El cuerpo: Entrevista a la bailarina y coreógrafa, Ana Frenkel
Entrevista: Estela Colángelo, Gabriela Stoppleman
Edición: Gabriela Stoppelman
“El cuerpo, esa aleación de agua y espíritu, pesaba toneladas bajo nuestros atuendos y los trabajos que tuvimos que acometer esa tarde nos parecieron dignos de Hércules; en cuanto se podía, salíamos corriendo de sombra en sombra”
“El día de la tormenta”, (de “El origen de la luz”), Arnaldo Calveyra
Se sacó la primera, hacía rato sospechaba que esa no era ni la original ni la primaria. Muchos tiempos de amalgamar la simpleza de la hora con las trampas de la luz le delataron el enigma de las capas. Y no se equivocaba. El gran caparazón de torso y cabeza se derramó sobre el suelo en un charco de sombra. Tan rápido fue el movimiento, que la Mamushka no alcanzó a ver la profundidad de su primera superficie. Se desplazó un poquito para que el charco, ya entusiasmado en expansiones, no le tocara a su segunda. Y así advino otro transcurrir. La segunda bailaba. Sólo fue cuestión de permitirse ser la música. Entonces, el material -en un principio escudado en la rigidez del esmalte- comenzó a desenvolverse en torsiones y giros. Flexible, aventurera y doliente, después de un rato, la segunda también se dejó caer. En este caso, la melodía resultó la encargada de encharcar el tiempo. Ni bien tocó el suelo, desmarcó la penumbra de las sombras, agregó la gracia del reflejo y la potencia del latido. Las terceras llegaron quietas, silenciosas, y replegaron los contornos del capullo, cuerpo adentro. De ese modo comenzó el otoño del hábito, el ocre del saber inmóvil. Hasta que lo hastiado de puro permanecer también se desplomó en una lluvia de piedra fina, apenas suspendida sobre el tumulto de música y sombras. Las cuartas y las quintas debieron andar y desandar los caminos para reencontrar el pensamiento, bien atrás del horizonte. Astillas de lenguaje y gramáticas en desuso fueron todo el resto de estos desasimientos. Luego sólo faltó quitar, exponer, quedar al abrigo de la ínfima séptima, del enorme corazón mutante de la mamushka. Allí, justo en el indecible medular, donde el gran charco de oscuridades, sonidos, arenillas y cicatrices del lenguaje inunda sin defensas; donde la noche es el sueño danzado en escamas de poemas diurnos, nace la luz. Y se abre en un abanico de nombres. Uno resuena en Ana.
APROBAR TODA LA MATERIA
“Desde adentro de todos no hay más que una morada/bajo un friso de máscaras; /desde adentro de todos hay una sola efigie que fue/inscrita en el revés del alma; /desde adentro de todos cada historia sucede en todas partes:/no hay muerte que no mate, /no hay nacimiento ajeno ni amor deshabitado.”
“Desdoblamiento en máscara de todos”, Olga Orozco
El tema de este número de la revista es el cuerpo. ¿Piensa el cuerpo?
Podría decir que sí, en principio. El pensamiento es materia, así, el cuerpo es pensado y pensante, es indivisible. El sistema nervioso, al tener una apreciación sobre el cuerpo, es conectivo. En el sistema nervioso central el lenguaje, el sentimiento y la percepción están unidos. El lenguaje, como el pensamiento, también es materia. Pero esto que me preguntás es como algo muy particular. Hay casos de daño cerebral en una parte del pensamiento, en los que el cuerpo sigue funcionando. Tendríamos que definir qué es pensar o qué es razonar, cuáles son los niveles de pensamiento y, de ahí, podríamos considerar niveles distintos de conciencia, ver cuán consciente es el cuerpo del cuerpo. Así que, en principio, sí, el cuerpo piensa. Es una pregunta hermosa para abrir miles de otras preguntas.
Vos decías en alguna entrevista que hay gente que es muy reflexiva, pero muy sedentaria y, entonces, no es consciente de su cuerpo. Me pregunto ¿esa gente está pensando del todo? Y lo mismo al revés: quizás alguien es muy consciente de su cuerpo, pero no puede armar un sujeto-predicado. Si somos como vos decís, una unidad psicofísica ¿cómo es que se dan estas cosas de manera escindida?
