La queja: sobre el entrecruzamiento de opresiones a través de la lectura de June Jordan.
Por Lourdes Landeira
UN NOMBRE COMPARTIDO
Las mujeres y el lenguaje tenemos una larga historia en deconstrucción. El cómo denominarnos sin encasillamientos es un tema recurrente en este sinuoso trayecto. Entre las idas y vueltas de esa relación, se inscribe la disputa sobre si es pertinente calificar por color de piel o identidad de género a quienes escriben: poeta negra, ensayista bisexual, periodista feminista. Sin ánimo de clausurar ningún debate, creo que, cuando el entrecruzamiento de categorías se hace inescindible de las acciones y ambas se recrean en un mismo plano sin prevalencias temporales ni jerárquicas, vale el apelativo múltiple como carta de presentación.
June Jordan fue mujer, negra, bisexual y feminista, en el siglo XX neoyorquino.
A primera vista me conforma. En mi condición de mujer blanca, heterosexual y feminista, creo haber cumplido con la introducción a hablar de alguno de sus poemas.
Sin embargo, la misma Jordan me responde en su ¨Informe desde las Bahamas”:
«Estos factores de raza, clase y género colapsan cada vez que intentas usarlos como conceptos automáticos de conexión».
El ensayo al que pertenece la cita fue escrito desde la habitación de un lujoso hotel internacional, donde June pasó unas vacaciones en 1982. Allí, quienes hacían su cama y servían su comida y quienes le ofrecían chucherías en el mercado eran mujeres. Negras. El texto comienza así:
“Me estoy quedando en un hotel que se autodenomina “The Sheraton British Colonial”. Una de las imágenes que lo promociona muestra a un hombre de mediana edad, Negro, vestido con un esmoquin de camarero, sonriendo. Lo que más me intriga de la imagen es justamente esto: mientras el hombre Negro carga una bandeja llena de tragos “coloridos” sobre su hombro izquierdo, sus pies, zapatos y las piernas de su pantalón, 25 cms por encima de sus tobillos, se posan sobre el también “colorido” Caribe de agua salada. ¡Está tan complacido de servirte que caminará por el agua para alcanzarte daiquiris de banana mientras tú flotas! Lo hará completamente vestido con el consecuente deterioro de sus zapatos, sus pantalones y su salud, y lo hará con una sonrisa”.
El sistema patriarcal se basa en la opresión de las mujeres. Sin embargo, y aunque en muy distinta medida, también los hombres son víctimas de su propia explotación. Los varones están obligados a demostrar su supuesta virilidad y aquellos que, por unos u otros motivos, no lo logran o no lo desean son reducidos jerárquicamente por una hegemonía que se pretende mayoritaria, cuando se trata solo de una minoría. No es novedad y el feminismo lo repite sin descanso: un sistema que oprime a más de la mitad de la población no puede ser bueno para la mayoría de los seres humanos.
DE POETAS Y DE LOCAS
Regreso a June Jordan y a la imagen de su mayordomo negro de Las Bahamas. He allí la gran victoria del sistema. Un hombre capaz de caminar por el agua para alcanzarte un trago en colores. Negro, él. De colores, el trago. ¿Y vos? Tu color podrá incluirse entre quienes flotan en las aguas caribeñas según lo abultado de tu billetera.
Aun así, o quizás, por eso, Jordan grita un imperativo colectivo en su poema “Invocación a las minorías silenciosas”. Se impone el pasaje de un adentro hacia un afuera donde lo callado eche raíces. Y lo concluye con un “todavía”, que imprime la certeza de lo inevitable.
