Velocidad: Conversación con Rodrigo Fresán, acerca de su libro “La velocidad de las cosas”.
Entrevista y edición: Gabriela Stoppelman.
“(…) que una historia no es más que fantasma de una vida. O viceversa. La literatura es una calle de doble mano. Y las vidas cuando mueren, si tienen suerte, se convierten en historias.”(*)
GIRA MÁGICA Y MISTERIOSA
El viento de Dios, Rúaj, sobrevolaba el caos. Y el Caos era, a su vez, un gran embudo que giraba. Un viento, sobre otro viento. Con esa especie de homeopatía universal, comenzaba la Creación. Sin embargo, las dos materias no eran tan parecidas como se veían a simple vista. A simple vista de un niño, claro, que escucha con fascinación el relato de los orígenes. Resulta que lo de Dios, aparentemente, no habría sido un soplo, sino una inspiración. Como no había más que Caos, debió haber inspirado un cierto volumen de ese remolino, un poco de desorden girado. Y, una vez que tomó impulso, ya no quedaba más que devolver el préstamo y decir la palabra. En ese interregno entre inspiración y espiración, estaban los embriones del verbo. En esa previa, en ese estar a “punto de“, habitaban las semillas de los sentidos, de todas las posibles gramáticas y conexiones.
La lectura de “La velocidad de las cosas”, de Rodrigo Fresán, remite una y otra vez a ese estado de umbral, de inminencia de lo originario. Un estado de fuerzas que insisten pero aún no se presentan. Un hueco solitario que promete un buen trayecto en las orillas y un recomienzo musical, en los finales. Muchos de los fragmentos del libro ralentan al final, a veces con dos o tres oraciones huérfanas, ¿esa orfandad busca acelerar el texto hacia “la velocidad de las cosas”?, ¿podríamos hablar de un efecto poético, uno que, por síntesis, acelera?: Vos lo ligás a la poesía y yo te decía que soy un lector de poesía muy deficiente muy muy muy infantil. Para mí la poesía es un misterio, tengo una profunda admiración por la poesía pero en la mayoría de los casos no la entiendo, no entiendo cómo se hace. No sé por qué, tal vez por algún tipo de fallido o de imaginería o de escasa capacidad metafórica, no sé, llamalo como quieras, pero lo cierto es que mi formación pasa por los discos de Serrat, con letras de Miguel Hernández… Y Machado. Y hasta me gustan algunos poetas algunos poetas como Charles Simic, Donald Justice o Dylan Thomas. Pero, en todo caso, mi contacto más cercano con la poesía ha sido a través del rock y los cantautores.
Sin embargo, en esos finales, hay un cambio de ritmo. Me refiero a un efecto poético, como en estos fines de fragmentos: “¿Cómo termina esta historia? ¿Cómo empieza la próxima vida?” La grieta aparece ahí tan clara, en el pequeño silencio entre dos preguntas que aspiran muy grande. Y, en otros finales, la cadencia se presenta directamente con la figura del verso, camuflada entre la frase breve y el punto ya aparte:
“Un muerto que respira.
Un muerto que respira y esta vez contesta sí.
Un muerto que se llama Daniel.
Un muerto que es padre y viudo y que tiene una hija que se llama Hilda”.
Sí, bueno, el ritmo. La verdad, cuando empiezo a escribir, trato de sentarme a escribir con- al menos- dos certezas básicas: una es el título y otra es la última frase. Me gusta tener eso lo más claro posible, incluso aunque no sepa exactamente de qué va a tratar todo el asunto, pero es como saber a donde tengo que llegar, conocer el aeropuerto de llegada. Tal vez esa desaceleración que sentiste tenga que ver con eso: el viaje impone un ritmo, pero también hay un ritmo determinado por un punto de partida y un punto de llegada.
