La decisión: sobre trabajar para el fútbol.
Por Nicolás Estanislao

 

“No me acuerdo por qué, pero un día escribí un poema y lo envié a un periódico, y lo publicaron. La decisión de ese equipo de redacción selló mi destino”
Ryszard Kapuściński

 

FEO, SUCIO Y DESCONOCIDO

Domingo a la tardecita, cae el sol de refilón en la ventana que da a mi cuarto. Las estelas de luces dibujan en silencio. Entre los insomnios de la semana pasada y el colapso de una pequeña reforma en casa, asumo la decisión de escribir. De escribir sobre aquello que sucede en la última categoría del ascenso la “D”. Categoría amateur, toda -pero toda- a pulmón. Donde habitan el sentido de la otra orilla. Donde están los que buscan ese refugio frente a la intemperie.

Tengo fuentes de primera mano que la habitan, desde adentro -un DT- totalmente comprometido con la causa, con los que bancan el mostrador; y, desde afuera, pero muy cerca, un grupo de periodistas apasionados que cubren el ascenso, con la misma pasión de quienes vamos a él desde las tribunas.

Decía recién que estoy en obra. Y estar en obra no es cosa sencilla, es entablar una relación con un mundo sucio, duro, desparejo, rugoso y totalmente desconocido. Es reencontrarse con la ansiedad, con el chequear la aplicación del teléfono para saber (querer) que no llueva. Y rezar que los precios no suban más en esta coyuntura siempre enemiga de cualquier tipo de aventura.

Como toda obra, hay laburantes, obreros del ladrillo, del cemento y la arena, de levantar paredes. De miradas perdidas. Iguales a esos obreros de la “D”, que “labran” dentro de un rectángulo, pocas veces semejante a un verde césped, (yo también) se animan a levantar paredes como recurso genuino para llegar al arco rival. O para llegar a fin de mes.

 obreros en viga

“las ligaduras sueltas que dejan cicatrices invisibles…”
Los trabajos de la poesía. Enrique Molina.

 

 HAY UN JUGADOR QUE OBRA

La construcción y el fútbol, ahora que lo veo de primera mano, tienen muchísimo en común. Obrar, romper, organizarse cada uno en su lugar dentro del espacio a trabajar, para volver a construir, crear, cuidar, complementarse con el laburante de al lado.

Toda esta íntima trama de hilos que se enhebran, se juntan en las manos curtidas de Alan y Seba por la mañana y, en los pies, por la tarde. Ambos son pibes de veinte algunas hiladas de pared, pero parecen veteranos de la mezcla. Son laburantes diferentes e iguales a tantos otros.

Alan y Seba son obreros y jugadores de fútbol de Centro Español, equipo histórico de la última división del fútbol argentino. Cabe destacar que en la última división, la quinta esencia del fútbol argento, militan equipos como “Club Social y Deportivo Central Ballester”, mítico club que late en el corazón del ascenso más profundo; club, que supo homenajear a los fusilados de José León Suarez, inmortalizados por Rodolfo Walsh, en su inolvidable y necesaria “Operación Masacre”: “- Hay un fusilado que vive”.
 

“Desde los arrabales del silencio…”
Amelia Biaggioni

 

ANDAMIOS DE FÚTBOL 

Lejos de los flashes, de los reportajes, de las marcas consolidadas a nivel mundial, del negocio, del predominio del producto – show – por encima de los propios protagonistas, donde se crean espectadores en lugar de hinchas, existen tipos como Sebastián y Alan, que hacen de la infra “D” lo más parecido posible a los contornos de la vida.

Sobre todo hoy, cuando les toca convivir desde las orillas, contra todo olvido, con una hipermediatización que explotó durante el estruendoso desembarco de Diego A. Maradona para revolucionar, en este caso, la Ciudad de La Plata.

A Sebastián el fútbol no le dio muchas oportunidades. La vida, tampoco. Y tanto en el fútbol como en la vida las cosas no siempre salen como uno quiere. Quizás sea la historia de los desencuentros, pero él no le afloja ni a la cuchara de albañil, ni a las pasadas en espacio reducido. Es un volante mixto por derecha, potente, sabe manejar las dos piernas y tiene mucha visión de juego. Puede jugar de carrilero, tanto de extremo como de interior. De ida y vuelta y de un sacrificio como pocos. Desde chico, tuvo que superar diversos obstáculos que le han impedido llegar más allá.

Alan, petiso con cara de vago, de atorrante -como se le dice en el barrio-, es muy rápido y paradójicamente hace muchos goles de cabeza, un poco porque lo descuidan por la estatura, otra porque es muy bicho para saltar y ganar de arriba. Hay que saltar siempre. Pibes bien de potrero, humildes, de barrios orilleros, siempre con sus sonrisas dibujadas en forma de gol.

 

 futbol

 

“… no teman a los errores. No hay ninguno.”
Miles Davis

GOL DE CLASE

Seba y Alan saben que, quizás, llevan las de perder. Hacen malabares para ganarse el mango, para ganarse un lugar en el 11 inicial, pero se aferran a su inexplicable pasión: correr detrás de una pelota. Lo hacen con orgullo, compromiso y excesiva dedicación. El fútbol para ellos trasciende los noventa minutos. Muchas veces todo, o casi todo, nace de un deseo. Cualquier actividad que se realiza habitualmente y por gusto, es decir, cualquier afición, suele encontrar ahí su origen, tras un impedimento.

Contaba Eduardo Galeano que se inclinó por la literatura el día que el balón se le negó definitivamente: si escribía, haría con las manos lo que nunca fue capaz de hacer con los pies. Chambón irremediable, vergüenza de las canchas”, reflexionaba el uruguayo, en “El fútbol a sol y sombra”: “yo no tenía más remedio que pedir a las palabras lo que la pelota, tan deseada, me había negado”.

El fútbol, en tanto fenómeno de masas, también exige un relato particular. Nos habita en lo cotidiano. Nos contiene entre conflicto y belleza. Pero solo adquiere valor, si lo narramos más allá de una jugada, de una estadística. En definitiva, más allá del rectángulo verde.

Así, la pelota se detiene en ese eterno instante y sobrevive en la palabra. Sin relato de los hechos, quizás el fútbol la división “D”, Seba, Alan y su querido Centro Social y Recreativo Español estarían condenados a esfumarse en un triste olvido.

 

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ÍNTIMO REFUGIO DE DECIDIRNOS

Y así es como tenemos la decisión como respuesta, y cuidado, «decisión» se diferencia de elegir, porque elegir es hacerlo entre opciones que crearon otros. Decidir es crear una opción. Una realidad independiente. Es una forma de obra permanente, la casa existe, es habitable pero al reformarla, sin dudas, se transforma en otro espacio, y nosotros quizás nos transformamos en otras personas.

Un poema está escrito, un fragmentario está escrito, esta nota está escrita, pero al reescribirla en la realidad concreta del momento, configura una historia singular, se transforma en otra entidad, y uno se transforma en otra entidad, no solo porque nos fuguemos del deber, sino porque las transformaciones nos atraviesan. Todos al final del camino vamos a terminar transformados dónde sea que vayamos, y ahí no hay decisión que valga, pero sí, es un acto de comprometida decisión cuando uno se funde a fuego, como escribir, reescribir y obrar, entre aquellas palabras que no pueden sostenerse por sí mismas, sin los andamios del argumento, como hacen Sebastián y Alan cuando deciden la opción de pase al compañero mejor ubicado, o la cantidad de agua que necesita la mezcla, o cuando deciden que el futuro está en sus manos y también por supuesto en sus propios pies.

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