Claroscuros: sobre los Beatles y sus letras.
Por Pablo Soprano
EL JARDÍN DE LOS PULPOS
Un bosque enmarañado, donde los límites se deshilachan y decantan hacia un hueco luminoso, nítido. En el diferencial del contraste mismo, tal vez, habite la poética de los Beatles. Como un álbum de espacios en blanco superpuestos a la oscuridad de un mar de cavidades, de agujeros, de vacío. Mar de tiempos y de monstruos, que navegan por quienes imaginan una canción venida del norte y los sumerge, los lleva, a todos juntos, a claroscuros impensados. Pues y, aun en el mayor de los contrastes, a lo mejor, todo lo que necesiten sea amor.
ALMA DE GOMA
Hombres de ningún lugar se preguntan qué ocurre, si hay alguien dispuesto a escuchar la historia de la chica que vino para quedarse. Aquella que, a pesar de la oscuridad, puede mirar a través de un cuerpo sin saber siquiera a dónde va. Quizá, a lugares enlazados a los recuerdos de toda una vida. O, al compás de viejos amantes y amigos ella abrace la espera de quien vuelve a casa pero jamás corre por su vida, ni esconde la cabeza en la arena, ni teme al futuro. Endurecerá la piel como madera noruega y estirará su alma de goma hasta alcanzar al pájaro que ha volado. Ese mismo que trajo la palabra de quien necesitó a alguien. Alguien a quien amar.
MAÑANA NUNCA SE SABE
Aquí, allá y en todas partes resuena la melodía del pájaro que ha volado y aún puede cantar. Le da la bienvenida a un día luminoso, cercado por la espesura de lo que nunca se sabe. En los contornos, el día se rompe, la mente duele y lo impensado toma forma, se corporiza y se entremezcla. Volver y revolver a la soledad de quienes se quedan a levantar el arroz después de un casamiento, de los que viven una ilusión y sólo tienen sueño. Todavía nos preguntamos a dónde pertenecen todos esos solitarios ¿Para qué? ¿Por quién? Para nadie.
BUEN DÍA, BUEN DÍA
No todo es caos en la mezcla de claros y oscuros, la cosa puede mejorar. Dentro y fuera nos cae la ficha del espacio que nos rodea. Sin embargo, una multitud comparte lo que no puede expresar y un día, un buen día en la vida, entre árboles de mandarina y cielos de mermelada, cubiertos de flores de celofán amarillas y verdes, lo inexpresado sale a borbotones. Y nada será igual, toman su pañuelo, giran silenciosamente la llave de la puerta trasera y son libres. Ellos se van de casa.
BLANCO SOBRE BLANCO
Si miramos bien, el blanco tiene matices. Sobre un plano en blanco, letras en relieve rompen la uniformidad. Poco sabemos más allá de los bordes de ese plano pero, de algún lado y como manchones, han salido unos pájaros negros que cantan al morir la noche. Ellos anuncian el momento de ser libres, a troche y moche, aunque con cautela, con una querida prudencia, como buenos hijos de la madre naturaleza. Ya nada será igual mientras una guitarra llora suavemente y, con su tristeza, invade al blanco que, de a poco, ve disolverse sus contornos en revoluciones irreversibles. Porque todos tienen algo que ocultar. Sin excepciones. Y la felicidad ataca, ahora cual fusil caliente, que penetra en la blancura cansada, manchada. Como si hubiera pasado mucho, mucho, mucho tiempo.
EN FILA POR LA CALLE
Cuatro siluetas cruzan un río de cemento. A la mitad, sobre un puente cebrado ha de ganarse la orilla. Van juntos y el rey sol cae de perfil y ahí llega, se posa sobre la copa de los árboles en las márgenes. Un escarabajo les da la espalda, ladeado. No cargan ningún peso, hay liviandad en el andar, algo en la manera de moverse que atrae, atrapa e incita a saber que habrá más allá de los límites, a través de un universo invisible de cuerpos exteriores, de sueños dorados. Y el río es, a fin de cuentas, un largo y sinuoso camino hacia su majestad, el fin.
Así sea.