Podemos pensar que un bailarín, por ejemplo, tiene consciencia de su cuerpo. Es un tipo de conciencia. Sabe manejar el movimiento. Eso no indica exactamente que tenga conciencia del ente psicofísico, que sea consciente de cómo funciona la totalidad. Un escritor quizás tenga mucha más conciencia del ente psicofísico que un bailarín, o no. Entonces, la idea de cómo se percibe uno a sí mismo no tiene relación exacta con aquello a lo que se dedica.
Entrevistamos a un médico, ex futbolista, quien sostiene que, a mayor habilidad en el deporte, mayor consciencia del cuerpo.
Bien. Hay una habilidad vinculada con desarrollar ciertas cualidades del movimiento. En un buen futbolista, por ejemplo, hay una diferencia, algo distintivo entre el conocimiento y el saber. Podés conocer cómo se patea una pelota, ser muy bueno en eso y también podés aumentar ese conocimiento y profundizar en algo más esa percepción de la cancha y del momento presente. De hecho, creo que los grandes futbolistas terminan por ser personas con una gran conciencia de sí mismo en la totalidad. Y volvemos a la noción de totalidad: creo que, un futbolista termina por completar ese saber con saber en qué está pensando, cuando patea la pelota y lleva el pensamiento al uso de su pierna. Cuando tiene la capacidad de captar la totalidad, sabe periféricamente, entiende cómo rodear la cancha en ese momento presente. Creo que ahí sí hay un aumento de la consciencia que determina que ese futbolista sea mejor que otros. Y también creo que existe algo que podríamos llamar cierta sabiduría de la cuestión que no es sólo conocimiento. Habría que distinguir el conocimiento de la sabiduría.
TODOS LOS NOMBRES DEL FUEGO
“Con qué tersa dulzura/me levanta del lecho en que soñaba/profundas plantaciones perfumadas, /me pasea los dedos por la piel y me dibuja/en el espacio, en vilo, hasta que el beso/se posa curvo y recurrente/para que a fuego lento empiece/la danza cadenciosa de la hoguera /tejiéndose en ráfagas, en hélice”
“El breve amor”, Julio Cortázar
Recién hablabas de cierta habilidad que se va adquiriendo al ejercitar, ¿eso genera memoria en el cuerpo?
El cuerpo tiene memoria. De hecho, hay una memoria para preservarse, como cuando te quemás o lastimás con algo y no volvés a tocarlo. Eso tiene una parte buena y una mala. La parte vinculada a la supervivencia hace que uno cree hábitos para defenderse, lo cual es bueno. Pero esos mismos hábitos hacen que vos estés menos presente en el momento, por la automaticidad propia de esa reacción. Incluso, creés que el automatismo funciona, pero tal vez no sea ya tan funcional.
O te restringe capacidad para lo nuevo, porque puede pasar que un día ese fuego no queme.
Claro, o que eso que te quema no sea fuego, pero vos lo vinculás, a través de esa memoria, con lo que alguna vez te quemó. Entonces lo dañino para el acto vital -que es una constante transformación-, es esa creencia fija. Hay una constante transformación, un acto vivo en el cuerpo que siempre se renombra, como las células, como la captación de la imagen o la audición. Es muy fuerte, porque el ser humano tiene la tendencia a fijar para responder rápidamente y eso hace que muchas veces no estemos porosos a la disponibilidad de las articulaciones para resolver algo concreto, ya no poético ni metafórico.
¿Y tiene el cuerpo capacidad de olvido?
Me vuelven a aparecer los planos de conciencia. Cuando escribí hace poquito la tesis de Alexander (1) hablaba de esto: nosotros tenemos muchas capas, como si fueran esferas o cilindros que van desde la piel, desde los sentidos más externos, hacia la médula. Como mamushkas, pero muy finitas y muchas, como la cebolla. Y otras capas nos atraviesan en otro sentido.
Paralelos y meridianos.
Exacto. Y a los pensamientos me los imagino entre todas esas capas. Más que el olvido, pienso dónde están esos niveles que, pensados psicoanalíticamente, serían niveles de conciencia. En el budismo serían los nueve niveles de conciencia. Son esos receptáculos donde van quedando y son como…. a cuánto accedés o cuánto estás dispuesto a acceder o a llegar a ese punto de conciencia.
