El cuerpo: sobre la celiaquía
Por Pablo Soprano
¿Y ESO QUÉ ES?
Los cuerpos hablan dicen. Y el mío me lo ha expresado claramente: sos celíaco.
Pero, ¿qué es padecer de celiaquía? Según se consigna en la página de ACELA (Asociación Celíaca Argentina), “La enfermedad celiaca es una enfermedad digestiva que daña el intestino delgado y altera la absorción de las vitaminas, minerales y demás nutrientes que contienen los alimentos. Los pacientes con enfermedad celíaca no toleran una proteína llamada gluten, que se encuentra en los cereales (trigo, avena, cebada, centeno)”
Eso dice la fría definición y mi cuerpo lo sabe. Me lo hace saber de varias maneras. Digestiva e intestinalmente, también mental y psicológicamente. En las dos primeras, puedo controlar a mi cuerpo mientras siga la dieta libre de gluten.
AL PAN, PAN Y AL GLUTEN, GLUTEN
Siempre me llamó la atención cómo se han creado religiones o se han iniciado guerras en torno al pan. Al pan como un bien preciado, como símbolo del alimento, pero también del Trabajo, del esfuerzo del Hombre por la subsistencia.
Y yo ni lo puedo tocar ni probar.
En las otras dos, la intolerancia al gluten en mi intestino delgado consigue deprimirme, quitarme las ganas de acercarme a los demás y altera mi carácter de formas impensadas. Siempre creí que era yo, mi forma de ser. No, es mi enfermedad celíaca. Es mi cuerpo.
Retortijones para luego «irse en el baño». Bajones anímicos te dejan de cama. Así, hasta que empezamos a entender qué nos dice nuestro cuerpo. Y lo sabemos una vez diagnosticados. No todos tenemos los mismos síntomas, pero sí las mismas alteraciones de la conducta. Eso que sentimos y no sabemos explicar.
¿Quién de nosotros alguna vez no escuchó frases como estas?:
[button-green url=»#» target=»_self»]»Mirá si por comer una galletita te vas a descomponer»,[/button-green]
[button-orange url=»#» target=»_self»]»Date un ‘permitido’ de vez en cuando»,[/button-orange]
[button-yellow url=»#» target=»_self»]»Venite a comer a casa, voy a hacer pizza, pero a vos te hago un bife».[/button-yellow]
NI GRANDE MUZZA NI DE JAMÓN Y MORRONES
Duele decirlo: una de las mayores dificultades que afronta un celíaco es la vida social. Reunión con amigos, salida en pareja o ir al cine pueden ser un verdadero problema pues, mientras todos se divierten, uno piensa en la comida. La contaminación cruzada, el control de la cocina del anfitrión, a riesgo de enojarse con uno por el modo de insistir en la ausencia de gluten en la mesada, en el horno, en la parrilla o donde sea que preparen el almuerzo o la cena. Particularmente, opto muchas veces por ir comido o llevar mi comida.
Hoy en día hay muchas opciones en materia de harinas, alimentos envasados y bebidas, de acuerdo a la ley 26.588 (ley de enfermedad celíaca), pero llevar la leyenda «libre de gluten» no justifica que esos alimentos sean más caros, es ahí donde no se respeta la legislación vigente.
Un amigo me dijo una vez, un poco en broma, un poco en serio: «La tuya es una enfermedad de gente con plata, ¿quién se puede dar el lujo en estos tiempos de comer diferenciado y más caro”?
ATURDIDOS POR LOS PRECIOS
Los intolerantes al gluten, quienes no podemos tocar un símbolo como el trigo y sus derivados. Los luchadores por saber qué, cómo y dónde comer.
Quienes no respetan la ley se dan el lujo de cobrar más caro y diferenciado lo que para nosotros es y debe ser un derecho. El derecho a comer sano, barato, sin descomponernos ni alterarnos.
El intestino es el «segundo cerebro» aseguran, nos regula en todo sentido. De ser así, entonces es cierto, nuestro cuerpo habla. A los celíacos no sólo nos habla, nos interpela día a día.