UN DÍA EN LA VIDA
“Hasta mi propia historia se me presenta hoy como el sueño de otro”(*)
Y para el niño era muy difícil levantar la mano y preguntar quién había creado ese remolino que giraba; quién había condimentado ese caldo gigante y sin olla, sobre el cual Dios sobrevolaba, con la intención de dar forma o poner orden, según la tendencia disciplinaria de la maestra. Viento sobre viento. Para las palabras de entonces era inconcebible pensar en una verdadera calle de doble mano. Un recorrido en ondas (casi un Sclalectrix) donde- en una de esas y en medio del camino- quien partió y quien retornaba se encontrasen cara a cara, desconociéndose. O, al revés: se entrevieran por vez primera, plenos, inaugurales. Y hablando de puntos de partida, cito del libro: “Hay un instante en que, sin saberlo, todo adquiere un mismo impulso y una misma armonía y un sonido inconfundible y preciso. El sonido de la velocidad de las cosas. El sonido de la velocidad de las cosas es el sonido que Dios hace al respirar. Algo de eso hay en el segundo en que cambian las mareas o en el chasquido del primer copo de nieve desprendiéndose de los cielos.”: Yo tengo varios referentes estéticos o estilísticos que no son necesariamente ni estrictamente literarios y están bastante presentes en todos mis libros. Desde fraseos de Bob Dylan hasta los cuadros de Edward Hopper hasta una película como “2001: Odisea en del espacio”. Y lo más próximo a lo que yo entendía como el sonido de la velocidad de las cosas”, te diría que es el crescendo orquestal que se escucha en “A day in the life”, la última canción en el disco de los Beatles, de Sargent Pepper´s. Permanentemente rige una noción de ritmo. Leo: “Y el océano que suena como un viejo disco de pasta, verosímil y lejano. Y yo miro al cielo y busco y encuentro el consuelo de una estrella reconocible entre el caos de las constelaciones”: Seguramente, seguramente sí. Una de las grandes influencias para mí era lo que decía de la frase la frase larga, de Proust hasta Bob Dylan. Tal vez sean artistas que están en las antípodas. Para mí se encuentran en esa forma de trabajar la oración como látigo. Y donde la oración restalla, se inaugura el instante: “Y en un lugar breve y en un minuto largo (…) Hilda piensa en Diana y en Daniel.” O la huella, al dejar su marca, queda titilante, faro hacia el futuro. (¿Era esa la figura la metáfora del sobrevuelo de Dios sobre el Caos?) “Señales resignadas a su condición de resplandor distante que, con un poco de suerte, serán recogidas en alguna otra fiesta, tan lejos de aquí.”
LET IT BE
“A mí el nombre me suena primero como el nombre de un viento lejano, después como un disparo a quemarropa y, enseguida, como un rostro pálido de tristeza.”(*)
Imaginate lo que debe haber sido para todo ese torbellino- tan libre, sin finalidad y sin conciencia- que de golpe venga el Rúaj y comience a recortar, a partir, a establecer bordes y siluetas. Imaginate empezar así, con esa sensación de fractura. ¡Qué necesidad había!, se habrá dicho, si es que la necesidad se había impreso como marca en los recién nacidos contornos. Y, mientras Dios sobrevolaba, dejaba estelas para seguirlas o para perderlas.: “Yo entonces caminaba y corría por la nieve…pero caminaba y corría marcha atrás, por lo que (…) esta es otra sección de mi monólogo donde las playas del pasado próximo son cubiertas por la crecida del pasado lejano”. ¿Y esas son las huellas por donde comenzar: percepciones muy musicales, cinematográficas ritmos cotidianos, fraseos, ecos? Yo creo que, cuando empiezo a escribir- y esto lo cuento un poco en el último libro “La parte inventada “- yo antes partía de historias completas. La sensación que tenía era la estar parado en la punta de un muelle, llegaba un barco y te decía: bajá las historias. Y a mí no me quedaba más que escribirlas. De un tiempo a esta parte, justamente a partir de “La velocidad de las cosas”- digo esto para marcar un punto de inflexión- lo que yo hago es vencer las sensaciones de estar parado en la punta de un muelle. Empiezo a mirar el reloj y a ver que el barco no llega de repente. Comienzo a enterarme de que naufragó y tendré que alquilar un bote, ir al medio del océano, ver las cosas que están flotando, ponerme traje de buzo. Después, descender a las profundidades y ver cómo vuelvo a armar ese barco. Lo veo mucho más dificultoso a este modo, pero también es un proceso