El miedo: entrevista a Maite Lanata.
Entrevista: Gabriela Stoppelman, Isabel D’Amico, Estela Colángelo, Verónica Pérez Lambrecht
Fotografía: Ana Blayer
Edición: Verónica Pérez Lambrecht, Isabel D’Amico
El juego comienza. Demiurgo se dispone a acomodar las piezas de algún rompecabezas. Aligera el espacio, los bordes, unifica colores. Una a una, encastra las piezas. Está listo. Demiurgo todo lo debería saber. Sin embargo, una generación de vientos nuevos le dispersa los fragmentos del juego, sin permiso, pero no sin temores. La sorpresa lo deja patitieso, ha perdido el habla, abre la boca para decir, gritar o quejarse, pero no emite sonidos. Entonces, esboza una sonrisa casi cómplice y entiende el juego de la improvisación. Se desprende de sus múltiples brazos, de ese ojo, que cree que todo lo ve. Se asimila humanæ. Se siente inocente, cargado de infancia, ávido de aprender. Y se pregunta: ahora, ¿cuál es el final? Bueno, se responde, no está escrito aún, se puede dibujar, danzar, palabrear. El final devendrá de mí, de vos, de la otredad toda. Y, aunque a veces el final está escrito, también entonces el camino se transita junto a otres.
Así, en su trayectoria, el transmutado Demiurgo se cuela en alguna escuela virtual, en plena pandemia. Allí, encuentra a una pequeña gran maestra, a una que no se cree en un Olimpo ni arrellanada entre estrellas, sino que invita a afirmarse en el deseo, a motorizar los miedos y a disfrutar de todos los posibles caminos, con la mirada alerta, sin cimas y con otres. En ese andar, también disfrutamos del encuentro. Mientras goza en su rostro, no escatima gestos y paladea la reflexión y la palabra, conversa con nosotres, Maite Lanata. Muy joven, muy intensa. Hermosa y bella mujer.
100 CUERPOS PARA POTENCIARSE
“Estamos dentro de una interioridad a la intemperie, intocables, sin contacto, y los cuerpos son una incógnita que revelan todo el arte y todo el dolor de la proximidad y la lejanía.”
“Mientras respiramos en la incertidumbre”, Carlos Skliar
Nos interesó tu modo de observar los cuerpos de los otros para componer personajes: el cuerpo de tu papá, el cuerpo de la gente. Es como si te llevaras pedacitos de los cuerpos ajenos para trabajar…
Esa experiencia de tener los cuerpos de los demás como modelo para extraer distintos rasgos de personas y personalidades la saqué, principalmente, de una materia de Licenciatura en artes dramáticas, “Corporal”. Esta carrera está orientada más hacia el teatro, donde el cuerpo tiene mucha presencia. Cuando me tocó cursar esta materia, yo no tenía ninguna experiencia en teatro. A diferencia de lo que sucede en la tele, donde la presencia del plano del rostro es preponderante, mi profesora de “corporal” ponía mucho el foco en nuestro cuerpo, en especial, en el estómago, como centro donde se canaliza toda la energía. Por esa época, yo hacía “100 días para enamorarse” y comencé a observar muchísimo más los cuerpos. Sin embargo, recuerdo que, de chica, cuando hacía “El elegido” y para el personaje de Alma, también había visto varios documentales y me había detenido bastante a observar a una compañera de la primaria que tenía autismo. Los cuerpos de las personas con autismo no son todos iguales, porque hay diversos grados. En ese sentido, los ataques de Alma eran bastante tranquilos comparados con otras personas con autismo. Así, investigué cómo reaccionaban esos cuerpos a distintos estímulos. Para “100 días…”, observaba bastante lo encorvado que estaba mi papá, y también atendía a varios chicos trans que contaban sus experiencias. Algo que comúnmente les sucedía -no a todos- era que ocultaban bastante su busto, por ejemplo, tirándose la remera para abajo. Me pareció que estaba bueno que el personaje de Juan adoptara esa actitud. Por supuesto, también aproveché cosas mías, y me pregunté qué podía explotar más de mi cuerpo. Aporté mi propio modo de caminar: yo camino un poco con los pies para afuera, pero lo exageré, aunque no fuera algo que hubiese visto en los chicos trans.
