La intensidad: sobre cómo se opera el imaginario desde el prejuicio y la ignorancia.
Por Pablo Soprano
“No podemos entender nada que no conduzca a un más perfecto conocimiento del hecho de entender”
Baruch Spinoza, Ética, Capítulo I, De Dios. Escolio a la proposición XXXI
NADA NUEVO BAJO EL SOL
Por encima de cualquier improperio, del rencor a flor de piel y de disparatadas teorías conspirativas, en las marchas anticuarentena que marcaron a fuego los albores de la tercera década del siglo XXI, sobrevolaron, rasantes, el prejuicio clasista, la pseudo política y el racismo. Si uno tamizara el conjunto de palabrotas, de amenazas, de propósitos vagos, de paranoias e ideas conspirativas, de diagnósticos médicos y sanitarios sin una base científica cierta, de un supuesto patriotismo libertario – ¿un oxímoron? – y demás sandeces proferidas, rescataría, por lo machacado y repetitivo, dos conceptos: “vamos a terminar como Venezuela” y “todos los males del país son atribuibles a 75 años de peronismo.” Ficciones ajenas al vocabulario de quienes se congregaron al pie del obelisco de Buenos Aires, en las plazas de todo el país y en las de Latinoamérica, si no fuera por la subjetividad, primero, impuesta desde cierta embajada. Pero la cosa no queda ahí. Esta subjetividad convenientemente impregnada de imágenes que parecen razones, fue tomada por las patronales mediático-empresariales de hegemonía comunicacional, en procura de desestabilizar a los gobiernos populares de la región. Y, finalmente, resultó divulgada- de manera gráfica y televisiva- por sus empleados periodísticos, políticos y de cierta comparsa artística. Nada nuevo bajo el sol. No obstante, durante la pandemia que asoló al mundo a lo largo del triste y olvidable 2020, estas infundadas nociones tuvieron cierto grado de intensidad.
IMÁGENES PAGANAS
“¿Ustedes saben por qué en los Estados Unidos no hay golpes de Estado? Porque allí no hay embajada norteamericana.”
Evo Morales, ex presidente de Bolivia
Desde el arribo del chavismo a la escena política venezolana, en América Latina y en sus campañas electorales, los partidos de derecha utilizaron el fantasma de la perfecta dictadura de izquierda y obtuvieron algunos buenos resultados a la hora de contar los votos. “Si gana el populismo, vamos camino a ser como Venezuela”, repitieron hasta el cansancio candidatos, funcionarios, periodistas, intelectuales y personajes del llano en todo el continente. Conceptualmente, la idea- una vez más- parte desde la embajada norteamericana. Luego, es reproducida por los medios, con imágenes de largas colas por la escasez en supermercados y en centros comerciales. Se refuerza la noción de crisis permanente debido a una inflación galopante y a la depreciación de la moneda local. La oposición promueve la insubordinación civil desde el más puro imaginario de frustración. Hay corridas y enfrentamientos a pedrada limpia. Tanquetas, carros hidrantes, muchachos con el torso desnudo y la cara tapada con su propia remera, que arrojan toda clase de proyectiles. Posterior represión, muertos y, por supuesto, quienes instigaron la insubordinación social no se responsabilizan por aquellos que perdieron la vida en las refriegas callejeras. Si la embajada norteamericana no puede controlar al ejército y al Congreso o a la Asamblea de Representantes, nombra de facto a un “presidente interino”. No les importa si hay un gobierno en ejercicio y si fue elegido por el voto popular. Surgen oscuros candidatos que, en elecciones normales, no sacarían más de mil votos pero, con la venia del Departamento de Estado yanqui, hacen como si fueran el verdadero presidente. Comienza así la demonización del legítimo mandatario. A la vez, se cuestiona seriamente al sistema electoral sin prueba alguna -sistema avalado y elogiado por el ex presidente Jimmy Carter, cuando fue veedor internacional en varios comicios venezolanos-. Es este un circuito harto conocido que, sin dudas, nos muestra cuáles el manual del perfecto golpe de Estado.
