Margarita en zancos

El azar: sobre la poesía de Margarita Monges.
Por Josefina Bravo

 

NUESTRO SOLAR DEL TIEMPO

«Yo fui tu criatura de gloria
fuiste mi joven fauno»

La primera vez que escuché sobre Margarita fue allá por 2015, en su propia casa, dos años después de su fallecimiento, cuando me llegué para entrevistar a Edgar Morisoli para un número de esta misma revista. Yo no soy oriunda de La Pampa y no hacía mucho que vivía en Santa Rosa, no conocía a la mayoría de les poetas que escribían y escribieron en esta provincia. Conversábamos sobre su obra, cuando Edgar confesó que hubo un acontecimiento decisivo “en lo personal, en lo espiritual, en lo literario, en todos los aspectos; que fue mi encuentro con Margarita Monges.”

Margarita y Edgar

Allí lo supe: quien había sido compañera de vida de Edgar por sesenta años también había sido escritora. “Margarita mantuvo siempre la identidad de su voz, absolutamente autónoma con respecto a lo que escribo yo (…). Ella, que me había enseñado el secreto de la voz propia, siempre siguió fiel a su voz. Publicó cinco libros en vida, dos de poesía, dos de narrativa y uno mixto, que tiene poesía y narrativa.” Seguramente querrán saber cómo se conocieron: “Margarita fue mi profesora de inglés. Yo me enamoré perdidamente de mi profesora de inglés”.

Ella había estudiado Lenguas Vivas y se había especializado en inglés, aunque también conocía el francés y el portugués de Brasil: “manejaba a los grandes autores de la lengua inglesa con una vivencia interior propia, ajena al discurso académico (…).  Y, sobre todo, además de la cultura, tenía un instinto muy agudo, muy fino, para distinguir lo auténtico”. Los ojos de Edgar no dejaron de brillar mientras habló de ella, de la vida juntes, de la pasión compartida por la lectura, los descubrimientos y el estudio de autores que hacían en conjunto y la admiración que sentía por su “sabiduría literaria”.

Margarita, Edgar, nietos y nieta.

En octubre del año siguiente inauguraron la «Sala Cultural Margarita Monges», en la Asociación Pampeana de Escritores. Ese día escuché por primera vez algunos de sus poemas, leídos por poetas de la Asociación, vi fotos y se contaron anécdotas. Parece que a Margarita le encantaba andar en zancos y los usaba en el patio de su casa o para caminar en el barrio. Quedé impregnada por la emoción de quienes la conocieron y la homenajeaban ese día.

Unos años después, en la Feria Provincial del Libro en Gobernador Duval, allá por 2018, me encontré con «Obra Reunida», una reedición post mortem. Aunque solo había escuchado -nunca leído- poemas de Margarita, recordaba uno en particular y abrí el libro en varias partes hasta que lo encontré:

Sin dones

Me engañó la pirincha.

Cuántas veces
ha cantado en el árbol
este verano triste

y nada
nada
nada

 

Ese fue el tercer encuentro con Margarita, el segundo con su poesía. Y ya estaba hechizada. Este año, cuando la flexibilización de la cuarentena lo permitió, con mi compañero revolvíamos los libros usados de «Farenheit», la librería clásica de Santa Rosa, La Pampa. Ahí, por azar, sincronicidad o destino, nos encontramos un ejemplar de «Historias de aquí y allá», uno de los libros de relatos de Margarita. Ese día anduvimos por esas lecturas y, al tiempito, me tiré de lleno en su poesía.

 

RÍO DE SOL TIBIO

                                                                       “La tarde se escapa, lacia y vana
pero ¡ay! inexorable entre mis dedos”

Margarita nació en una escuela rural y su infancia transcurrió en otra, en Colonia “Las Tres Marías”. Probablemente, ahí comience esa relación con el paisaje natural que leemos en sus versos. Toda su poesía es un festejo del instante, porción brevísima de tiempo, donde la atención se fija en un acontecimiento o imagen cotidiana y simple. En el instante, en ese aquí y ahora presente, es posible ver “el puro rostro de cada cosa”. Instante expandido, invitación a detenerse para observar, oler, tocar, saborear… sentir el mundo.