Todos los actores “se ponen una máscara”. Se entiende que, si vos hacés de trans, no te transformas en trans; si hacés de monstruo, no te transformás internamente en monstruo. Pero no debe ser gratuito atravesar por toda esa experiencia…
Principalmente, te amplía muchísimo el conocimiento. Después, uno sabe que está actuando. Terminás de actuar y salís de ese lugar. Durante la producción de una novela, donde estás mucho tiempo rodando -e incluso estás más horas en un personaje que en vos misma- algunas cosas quedan. Por ejemplo, creo que me ha pasado con la forma de caminar. También me escuché en entrevistas, donde hablé un poco más grave, como si se hubiese tratado de una secuela del personaje de Juan. Por supuesto, ahora recuperé mi voz más aguda. Cómo hacer la voz más grave lo trabajé con la profesora de “Vocal”, dado que el personaje al final decidió no hacerse un tratamiento con testosterona. Lo laburé y me quedaron esos registros en ese momento. Ya pasó.
MOVETE, CHIQUITA, MOVETE
“¡A callar he dicho!, ¡Las lágrimas cuando estés sola!
¡Nos hundiremos todas en un mar de luto!”
“La casa de Bernarda Alba”, Federico García Lorca
Vos decís que te gusta arriesgarte actoralmente. ¿Cómo se vinculan en vos riesgo y miedo?
Tengo una concepción positiva del miedo, apoyo el miedo porque creo que nos moviliza en muchos aspectos. Obviamente, al tener miedo, hay algo insatisfecho. Pero pasar por ese miedo es lo interesante. Derribarlo y cumplir lo que se quiere, movilizados por ese miedo. Para mí eso es lo constructivo. Igual, cuando asumo un riesgo de este tipo, me siento preocupada por tener que probar algo nuevo, ya sea en una obra de teatro o en una función. Si son riesgos mayores y, al atravesarlos, salen bien, la felicidad también es mayor. Pero, si no sale, no es terrible, porque era lo esperable de una apuesta tan alta. El riesgo y el miedo también implican salir de la zona de confort. Por lo general, el actor tiene su cajita de confort. Yo la utilizo mucho para un casting, para una audición, ahí prefiero no arriesgarme porque tengo ganas de que me elijan. Ahora, si en el casting piden algo con lo que no estoy cómoda, trabajo con esa incomodidad y con esa consigna.
Vinculado al miedo, hay una pregunta que circulamos de entrevistado en entrevistado. Surgió de una frase de la escritora Ana Basualdo: ¿cómo diferenciás entre miedo y cobardía?
Para mí la cobardía te paraliza. En cambio, el miedo te moviliza. Veo a la cobardía completamente negativa. Es el temor a no poder movilizarse. Por el contrario, hasta en el aspecto animal, el miedo hace que se despierten muchísimo más los sentidos: te pone en alerta, en presencia.
NO HACKEARÁS A TU PRÓJIMO
“Luego arrellanó su osamenta en la poltrona y miró en torno suyo afilada como la calumnia, ponzoñosa como la envidia”
“Adan Buenos Ayres”, Leopoldo MarechaL
Mencionaste una palabra a la que solés referirte mucho en las notas que das, la “comodidad”. Por ejemplo, cuando hablás de la ropa, decís que te gusta estar cómoda y no te interesa adaptarte a ningún modelo. Y, cuando hablás de que te sacan una foto comiendo una hamburguesa -que vos no querías dejar para la eternidad-, te provoca cierta incomodidad. Vamos por partes: ¿qué es lo que te incomoda de que te saquen una foto que vos no hubieras elegido exponer? Y en ese sentido, ¿qué es la intimidad para vos?
No sé si me preocupa tanto que quede en la eternidad esa imagen, me molesta cuando alguien irrumpe en un momento íntimo, en ese caso entre mi mamá y yo, sin ningún permiso. Si te piden permiso, en general, no suele haber ningún problema en que suban esa foto a las redes. Pero una a veces quiere su espacio, o puede estar malhumorada.
Lo sentís como un acto de violencia. Como si tu imagen fuera de los demás….