Claro. No hablamos de amnesia, sino de olvido. El olvido puede tener vuelta.
Entonces sí hay olvido, pero no pérdida. Hay posibilidad de recuperar en algún nivel de la conciencia.
PUENTES A MITAD DE LAS PALABRAS
“Has roto el cristal de esa memoria. Cuando dije tu nombre entonces, sobre el puente, era como si tu ausencia –esa que ahora se cumple– se anunciara”
“Diálogo en el puente”, Salvador Elizondo
En alguna entrevista has contado que tuviste una operación muy delicada, luego de la cual tuviste que reeducar tu cuerpo.
Sí. Después de la operación, yo tenía mucho miedo y ya no me podía mover como antes. De hecho, estaba bastante aterrorizada y muy quieta, casi petrificada. Durante un año me costó caminar. Tuve mucho tiempo doliente, con lo cual todo movimiento capaz de provocar un potencial dolor, me aterrorizaba. Estuve en una quietud muy profunda. La única referencia del movimiento que tenía era cómo me movía antes. Tuve entonces que reeducarme y confiar profundamente en que existía otra forma desconocida. Entonces, no pensaba la reeducación como volver, sino como ir hacia algo desconocido, nuevo. Fue pasito a pasito. En las tesis de Alexander hablo, entonces, de desarrollar la confianza con lo desconocido. Concretamente de poder empezar a construir nuevas experiencias sensoriales que te puedan dar nuevos parámetros propios.
Romper hábitos.
Sí. Pero para romper algo que te causa dolor tenés que tener el coraje de encontrarte con lo nuevo. Y lo nuevo es en sí la vida.
Y hay una zona donde lo viejo no sirve y lo nuevo no aparece….
Exacto. Como un puente. Yo soy muy budista, practico todos los días y, creo, en ese lugar aparece la fe.
¿Qué es la fe?
Es confianza. Si dividís en dos la palabra confianza, obtenés “con fe”. La fe es el movimiento que permite apostar a lo desconocido. Y necesita de ese coraje, que es inherente a las personas, lo tenemos.
¿Sin dios?
Yo no creo en dios, sí creo en el potencial de cada persona.
Spinoza decía “Nadie sabe lo que un cuerpo puede”
Es potencial. “Nadie sabe”, es a futuro. Por eso hablo de un potencial. De una semilla puede salir un árbol.
U otras cosas.
Sí, una flor, una nada. Puede morir la semilla. Pero su potencial es un árbol. Un poco depende de cuánto yo nutra a la tierra para que esa semilla se convierta en árbol.
Y de cuánta confianza tenga la semilla en sí misma.
Bueno, pero ahí voy con el acto de la fe. Es algo que se alimenta. Tiene que ver con el movimiento: el ser razona para tener fe. La fe y la razón son lo mismo. En todo caso, la fe alimenta a la razón y viceversa.
Cuando hablás de razón hablás de algo más que causa-efecto, ¿no?
Causa-efecto es una forma de razonar, pero hay más: el hecho cognitivo, el razonamiento, la posibilidad de observar la dimensión del fenómeno. Si me pregunto cómo alimentar ese potencial, cómo es ese no saber, un poco es lo que yo distingo con dios: como una fuerza lejos de mí.
Vuelvo un poco al tema del budismo. En otra entrevista, contaste: “En la Organización Soka Gakkai trabajamos por la paz mundial, buscamos la revolución humana. Hacemos nuestra propia revolución para que otros desarrollen su potencial del estado de Buda que es como su amor compartido” La pregunta refiere al viejo debate acerca de que si la revolución va del colectivo al sujeto o al revés. ¿Vos estás convencida que es del sujeto al colectivo?
Sí. Igual, no creo que exista un sujeto escindido del colectivo. Es una ilusión que las personas “sean” separadas del resto. La vida se genera, por lo menos, entre dos. Una ilusión es una idea en torno a la idea y no tiene la posibilidad de accionar, de ponerle cuerpo. La ilusión es como sin cuerpo. Somos colectivo. Somos nosotros.
Otra vez: Spinoza decía que no tenemos cuerpo. Que formamos cuerpo con los otros.
Era muy budista Spinoza.
Por eso, entre otras cosas, lo deben haber excomulgado.