mucho más interesante como escritor. Separar, rearmar, distinguir. Dios en medio del naufragio de las sinformas, el verbo colado entre las furias del torbellino:»El pequeño principado de la risa limitando siempre con la república del llanto y ambos territorios marcados de norte a sur y de este a oeste, siempre, por la cicatriz de las cordilleras de la furia.” La frase solitaria, armándose de familia y genealogía, el cielo y la tierra, que se miraban perplejos, uno en el nuevo espejo del otro. El encuentro de náufragos y huérfanos, la potencia de la incertidumbre: “Uno de los horrores de la enfermedad tiene que ver con la incertidumbre”. Pero, aun en medio del horror o sobre todo allí, “La mutación que entra sin llamar a la puerta, el meteorito en la cabeza, el cohete lanzado desde una planeta lejano, el puño en alto y la promesa de venganza”. Y, entre la orfandad y el naufragio, parece sellarse una especie de alianza, en tanto que ambas participan del proceso de la escritura: Sí, sí, yo creo que también la vida de uno es una sucesión de naufragios, de rescates y de islas y, después, de vuelta a navegar y de vuelta a naufragar. Pero quiero decir con esto que no entiendo el naufragio como algo necesariamente negativo, sino también como la posibilidad de estímulo. De pronto, en el intersticio entre isla e isla, algo se concentra, toma consistencia. “La velocidad de las cosas” es un libro lleno de puntas de icebergs. “Una meseta llena de picos”, como en el “Polaris”, de Lovecraft. Antinomias, asimetrías. Compensaciones y descompensaciones en el tiempo y el espacio: “Recuerdo que un resplandor lunar cubría las superficies de las mesas y que yo, de algún modo, supe que algo terminaba allí para que algo pudiera comenzar en otra parte. Un punto de máxima condensación para el estallido de mi big bang autobiográfico. Fue hermoso y enceguecedor y todo lo que cuento aquí no son más esquirlas (…) fragmentos que se alejan de ese milagro iniciático en un viaje de ida y sin retorno posible. Imprecisiones precisas.”
ANOCHECER DE UN DÍA AGITADO
“Los fantasmas abrigan”(*)
“La chica de la motocicleta cree que en el movimiento perpetuo reside la única posibilidad de la salvación. La idea, explica, es que uno sea más rápido que la enfermedad que lo persigue. La salvación está en el ejercicio constante del cambio”.(*)
Y quién se iba imaginar en esos tiempos de infancia y relatos del origen, que la muerte iba en serio. Que la calle era de doble mano, pero no sólo entre vientos de ida y vientos de vuelta. Quién podía poner en esa bella inspiración del súper padre, siquiera la idea de un corredor para la enfermedad y la muerte. Pero “La cuna se balancea, siempre, sobre los bordes de un precipicio”. Y “aunque no lo parezca, la muerte-como el verdadero amor- es una calle de doble mano.”: El tema de la muerte está muy presente. De los muertos y del modo en cómo los vivos contemplan a los muertos. Pero, sobre todo, el modo en cómo los muertos contemplan a los vivos aparece mucho en “La velocidad de las cosas”. Siempre me interesó la idea del fantasma. Desde muy chico me gustaban mucho la literatura fantástica y las películas de terror. El fantasma siempre me pareció el monstruo más interesante de todos, mucho más que la momia o Frankenstein o los vampiros. Me parece que en el fantasma hay también una cosa vampírica. El fantasma se nutre mucho de la memoria de los vivos, de la invocación de los vivos. Y algo más, durante la escritura del libro, murieron muchos amigos, uno detrás de otro. Eso también afectó bastante la escritura seguramente, En cuanto a ti, veo que en el punto ocho de la hoja que me enviaste con tus notas, destacaste, en relación a los fantasmas la frase: “Mi fascinación con los fantasmas. Los fantasmas tímidos con los que nos cruzamos en los aeropuertos de África; los fantasmas nacidos de los celos; los fantasmas puntuales convocados por una máquina que funciona alimentada por el rigor salado de las mareas.” En realidad es un homenaje en clave o un guiño a Bioy Casares. Es la Invención de Morel. De hecho el narrador de toda esa primera parte es una especie de Bioy idealizado. Uno de los placeres que a mí me produjo «La velocidad de las cosas” fue que Bioy lo leyó y se reconoció de inmediato y me llamó para comentármelo. Es uno de los mejores elogios que me pudieron hacer, que la persona a quien quería homenajear se reconociera.