Invocación a las minorías silenciosas
HEY
VENGAN
SALGAN
DONDE QUIERA QUE ESTÉN
NECESITAMOS REUNIRNOS
EN ESTE ÁRBOL
QUE NO HA SIDO
PLANTADO
TODAVÍA
Sin embargo, un texto mucho más extenso es el que aparece cuando se invoca su nombre: “Poema sobre mis derechos”. Allí, Jordan no se queja; por el contrario proclama y denuncia, para que malestares, injusticias y opresiones trasciendan su propio entrecruzamiento de identidades y fluyan a través de canales colectivos de transformación. El posesivo del título, “mis”, alude a un yo poético que deviene tan singular como universal a través de los versos, en donde cuerpos y continentes son “penetrados” por una afuera que amenaza e invade sin pedir permiso. Con la fuerza irracional y central de la hegemonía dominante. ¿“Me sigues”?; la pregunta aparece cuando el poema ya transitó impotencias, mandatos y violaciones por extensas geografías. Con la pregunta aparece el “tú” y, entonces, claro, ya estamos involucrades, ya no hay modo de mirar para otro lado, el “yo” se transformó en nosotres, fuimos invocades a gritar en conjunto, porque solo desde allí habrá otro “yo”, distinto al anterior que ahora sabe que un nombre no es necesariamente un límite ni una frontera. Que resiste. Aunque en ese movimiento pueda o tenga que morir. O matar.
No dejes de leerlo, por favor. ⇒ POEMA SOBRE MIS DERECHOS
POLÍTICAS INSTITUIDAS
Raquel / Lucas Platero Méndez, activista en España por los derechos LGTBQ, elige la figura de la maraña para hablar de discriminaciones y privilegios. No se trata dice, de sumar dobles, triples atravesamientos: pobre, negra, transexual, gorda y etcéteras. No es una competencia de puntos esclavizantes. La figura de la maraña, para Platero, posibilita pensar en “procesos no unívocos, porque nunca hay una sola razón que constituya un problema”. Y ejemplifica
“En el contexto de los EE. UU. ElCombaheeRiverColective[1977] habla de simultaneidad. Ellas dicen ‘somos negras, al mismo tiempo que mujeres, al mismo tiempo que tenemos problemas con la clase social, y al mismo tiempo que tenemos una sexualidad. Ninguna de esas cosas es separable la una de la otra, porque para el movimiento negro somos demasiado mujeres, y para el movimiento de las mujeres somos demasiado negras, y en general somos demasiado bolleras, y demasiado otras cosas… Estás en todas las partes y en ninguna a la vez.”
Durante sus mini vacaciones en Las Bahamas, June Jordan se preguntó por los derechos, deseos y libertades propias y ajenas. También se percató de que, tanto ella como “Olive”, la mujer -negra- que tendía su cama mientras ella fumaba, estaban insertas en un conflicto que no habían creado, pero que aun así las atravesaba. Entonces, emprendió el viaje de vuelta a sus ocupaciones, a su trabajo y escribió, en el final de informe:
“La conexión definitiva no puede ser el enemigo. La conexión definitiva debe ser la necesidad de encontramos entre nosotros. No es sólo quién eres, es lo que podemos hacer el uno por el otro lo que determinará la conexión. Miro por las ventanas del avión y veo nubes que no me matarán y sé que algún día, pronto, otras nubes pueden estallar para matarnos a todos. Y le digo a la azafata “No gracias” a los cócteles que me ofrece. Pero miro en la cabina los cien extraños que beben mientras vuelan y creo que incluso aquí e incluso ahora debo hacer la conexión real entre mí y estos extraños antes de que esas otras nubes unifiquen a este grupo desigual de nosotros, demasiado tarde”.
“La más personal de las poetas políticas”, dijo Adrienne Rich, en el prólogo de La poesía completa de June Jordan, editada en 2005, tres años después de su muerte, a los 65 años. Para la poeta Claudia Masin, entrevistada en este número anartista, la política está en el corazón mismo de la poesía. Diana Bellesi, otra poeta de nuestro sur, es parte de los libros de Masin en letra de dedicatoria y epígrafes. Bellesi, además, tradujo para nosotres a June Jordan. Entrecruzamiento de lecturas. Ineludibles.
Cuando la queja molesta, interrumpe automatismos, se piensa y nos enmaraña en nuevas texturas, bien vale el vuelo. Y la alegría.
VOCES BLANCAS
Se habla del color de la voz como una gama que se define en función de frecuencias e intensidades. Habría, entonces, una graduación entre dos puntos opuestos que cierran entre sí las posibilidades. Más allá de los tecnisismos de la música, pienso en los formatos binarios. Y me pregunto: ¿qué lugar ocupan los silencios?, ¿de qué color son? La ausencia de sonido, ¿tiende al claro o al oscuro?