ESE PUNTITO SUELTO
“Como la primera gota que da sentido a una tormenta/o el colibrí que hace posible el néctar del tiempo/soy la escama necesaria de un pez que gravita en círculos de hielo”
Tina Elorriaga
Me quedo con lo que hablábamos recién, acerca de que pensamiento no es solo racional. Pensé en lo poético como una forma de pensamiento no racional. Vos dijiste que Villa-Villa fue un espectáculo muy poético, ¿qué es lo poético para vos?
Una trama entre la metáfora y el lenguaje en otra posibilidad de acercarse a lo sensorial. Cuando digo de Villa-Villa que es muy poético como espectáculo, me refiero a que se trata de una narración basada en lo sensorial, desde el impacto de la música, de las imágenes, de lo visual. No quiere decir que cuente un argumento, pero deja abierto, como último punto -y no todas las narraciones lo hacen-, al sujeto que termina de completar esa poesía.
Pensaba que muchos shows televisivos, los de entretenimiento, tienen también cuerpos, imágenes, música, la cosa sensorial, pero uno no diría que son poéticos. Tendría que haber alguna otra cosa. Vos que sos budista, ¿hay algún lugar en el budismo para lo innombrable?
La experiencia es innombrable. Está cerquita de la poesía. La música, más allá de la letra. Me quedé pensando en los programas de entretenimiento televisivos. Esos programas son un entretenimiento y también un negocio, pero la finalidad es más el negocio. Creo que algo deja de ser poesía cuando es más importante el fin que el medio.
No hay indecible cuando hay un objetivo fijo.
Ya está antes el fin que los medios. Hay también otra cosa: uno hace más o menos empatía con lo que está jugando. Me parece que hay en la televisión algo duro. Tiene que ver con dónde estás poniendo el acento, qué estimulás. Creo que hay algo que lucra con los estados más bajos de todos nosotros: por ejemplo, criticar a otro, burlarse, usar al cuerpo de la mujer como un objeto, mirar discutir. Es un estado bastante atractivo: te sentás a una mesa y, si estás medio mala onda, medio bajón, en un estado de vida malo, te copás con hablar mal de los otros. Son niveles del estado de vida.
Y no todo lo seductor es poético.
Claro. Y no todo lo atractivo es vital. Por eso está el mundo como está. La destrucción, la guerra, el poder. Vital es lo que puede generar nueva vida y dignidad. Por eso me parece que estos shows dan plata porque lucran con algo muy estimulante, muy fácil: llegás cansado de laburar, no tenés energía, prendés la tele y un poco te olvidás de lo que te pasa. Es como si estuvieras comiendo dulce de leche a cucharadas. Es una fuga. Pero, tal vez, no debemos pensar que ese show es lo malo, sino que el estado de vida de las personas necesita eso. Es más profundo. Por eso el budismo busca la revolución humana de cada individuo. Para que, cuando las personas eleven el estado de vida, primero luchen por su dignidad y entonces puedan ser responsables de la sociedad. No es el show. El show entra porque la persona no está bien.
CANALES POPULARES
«Con este poema no tomaras el poder » dice/«con estos versos no harás la Revolución » dice/«ni con miles de versos harás la Revolución » dice/se sienta a la mesa y escribe”
“Confianzas”, Juan Gelman
Hiciste muchos espectáculos muy grandes, con una impronta también desde lo comercial, aunque ese no fuera el objetivo, ¿cómo te llevás con eso?
A mí me gusta lo popular, lo que llega a mucha gente y a distintos estratos sociales. Y también puedo disfrutar de algo artístico bastante de elite, pero no porque sea de elite. Algo en las característica de las producciones para la elite no me gusta, le quita un poco de atractivo. Es lo popular lo que me interesa, que llegue a muchas personas, tenga calidad y trabajo, que abra canal.
¿Y si no llega?
Muchas veces me pasa que no llega. Es un garrón. Me re frustra. Para mí es re importante, aunque no llegue a muchas personas, al menos, que conmueva, que abra, que te permita seguir abriendo.
¿Y si eso sucede, pero conmueve a pocos?
Está buenísimo. Ya con que se dé, está buenísimo. Me encanta. Tengo amigos a quienes les encanta el teatro para diez, para treinta. A mí muy feliz no me hace. No te quiero mentir.
