos engranajes de una maquinaria que no sabemos para qué sirve”. La búsqueda consiste en encontrar los puntos de fuga. Pero la mayoría de los túneles para huir, como en los buenos cuentos, son trampas que nos hacen quedar aun más presos, nos conducen allí de donde creíamos escapar. Como estructura de cuento, es muy noble, pero ahora esto sucede en la realidad. Sin embargo, yo creo que todo lo que involucre al pensamiento creativo es una manera de escapar verdaderamente. Las artes y el amor son las buenas noticias del universo, ambas te hacen huir de un dominio que ya ni siquiera tiene nombres. El dominio Se produce, en apariencia, sin que nadie lo decida. Los capitalistas del siglo XIX -Morgan, Ford- probablemente eran canallas, pero también se comportaban de modo astuto. Y, en su malevolencia, sabían que algo había que ceder, y en algún momento desaceleraban. Ford, quizás el peor de todos, empezó a pagarle más a sus obreros porque comprendía que, si no aflojaba un cacho, todo el sistema que lo sostenía iba a tambalear. Carnegie, fundador de los Carnegie Hall, tenía pruritos morales. Entonces fundaba teatros y los obsequiaba, donaba órganos a las iglesias. Es decir, se convirtió en un filántropo, aunque no sé si esto alcanzó para pagar su redención. Pero Carnegie comprendía que había un sostén humano sin el cual el capitalismo también podía ser destruido. En todos esos canallas había un dejo de humanismo. Eso, ahora, no sucede, ni siquiera podrían, no encontrarían resquicios por donde colar un mínimo de humanidad.

William Turner

 

EL MECANO IMPOSIBLE

“Pero insisto en caminar, /y me voy /disputándole al pánico /mi suerte. /Me voy parpadeando la oscuridad. Apretado /en la incertidumbre /de que me toque amanecer. Los pajarracos grises que anidan los techos /
ni siquiera saben recibir al día”.
José Vicente Anaya, poeta mexicano

Si el arte es un punto de fuga, ¿por qué te quejas tanto del proceso creativo en la escritura?

Porque a mí me cuesta mucho. Me enojo conmigo. Cuando era chico jugaba con un mecano. Y, en determinado momento, mi madre me prohibió que jugara. En especial, cuando había gente, porque yo empezaba a las puteadas contra los tornillos y el resto de las piezas. Con la literatura me pasa lo mismo, lo hago con mucho amor y con mucho disfrute… posterior. Ah, mirá qué bien salió esto, me digo. Sin embargo, mientras lo estoy haciendo, pienso que está mal. A veces, descubro por qué y muchas otras, seguramente no.

¿Por qué el supuesto error lo vivís de modo tan padeciente? Se supone que el error es el desvío, lo que nos permite encontrar algo…

Claude Monet

¡Ay, el error! Yo tomo esto del padecimiento como un problema estructural de mi personalidad, ya que nunca logra disfrutar enteramente de las buenas cosas que me pasan. A su vez, ya lo decía Byron, el dolor es más fuerte que la felicidad. El recuerdo de un padecimiento es triste y el recuerdo de algo bueno también es triste porque ya pasó. De manera que siempre es más poderosa la tristeza que la felicidad. En mi caso, de un modo que debiera contemplar terapéuticamente. Con poca cosa mala que me suceda, ya me arruino el festín. Pero el mundo es trágico, ¿cómo puede ser uno feliz al ver cómo sufre el tipo de al lado? Es la vieja historia de los bienaventurados que se asoman al infierno y, al contemplar cómo sufren los réprobos, se ponen felices. ¡Qué clase de hijo de puta es ese bienaventurado! Estar más con los que van al infierno que con los que van al cielo es una elección moral, política, pero también personal. Esa elección termina por impedirte cualquier clase de felicidad completa y carnavalesca.

El tema de este número es la alegría, pero la pensamos como un disponer de la potencia, no como un estar contento. Algo parecido a esa experiencia que vos decís que te sucede al escribir o al componer música….

No tanto al componer música, ahí siento más la pesadumbre de no haberme preparado bien, que es otra cosa. Pero tocar el piano es siempre venturoso. Vos estás componiendo y, mientras tanto, tocás, oís melodías. En cambio, cuando escribís no oís nada, estás solo, no hay ninguna pequeña recompensa. La música implica de por sí un halago inmediato a los sentidos, pero la escritura, no. Aparte, la pesadumbre no es por la palabra, es la sensación abrumadora de que la tarea que viene es imposible de realizar. Uno piensa, bueno, hoy voy a escribir. A las dos horas, hay diez líneas, y un libro tiene- por ejemplo- 500 páginas. Al final de la tarde mirás cuánto escribiste y te decís que completar el texto no puede ser algo posible.