Claro. Creo que la intimidad es subjetiva, para cada uno hay un grado de intimidad mayor o menor, y no es juzgable. Procuro una intimidad personal, algo que es únicamente para mí. Aparte, tengo otro grado de intimidad para familia y amigos; otro, solo de familia. Y otro, público.
Sí, fuera de eso, vos sabés que la imagen de todos nosotros, más allá de que vos seas conocida y otras personas no, está permanentemente expuesta. Caminamos con la imagen, nadie puede preservarla en la intimidad. Todo el mundo hoy tiene un celular, una manera de registro. La pregunta es, ¿cómo preservar una imagen, si se multiplica sin más por tantos espacios?
Creo que tendríamos que pensar en crear nuevas estructuras para las intimidades, para las fotografías o, incluso, para de los videos de relaciones íntimas. Antes, tenías un VHS, era una cosa física. Ahora tu material está en un celular que alguien te puede hackear y ya circula en la nube. Más que nada, tiene que haber un consenso en el tema del permiso para viralizar una foto. Incluso, en situaciones de acoso callejero, grabadas por alguien que estaba de paso, también habría que consultar a la víctima qué quiere hacer con ese registro, no difundir rápidamente. Se entiende que, en estas circunstancias, alguien grabó por el supuesto bien de otra persona, para que no ocurran más esos acosos callejeros. Pero la última palabra la debería dar la persona grabada o fotografiada.
Y, ¿en relación a la comodidad de la ropa? La ropa es un tema interesante, porque quienes se visten según las pautas y quienes se visten contra las pautas la tienen como referente. Todos consultamos sobre qué ropa ponernos. Algunos porque quieren ser mirados y otros porque no quieren ser mirados…
La moda surge por una sensación de pertenencia. Cuando uno pretende estar en contra de la moda, termina por crear otro tipo de moda que, según la suerte, será o no la hegemónica. Por ejemplo, al dejarme los pelos en las piernas en la novela, también formo parte de una moda. Vas a una fiesta vestido “casual”, para no romper la regla ni ser el foco.
ESPACIO HUMANÆ
“Wang hablaba como si el silencio fuera una pared y las palabras unos colores destinados a embadurnarla”
“Cómo se salvó Wang-Fô. Cuentos completos”, Margherite Yourcenar
A partir de Juan, un personaje tan popular y bien construido, terminaste en cierto lugar de responsabilidad, como consejera o referente de muchos jóvenes que se abrieron y se habilitaron a hablar con sus padres. ¿Cómo llevaste esa importante carga?
Si me escribían por situaciones en las que yo sentía que ellos necesitaban mucha ayuda y para las cuales yo no tenía las herramientas, los derivaba a AFDA (Asociación Familias Diversas de Argentina). La difusión de AFDA fue constante, en entrevistas y en forma privada. A veces, llegaban muchos mensajes y acepto que no pude contestarlos todos. Pero, en líneas generales, en lo masivo, derivamos a AFDA. La novela y los temas que se trataron ayudaron muchísimo. Había mucha información y buena, muy analizada y re-analizada por nosotras. Los directores revisaban los guiones, porque los guionistas no hicieron un guión para que hubiera rating nada más, sino que aceptaron la ayuda de AFDA y generaron algo contundente con mejor contenido.
Es impactante, porque no sucede muy seguido que la ficción sea un puente directo e interrogante con la realidad y viceversa, es decir, que la realidad vuelva a la ficción. ¿Cómo viviste eso?
Creo que hay una nueva ola con las ficciones. Con las nuevas movidas feministas y los nuevos reclamos, la ficción también vio el lado productivo y marketinero de utilizar causas sociales a su favor. Yo considero que no tiene que estar todo del lado de la producción, sino que los actores también tenemos que preguntarnos qué hacemos nosotros con esto. Si la producción ve que hablar del aborto, en contra de la violencia de género, o poner el personaje de un chico trans le genera rating, nosotros tenemos que encargarnos de que todo no quede cegado por el rating, que nada se realice sin las premisas adecuadas. Lo ves en muchas producciones, inclusive en películas de afuera, donde tratan estos temas de muy mala forma, con muy poca información, solo porque garpa. Entonces, ¿qué hacemos nosotros? Si vas a trabajar con una temática de un chico trans, buscá mucha información; si se hablará del aborto, investigá qué se está debatiendo realmente en la sociedad. Buscamos traer las premisas reales. Así, se benefician tanto el productor, como las causas sociales que continúan con su lucha. Si se habla de un modo banal del aborto, en vez de colaborar, podés inclinar la balanza a favor de que la lucha se pierda, se diluya. Aparte, en relación a “100 días…” hay un tema interesante: la gente, en general, no quiere tener horarios fijos para ver un programa. Por eso mira Netflix, sin embargo…
RITUALES: RAPIDITO, RAPIDITO
“El tiempo cuando es naciente.