LA ALQUIMIA DEL ODIO
“Andan los lobos en manadas su ferocidad va delante de ellos y detrás van sus sombras estiradas por el último sol del atardecer. Primero la ferocidad, después los lobos, después las sombras. Las manadas recorren los caminos del bosque. El bosque que los conoce bien, sabe que se acerca una muerte. Porque los lobos tienen hambre, un hambre enorme y antigua tal como si jamás hubieran comido ni ellos ni sus padres ni sus abuelos. Con las orejas alertas, los hocicos entreabiertos y los colmillos en su sitio. La manada va en busca de su presa. Pero… (Si no hay pero no hay cuento) a veces las cosas cambian, se sacuden. Hace tiempo y más tiempo en la gran manada de los lobos del mundo comenzó a suceder algo extraño. Por aquí, por allá, en este bosque y en aquella pradera nacieron algunos lobos que no quisieron, no supieron, no pudieron ser iguales a todos. Entonces lentamente comenzaron a cambiar sus costumbres. Un día dejaron de mirar la luna y empezaron a mirar con curiosidad las luces de los fuegos que encendían los hombres. Otro día soñaron que encontraban ovejas, que sus hocicos encontraban el rastro de los perdidos, que sus ojos deshacían oscuridad y mientras soñaban movían la cola y bajaban las ovejas. Con el tiempo los animales que no querían, no sabían o no podían ser iguales al resto de las manadas se fueron rezagando. La inquietud, las burlas y las rabias de sus compañeros se transformaron en distancia y soledad. Entonces en esta pradera y en aquel bosque ellos tomaron otro camino. Viven hoy muy cerca de los hombre, mas de los hombres que de la luna y tiene los nombres que les pone el amor.”
“Después de los lobos”, Liliana Bodoc.
En varias de las notas que te hicieron, hablás del ejercicio como forma de tomar conciencia del cuerpo. A veces me parece un poco obsceno decirle a la gente que llega a la casa después de laburar doce horas con las que apenas subsiste, que coma sano, que tome conciencia de su cuerpo. Pero también pienso: tal vez hay algo para aconsejar en el mientras tanto, ¿hay algo para hacer con el cuerpo, en simultaneo, por ejemplo, a cumplir con un trabajo que no te gusta?
Hay una fisura del ente psicofísico.
¿Una alienación?
Claro. Es un dilema muy fuerte. Yo tengo esperanza, quisiera que, con el tiempo, las personas desarrollen un empoderamiento y puedan distinguir el grado de conciencia con el que viven. Pero es un cambio profundo. La persona que trabaja diez horas, hay que ver cuánto gana, en qué condiciones trabaja, si pudo almorzar en el medio… En principio hay cosas muy simples que ayudan. Si podés darte media horita más, trasladarse mayores distancias caminando. Saliste de tu casa 45 minutos antes y ese tiempo caminaste para llegar al laburo ya te cambia todo.
El tipo vive en Monte Grande, se toma el Roca a las cinco de la mañana para llegar a las siete a Coto, donde camina con cajas de acá para allá. Ese no tiene media horita más.
Y hay gente que trabaja en un banco sentada diez horas. La realidad es que no hay un consejo para todos. Existe una escucha personal sobre qué te está sucediendo. Te digo: caminá, tirate en el piso veinte minutos cada cuatro horas, dejá que la columna descanse. Son consejos generales. Lo que funciona, creo, son los vínculos singulares, una escucha sobre la totalidad de esa persona que tal vez no está respirando bien o qué se yo. Cada uno tiene su estado de vida. Finalmente, uno funciona como está funcionando su ser. ¿Cómo la persona va a darse cuenta de que ese laburo es indigno si no tiene una escucha, si no puede ni percibir lo que le está pasando? Cree que tiene que combatir el dolor con los calmantes…
Pero si no percibe, ¿cómo llegaría a solicitar una escucha?
Sí, necesitamos que la gente aumente su percepción. Al tipo le da tristeza y odio esa situación. Entonces, aparece el deber ser: “No odies, porque no se odia”. No. El odio puede ser saludable si tiene un contexto donde se puede transformar en vitalidad. ¿Qué va a hacer si no? ¿Agarrar una pistola y matar a alguien? Eso pasa cuando anulás la totalidad del ser. ¡Es tan rígido el deber ser! Tenés que hacer algo porque lo dice la sociedad que, a su vez, es construida por las propias personas. Si en las relaciones interpersonales hay una escucha y eso dignifica a esa persona, está bueno que odie. Te sentís usado, estás siendo usado. Bien. ¿Qué hacemos? La misma energía del odio es la energía de la acción. El tema es la esperanza de que exista una acción.
