Ausencias: sobre el despido y posterior muerte de la trabajadora estatal Amalia Chaparro.
Por Pablo Soprano.
TESTIGO DEFORME
Un instante. Tan sólo un instante y todo cambió para siempre. Amalia se zambulló a la avenida Las Heras aferrada fuertemente a su caja navideña ¿Cuántas veces habrá cruzado por ese lugar? Es prepotente el destino cuando se lo propone. Quizá en ese momento pensó en su hijo. En los regalos, en los retazos de felicidad con los que, de tanto en tanto, la vida nos premia. Detrás, el majestuoso y deforme testigo, la Biblioteca Nacional. Si habrá caminado ese territorio, si habrá subido o bajado sus angostas y caracoladas escaleras. Conocía las entrañas mismas de ese armatoste. “Amalia Chaparro, Proyecto Crónica, tercer subsuelo” rezaba su legajo, tal su escalafón.
ESE INSTANTE
Toda una vida como empleada pública, como trabajadora de la cultura, acostumbrada a la lucha gremial se disponía apenas a cruzar una calle. Algo que cualquiera puede hacer, aún una peleadora como ella. Cruzar una calle, una avenida. Jamás pudo. De la nada una moto la revoleó por el aire junto a su caja, a sus sueños. Revoleó su suerte como quien lanza una moneda sin cara ni seca. Sin importar cómo fuera a caer. De un golpe, esa moto le arrebató el derecho a ser feliz en vísperas de Navidad y preanunció lo por venir. Nada volvió a ser igual para Amalia. Terapia Intensiva no era lugar para pasar las fiestas. Sin embargo, allí estaba. Fueron seis meses y luego un año. Rehabilitación kinesiológica, le aconsejó el traumatólogo. Largo calvario atenuado por la solidaridad de sus compañeros, a su lado en todo momento e incondicionalmente.
La vida cacheteó muy temprano a Amalia, madre de un hijo con retraso madurativo. La viudez dejó la desoladora consecuencia de perder la casa propia. El dolor y la falta de dinero la instalaron a ella, a su propia madre y a su hijo en una pieza de Constitución. Por lo menos el trabajo ayudaba a sostener el penoso momento. Había un Estado para apuntalarla, para contenerla. Las arenas movedizas de la política y las malas decisiones colectivas decantaron en un sistema neoliberal e insolidario que ahondó las carencias. Con el nuevo gobierno llegaron otras autoridades en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Insensibles, sin el más mínimo conocimiento de la cultura, con manejo empresarial y un profundo resentimiento contra los y las laburantes del sector.
UNA PERSISTENCIA TRÁGICA
Hasta el año 2015, este ente estatal había cumplido una función básica en la difusión de programas de lectura, alfabetización, cursos de revisionismo histórico y de cinematografía, entre otros. Una verdadera renovación cultural y de avanzada sobrevolaba todos los estamentos de nuestra sociedad. La nueva dirección impuesta por el gobierno neoconservador de Mauricio Macri dio por terminado el ciclo anterior en la Biblioteca, paralizó las actividades hasta reducirlas a su mínima expresión, con eufemismos tales como “se hacía mucha ‘política’ “,“cuestión ideológica” y “gasto público”. En 2016 hubo una primera etapa de 300 despidos. El fusible, una vez más, los trabajadores. Esteban Latorre, de Higiene y Seguridad Laboral, recibió el telegrama mientras cumplía con una licencia médica. Afiliado de ATE, Latorre fue obligado a presentar toda clase de comprobantes para demostrar que había sido operado de un triple bypass. Así, luego de idas y venidas obtuvo su reincorporación. Debido a esta angustia, finalmente murió de un paro cardíaco cuando volvía a su casa en José C. Paz. En este contexto y, de forma simultánea, falleció la madre de Amalia. Así, su entorno familiar quedó muy comprometido. Aún de licencia médica y tal cual había ocurrido años atrás con su compañero laboral, ella fue incluida en una nueva tanda de despidos, dada a conocer en una lista el pasado 1° de mayo. Atroz ironía de las autoridades, justo en el día del Trabajador. Además, aplicaron jubilaciones anticipadas y persecuciones a candidatos a la Junta Interna de ATE. Este cúmulo de infortunios e iniquidades sumió a Amalia en una profunda depresión que la devolvió a terapia intensiva. Amalia falleció el lunes 20 de mayo de 2019.
MÁS ALLÁ DE LA VIDA Y DE LA MUERTE
Muchas y muchos de sus ex compañeros y de quienes aún forman parte de la planta de la Biblioteca Nacional han decidido no sólo mantener vigente la situación y el reclamo, sino también comprometerse a darle amparo a su hijo discapacitado pues, en estos momentos, no tiene cobertura social. Asumieron solidariamente el papel contenedor que el Estado debiera proveer a su población más vulnerable y, más aun, a quienes se desempeñan en él. A pesar de los infortunios, las desgracias, los despidos y los miedos -a los que ellos no escapan- han acompañado y acompañan a Amalia más allá de la vida, más allá de la muerte.
Si tan sólo uno pudiera volver el tiempo atrás y corregir esos instantes fatales donde todo cambia. Volver a la felicidad de los trabajadores, con la certeza de estar fuertes y bien parados, con las defensas altas para enfrentar a un vendaval trágico y personal si fuera a sobrevenir. Con la seguridad de lo previsible, a pesar de todo. Volver al rostro feliz de una mujer aferrada a su caja navideña, quizá, alejada de todo tipo de infortunios, con la mente puesta en la sonrisa de su hijo al abrir sus regalos. Cruzar una y mil avenidas sin temores, ni motos chocadoras conductoras de desdichas. Volver, al fin y al cabo, a un Estado protector, redistributivo e inclusivo. Porque ¿no es, acaso, la seguridad de la “vida hecha”, sin ambiciones, lo aspiracional en todo y toda laburante?
ANGOSTO SENDERO
Como un sendero que se angosta afectado por los accidentes del suelo, hasta perderse en la espesura de un bosque. Así se apagó Amalia Chaparro. Quedan sólo imágenes de muchas horas de trabajo, de luchas compartidas. Imágenes truncas por un instante irreversible. Florece entonces la solidaridad de los compañeros, sostén en las horas difíciles y futura protección para un hijo en el mayor de los desamparos. Aferrada a una caja llena de esperanzas, aquel momento devino en un camino bifurcado, sórdido hacia dolorosas geografías. Tercer subsuelo de una pesadilla neoliberal de la que no hay escalera caracolada por la cual subir, ni libro que indique cómo escapar.
Una vida cruza la calle, la suerte está echada.