SOMETHING
“Después, la total ausencia de los sueños y el día que se funde con la noche, el principio del fin, el triunfo de la Cosa”. (*)
“Alguien es la palabra más útil a la hora de intentar la prolija disección de una fiesta” (*)
En el comienzo, las cosas pueden haberse resistido a que les impongan, así como así y por un súbito sobrevuelo, un nombre y una forma. Tal vez, impotentes, las hebras aún no del todo capturadas del torbellino se habrán refugiado en lo anónimo, en los neutros, en ese modo de disolverse en los otros- caldo gigante e imposible- . Y, en ese retirase, quizás, se hayan originado esas rebabas del lenguaje, esos excesos que se caen de los contornos de las palabras. La reserva de lo sublime, lo indecible, lo inexpresable. Calle de doble mano, entonces. La criatura del lenguaje se rebelaba contra su creador y, por la ruta paralela, le minaba las figuras, las disposiciones, las certezas de los sentidos. “La velocidad de las cosas”- la frase- se desespera por reformularse alrededor de un vacío, de ese “alguien” o de “la Cosa” (1): “Alguien”, “Algo” “La Cosa”, ¿son modos de aproximar a lo innombrable, a eso que se ronda a “la velocidad de las cosas”?: Bueno, hay ciertas cosas que a la gente le incomoda nombrar o la inquieta. Por eso también les pone nombres como Dios o el más allá o el amor o el alma. No es más que una especie de continuación o de una reformulación de un acto muy, muy primitivo y tribal pero también es lo que distingue al hombre de los animales, por lo menos los animales que no actúan en las películas de Walt Disney. El ser humano siempre está intentando no nombrar lo innombrable y ponerle un nombre a las cosas. Es como encender un fuego. Calor… pero también puede ser que se haga un incendio ¿no? Sí, sí, bueno, también la misma idea de El extranjero, ¿no? También como allá donde te vas no se sabe si te vas si vas a volver o no. En ese sentido, también hay que decir: el papel que envuelve en realidad a todo el paquete es una actitud: lo más parecido a un método o un sistema que tengo es la ausencia del método o la ausencia de un sistema. Pero no lo digo como certeza absoluta. Sé que hay escritores que tienen todo completa y absolutamente programado de antemano y recién luego se sientan. Yo nunca pude hacerlo. Me gustaría ver cómo es escribir así. De todos modos, para mí, parte de la gracia de escribir también es conservar un poco mi parte de lector. Cuando digo mi parte de lector, me refiero a un narrador que se lee a sí mismo. Eso implica cierta ingenuidad, cierto desconocimiento, cierta sorpresa de cómo se van a producir las cosas.
