El devenir: sobre la fotógrafa Lucila Quieto, integrante de HIJOS.
Por Liliana Franchi
Fotografía: Lucila Quieto

 

Busco en los rincones alguna foto en blanco y negro que nos retrate juntos, en familia”

 

BUCLES EN LAS CRONOLOGÍAS

Lucila Quieto, serie “Arqueología de la ausencia”, 2008-2009

Frente a esa necesidad latente que nos recuerda el epígrafe, Lucila Quieto compuso las fotos de su padre desaparecido, ensamblándolas con el resto familiar. Luego, hizo lo mismo con otros hijos de desaparecidos.

Entonces, comenzamos a vernos juntos, en un espacio y tiempo deseados. Nos proyectamos unidos, los hijos entre los padres, en un marco lúdico que no nos permite llorar su ausencia.

Lucila ideó un modo de trazar luz sobre la madre, que a su vez inclina su mano y toca la mano de su hija, mientras su padre observa la escena. Todo en un juego táctico de poderosas expresiones que interactúan entre el ayer y el hoy.

 

LA LUZ, COMPAÑERA.

Lucila Quieto, serie “Arqueología de la ausencia”, 2008-2009

Una imagen devuelve a otra, una irrupción de la presencia en la ausencia, un darle cuerpo al imaginario, dejarlo que pruebe la pregunta, ¿cómo nos veríamos si ellos habitaran este presente?

De ser así, sin duda, este presente sería otro. Pero siempre hay un modo de hacerles un espacio, de desenfantasmar su memoria y darles la máxima carnalidad posible. La palabra, por ejemplo, intenta ese desafío en versos, cuentos y notas. Lucila prueba con retazos de la luz, donde los contornos de quienes nos faltan aún pulsan.

La luz, sin saberlo, ha trabajado para nosotros. Los ha retirado de un instante y los ha enmarcado para repetir su latir, aun cuando sus cuerpos ya no están.

Lucila Quieto, serie “Arqueología de la ausencia”, 2008-2009

 

A TUS ORILLAS

            “Solo el amor alumbra lo que perdura”
Silvio Rodríguez

En las fotos los tiempos se pierden, se unen” -sostiene Lucila- ella busca introducirse entre la cámara y la imagen para que cada hijo mantenga una relación directa con sus padres, sus padres a la edad joven en que se los llevaron.

Así, Lucila saca provecho de lo técnico y casi mágico de la fotografía y construye una “arqueología de la ausencia”, que muestra cuánto de visible hay en cada estrato aparentemente invisible.

Así como una vez la luz nos dio una mano, ahora es el ojo militante de la fotógrafa que se afirma como vida y vence tanta muerte. Ella nos representa en un ahora memorioso con alegría y logra correr el velo de tanto dolor. Orillea, una vez más, la resignificación en un retrato.

A mí, solo me queda agradecerle por tanto recobrado en un bucle de la vida.

Y, mientras lo hago, escucho la sentencia del juicio Vesubio III contra los genocidas, “cadena perpetua”. Entonces, la cámara de la memoria reedita otra alianza con la luz.

Lucila Quieto, serie “Arqueología de la ausencia”, 2008-2009
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