La alienación incluye que no se le dé un recurso para transformar eso en vitalidad.
Claro. Y no siempre pensar en el cuerpo. El cuerpo se modifica en tres meses, comés mejor, vas al gimnasio, ya está. No es el tema. El tema es el ser. Admitir que las personas necesitan una mejor calidad de vida tiene que darse en las personas mismas ¿o se lo vas a pedir al mandatario?
Y, justo a este, no sería una buena idea.
LA ALEGRÍA DE UNA CÉLULA
“La alegría es el paso del hombre de una menor a una mayor perfección.”
“Ética demostrada según el orden geométrico”, Baruj Spinoza
Vayamos un poquito al baile.
Yo era bailarina, vivía bailando, moviéndome, y sufría un montón de dolores. No trabajaba en Coto, pero sufría mucho dolor físico y anímico. Todas las personas sufren en distintos niveles. Muchos, en sus contextos, no tienen la libertad o la oportunidad o el tiempo para reflexionar, pero la cantidad de empastillados es increíble. Quiero decir que una persona que tiene plata y no trabaja en todo el día no necesariamente no sufre. En mi caso, lo que bajó mi dolor fue entender qué me pasaba, laburar en función de mis necesidades y escucharme, que la gente pudiera decirme: “Lo que te está pasando está bien y no te tiene que pasar otra cosa”. Y mi ser empezó a agradecer, las células se ponen contentas, porque las integrás a vos, es dignidad.
¿Ahora no bailás?
Bailo en Alexander, que es ser.
¿Y qué pensás de esas experiencias, como Alexander, que -por ahora- sí son de elite? Pensaba: sería tan útil que la propuesta de Alexander se lleve a la salida de la fábrica y se le enseñe a un laburante a agacharse, a sentarse, a caminar, a revisar los movimientos que se da por supuesto que dominamos.
Alexander no revisa los movimientos. Revisa el pensamiento.
Bueno, aun mejor. Pero llevarlo a la gente más necesitada.
Sí, que no se haga es algo que no me simpatiza de los lugares de elite. Pero bueno, hay idea de llevarlo a los hospitales y, de a poquito, llegar a los pacientes y a los médicos también. Hay proyectos y hay que laburarlos.
Debe ser muy difícil esa tarea para alguien solo, tendría que haber algo institucional allí que te ayude a entrar en algunos lugares.
Por eso amo la Soka Gakkai, es mi vida y es una organización budista que funciona para este mundo, en esta tierra. Es internacional, está en 192 países, pero nosotros trabajamos por barrio. La gente se agrupa, trabajamos interrelación, conciencia, nos alentamos, nos escuchamos, practicamos una filosofía. Un mantra y un estudio: es una filosofía de vida que habla de la dignidad de la vida, de los valores. Nace como un sistema educativo en 1930 en Japón.
¿Qué te gusta tanto de ese año 1930?
¡Ah, sí! Es el año de la creación de la Soka Gakkai. En el medio del barro de entreguerras, emerge la necesidad… Hay una frase quizás muy compleja, el título de una carta budista “El infierno es la tierra de la luz tranquila”.
Suena como el sacrificio cristiano.
No. El infierno es. Es ya. No hay sin eso. Por eso el budismo habla de la no dualidad. El mismo ser humano tiene tanta oscuridad como potencial de salir de la oscuridad. No es que queremos ser blancos. Tenemos el potencial de salir porque somos oscuros.
Macri dice que es budista.
Sí. Es terrible. Una confusión interesante. Quiere llevar a pensar que el budismo tiene que ver con llegar a un estado de pureza, de limpieza en la mente. Es típico del liberalismo, es la idea de limpiar la sociedad de una suciedad.
Para él, la suciedad seríamos nosotros…
Sí. ¡Los que no van a Alexander!
SER MÚSICA
“Diremos tierra mar / o madreselva/ pero sin música ni sangre/ serán palabras solo/ y solo palabras/ lo que diremos”
Eugénio de Andrade
Hablamos poco de la danza. ¿Por qué a alguna gente le da pudor bailar?