AMERICAN IDIOT
“Welcome to a new kind of tensión/ All across the alien nation/ Where everything isn’t meant to be okay/ Television dreams of tomorrow/ We’re not the ones who’re meant to follow/ For that’s enough to argue”
“American Idiot”, canción de Green Day (2004)
En general los medios masivos y quienes divulgan lo que allí se publica omiten decir que tanto Venezuela como Cuba son víctimas de un bloqueo inhumano por parte de Estados Unidos. El desabastecimiento de medicinas y alimentos no nació de un repollo. Saben que la patria de Bolívar no es Irak. En cambio, optan por cortar suministros que ahogan al pueblo con la complicidad de los “Malinches” de adentro y de afuera. De todos modos, la inalterable fuerza de los venezolanos, de la historia latinoamericana y la presión internacional de las potencias no alineadas con la Casa Blanca imponen algo así como un contra bloqueo. Un impedimento que sortea la real intención del Tío Sam: quedarse con el petróleo y las riquezas naturales, soberanas y estratégicas del país caribeño. Esto no quita que Donald Trump, o el ahora “progre”, Joe Biden, se levanten un día con el pie izquierdo e invadan con espectacularidad televisada, de la misma manera que lo hicieron en el Golfo Pérsico o en Afganistán. Jamás dirán que, sin el respaldo yanqui a los medios, a las oposiciones políticas de derecha en las Asambleas o Congresos, a los magistrados propensos al lawfare y al poder económico, no les sería tan fácil crear el caos y el pánico necesario, que desemboque en un golpe blando como en Honduras, en Paraguay, en Brasil; o duro, a la vieja usanza de mixturar civiles y militares, como ocurrió, exactamente hace un año, en Bolivia. Nadie. Ningún anticuarentena, ningún cheto del PRO contrario a la expropiación de la empresa de alimentos “Vicentín”, ningún “patriota libertario”, ningún terraplanista ni ningún marciano de los que se agrupan en plazas y avenidas de todo el país fue, es o será capaz de procesar, de detenerse a razonar un momento, de interpelar o de pedir explicaciones con hechos concretos y sin falsedades a sus representantes políticos o mediáticos, sobre cuál es la verdadera situación en Venezuela. Es más fácil convocar a un grupo de esquizofrénicos a declamar cualquier burrada, porque así lo dijo tal o cual medio, aquella o aquel político, o una ONG. Resulta sencillo no pensar y aferrarse como un gil embanderado a conjuras espurias de un “nuevo orden mundial”, a denunciar pactos inexistentes entre George Soros, Alberto Fernández y Cristina Kirchner para adueñarse del planeta o a aullar con desparpajo “falta de libertad y dictadura” por todos los canales de TV.
DOS CABEZAS
“La paz no es la ausencia de la guerra. Es una virtud, un estado mental, una disposición en pro de la benevolencia, de la confianza, de la justicia”
Baruch Spinoza, «Tratado Político»
En el imaginario de muchos existe una idea bicéfala: el peronismo fue el causante de todos los males del país. Cuando gobernó, fabricó pobres, fomentó la corrupción, los vicios y la vagancia. Cuando le tocó ser oposición, carcomió al partido gobernante hasta recuperar el poder. Sería interesante repasar cuánto hay de verdad en estas palabras. Quienes sostienen esto comparan al peronismo con el PRI en México o con el partido Colorado de Paraguay, que controlaron el poder muchos años. Hubo momentos de la vida política e institucional de nuestro país, en los que el peronismo ni siquiera fue oposición por estar proscripto. Antes de derribar este razonamiento mítico, daré dos “ventajas”. No partiré desde el primer gobierno radical de Yrigoyen, el 12 de octubre de 1916, sino que comenzaré por el 4 de junio de 1946 – treinta años de changüí, sin contar al 17 de octubre como principio-, día de la asunción del primer gobierno de Juan Perón. Y tomaré al menemismo, a la semana de los cinco presidentes y al interinato de Eduardo Duhalde, como gobiernos peronistas. Aunque estén más emparentados económica, social y políticamente – entre otras medidas comunes están las privatizaciones, la dolarización, la pesificación asimétrica y las jubilaciones privadas-, a la dictadura genocida, a la crisis delarruista del 2001 y al macrismo.
