enis Mukwege, en su hospital, en julio de 2016 (Xavier Aldekoa)

Claroscuros: sobre el médico Denis Mukengere Mukwege, de República Democrática de El Congo. Premio Nobel de la Paz 2018.
Por Noemí Pomi

 

VALE TODO

Hay lapsos de tiempo que marcan a los pueblos en diferentes formas. Así resultó aquel 1955. Mientras en nuestro país se tomaban las armas en contra de un gobierno constitucional, lejos, muy lejos, crecían distintos movimientos libertarios. Cuando las sombras invadían a la Argentina, África buscabala luz. Por aquel tiempo, el Congo Belga paría el Movimiento Nacional Congoleño y, con él, asomaba el liderazgo de Patrice Lumumba. En ese comienzo, los intereses en pugna y la falta de diálogo dieron lugar al sonido de las armas, cuyos ecos se mantuvieron durante años. Sabido es, cuando la guerra ciega los sentidos, vale todo. Por otra parte, desde los albores de la humanidad, guerrear es una constante. Y en casi todas las guerras estuvo presente la violencia sexual. La RDC no ha sido la excepción. Transcurrieron demasiados años y padecimientos hasta la Resolución 1820 (junio de 2008) del Consejo de Seguridad de la ONU, que señalaba: «la violación y otras formas de violencia sexual pueden constituir crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad o un acto constitutivo con respecto al genocidio». Fue la primera vez en que se reconocía la violencia sexual como táctica de guerra, cuando se utiliza de forma sistemática para lograr fines militares y políticos; cuando se recurre a ella de manera oportunista, por motivos culturales o al escudarse en la impunidad. La resolución identifica la violencia sexual como amenaza para la paz y la seguridad internacionales. Además, reconoce que esos actos «pueden agudizar las situaciones de conflicto armado y constituir un impedimento para el restablecimiento de la paz y la seguridad.»

Esta guerra no tiene parangón en la historia de África. Los hechos más dramáticos alcanzaron su punto álgido durante la pasada década, a raíz de la contienda bélica que aceleró el colapso económico y político del país desde 1981. Sin embargo, las tensiones internas persisten hoy de manera recurrente al este del país, en especial, en las Provincias de los Kivus (Kivu Norte y Kivu Sur) y en la antigua Provincia Oriental (actualmente Kasai, Bajo-Uélé y Alto-Uélé).

[button-blue url=»#» target=»_self»]»La primera persona que atendimos en este hospital fue víctima de violencia sexual. Había sido violada por varias personas y, luego de violarla, le dispararon.»                                                                      Denis Mukwege[/button-blue]

[button-blue url=»#» target=»_self»]»Durante el ataque, asesinaron a 33 pacientes en sus camas y mucho de nuestro personal también murió (…). Cada vez que hablo de lo que ocurrió aquí, la imagen de esas mujeres regresa.»             Denis Mukwege [/button-blue]

En aquel ya lejano y radiante primero de marzo de 1955, en Bukavu, nacía el tercero de nueve hijos de un ministro pentecostal y su esposa. Lo llamaron Denis Mukengere Mukwege, un futuro doctor que se apasionó por la pediatría. Inquieto, curioso, tal vez, al visitar a los niños de las aldeas junto a su padre, el contacto con la realidad desarrolló en él una gran sensibilidad. Observador, buen alumno, realizó sus estudios primarios y secundarios en Bukavu. Si bien en un principio fue a la Facultad Politécnica de la Universidad de Kinshasa, sus pasos luego rumbearon a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buyumburade, de donde egresó con una tesis sobre la vacunación de los recién nacidos contra la hepatitis B. Sin dudas, por aquel entonces su orientación era eminentemente pediátrica.
Sin embargo, no estaba todo dicho, la obtención de una beca de la Misión Pentecostal de Suecia cambió su especialidad por ginecología, en la Universidad de Angers, Francia. Su torrente sanguíneo africano le señaló el camino. Entonces fundó la asociación Esther Solidarité France-Kivu para ayudar a su región de origen.

Jakob Jordaens, Meleager and Atalanta, óleo sobre tela.
Jakob Jordaens, Meleager and Atalanta, óleo sobre tela.

