La decisión: sobre la guerra civil española.
Por Isabel D’Amico

 

 

QUIÉN DICE QUE TODO ESTÁ PERDIDO

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El Guernica de Picasso, versión en colores

 

17 de septiembre de 2019, abro una de las páginas del diario, en la sección «El mundo» y leo: murió Ascensión Mendieta, víctima del franquismo. Recordaba muy bien aquel nombre. En 2013, ella había llegado a Buenos Aires con 88 años para prestar declaración ante la jueza Servini, con el único objetivo de recuperar los restos de su padre. Vino con otros compatriotas, en representación de 235 querellantes en Argentina, por los muertos de la guerra civil española durante el gobierno de Franco.

 

CHALL DEL OLVIDO

La guerra civil española tejió -en el clásico entramado humano de odio y miedo, traición y venganza, verdades y mentiras, justicias e injusticias- un extenso chall, que comenzó a entrechocar sus agujas en 1936 -tras el fracaso parcial de un golpe de Estado- y concluyó en 1939, con el último parte de guerra firmado por Francisco Franco, con su victoria. Una larga “victoria”, ya que la dictadura de Franco acompañó a España hasta 1975, año de su muerte.

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El Guernica de Picasso, retazo

 

«Una guerra civil no es una guerra, sino una enfermedad”, escribió Antoine de Saint-Exupéry. El enemigo es interior. Lucha uno casi contra sí mismo. Y, en ese combate, sin embargo, la angustia que sobrevino para muchos tras la derrota republicana alimentó, aún más, la sed de venganza del general Franco hacia los vencidos (1).

 

VENDAR LA HISTORIA

Sucede que la amnistía en España cosió las bocas y asfixió las voces del dolor.

Las penas escarbaron en el mundo por justicia y allí estaba la Argentina, con unos pañuelos y una comisión que dispuso investigar las planificadas y reiteradas violaciones a los derechos humanos, cometidas durante su propia dictadura militar. Hubo intentos de promover el olvido, pero los pañuelos blancos armaron una valla de memoria infranqueable.

Así, en 2010, los familiares de las víctimas de una de las etapas más oscuras de la historia española vieron, bajo nuestro cielo celeste y blanco y después de más de treinta y cinco años, la oportunidad de exhalar su ahogo en nuestros organismos de justicia.

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DE ESO NO SE HABLA

La ley de Amnistía (Ley 46/1977) fue promulgada en España el 15 de octubre de 1977. El perdón de penas decretado por el Estado habilitó dos discursos: uno fue un murmullo en voz baja y el otro, exultante, cómodo, de «sentido común», de frases hechas, sin nudos en las gargantas, de españoles dispuestos a esconder la mugre de las torturas, las fosas comunes y los dolores ajenos.

Entre estos despojos y, a causa de la sospecha de un «gen rojo» en su sangre de recién nacidos, miles de niños fueron robados, entregados a otras familias. Después, las mentiras y el ocultamiento. Los colegios nunca enseñaron, los padres callaron, los jóvenes hoy nada saben de lo ocurrido.

Pero ningún silencio es completo. Ascensión Mendieta gritó con la boca del estómago cerrado. Así, buscó el cuerpo de su padre asesinado y enterrado en una fosa común de Guadalajara, España, junto al de otros 21 desaparecidos en 1936.

En 2016, el equipo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica identificó el cuerpo de Timoteo, el padre de Ascensión Mendieta, quien pudo ser recuperado 81 años después. Detrás de su exhumación se encuentra la denominada «querella argentina», la única causa que investiga los crímenes del franquismo, a cargo de la jueza federal María Servini (2).

Los delitos de lesa humanidad no prescriben, dicen los querellantes. Pero España no escucha, no quiere escuchar. Y, entre la caña y el tapeo, el pulpo y el cochinillo, entre el flamenco y el cantejondo, de «eso» no se habla.