Eso es una especie de melancolía de futuro, es no poder estar donde se está.

Así es, ese soy yo, encantado, un gusto en conocerlos. Uno está inclinado hacia el futuro, el cuerpo se prepara en esa dirección. La melancolía es peor todavía, uno va para atrás. El estar siempre volando y preparado para lo que viene tiene su costado patológico. Lo dijo Discépolo: “si yo pudiera como ayer querer sin presentir”. ¿Qué es presentir? Y… la ves venir y decís, me va a dejar. Y la mina todavía no te saludó.

¿Entonces nunca podemos estar donde estamos?

Podemos, claro, de a ratos. El amor es una buena manera de estar donde uno está, porque solo ocurre en el presente, que es lo único que hay. Cuando me preguntan si creo que todo pasado fue mejor, contesto contundentemente que no. Al contrario, fue peor. Sucede que, como la vida es ir perdiendo cosas que se caen de una bolsa agujerada, lo que uno extraña son las cosas y los seres perdidos: tu papá, tu mamá, tu abuelo, el niño que uno era. Pero, de ahí a pensar que aquel tiempo era mejor, no. Tengo un amigo que escribió un tango llamado ‘Mi barrio es una mierda’. Esa es mi visión del pasado, yo no tuve una infancia de carencias y sufrimientos, pero el mundo era una mierda, la gente se moría de cualquier enfermedad, todo era más chato, más pobre. No había radio, casi nadie accedía a escuchar una orquesta. Ahora es más fácil. Claro, que interese es otra cosa, pero está ahí. En el teatro del Noh, los actores llevan la iluminación en la mano, y yo creo que así hay que llevar el farol en la vida. Hay gente que pone el farol, por ejemplo, en 1970. Desde tan lejos, el farol algo te ilumina, pero está lejos, son todas sombras largas, está mal puesto. Tenés que iluminar por donde vas caminando.

Los yaganes llevaban el fuego en la canoa…

Sí, señor, así navegaban aquellos indios de los canales. El reverendo Bridges hizo un diccionario que tenía casi 40.000 términos. El idioma yagán es riquísimo, pero no es analítico. Es decir, no va de lo general a lo particular, no hay genéricos, tan solo singulares. Por ejemplo, no existe la palabra árbol, pero existen pino y casuarina. Y es cierto, esos tipos llevaban el fuego en la canoa, qué bien, con el presente a mano.

Wassily Kandinsky

 

CONSPIRACIONES DE LA BRUMA

“Debemos comunicar ya mismo que hay quienes conspiran y trabajan en la sombra para evitar que el Libro alcance su plenitud. (…) Estos enemigos sombríos han destruido capítulos enteros, pero también han falsificado, han tachado, han agregado incisos perversos y han hecho burla de revelaciones solemnes con supuestas refutaciones escritas en los márgenes.”
“El libro del fantasma”, Alejandro Dolina

El farol va en la mano, pero en tus textos ese presente está muy impregnado de quienes faltan, de los ausentes, de restos.

Los ausentes están acá, ahora mismo. Al escribir, convertimos pasado en material artístico presente. Eso sirve para emocionarte en el momento que lo leés. Es decir, está impregnado de pasado, y destinado a tipos que lo van a leer tanto ahora como más adelante.

Hay, en casi todos tus libros, una especie de cartoneo, de recoger lo inconcluso, de proponer finales sin principios, de rescatar fragmentos que no necesitan completarse con nada.

Esa es también una búsqueda de sentido, un final es un final en sí mismo, no le falta nada. Así son casi todas las cosas. Los muertos no se mueren después de un discurso, un día se caen redondos mientras miran la televisión y no hay más, no hay literatura.

Vemos dos figuras muy borgeanas en tus textos: las conspiraciones y las traiciones. Siempre pensé que tus conspiraciones eran juegos narrativos para cruzar personajes. Se dá en tu último libro, pero también en Crónicas del ángel y en “El libro del fantasma”.

Las notas al pie son la gran conspiración. Si me interrogas sobre la conspiración en sí misma, diría que no soy conspiracionista. Pero yendo al texto, todas las relaciones son conspirativas: la madre engaña a su hijo, lo disimula, y la situación más que trágica resulta graciosa. La mujer le anuncia al tipo que es su madre. como quien dice ‘soy el director de cultura de Morón’.