Cuando no pasa:
llega.
Crea.”
“Dioniso – Eros creador y mística pagana”, Hugo Mujica
Dijiste algo interesante, que la gente no quiere tener horarios y que mira Netflix. Cuando nosotras éramos chicas, esperábamos la hora de la novela, y todos los días eso implicaba un ritual, una expectativa. ¿Hemos perdido algo con eso, o es solamente diferente?
¡Mmmm, los horarios! Cada uno va generando su propio ritual. Mi ritual es acostarme a las 4 de la mañana y verme 4 capítulos de una serie -ponele- de una hora, desde las 12 hasta las 4.
Pero Netflix está hecho para consumir, para no poder dejar de consumir un episodio tras otro. Cuando una veía una novela, sabía que tenía que esperar. Es como cuando mandabas una carta y debías esperar que el otro respondiera. Esta inmediatez, la acumulación y el consumo, son una forma de al arte a cierta velocidad. ¿Cómo es esta experiencia del tiempo?
Para mí ahora somos más impacientes. Yo nunca tuve paciencia. Por ejemplo, veo que mis abuelos son mucho más pacientes en su relación con la tecnología, no tienen problemas con lo que tarda en cargar una página. Cada vez todo es más rápido: tocás un botón y ya se abre un sitio, necesitás que el celular y cualquier dispositivo respondan rápido. Si encuentro un celular de hace 7 años y veo lo que tarda en cargar, no puedo creer que yo de verdad usara eso. Otro ejemplo: antes, buscar una palabra en un diccionario implicaba tiempo, sacar una foto implicaba pensar y ver qué sacar, estudiar el momento para sacarla, revelarla. Ahora sacás 500 y elegís una, que está buenísima, sí, pero no tiene la ceremonia.
Hablando de rituales, ¿cuál es tu relación con la lectura y con la escritura? Y, aunque es una generalización, ¿cuál es el modo en que tu generación se vincula con la lectura y con la escritura?
Es lo que hablábamos antes, también somos impacientes para leer. O, por lo menos, a mí me sucede así. Más, después del 2020, un año donde estuve mucho con el celular y, por eso mismo, me costaba agarrar un libro. Eso me entristece, porque yo leía un montón y me divertía. Me pasa que me distraigo y quiero pasar rápido de una página a la otra. Siento que se transformó mi modo de percepción y me pone triste. Sé que vendrán cosas nuevas y podrán ser positivas, aunque no imagino lo positivo de ser impaciente… tal vez, la única ventaja sea ser más rápidos, por ejemplo, con la tecnología…
No sé dónde vamos tan apurados. ¿Y con la escritura? ¿Te gustaría escribir tus propios guiones, tus propios proyectos?
Siento que necesitaría estudiar más, tener mejor lenguaje, enriquecerme para poder escribir. A su vez, a medida que crezco, siento que pierdo imaginación, y no me gusta. Ahora estoy dando clases de actuación para adolescentes, y veo que ellos tienen mucha más imaginación que yo. Y los pre-adolescentes, ¡más todavía! Por esto mismo, pienso que, si voy a escribir, tengo que empezar ya, ahora tengo mejores ideas de las que voy a tener en unos años. (risas)
¡Qué nos queda a nosotras!
EL JUEGO SIEMPRE ES CON OTRES
“Sí, la Ley de la hospitalidad es incondicional (…) se trata de la posibilidad de ser anfitriones sin establecer ninguna condición. (…) A la Ley de la hospitalidad le sigue un silencio ético, porque es el otro el que decide si vendrá o no vendrá. (…) se inscribe en una relación no interesada, no cimentada en una falta, en una carencia del ‘yo’”.