SI LA HISTORIA LA ESCRIBEN LOS QUE GANAN
“La vida va a perderse en la muerte, los ríos en el mar y lo conocido en lo desconocido. El conocimiento es el acceso de lo desconocido”
Georges Bataille, «La experiencia interior» (1943)
Desde la asunción de Juan Perón -en junio de 1946- hasta su derrocamiento, en septiembre de 1955, pasaron nueve años y tres meses. El 25 de mayo de 1973 asumió la primera magistratura, Héctor Cámpora. Le siguieron los gobiernos de Perón e Isabel Perón, más los interinatos de Raúl Lastiri e Ítalo Lúder. De mayo del 73 hasta el comienzo de la noche negra de la dictadura genocida, en marzo de 1976, pasaron dos años y diez meses. Carlos Menem asumió el 8 de julio de 1989 y concluyó su mandato el 10 de diciembre de 1999. Fueron diez años y cinco meses. Así mismo, Eduardo Duhalde accedió interinamente al poder el 1° de enero del 2002, como producto de la crisis del 2001 y de la eventualidad del nombramiento de cinco presidentes en una semana, hasta el 25 de mayo de 2003. Un año y cuatro meses. Por último, el posteriormente llamado “kirchnerismo” se hizo cargo de los destinos de nuestro país, después de un frustrado ballotage –primero, Néstor Kirchner y luego, Cristina Fernández de Kirchner- desde el 25 de mayo de 2003 hasta el 10 de diciembre de 2015, doce años y siete meses. Con cierta benevolencia, sumaré el año de Alberto Fernández. El total da 37 años, seis meses y la semana de los cinco presidentes. Una cifra bastante lejana a la de 75 años de influencia maléfica en los destinos de la patria.
ESO QUIERE DECIR QUE HAY OTRA HISTORIA
“Un gobierno que emplea la fuerza para imponer su dominio, enseña a los oprimidos a usar la fuerza para oponerse a él”
Nelson Mandela
Al peronismo se lo ha culpado de todos los males y vicios de nuestro país. En realidad, se lo critica y vitupera por lo que hizo bien y no tanto por lo que hizo mal en, casi 80 años de existencia. Entre bombardeos, proscripciones, fusilamientos, torturas, desapariciones, planes económicos de hambre y miseria, entrega de soberanía y demás catástrofes, fueron otros quienes aplicaron lo que ellos mismos le endosan al justicialismo. Y en mucho más tiempo. Desde 16 de septiembre de 1955 hasta el 25 de mayo de 1973, transcurrieron diecisiete años y ocho meses. En el medio, pasaron cosas:
- Una mal llamada “revolución libertadora”, de la mano de oscuros y mediocres militares, vino a clausurar una supuesta tiranía en base a la destrucción de todo lo conquistado por los trabajadores: el desmantelamiento del reparto equitativo de la riqueza y el bienestar y la justicia social.
- La creación de una burocracia sindical, casi como partido político, y alejada de las necesidades de los laburantes. Con el objetivo de cimentar poder y adueñarse de la caja de los sindicatos y de las obras sociales.
- Una pseudo democracia a gusto de las fuerzas armadas, con gobiernos condicionados, como los de Arturo Frondizi, José María Guido y, posteriormente, Arturo Illia. Más golpe y más dictadura con Juan Carlos Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro Agustín Lanusse.
En estos casi 18 años, como toda oposición, el peronismo -más bien de base, con respaldo de su líder desde el exilio y por encima, muchas veces, de la conducción local del partido- adoptó la lucha como defensa. Primero, la Resistencia Peronista. Y, más tarde, las organizaciones armadas, que hicieron las veces de única y marginal oposición -debido al ostracismo de la idea, de sus integrantes, de los símbolos justicialistas y de su propio líder- y respondieron a veces con ceses de actividades o paros generales, y otras, con una gran ferocidad a las agresiones y crueldades que emanaban de las dictaduras y de las democracias endebles de aquellos años.