Graciosa y trágica, en nuestra memoria de lectores, se impregna la última nota al pie, pero no el último cuento, señal de que el golpe de estado triunfó plenamente…

Eduardo Stupia

Hay un último cuento, ‘Un artista malvado’, que está ahí porque ese artista escribe la frase que cierra el libro “escribir para redimirse, leer para perdonar”. Y es así. La lectura ensancha los horizontes. Y, si es que nos hace más sabios, es de esperar que nos haga también un poco más tolerantes. Por su parte, la escritura es un trabajo que uno hace para otros, en ese sentido tiene algo de redención, de confesión.

 

GENEALOGÍA DEL HASTÍO

“Vestido de punta en blanco, /listo para tomar el barco, /listo para el olvido, /mustio como la última gota de vino /que crece como las semillas.”
“Lo de siempre”, Ricardo Zelarrayán

Algo que aparece expresado de diferentes formas en los distintos libros es la idea de que “nadie es nadie”. En “Notas al pie” le preguntan a un chico “qué querés ser cuando seas grande”. Y contesta: “no quiero ser grande, lo que quiero ser lo quiero ahora, a mí me parece que nadie es nadie.” Cuestión interesante, en una sociedad donde todos están diseñándose y queriendo parecer algo.

Es que se diseñan porque finalmente no son nadie. Esto lo creo de un modo directo, no filosófico. Yo he visto personas preocupadas por tener una preferencia en cada sector del universo. Entonces, tienen un color preferido, un libro preferido, una canción. Y yo no estoy tan seguro de estar tan terminado. También está el discurso burgués, que suele comenzar con una autodefinción, “yo soy una persona que…”, “mi experiencia me dice que…”. Esa gente tiene el fuego en otro lado.

También en lo estético se intenta aparentar ser otro, verse como se debería para lograr ser deseado, para estar en el área de “los mirados”.

Pero eso tiene un propósito que, al menos, puede ser explicado: se busca agradar de acuerdo con las preferencias de cada uno. Pero el tipo que dice: “Mire, al pollo yo no se lo toco”, o “en mi barrio no saludo a nadie”. ¡A mí qué me importa! Y, sin embargo, el hombre se jacta de una información que cree importante. La mayoría de las afirmaciones que hace la gente acerca de si misma merecen la respuesta “a mí que me importa”. Si un tipo me dice que va a armar una revolución mundial, está menos loco que el que te dice que no toca el pollo. A lo mejor, el primero logra que te inscribas en esa revolución. Tiene un sentido.

Lo que decís me recuerda a un fragmento de “Notas al pie” “Morozov nunca contó a qué hora escribía, en qué silla se sentaba, qué interrupciones le resultaban más molestas o qué objetos personales le gustaba tener cerca. Y no contó nada de ésto porque tales minucias le importaban un bledo”.

Emilio Fatuzzo

Claro, ¡a quién le puede importar eso! Morozov nunca decía en qué silla se sentaba porque, en realidad, se sentaba en cualquier lugar, no le importaba. Las personas que se definen con estos detalles tienen una idea tal elevada de sí mismos, que se la pasan cumpliendo premisas que ellos mismo han inventado y valorado como importantes. Por ejemplo: un tipo, mientras frunce el ceño, dice “soy antipático”. Después, sale a la calle y no saluda. Así cumple con su construcción de sí. La verdad es que uno no “es”, un día estás de buen humor, otro día no, deviene

La niebla…

Pero, claro, esa es la niebla. Deberíamos ser un poco más dóciles ante el destino, incluso, ante las alegrías del destino. ¿Por qué no somos dóciles ante el deseo? Aparece el deseo y uno empieza: no, la verdad es que no me conviene esa mina o ese tipo, por tal o cual cosa…

¿No es llamativo que, en un mundo donde está todo armado para el deber, uno tenga culpa y miedo cuando el deseo abre pequeñas opciones?

Yo no digo que no haya una mínima organización y es cierto que hay que renunciar a ciertas libertades porque formamos parte de una sociedad. Pero que estemos todo el tiempo cumpliendo más rituales absurdos que los sacrificios humanos produce una sensación de hastío, que sería como el final de todo.

El hastío podría ser, como el olvido, la puerta a lo que sigue…

Son del mismo material, el hastío es también dar vuelta la página, ambos nos facilitan lo que viene. Nos alivian la mochila, digo yo, que vengo cargado con piedras del pasado y del futuro.

 

UN BUCLE EN EL OJO DEL CRISTAL

“El futuro es la sombra del pasado /en los rojos rescoldos de un fuego /
venido de lejos, /no se sabe de dónde
”.
Cristina Peri Rossi

Damos un giro y nos vamos a una frase referente al futbol. Vos has dicho que los amigos son los que te pasan la pelota bien, los que te la dan al pie. Cambiando de territorio, ¿cómo sería que tus amigos te la den al pie, en la vida?