La voz poética va en busca de ese instante. Sabe, todo muere: la flor, el canto, el día. Cada cosa cumple su ciclo y lo que se va no regresa: “No dejemos pasar / este minuto único. / Fijemos / este brillo fugaz”, insiste, y se lamenta: “me pregunto si al alejarme de ti, / de la tierra / de lo sencillo amado / no habré estado alejándome de mí misma”. Estar conectada es estar “en” y ser “con” el entorno, ese ambiente que la con-tiene y la en-vuelve: “El viento norte, cálido, golpea contra mi ventana / con su vieja voz de sequía”.

Florecida

Vine a lavarme el alma
en el silencio
y la paz refrescante
de los campos.

Y vuelvo florecida:
traigo un verso
brotándome en los labios.

 

 

VAIVÉN DE LILAS

Es posible perderse, estar lejos de une, del ambiente y de las cosas. Y el regreso no es fácil. No siempre la voz encuentra sosiego en la naturaleza. Lo efímero resulta vulnerable. ¡Pobre de quien se alimenta, ay, de lo que huye!: «Me engañó la pirincha // Cuántas veces / ha cantado en el árbol / este verano triste // y nada / nada / nada».

Sin embargo, otras veces, se oye “su voz de grillo y de torcaza” y “su llamado es de veras un llamado”. Es la tierra, reclama a sus hijes. Y, a quien persevera en la escucha, le ofrece cobijo, alimento y palabra. Incluso, en el caso de la poeta, también le brinda el nombre.

La margarita es una planta que, bajo tierra, estira sus tallos de forma horizontal, cual rizoma, en raíces y brotes. Hacia arriba, sus tallos terminan en flores blancas con centros amarillos. Silvestre, se las ingenia para germinar en canteros, a los lados de los caminos de tierra o en el campo. Es muy resistente a la siega: su fortaleza está en la multiplicación de sus brotes subterráneos, esa capacidad de volver.

De dónde viene la voz

                               A Hebe Monges

La tierra, hermana,
la humedad de la tierra,
el olor, el color, el sabor de la tierra,
han moldeado mi corazón
hasta darle la forma de un árbol,
alto de estrellas, sí, pero más hondo de raíces,
estrechamente y para siempre ceñido a su conjuro;
tan solo de la tierra,
de sus potentes jugos,
se nutren la esperanza, la alegría,
la nostalgia también o la tristeza:
surge la sal del canto.

 

 

EL UNIVERSO RECIÉN INAUGURADO

Margarita estudió en Rosario, donde se casó con el poeta Edgar Morisoli. Allí mismo nacieron sus dos hijes: Moira y Juan Pablo. En 1956 se mudaron al oeste pampeano y, en adelante, siempre vivieron en La Pampa. La vida natural y el amor en todas sus formas -desde la pasión del amante hasta la ternura del niñe- son recurrencias en la poética de Margarita. Siempre echa luz sobre la celebración de los pequeños hallazgos. Su infancia es un lugar dorado al que vuelve a partir del olor, del color o del tacto. Pero también, a través de las nuevas infancias.

En el poema que le escribe a su hijo, lo insta a toda la magia de la creación, a perseverar en la mirada niña que, cada tanto, regresa.

Margarita junto a Edgar y sus hijes, Juan Pablo y Moira

Para no sentarse en el sillón de la costumbre. Y, contra eso, ahondar en lo efímero.

Cuando le escribe a Moira, su hija, la fugacidad de la niñez es un “hálito azul de lila”. Pero, al mismo tiempo, junto a su fragilidad, está toda la potencia, todo el poder de re-crear y “mover el mundo”.

 

INGRÁVIDO PESO DE TANTO AMANTE

Claro, todo muere y eso tiene su tristeza. Pero la muerte también es necesaria para dar lugar a los nuevos brotes, cuyos aires iluminan y fortalecen a los que todavía no cumplieron su tiempo. Esos que son, al mismo tiempo, el sostén de esos renuevos: “Desconocida vuelta bandera de esperanza, / canto a la vida por tu muerte”. La impotencia, a veces; la aceptación, otras. Pero siempre el amor, con su vulnerabilidad y su fuerza, con su manera de ver, ese telón de ternura y pasión.

Audio de Margarita al leer su poema «Rivera Sur».