En la poesía, la musicalidad es tan protagonista como las palabras de cada verso. El poema tiene para decir aquello que no puede ser dicho. Los silencios que lo componen, lejos de vacío, son territorio de búsqueda, de acercamiento. Pero nunca de llegada, ya que “llegar” implicaría la propia muerte. Lo propio de la poesía, es cantar.
Ahora bien, las voces se pueden prestar a los versos. Un poema, una canción, pueden ser dichos por muches. La pregunta sería si el género –o el color- de esa voz dice algo sobre lo dicho.
Y cuando de demandar se trata, ¿se usa la lengua del opresor o le puede afirmar en otro modo de decir? Uno que lo exceda, que acorte la distancia a ese lugar de indiferenciación de colores, que aleje del formato en el que lo infinito está enjaulado en polos binarios inamovibles. Que sea poema. Desmesurado, irreverente.
Me gustaría interrumpir acá el devenir de estas hilaciones y escuchar a June Jordan
Hay un ritmo que se acelera a medida que se suceden las opresiones y las injusticias. Hay pocos silencios, hay mucho y muy urgente por ser dicho, por no callar, por transformar. ¿De qué color es la voz de June? Me pareció clara, sin saber mucho lo que eso significa.
Recuerdo ahora otros versos de Jordan donde se hace presente el asombro ante la persistencia de lo inevitable, de lo que interrumpe un transcurso de origen incierto, una espera capaz de disimularse. Y volver al asombro. De una posibilidad velada por el sueño y secreteada entre el movimiento y la quietud. Del amor. No sé cómo suenan en su voz, sé cómo lo hacen en la mía.
Poema para mi amor
Cómo llegamos a estar una junto a la otra
en la noche
Dónde están las estrellas que nos hacen inevitables
a nuestro amor
Afuera las hojas se encienden en la oscuridad
y la lluvia
cae fría y bendita en la carne sagrada
los hombres negros esperando en la esquina
un espejismo femenino
La paz es un asombro para mí
Es esta posibilidad de vos
dormida
y respirando en el aire quieto
Me pregunto, entonces, si soy capaz de ir tras mi otra voz, la que queda fuera del campo de lo prefabricado, la que se acerca al secreto y desea, siempre, rondarlo.
Por supuesto, para terminar June nos extraña una vez más.
Estos poemas
Estos poemas
son las cosas que hago
en la oscuridad
alcanzándote
quienquiera que seas
¿y
estás listo?
Estas palabras
son piedras en el agua
que pasa.
Estos versos escuálidos
son los desesperados brazos de mi anhelo y de mi amor.
Soy una extraña
aprendiendo a adorar a los extraños
a mi alrededor
quienquiera que seas
quienquiera que yo pueda llegar a ser
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MADRE PARDA
Desde al año 2013, el 8 de noviembre está instituido como el día «Día Nacional de los afro argentinos y de la cultura afro». El mismo día, pero del año 1847, murió Remedios del Valle. No es casualidad, es el motivo. Es un modo de insertarla en el calendario escolar y recuperar a la mujer que, luego de pelear en las guerras independentistas, hubo de mendigar por años en las calles de Buenos Aires, antes de obtener una muy tardía pensión por los servicios prestados. Mujer, afrodescendiente. Parda, según la categorización colonial utilizada para señalar la impureza, la mezcla como valor negativo. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro y, a pesar del mencionado reconocimiento, en el año 2015 como en el 2018, hemos escuchado referencias de la/el presidenta/e del momento respecto a que “todos” somos nietos o bisnietos de inmigrantes, a que los argentinos venimos de los barcos. Quizás, deberían conversar con el activista uruguayo residente en Argentina, Carlos Álvarez, que propone “sacar a la abuela afro del closet” “La reiteración cíclica de una problemática que viene de lejos, donde los mismos de siempre se mantienen erguidos en pedestales sin prontuarios en tanto invisibles no logran abandonar los cadalsos ni las posiciones subalternas”, escribe Marcelo Valko en el prólogo de “Pedestales y prontuarios. Arte y discriminación desde la conquista hasta nuestros días” En una escuela de La Pampa, en diciembre de 2018, se inauguró el primer monumento a Remedios del Valle. Es lento, pero viene… Así, con puntos suspensivos culmina el libro de Valko[/button-red]