Escultura en vidrio, “The runner”, Varotsos Costas.

Por Lourdes Cabrera.

La Velocidad: Sobre la película “Corre, Lola, corre”, de Tom Tykwer.

 

Escultura en vidrio, Daniel Arsham.
Escultura en vidrio, Daniel Arsham.

PUESTA EN ESCENA
Hay un vidrio delgado que cruza la calle. En su infinita fragilidad y en sus filosas aristas tiene el poder de hacerse llevar como se lleva a un rey viejito en camilla; tiene el poder de detener camiones enormes, atónitos ante su presencia y ante la posibilidad de su estallido; tiene ese poder de reventar en trizas y de volverse metáfora en el aire, fragmentos de lo irresistible, espectáculo horroroso de pedacitos que hacen temer a transeúntes y a pájaros.
La física podría explicar el efecto de un impacto, hablar de la inercia del golpe de las consistencias. La química molecular desesperaría en la estructura mínima de todo lo que existe, para llegar, como máximo, al borde del destrozo. La poesía se acercaría, sigilosa, a un pedacito, e intentaría- ilusa y audaz- sacar el todo de la parte. La narración pondría velocidad reversa: en cámara lenta, recompondría la fragilidad y la consistencia del vidrio. Pero la ilusión permanece en todas las disciplinas.
Si el vidrio no se rompe y ante la mirada no muestra sus bordes, la misma transparencia lo anula. Sólo nos deja ver el mundo a través. Desprovisto de la sutileza de cierta opacidad, el vidrio es una transparencia desmesurada que aniquila al mundo.
Si el vidrio se rompe, el vidrio se rompe. Y no hay más transparencia. Pero allí atrás sigue el mundo en su eterno movimiento. Ahora más expuesto, ahora menos velado.

Ahora que el vidrio se ha roto, podemos ver el vidrio. Paradojas de lo transparente: se hace visible cuando muere.

Esculturas en vidrio, Sung Wong Park.
Esculturas en vidrio, Sung Wong Park.

 

LOLA-MENTO
Lola corre mucho y corre tres veces, separadas por dos pausas. Su novio se ha metido en un lío y ella, sin tiempo para vacilar, corre en su ayuda. En cada oportunidad, estalla contra las circunstancias.
Mientras Lola corre, la vida sigue a su ritmo normal. Pero, a ella, las escenas de las vidas de los otros se le aparecen como instantáneas, fotos de otros choques, otros encuentros, otras desgracias, enunciables sólo por la memoria narrativa de la cámara. Porque Lola no tiene tiempo.
Una sensación de delgadez a punto de estallar atraviesa la narración.
En las tres versiones, en su ida «de» o «hacia» (porque uno de los problemas de la urgencia es que el vértigo mezcla todas las direcciones de fuga), ya no se sabe si Lola corre para escapar de su orfandad o si corre en ayuda de su amado, (para evitar que el hueco de su orfandad se haga más grande).

Lola se cruza con unos obreros que trasladan un vidrio a través de la calle. Una vez, un camión se detiene ante la fragilidad del vidrio y otra vez, a tanta velocidad, lo rompe en pedazos. Lola es el vidrio. Frágil y transparentada por su urgencia, la fugitiva se adelgaza, se vuelve inconsistente y se hace poderosa a medida que avanza.

Escultura en vidrio, “The runner”, Varotsos Costas.
Escultura en vidrio, “The runner”, Varotsos Costas.

 

LA MUERTE Y SU FALTA DE MODALES

En las escenas de quietud, aparece la duda y aparece la muerte. Cuando la velocidad baja, hay amor que se

Escultura en vidrio, Robert Micklessen.
Escultura en vidrio, Robert Micklessen.

sostenga más que en la vacilación, en el fantasma de la muerte y del miedo a perder, que se instala cuando la orfandad muestra sus llagas.
A la velocidad de la muerte, ellos dos mueren. El grito “no quiero morir” es también el grito del vidrio, antes de romperse.
La voz indiferente de la madre y el rostro impávido del padre cuando empuja a su hija para sacársela de encima: esos también son otros gritos desesperados de la muerte.

Y, por si fuera poco, la muerte tiene cuerpo de mujer. Es una gran escuchadora. Una gorda y vieja vecina del barrio que escucha, detrás de las cabinas de teléfono, las conversaciones de los desesperados. Ojo con ella, es la más “real” de todos.

 

FAMILIA DE CRISTAL

Vidrios que encierran a clientes en grandes mercados, vidrios invisibles entre parientes, vidrios que estallan, como la fragilidad de algunos vínculos.

La familia, por ejemplo: el padre y su amante intentan esconder su fragilidad con pesados cortinados, con enormes y macizas puertas de madera, contra toda transparencia de los ventanales. Ellos mismos, cristales rajados huyen

Escultura en vidrio, Daniel Arsham.
Escultura en vidrio, Daniel Arsham.

del espejo de la parentela posible en otros vidrios.
También la madre, en su encierro de paredes blancas, intenta un sobreactuado vínculo con el mundo, a través del teléfono. Pero las líneas entre el silicato y las formas se han cortado. No hay soplete que remonte la desfigura de tanta pérdida. Como mueble pegado a un cuarto, la madre es. para Lola, un accidente del espacio. Una polaroid más en el trayecto de su huida. Y, mientras Lola corre, Lola pierde, desempaca, descarga, transforma a los otros y al mundo en trizas. Dentro de ese puré de vidrio, dentro de ese puré de mundo, se rehace.

Y Lola no tiene más suerte con su familia elegida. El novio es vidrio desesperado. Detrás de la vidriera del Súper, intenta preservar su fragilidad, mientras la expone. Roba como quien pega un manotazo de ahogado, pero el agua le llega hasta la nariz.

“Canillas”, Francisco Delgado.
“Canillas”, Francisco Delgado.

Sabe que todo puede estallar en pedazos, ¿pero cómo temerle a lo roto cuando uno mismo anda hecho trocitos? Su único vínculo es Lola, quien  corre. Y en quien, a gatas, confía.

Trampa de vidrio donde se encierra el amor.

Cuidado, Lola: Tanto correr y esquivar la muerte, también vos podés transformarte en mensajera de la parca.

 

Trailer «Corre, Lola, corre»

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