“La velocidad de las cosas en acción. Un breve mareo y un mínimo alterarse de los colores y del sonido y la sensación casi física de estar conversando con alguien, con otro, con uno mismo”.“La velocidad de las cosas es una variedad preciosa de la muerte en vida. El instante precioso en que sabemos que algo se convierte en una historia digna de ser contada, la sensación de conversar con alguien y que alguien nos cuenta una historia”.“(…) la velocidad de las cosas como forma de pensamiento- como idea que comienza y termina en sí misma- está intrínsecamente ligada a la idea del pasado y de la muerte pero nunca como sinónimo de lo final o de lo irrecuperable. Es más: cuando se ha experimentado la velocidad de las cosas, lo primero que se pierde, de una buena vez por todas y para siempre, es el miedo a morirse. Mi caso”. |
BAD BOY
“La luz en el instante preciso de ser devorada por un agujero negro (…) extraño esa luz y lo más parecido que encontré a esa luz es el resplandor frío que se desprende de una heladera abierta en una cocina en el centro mismo de la noche. Una luz fría y vacía y con un limón al fondo.”(*)
¿Qué entrevé el niño, que recién comienza, en esos relatos del comienzo de todo? ¿En qué huecos, entre viento y viento, se fundan las direcciones? ¿Qué resplandor, qué voz, cuáles, entre todos los sonidos escuchados sostendrá, dentro del eco, un lugar para aproximar un retorno?: . “(…) espero que mi ballena funcione como la más original de las canciones de cuna, como un lugar al cual volver todas las noches antes de cerrar los ojos”. Leer “La velocidad de las cosas” lentamente, como cuando me detenía entre versículo y versículo de la infancia, para descifrar sin palabras lo que los maestros velaban. Lentamente, trazar el recorrido, porque igual hay mucho tiempo, más de trescientas sesenta hojas; porque igual los trazos siguen con su obstinada manía de insistir entre las palabras: “Al final, me gusta visualizar el trazo de mi existencia como una fuga de A a B en constante desarrollo. Una escapada plenamente consciente de que, desplazándose a la velocidad de las cosas, deberá pasar por Z antes de llegar al final”. Porque la calle es de doble mano. Y si el texto dice: “Escribo mi historia nada más que para poder leerla. Un lugar de donde agarrarse”. El lector, desde su naufragio, retruca: Leo para poder escribirme. Un lugar de donde agarrarme. ”La velocidad de las cosas” insiste en la lectura- no sólo de libros- sino la lectura de rostros, la lectura del cine, la lectura de fotos: “Las fotos se mueren cuando la persona que aparece en la foto se murió. Las fotos cambian de signo, entonces: antes, las fotos eran la evidencia inmóvil de un ser vivo para de improviso convertirse en las fotos del muerto cuando estaba vivo. Ahora las fotos de Diana están más vivas que Diana, descubre.” La lectura es el asfalto de la escritura. La escritura es el asfalto de la lectura: Bueno, a mí es una de las cosas que más me gusta hacer. Yo me recuerdo, claramente, a los cuatro años, ya contando los minutos que me faltaban para aprender a leer y a escribir. Aprendí a los cinco, apenas entré a la escuela. De todas maneras, uno empieza a leer antes porque, bueno, en las latitas, sabés que dice Coca Cola y empezás a atar cabos. Pero, cuando entré al colegio, a los cinco años, empecé a leer a escribir muy muy rápido. Pero yo siempre quise ser escritor. Desde que tengo memoria, no hubo nunca un planteo o una vocación alternativa. Jamás un plan B. Ni siquiera quise ser Batman ni jugador de la selección de fútbol. Ser presidente de la República, mucho menos. ¿Y cómo habrá sido la infancia del Rúaj? , ¿quién lo inspiró?: “La infancia, el tiempo donde la velocidad de las cosas no ha sido aún multada por leyes y estatutos de la realidad”. Un algo pre- verbal subyace en todo. Porque, antes de decir, está el Rúaj: la inspiración de un caos nutricio que cocina la previa de la frase. Parece que, aun fuera de los libros, un “algo”, “alguien” o “cosa” pre-verbal…: Seguramente, pero hay una primera lectura, es cuando las madres te cuentan un cuento y vos pedís que te lo repitan noche tras noche tras noche. Y cuando te lo sabés de memoria, ya lo estás leyendo de algún modo, ¿no?