No sé bien, no lo pensé mucho. Calculo que podría tener que ver con la idea de que hay que bailar de algún modo, del deber ser. Creo que es el gran tema, lo que creemos que tenemos que ser, sin contar con nosotros mismos. Si debiera bailar de algún modo, seguro bailaría mal, feo. Entonces, mejor no bailo. Pero bailar es movimiento. Todos bailan cuando empiezan a encontrar su modo particular y único de hacerlo.
¿Qué cosa singular tiene el baile como actividad física?
Particularmente, me da mucha alegría y felicidad moverme de modo consciente. Además, la música me genera mucha vitalidad. Ser música en el cuerpo me da una felicidad tremenda. Creo que somos materia atravesada por una vibración -por eso también hago mantras-. Cuando eso puede estar unido es música, es maravilloso. La música puede ser sonido o silencios, no sólo ritmo, tal como lo conocemos. Un bajo o una heladera, un pulso, todo lo que existe, como el latido del corazón, es ritmo. Poder moverme en ese sentido me genera una sensación de liberación, de unidad, me encanta. En mi caso, me conmueve mucho ser parte de la música con el cuerpo.
¿Tocás música?
No un instrumento. Pero la toco con el cuerpo cuando bailo.
Sobre tu espectáculo “Miedo”, contabas que la temática es la muerte, y agregabas: “conecta con lo más vital, con la oportunidad de estar despierta”. En todas tus manifestaciones vemos que recurre la idea de la continuidad: cuerpo-mente, vida-muerte. ¿Cómo pensás la muerte, vos que te conectás tanto con tu cuerpo?
El cuerpo se está muriendo todo el tiempo. El cuerpo es como un lugar donde la vida habita. Pero la vida no termina nunca. Realmente pienso que la muerte es el traspaso de la vida en otro estadio.
Lo que habitaba en vos te deshabita.
Sí. Se transforma o toma otra dimensión. Mirá, si yo me siento Ana al hablar con vos, por momentos, no siento un cuerpo, siento Ana. Es más, siento más esta trama que a mí misma. De todos modos, fui muriendo en mí misma en el sentido cuerpo. Obviamente, no estoy totalmente muerta, pero he perdido muchas cosas: la tonicidad de la cara, de la piel. Y no me da pena. Siento que hay algo de Ana que, con el tiempo, crece. Aunque el cuerpo vaya transformándose hasta que, en un determinado momento, no va a haber más cuerpo y Ana seguirá viajando.
Pero no lo pensás como degradación.
Para nada. Me parece una transformación. La degradación es una visión social. Hay una idea errónea de qué le va pasando al cuerpo. Incluso la enfermedad es vida, vida de bacterias, de células locas. Una enfermedad puede ser un portal para una experiencia muy mística, por ejemplo, de una conciencia mayor.
¿Qué sería decadente para vos?
La ignorancia.
Decías en otra nota que buscabas la mejor versión de vos misma “…lo que realmente quiero es seguir forjándome para llegar a mi mejor versión”. ¿Existe algo como la mejor versión de nosotros?
¿Lo dije así? Bueno, creo que lo puedo decir de otra manera. Cuando digo mayor o mejor no lo pienso en términos de jerarquía, sino de expansión. Como el fenómeno más completo, más integrado. Y eso duele, porque siempre hay pérdida para que haya expansión. Mejor, menos ignorante. Vos querés algo desesperadamente, cuando lo tenés, decís, ¿esto era? Es la pérdida del capricho, ¿entendés?
Lo tenés y entonces pensás, ¿puedo devolverlo?
Sí. Y no hay nada peor, porque aparece un espejo. Cuando digo mejor digo más dimensional.
Pero bueno, lo probaste. Lo hiciste. Peor hubiera sido…
Porque hay que probarlo. Mejor persona sería ser parte de los otros. Comprender esto.
Ya lo decía Cristina.
- Técnica Alexander: Un método o de educación corporalcuyo objetivo es encontrar el equilibrio y la libertad natural del cuerpo para aprender a movernos con más facilidad. Una manera de entender cómo está diseñado el cuerpo para dejarle funcionar como él sabe. Una reeducación para establecer una buena coordinación entre cuerpo y mente.