DERECHOS Y HUMANOS
“La dictadura se presenta acorazada porque ha de vencer. La democracia se presenta desnuda porque ha de convencer.”
Antonio Gala
La dictadura cívica, eclesiástica, empresaria y militar llegó para imponer, a sangre y fuego, la economía de libre mercado y la teoría monetarista, ensayada con torturas y desapariciones en Chile, e ideada por el economista estadounidense, Milton Friedman. También, con extrema violencia, vinieron a cortar de cuajo toda clase de resistencia urbana, de solidaridad social e ideología política. Nuestros 30.000 compañeros desaparecidos, a partir de 1975, con la Triple A y, de 1976 a 1983, son el testimonio atroz de esos horrorosos tiempos. Fueron siete años y nueve meses que, sumados a los cinco años y siete meses del renacer democrático del radicalismo de Raúl Alfonsín, suman trece años y seis meses. No es casual que, en esa línea de tiempo -76/89 y hasta bien entrado los 90-, los medios hegemónicos hayan ganado un papel estelar en las sucesivas asonadas militares entre genocidas, en los levantamientos carapintadas contra Alfonsín, durante los primeros años de Menem y en el rol represivo de las FFAA, en el copamiento de La Tablada contra civiles armados. Los grupos concentrados de la información a se han jactado de su poder para poner y sacar gobiernos democráticos. Más allá de la gran debacle económica de principios de siglo, gracias al mantenimiento de la convertibilidad del gobierno de Fernando La Rúa, los medios fueron esenciales para sostenerlo en el período del 10 de diciembre de 1999 hasta los fatídicos 19 y 20 de diciembre de 2001. El peronismo no fue el responsable de la ley Banelco, del encadenamiento de ahorristas en la puerta de los bancos y, mucho menos, de la represión en la Plaza de Mayo, con el luctuoso saldo de 19 muertos en todo el país. El macrismo es historia reciente. No creo que valga la pena recordar lo que hemos vivido durante los últimos cuatro años. Persecuciones, cárceles a los compañeros por el solo hecho de ser kirchneristas, lawfare, noticias falsas, espionaje, los asesinatos de Santiago Maldonado y de Rafita Nahuel. Las represiones a los jubilados y a los docentes. El robo, la fuga y el endeudamiento descarado. En eso tampoco tuvo nada que ver el peronismo. Al contrario, fue el gran acosado. Porque se esperaba que abandonara el reparto solidario e igualitario de la riqueza kirchneristas y virara hacia una nueva transformación híbrida, social demócrata y conservadora, similar a la de la década de 1990 con políticas privatizadoras, impopulares y mezquinas. En síntesis, “los tiempos blancos” del no peronismo suman treinta y siete años y cuatro meses.
INTENSA IGUALDAD
“Aquel que tiene un porqué para vivir se puede enfrentar a todos los ‘cómos’ “
Friedrich Nietzsche
37 a 37. Nunca hubo un empate más intenso. Cabe la pregunta, ¿dónde están los ‘setenta y cinco años de hecatombe, de ruina peronista’? Si en este análisis hubiera incluido a los mandatos de Menem y Duhalde del lado de los neoliberales y socialdemócratas, ¿cabría alguna duda que quienes esquilmaron, fugaron y saquearon al pueblo desde 1945 fueron los gorilas anti todo, los pro genocidas, los fugadores de divisas y los que viven con la subjetividad cambiada, gracias a los medios masivos que, según convenga, corren siempre al peronismo por izquierda o por derecha? En estos 75 años, ¿qué gobierno no justicialista aplicó la justicia social, la independencia económica o la soberanía política? Los conceptos de “Venezuela” y de “Setenta años de peronismo” se debaten con exactitud histórica, con realidad efectiva, mientras se apunta al prejuicio gorila. Recelo amigo de conciliábulos y de teorías conspirativas. En definitiva, se lo combate con la intensa convicción de las ideas verdaderas.