Margarita publicó «Vivir lejos de un río» (poesía), «Historias de aquí y de allá» (relatos), «Nuevas y viejas historias» (relatos), «Encuentros y desencuentros» (relatos y poemas) y «Nuevos y viejos poemas» (selección de poemas). Falleció en Santa Rosa, La Pampa, en mayo de 2012.

Es muy difícil elegir algunos de sus poemas. El título, los subtítulos y todas las citas de esta nota son de poemas de Margarita. Pero tengo que decidirme: acá les dejo tres de los textos que más me emocionaron, con el deseo de que algún día puedan llegar a su obra.

Moira

Ella
manzana de oro
pececito irisado
facetada burbuja
ojo de sombra y sol
vértice de la risa
hálito azul de lilas
en la arena.

Frágil y omnipotente
evoca
con un gesto
la grieta del invierno
crepitante de brasas
la nieve
que una vez vio en el Sur
el verano maduro del piquillín
la llama ebria del sol
la primavera.

Ella re-crea el mundo
en su mirada absorta
doblemente vidente.

No dejemos pasar
este minuto único.
Fijemos
este brillo fugaz
en nuestra sangre
ahora y para siempre.

Porque suyo es el tiempo
la gracia y la belleza
brindémosle un apoyo para mover el mundo
cuando llegue
el momento.

 

***

Herederos del sueño

                             A Juan Pablo

Allá bajo el ombú
tu lento arrullo paloma de la siesta
leyendo sin leer lo que leía
y el olor a biznaga y a cicuta
verde claro y amargo:
eso era la niñez.

Acuéstate en el pasto
hijo mira la tierra
huele su vaho caliente
de verano verano
oye su voz de grillo y de torcaza:
su llamado es de veras un llamado.

Yo busco para ti bajo los dulces
paraísos en flor y entre matas de hinojo
lo que tal vez el viento de la tarde que pasa me devuelva:
la inocencia hoja de oro que fue mía hace tiempo.
Para enseñarte el puro rostro de cada cosa
su nombre oculto su verdad olvidada
la diminuta gracia de la huella en el polvo
el mundo hecho de amor y de belleza.

Mientras me necesitás
mientras juegas y espero
qué te daré
qué marca pondré sobre tu frente
sino el grito de un pájaro
el sol sobre la hierba.

Que la luz del verano crezca en tu corazón
llene tus ojos
dé a tu mirada el claro reflejo de los sueños.

 

***

Homenaje y canto de amor
                                      A Edgar
Con yuyos
y hojas secas,
y grandes ramos verdes,
con la bruma de otoño,
la llovizna,
con escarcha,
con gaviotas y tordos,
con la luna del naciente, amarilla,
con el sol de febrero y la tierra en que germina el trigo,
con una tarde oliendo a ruda y yerbabuena,
con qué mano ligera y voz de niño
hay que acercarse al tiempo del amante
para entender su fuerza, su esperanza, la verdad de su sangre.

Padre del sueño, amigo de la vida,
si los amaneceres tienen corolas rojas,
la tarde piesvioletas trae un cuenco de humo:
para tí, para mí, lo vuelca sobre el llano,
la mariposa de la noche abre su azul violento,
vibra el verano ocultas chicharras de alegría.
Bardo profeta puro, compañero,
cuando tu voz se alza se encienden las estrellas,
sopla un viento de fiesta que desarraiga el odio,
el mapa de la patria se sacude el olvido.

Para siempre te veo, pequeño fauno alegre,
con tus cabellos-pámpanos, desnudo,
y aquel rumor profundo a tus espaldas;
para siempre en el doble primer deslumbramiento
del amor y del mar.
Ya solamente juntos:
cómo podré nombrarme sin nombrarte,
tocarte sin tocarme.
No me sueltes la mano,
no te suelto la mano.

Ya solamente juntos,
no marido-trabaja y mujer-zurce:
eternamente amantes al filo del deseo;
contra costumbre y tiempo y distancia y desvío
con qué naciente ardor beso tu boca,
busco tu corazón donde muere mi miedo,
donde el cansancio mella sus dedos aguzados
y hay un latido antiguo,
claro como una ola,
como el golpe de un ala,
la voz del sur cargada de sol y sal,
la vida que nos urge desde lejanas playas.

Agradezco a Juan Pablo Morisoli por facilitarme las fotos de Margarita y familia.

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