 

LA MALDICIÓN DE LOS RECURSOS

En la República Democrática del Congo se cumple la paradoja de la abundancia junto a la maldición de los recursos. El país es el segundo mayor productor de diamantes y también posee reservas significativas de minerales estratégicos, como oro y coltán. La República Democrática de Congo posee el 80% de las reservas mundiales de este nuevo ‘oro negro’. No obstante, sus niveles de crecimiento lo señalan como uno de los países con menor renta per cápita y desarrollo humano del mundo. Sabido es, en medio de tantas riquezas, las apetencias se desatan y el conflicto armado suele aparecer. Así, la RDC ha sufrido décadas de luchas, con la intervención de numerosos grupos armados en pugna por controlar los ricos yacimientos de oro y minerales preciosos de la región. El “oro negro”, tan codiciado por los occidentales, financia un baño de sangre en el corazón de África. Más de 120 grupos armados lucran con la extracción ilegal de coltán para comprar armas y perpetrar masacres masivas contra poblaciones civiles. De paso, violan indiscriminadamente a mujeres y niñas y secuestran a niños para convertirlos en máquinas de matar. Algunas de las compañías que compran el “oro negro” y que, por lo tanto, se benefician de este tipo de conflictos son: Nintendo, Samsung, Apple, Sharp, Canon, Sony, Toshiba, HTC, Nikon, LG, IBM y Lenovo, entre otras. Parecería que nadie quiere la terminación del conflicto. ¿Financiarán estas multinacionales las milicias para mantenerse en las minas y saquear el Congo? Si bien es poco probable que exista un firme interés en llegar a determinar el financiamiento de los rebeldes, a la fecha, una afirmación es posible: hay millones de congoleños muertos y nadie habla de genocidio. Entre tanto, el pueblo padece. Prueba de ello, un ataque incalificable de los grupos rebeldes, que precedió a la Primera Guerra del Congo, destruyó completamente al hospital de Lemera, donde trabajaba el Dr. Mukwege. Él comenzó a advertir un nuevo nivel de violencia sexual extremadamente cruel, al este de la RDC. Empezó a ver pacientes cuya vagina y recto habían sido enteramente destruidos con cuchillos u otros objetos. Y eso fue sólo su primer shock. En los días que siguieron, el ingreso de mujeres en las mismas condiciones se convirtió en una rutina. El obstetra, devastado por la violencia, decidió emprender el camino a la ciudad de Bukavu, donde fundó el Hospital de Panzi y se especializó en cirugía ginecológica reconstructiva.

     Armando Villegas, Armando Villegas “No hay vacíos, todo está tejido de sueños y sorpresas”.
Armando Villegas, Armando Villegas “No hay vacíos, todo           está tejido de sueños y sorpresas”.

 

EL SÓTANO DE LA HISTORIA

En la RDC las disposiciones legales y las normas existentes limitan el acceso de la mujer a la tierra y a otros tipos de propiedad. La marginación femenina pareciera provenir del fondo de su historia, ninguna mujer puede firmar documento alguno sin la venia de su marido. Tampoco la sociedad pareciera condenar la magnitud del daño físico y psíquico generado por las violaciones comunes. Para colmo de males, también la violencia sexual se ha convertido en un arma de guerra de las milicias.

 

Continente Africano, República   Democrática del Congo

ROMPER LAZOS

A menudo, las mujeres son violadas frente a sus maridos y a sus hijos. La planificación funciona como un engranaje bien aceitado, pues crea un sentimiento humillante para esos hombres, quienes abandonan a sus esposas. El peso de toda la culpa, ¿sobre quién recae? Sí, sobre la víctima. Es la destrucción total de la familia y de la comunidad.

“No aceptes/No./No aceptes lo habitual como cosa natural./Porque en tiempos de desorden/de confusión organizada/de humanidad deshumanizada/nada debe parecer natural./Nada debe parecer imposible de cambiar.”                          Bertolt Brecht

 

CRIATURAS DEL FUEGO

Las congoleñas heridas cuentan con un refugio, el hospital Panzi de Bukavu, donde les cuidan cuerpo y alma. Allí, las mujeres que han sido abusadas, a veces, llegan con hijos producto de violaciones. En 2011, al darse cuenta de la magnitud del desastre, el médico -junto con las activistas por los derechos de las mujeres, Eve Ensler y Christine Schuler-Deschryver-, fundó “Ciudad de la alegría”, un centro que ampara a las víctimas de violencia de género. Ese centro cuenta con ayuda de otras mujeres que construyeron el lugar con sus propias manos, cuidan de sus niños, de las compañeras lastimadas, les cocinan, las protegen y les dan espacio para sanarse. La «Ciudad de la Alegría» brinda hogar a estas mujeres solo por 6 meses, porque luego ellas deben salir al mundo y ser líderes que impulsen el cambio, para que otras no sufran su experiencia. Quienes están a cargo les enseñan a las ingresadas sus derechos, a hablar inglés, técnicas de defensa personal, las hacen participar en terapias grupales, les ofrecen clases de agricultura y de otros oficios, para que puedan valerse por sí mismas. Con el tiempo las mujeres adoptan la actitud de los girasoles, siempre van en busca del sol. Allí, ellas recuperan su sonrisa, las ganas de vivir y su dignidad. Han copiado a la naturaleza. Cuando el sol no brilla, componen unas con otras.