SEA OF TIME
“El mar es siempre el mismo y (…) enfrentado a su uniformidad el hombre no duda en ponerle diferentes nombres a playas y a los océanos buscando así cierto domino de lo ingobernable y alguna forma de límite para el infinito de las arenas”(*)
“En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra no tenía entonces ninguna forma; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre el agua.” (3) Así dicen las traducciones al español. Pero la versión hebrea (¿original?) no habla de mar profundo, sino de “ Tou vabou”, un término de muy difícil traducción. Sin embargo, cuando la maestra menciona el “Tou vabou”, mueve las manos como si revolviera un remolino de agua. Agua a montones se escurre entre los dedos de la maestra. Corrientes y contracorrientes de agua: “Estamos construidos con agua y no con aire. Es por eso que, cuando nos arriesgamos a ser uno con las olas, no podemos disimular la sensación
de extravío y, al mismo tiempo, la sensación de estar de regreso en el hogar ancestral después de tanto tiempo lejos de casa”. Agua de doble mano. Agua pequeña, instilada de a gotas, sorbitos de lenguaje. Y agua en torrentes, tumultuosa, agua de inmensidad. Muchas referencias al mar en “La velocidad de las cosas”. Los pequeños instantes, las poderosas iluminaciones del instante: “me parece leer algo entre los resplandores rojos y verdes del atardecer”, se alternan con lo inconmensurable del mar: “Una de las últimas cosas que me dijo mi madre (…) fue que morirse despacio es como nadar mar adentro unos metros cada vez…Cada vez cuesta más volver a la playa, cada vez se piensa más seguido cuál es la necesidad de tierra firme y cada vez piensa con más entusiasmo (…) el día en que ya no habrá noción alguna de orilla”: El mar. Eso está en “La parte inventada”:” De hecho es un libro que empieza y termina en una clave. Cuenta una cosa de mi infancia, cuando casi me ahogo (“Aquí no valen las explosivas y constantes resurrecciones del Coyote. Aquí todo es sombrío, y dickensiano; aunque El Niño todavía no sepa lo que es dickensiano, pero ya haya sufrido lo suyo con Oliver! El Niño, solo y en su butaca. Y antes de que comience la película, esa otra propaganda que le da más miedo que la del ahogo” (2)).Y, después, bueno el tema de la muerte temprana. Yo, cuando nací, tuve un nacimiento muy complicado y me declararon clínicamente muerto. Estuve muerto un ratito y después reviví. Obviamente no me acuerdo nada de eso, pero evidentemente yo empecé al revés. De ahí, la idea de volver de un lado y tener que contarlo. “La velocidad de las cosas” narra el momento donde- si lo ponemos de una manera muy, muy simple y muy terrestre- las personas son plena total y absolutamente conscientes de que se van a morir. Ya sabés que te vas a morir, pero también hay momentos donde eso se manifiesta de una manera mucho más cercana incluso, casi sólida.
THE END
“La felicidad es una crisis”
Lentamente adviene. Veloz, irrumpe. El fantasma se despliega sobre una libreta de anotaciones, se cuela entre los huecos, revuelve la incertidumbre como si de una chance se tratara. Los huérfanos y los náufragos se mueven allí con toda la ostentación de lo que no tienen, de lo que les falta. La falta vuelta del lado del ruedo empuja la escritura. No hay puerto de destino. La perplejidad aletea entre dos cráteres de hastío. El mar del hastío remonta el cauce de la perplejidad. “La velocidad de las cosas” es un texto para navegar lento, para seguirle corrientes y contracorrientes. Una celebración de doble mano. Y una advertencia contra los espejismos de superficie y los espectros de algunas lejanías:
“Las fiestas (…) ponen de manifiesto el río subterráneo que corre, oscuro y callado, bajo el engaño de la superficie y la ilusión óptica del horizonte”.
(*) Todos los epígrafes pertenecen a “La velocidad de las cosas”, de Rodrigo Fresán. También, las citas incorporadas al cuerpo de la nota con cursiva y negrita.
(2) “La parte inventada”, Rodrigo Fresán.
(3) La Biblia, Génesis.
Todos los subtítulos son nombres de temas de “los Beat
Me encantó…singular entrevista donde parece que una escritura poética interroga y hace algún despliegue de otra escritura poética…y las dos remiten a la vida y la muerte de forma bella.Me dieron ganas de leer » la velocidad de las cosas» y de leer a Fresan. Felicitaciones a entrevistador y entrevistado!!!
muchas gracias, un abrazo, la pasamos muy bien con este material!
gracias!!!!!!!!!!