El Desaliento: sobre China.

Por Patricia Tombetta

LO QUE NO SE SABE O SABE MAL

foto 1¿Cómo explicar aquello que no se comprende?

Escribir es una opción. Deleuze, en su libro “Diferencia y repetición”, se preguntaba “¿Cómo hacer para escribir si no es sobre lo que no se sabe, o lo que se sabe mal?”.

Entonces, me atrevo.

Desde Pekín hasta Guilin  (y pronuncialo bien o no habrá ningún “hasta”) hay un recorrido que, bien mirado, no tiene criterio alguno. Así comienza un lance de llegar a un horizonte lejano y sugerido desde cualquier infancia de cualquier crío de este cono sur. “Mandar la pelota a la China”, “andate a la Cochinchina”, “es un plan Chino”.

Y continúo: miro unos ojos que no desean lo mío y sonríen con curiosidad. Ojos negros muy  rasgados, pero muy rasgados. No me reflejan casi nada y me pierdo en la sonrisa y en sus manos. Algunas manos cocinan, otras se acarician su panza. Las bicicletas con o sin motor- con o sin sombrillas- ponen en marcha la mañana y salimos alegres, un poco desconfiados o expectantes. No importa el lugar, su tamaño ni nada: desorientarnos es casi lo primero del día. Un desayuno se sirve frío y contrasta con la tibieza del cuerpo recién salido de la cama. Ese calorcito del dormir que, de varias maneras, mantiene un encierro.

 

AQUELLO NUNCA BUSCADO

¿Qué  busco cuando viajo a lugares remotos, lejanos y tan extraños? ¿Y qué encuentro? Difícil decirlo, por suerte, están las palabras que se van a encargar, una a una, de perforar sensaciones y certezas. Y, una a una, sólo encontrarán aquello nunca buscado.

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CHINO BÁSICO

Y encuentro una coherencia: la frase repetida hasta el cansancio “chino básico” (utilizada como figura de lo incomprensible). Nunca una coherencia me había causado un ataque de risa o varios. No sólo el “universal” inglés es inútil, tampoco mis gestos resultan suficientes. Y, sin embargo, consigo terminar los días con una apariencia de lo cuasi esperado: llegar al templo colgante de Datong, comer algo que- aún incomprensible- me gusta y no acaba con mis papilas gustativas,  no querer un talle más para esa blusa, sino un color diferente. Olvido regatear el precio de un helado y la mujer me mira entre sorprendida y decepcionada. ¿Habrá sido eso o algún gesto mío le supo a insulto?

 

SEÑO, ¿PUEDO IR AL BAÑO?

foto 3Y otra vez el camino. Lo poco o mucho que se tenía entre manos queda atrás. Datong, Pingyao hasta Xi´an. Pueblos encantados y los guerreros de terracota. ¿El miedo construye? O, como siempre, ¿es la ambición?: Qin Shihuang di (259-210 a.c), llamado el primer emperador, manda a construir con terracota un ejército para poder gobernar en el Más Allá, dicen algunos. Otros, en cambio, opinan que lo hizo para su protección en el reino de la muerte. Pero, a ver: la belleza de sumergir las manos en ese barro y construir soldaditos es lo único cierto.

Voces que no sólo cuentan una cosa o la otra, también acompañan  de punta a punta del día. Al principio, mecen como un canto, rematan juguetonas en un “aa” “ee”. Algunos ideogramas se iluminan y me siento una cría de primer grado. Una puerta enorme y abierta de par en par. Y las voces continúan: parlantes, megáfonos, drones. No encuentro el silencio amigo de la contemplación. Manos de rostros sonrientes me detienen para sacarse fotos. Algunos intentan preguntas o saludos. Otros sólo se paran a mi lado, disparan la cámara y se van. Los lobos marinos de Mar del Plata parecen haber llegado al país de todas las cosas.

foto 4Si pensara con letra de tango, entonaría “El tren bala y la letrina”. Sí, así como la infancia te puede llevar a China, China te devuelve a tu escuela de los primeros años. Retretes por todos lados.

Aunque las voces continúan su carrera y amenazan inundación, no encuentro ira, sino algo que desentona en mi interior. “Estás en China”, me digo. Y aquello que corría denso se aligera. Tal vez encuentra diques o- mejor- nuevos surcos. Y vuelven las manos que ya no sólo acarician y construyen templos de Buda cavados en la montaña o guerreros de barro; ahora son invisibles. Son manos de viento y de agua sobre formaciones calizas inalcanzables. Un escenario dentro del mundo que no es de este mundo, un planeta sobre la tierra corta el aliento otra vez. Algunos monos lo hacen más cercano. Zangjiajie camino a Fenghuan.

A DEPONER MALECONES.

foto5Otro pueblo encantado, donde las voces parecen atenuarse y las manos se enredan en una fina artesanía que no me puedo comprar: el precio, las valijas, lo que falta de viaje.

Y ahora encuentro una concordancia. No es que comprenda, es un amable estar tan sola, ser diferente, incomprendida también y que la cosa marche. ¿Cómo se arma una concordia?  Una forma, podría ser, dejarte llevar, deponer los últimos malecones y permitir que la corriente de agua o de viento te arrastre. O subirte a un tren bala, o a dos. Y bajar en el último lugar que tu tiempo permita. Seguirías y, sin embargo, el traje de viajero se rasgaría con las uñas de tu pertenencia. Guilin: el río Li y los arrozales. En silencio, el espinazo del dragón cuenta historias inimaginables. Es sólo el nombre de un lugar y, otra vez, podría estar recostada en mi cama a punto de dormirme y la voz de mi vieja relataría historias maravillosas.

Un viaje en el tiempo a una época hecha con retazos de palabras, de agua, de coherencias, de bellos signos incomprensibles e incitadores. Un encuentro de largo aliento intermitente, que comienza en el desencuentro de todas las cosas.

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