Vincent van Gogh, Los girasoles, TécnicaÓleo sobre lienzo, 1888
Vincent van Gogh, Los girasoles, Técnica Óleo sobre lienzo, 1888.

Así, las congoleñas -como criaturas de fuego, capaces de elevarse majestuosamente desde sus cenizas-, también corporizan esa potencia para renovarse en seres mucho más fuertes, valientes y luminosos.

 

Emma Krenzer, Emma Emma Krenzer, “Denuncia el abuso sexual a través del arte”
Emma Krenzer, “Denuncia el abuso sexual a través del arte”.

EL AMOR FUE MÁS FUERTE

Sensible y atento a la realidad que lo circunda, el Dr. Mukwege ha atendido a más de 40 mil mujeres. Él y su equipo operan a tantas como sea posible cada día. Su discurso en las Naciones Unidas, condenaba las violaciones en masa y la impunidad en la República Democrática del Congo, con críticas al gobierno y también a otros países por no detener lo que calificó como «una guerra injusta que utiliza la violencia contra las mujeres y la violación como estrategia de guerra”. Dichas observaciones al gobierno y a la impunidad de los culpables le generaron muchos enemigos y sobrevivió a varios intentos de asesinato. Entonces, en busca de seguridad, se exilió en Europa. Fue cuando el Hospital Panzi informó que, tras su ausencia, sufrió un «efecto devastador» en sus operaciones diarias tras su ausencia. El amor a sus pacientes pudo más. A los pocos meses su regreso a Bukavu fue recibido por una gran parte de la población con bienvenidas durante la larga distancia, desde el aeropuerto de Kavumu al hospital.

 

CON LOS HOMBRES ADENTRO

[button-blue url=»#» target=»_self»] «¿Dónde están los hombres en esta cuestión? No podemos resolver este problema si los hombres no se levantan. Deben ponerse de pie y decirles a los hombres que violan: No aceptamos esto. Si usted no viola, pero se mantiene callado acerca de las violaciones, significa que usted las acepta.” Denis Mukwege[/button-blue]

Si bien el trabajo ayuda a las víctimas, Mukwege no puede evitar nuevos actos de violencia. Entonces el Dr. viaja por el mundo y da innumerables entrevistas para alertar a la comunidad internacional acerca de los horrores del conflicto en el este de la RDC.

En el 2018, el Dr. Denis Mukwege recibe el Premio Nobel de la Paz, compartido con Nadia Murad, una activista iraní que lucha por terminar con la violación como arma de guerra.

[button-blue url=»#» target=»_self»]»Acepto este premio por vosotras. Esto demuestra que ya habéis sido reconocidas. Este premio no tendría sentido si no admitiera la lucha de la mujer.» Denis Mukwege[/button-blue]

Acaso, el Dr. Mukwege tuvo ante sí la posibilidad de una vida segura y cómoda en Europa. No obstante, decidió regresar al Congo en medio de la guerra. Él es un faro de luz, las amenazas de los grupos armados por denunciar la violación no detienen a quien optó por sacar de las sombras a las mujeres congoleñas. Su existencia es una lucha permanente por la supervivencia de sus pacientes. Mukwege solo puede reconocerse en cada vida recuperada. Por ello, en todo foro internacional donde participa, las congoleñas y su dolorosa condición, están presentes. Bajo luces más intensas que las de sus quirófanos, describe con precisión quirúrgica la situación, no solo de las mujeres de su país, sino también de las causas que las generan. Él concibe la vida desde un profundo sentido de la ética, la justicia y la responsabilidad.

 


“RETAZOS
Filos de noches rebanadas en gotas de sal
trozos horneados en cintura cósmica
oscuridad en verdes de ilusión acuchillada,

vendaval en cuencos,
aullidos,
mineral tembloroso de latidos rotos,
grito remado hacia el mar
        faro estallado
                            en retazos de luz”.       Noemí Pomi


1 Comentario

  1. Me conmovió profundamente ésta historia, las mujeres han sido mutiladas físicas, espiritual y moralmente en todas las épocas, en todas las culturas. Ojalá muchos lean ésta nota altamente recomendable. Felicitaciones Noemi Pomi!

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