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El Guernica de Picasso, retazo

 

TRIPA CORAZÓN

La intervención judicial argentina obligó a Antonio González Pacheco, alias “Billy, el Niño” -uno de los torturadores más crueles del régimen de Franco- a salir de su lugar de confort, donde era protegido por gran parte de la ciudadanía española. Por eso, las instituciones judiciales de su país corrieron al rescate del pobre torturador:

– ¡Archivad todo! ¡Los crímenes durante la dictadura franquista no pueden ser investigados, joder!

A título de ejemplo, se estima que -solo en la masacre de Badajoz- entre 1800 y 4000 personas fueron ejecutadas: se trata de miles de crímenes contra la humanidad. Al mando de las tropas que perpetraron la masacre de Badajoz se encontraba el coronel Juan Yague, conocido como “el carnicero de Badajoz”. Expuesto por la justicia argentina, no sintió más que la humillación de unas pocas cámaras de televisión, bajo un zócalo televisivo, imperceptible, tan indecente como el propio coronel.

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El Guernica de Picasso, retazo

 

AHORA SÍ

Ascensión pudo darle a su padre, Timoteo, un entierro digno. Fue en julio de 2017, en el cementerio civil de La Almudena, en Madrid, acompañada por su familia y por unas 2 mil personas. Timoteo Mendieta era carnicero y presidente de la Unión General de Trabajadores de su pueblo, padre de siete hijos. Ella lo vio por última vez cuando tenía 13 años. Su deseo era ser enterrada con su padre y decirle “Ya estamos juntos” (3).

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Ascención Mendieta, Imagen: EFE

 

PASTILLAS DE COLOR

Cómo imaginar el papel de la mujer bajo la dictadura de Franco, ese enorme silencio.

«Las mujeres nunca descubren nada, les falta el talento creador, reservado por Dios para inteligencias varoniles”. «Nosotras no podemos hacer nada más que interpretar, mejor o peor, lo que los hombres nos den”. «La primera idea de Dios fue el hombre”, decía un panfleto falangista de la época.

No es menos indignante saber que la Iglesia, en la figura del Cardenal Isidro Gomá, arzobispo de Toledo, apoyó el Alzamiento Nacional y calificó a la guerra como un plebiscito armado y un movimiento cívico-militar en defensa del orden, la paz social, la civilización tradicional y la patria.

En España hubo campos de concentración hasta 1962, cuando cerraron el de “Los Merinales”, en Sevilla. De allí y de las prisiones, sacaban los esclavos, que alquilaban a empresas constructoras. Del jornal que les pagaban, el Estado se quedaba con el ochenta y cinco por ciento. Este sistema se llamó “Redención de Penas de Trabajo”. Así se hicieron carreteras, puentes, embalses, vías férreas, el Valle de los Caídos, Puerto Banus y otras obras. Franco asesinó gente hasta un minuto antes de morir.

Los dictadores no hacen Historia, sólo la deshacen (4).

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El Guernica de Picasso, retazo

 

MI FINAL FELIZ

A los 93 años, falleció Ascensión Mendieta. Su decisión prendió la llama de esperanza en otros españoles, seguramente, hasta entonces resignados a esconder la verdadera historia de un período sangriento y vergonzoso, si de derechos humanos hablamos.

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El miedo de Ascensión era morir y no poder cumplir su deseo. Cuesta saborear este final como feliz. Pero el haber rasqueteado el piso de nuestra madre patria me hizo sentir orgullosa de lo que hicimos nosotros, después del último golpe militar. Siempre «Las Madres», en primer lugar. Aunque también hubo y hay un pueblo que no se resigna. Son treinta mil y, si no lo son, es porque el registro del horror está en manos de los crueles. Sin caer en el chauvinismo, los responsables de los desaparecidos, los torturadores o quienes escondieron la identidad de cientos de niños también presionaron por «Un Punto Final». Y no pudieron del todo, porque no los dejamos.

En un cuento, el escritor portugués, José Saramago dijo: «La puerta de las decisiones es la que menos se abre». A juzgar por nuestra historia y por la insistente y gloriosa lucha popular, me complace afirmar que no es un hábito de los argentinos.

 

(1) Antony Beevor, La guerra Civil Española
(2) Página|12, 17/9/2019
(3) Página|12, 17/9/19
(4) Benjamín Prado, Mala Gente que Camina

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