“Quinta escena: HOSPITALIDAD. Escenas educativas”, Carlos Skliar
Respecto a la impaciencia, cuando hiciste la obra de teatro “Jardín de Invierno”, dijiste tener más tiempo para disfrutar la construcción del personaje. En las telenovelas entrás y salís del personaje. ¿Cómo es en el cine? ¿Cómo son esos tres tiempos de trabajo?
Insisto: soy de una generación muy impaciente. Si disfrutara más el recorrido y no solo el objetivo, todo sería más placentero. Pero, para contestar tu pregunta, el teatro tiene mucho tiempo de ensayo, y el saber el recorrido hasta el final le da un matiz especial. Es como si fueras un demiurgo, como un Dios que ve el recorrido de ese personaje y, a la hora de la representación, lo transita al mismo tiempo que los espectadores. En el cine, también conocés el guión, sabes el desenlace, pero vas a ir y venir. Yo necesito mucho la escaleta, generarme el progreso del personaje para saber de dónde vengo y hacia dónde voy. Finalmente, en la novela, no tenés ninguna de las dos cosas. No sabes cómo va a terminar ese personaje, a veces ni los guionistas lo saben. Te llegan los guiones y lo vas descubriendo.
¿Eso es disfrutable o genera incertidumbre?
Genera incertidumbre, pero me gusta. Una es espectadora de su propio personaje. A veces, me he enojado ante el comportamiento del personaje o ante su moral. Me he enojado y hasta me he quejado con el director, con el guionista. En ese sentido, los espectadores aportan mucho. El personaje de Juan, en “100 días para enamorarse” hubiera ido en otra dirección de no haber sido por los espectadores.
Hablando de direcciones, en alguna entrevista dijiste que los personajes se eligen también en base a una ideología. En ese sentido, ¿hay algún personaje que no harías?
Creo que haría todo, obviamente, uno trabaja y a veces no te gusta lo que estás haciendo. Considero que lo importante es que el producto no esté en contra de tu ideología, por el ámbito o el contexto en el que sucede. Podría hacer de milico y denunciarlo a partir del personaje. No participaría en una película que lo defienda.
Se presentó la película en Netflix, “La Corazonada”. ¿Fue de alto riesgo esa interpretación?
Justamente, es un personaje que no me agrada. La chica es asesina. En el guión no se veía tanto, pero esa dualidad del personaje la construimos las actrices. A veces lo construimos en grupo.
LA MAGIA DEL JUEGO
“No tenemos un lenguaje para los finales. Quizá un lenguaje para los finales exija la total abolición de otros lenguajes”
“Formas breves- Ricardo Pliglia”, Carlos Mastronardi
Independientemente del poema, ¿qué es lo poético para vos?
A lo poético lo relaciono con la belleza, donde nada es hegemónico. En la actuación, siento que hago una escena poética cuando me di tiempo para conectarme con esa escena, cuando logro que un personaje sea parte de mí. No fueron muchas las veces que tuve todos mis sentidos conectados, pero ojalá me suceda muchas veces más.
Lo poético también es un modo de abordar el lenguaje. A vos se te ve muy cómoda, tenés una relación muy gozosa con la palabra. ¿Cuál es tu relación con el lenguaje?, ¿sos de ir a buscar palabras?
Me preocupo por la construcción del lenguaje del personaje. Investigo cómo hablaría, en especial, cuando difiere mucho de los modismos adolescentes. En mi vida personal, me pone de muy buen humor hablar. Empecé a incursionar en la docencia en 2020, en unos talleres online, y este año comencé a dar clases presenciales en la Escuela de Agustín Alezzo, un taller para adolescentes. Un día fui a dar una clase y estaba muy cansada, de muy mal humor. Pero, al darla, comencé a contagiarme de la energía de los demás. Es mágica la docencia.