Juan Doffo, Río de fuego

Está bien. Lo que yo dije como un chiste futbolístico, fuera del juego, se pone un poco más profundo. Yo creo que tus amigos son aquellos que te acompañan a buscar algo, a buscar incluso la gloria, si querés. Por eso, hoy, la mayoría de mis amigos se relacionan con mi hacer artístico, son también mis compañeros de trabajo. Por ejemplo, con los muchachos que vienen a tocar música a mi casa, nos miramos y nos sentimos cerca. La música produce esa sensación de cercanía. Y, por otro lado, conforme uno llega a la edad adecuada para advertirlo, uno ve cómo personas que tenían cierta tonicidad mental empiezan a reírse demasiado, como si estuvieran en otro estado de conciencia. Me fastidio mucho. Ese tipo que supo ser un cínico, un tipo que rastrea el desatino, ¡ahora se ríe de los chistes de la televisión! Esa clase de ancianidad que renuncia a la complejidad, a la lucha, me hace mal, me deprime. Y yo pienso: ¿no me pareceré a estos tipos? ¿Con qué cara me le presento a la mina que me interesa? ¿Me verá esta mina como un tipo que dice, por ejemplo, “antes, aquí no había nada”? Me mata ese discurso. No me importa si la persona con que trato es vieja o joven, es a los boludos a quienes no los puedo soportar. Y la vejez trae estas cosas que deterioran las amistades. Ya no tenemos intereses comunes.

Donde no hay un hacer en común cuesta el vínculo. Pero, donde hay un encuentro, se produce la alegría, que justamente es el tema de este número Anartista.

Claro, en el hacer juntos, no solo nos divertimos, a lo mejor también trabajamos juntos, a lo mejor soñamos juntos con la gloria. Esa es la alegría, nos abrazamos en el escenario, saludamos a la gente, sabemos que hemos estado más o menos bien. En ese momento, reconozco que ese tipo es mi amigo. Y con esto de la amistad, hago mención también a mis hijos. Desde luego que no soy amigo de ellos, pero sí trabajo y juego a la pelota en su compañía. Y discutimos fuertemente. Y hasta yo me hago amigo de las amistades de ellos y ellos, de las mías.

Si no hay un hacer común, es difícil seguir la relación con los hijos cuando ya son adultos…

¡Claro! ¿Cómo seguís? ¿Por compromiso? Yo tenía un buen hacer con mi padre y también, con mi madre. Mi madre era maestra, fue quien me inició en la lectura y en la escritura, hablábamos mucho de eso. Y mi viejo era cantor, no profesional, pero buenísimo. Los domingos él se demoraba en la cama y me decía, “vení, que voy a cantar unos tangos”. Se sabía todos los tangos. Yo para esa época tocaba un poco la guitarra y el acordeón, y lo seguía. Resulta de esto, y no de ninguna otra cosa, que yo tengo una erudición tanguera muy grande, que no condice ni siquiera con mis propios intereses. Lo escuchaba con placer y él, que nunca tuvo músicos que lo acompañasen, veía con más placer aún, que yo podía cumplir ese papel. Esto que cuento es quizás lo mejor que me ha ocurrido en mi vida.

De hecho, uno de los tangos que más te gusta cantar es uno que cantaba tu padre…

Sí, ‘Marionetas’, lo cantaba muy bien, con mucha precisión. Él era un hombre de números, contador, pero también era muy lector, sobre todo, de libros de divulgación, justamente lo que yo estoy leyendo en los últimos seis o siete años. Estoy seguro de no haber indagado antes en la ciencia porque era difícil. Tal vez me dediqué a las humanidades porque era más fácil para mí. Está claro que me gusta más la poesía que la hidráulica, pero también me parece un papelón no saber cómo funciona el timbre.

Hoy hay un cruce muy importante entre lo científico y lo filosófico.

Alejandro Dolina con El Anartista

Sí, claro. La verdadera razón es esa. Yo encontré escritores, como el barcelonés Jorge Wagensberg, un científico aficionado a las artes. Ha escrito muchos libros y, en casi todos, hay una reflexión acerca del lenguaje artístico y del lenguaje de la ciencia.

Ya que mencionaste a la poesía, ¿qué es lo poético para vos?

Lo poético es la niebla. Es esa visión que uno tiene del mundo distorsionada por la pena, por el tiempo, por el amor, por el ansia. Todas esas distorsiones son la condición humana. Por eso, de algún modo, todo poeta formula un juicio sobre la condición trágica de lo humano. Mi juicio es la niebla, esa lente rayada por nuestra condición, que no nos permite ver qué hay realmente, sino que apenas nos deja observar las cosas mediadas por nuestra miopía existencial.

 

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