EL ABANICO DE LOS DESEOS
“Ser extranjero no es una cuestión de lenguas y territorios. Ser extranjero es estar lejos de tu propio deseo”
“Lumbre”, Hernán Ronsino
Cada vez hay más casos de Covid. En el ámbito teatral, en el de los músicos, durante mucho tiempo, se reclamó volver con protocolo. Si viniera una época donde no se pudiera grabar ni actuar en público, ¿a qué te dedicarías?
Disfruto muchas disciplinas: diseño gráfico, crítica de arte. Estoy arrepentida de no haber cursado más materias el año pasado, hice solo tres teóricas. Siempre disfruté mucho estudiar, en el colegio fui bastante ‘nerd’. Cuando era chiquita, era muy callada, observadora y, en el colegio, cuestionadora. Así que, para responder tu pregunta, creo que estudiaría. Me gustan las matemáticas, el Sudoku, hacer fórmulas matemáticas y resolver ejercicios.
Toda esa diversidad, ¿te dispersa o hay algún punto de encuentro?
A veces me angustia.
¿Tenés un criterio de selección?
Soy muy indecisa, a veces necesito que otras personas me sugieran tomar un camino u otro. Si ya decidí, prefiero no pensar cómo hubieran sido las cosas de optar por otro camino. Me angustia. Incluso me pregunto si es la actuación el mejor camino. Me planteo: “¿no seré mejor en matemáticas?”
Y si eligieras hacer aquello en lo que no sos mejor, si el deseo fuera más fuerte en aquello que no sos tan buena, ¿apostarías al deseo o a la eficacia?
Si tenés las oportunidades, y no hablo de meritocracia, creo que apostaría al deseo. Porque el deseo, para mí, lleva a la eficacia.
Lo evidente es que no estás casada con lo actoral. Con una carrera súper-halagüeña podés decir: “esto no es para toda la vida, es por ahora”.
Cuando era chica, no me proponía la actuación como un trabajo. Pero ya de grande cuesta más salir de tu zona de confort, de los beneficios económicos. Yo no llegué a la actuación como una meta, quiero seguir indagando, puede ser que mi camino sea dentro de lo audiovisual o no.
LAS CIMAS SON LETRA MUERTA
“El saber que nos lleva a convivir con nuestra herida se llama filosofía”
“La llama doble – amor y Erotismo”, Octavio Paz
¿Tenés miedo de caer en la tentación de creértela?
¡Sí, sí! Por suerte estoy muy acompañada por mi mamá. Después de haber visto lo que dije en una entrevista de hace un tiempo, me pregunté: “¿qué me pasa?, ¿me la creí?”. Mamá me dijo también que mientras hacía “El elegido” hubo veces donde me tuvo que “bajar”. En “100 días…” también me pasó. Es un asunto difícil cuando, en las redes, te halagan, te aumentan los seguidores. Sin embargo, alguien me dijo algo interesante: “No tenés que quedarte ni con los mensajes súper positivos ni súper negativos. Siempre encontrá tu eje.”
¿Cuál sería el peor riesgo de creértela?
El no registro con los demás. Pero hay que diferenciar entre alguien que se la re-cree y alguien que se ama. Uno no tendría que estar enojado con alguien que se ama, al contrario, tendría que felicitarlo por eso. Creo que la persona que se enoja con el que se ama, en realidad, lo envidia. Pero el riesgo está en, si en ese “amarte”, no registrás al otro.
Justo hablabas de los otros. Sartre decía que “el infierno es el otro”. Por su parte, el filósofo Levinas opinaba que el rostro del otro me indica que debo dejarme de lado, primero es el otro. Y, después, está Rimbaud, con su famoso, “yo es otro”.
No entendí tanto lo del infierno es el otro.
La otredad verdadera es el otro, el que te saca de tu centro, pero forma parte de la misma raza humana, él también es su centro. ¿Cómo es posible, siendo de la misma especie, estar tan en las antípodas? Es un desafío a la libertad.
Ahora no sé, porque también me gusta esa definición (risas). Me quedaba con la tercera y un poco con la segunda propuesta, porque uno se hace en base al otro y no solo a un solo otro, sino a muchos. Y esa combinación aleatoria nos hace ser únicos. No sé si alguien nace con algo auténtico. Tal vez, uno puede crear algo auténtico, pero en base a lo que ya existe y a los otros. ¡Me encanta la filosofía!