Por Germán Cavallero.
Velocidad: sobre la palabra. Repetición y epifanía.
TRUENO Y RELÁMPAGO
Es un juego: la velocidad. Y, en este caso, de dos caras. ¿Quién llega primero? El relámpago. ¿Por qué? Porque su materia es la luz. Y la luz corre demasiado a prisa. Supera el sonido. Entonces, veo el relámpago y, hasta que escucho el trueno, cuento: cada segundo resulta en un poco más de tres cuadras de distancia. Estremece cuando se oye enseguida porque confirma el fenómeno- dos en uno- que se produjo muy cerquita. Descarga de luz y sonido. Es un juego contar las distancias. Un pensamiento puede ser un relámpago; una pulsión de luz díscola hacia la antigüedad, por ejemplo; hasta oír el trueno, la explosión sonora, el advenir de la idea: en realidad, no hay tal distancia de milenios, sólo una progresiva variación de sucesos, una cadena pertinaz de imitaciones. Tirar de ese hilo ocupa el fenómeno meteorológico de la razón por excelencia. Jugar a la velocidad es arrimar todo en un mismo punto. Y darle cuerda.
DEL ALFA A LA OMEGA
Dos células se unen en un chispazo y, a velocidad del vértigo, comienza el desdoblamiento: cuatro, ocho, dieciséis, hasta millones. Luego, a saltar del vientre y a caer al mundo con forma de pista de atletismo, a adaptarse, a aprehenderlo.
Y, enseguidita nomás, a entablar carrera nuevamente.
Y, en cada esquina, cada etapa, entregar la posta a ese otro que somos y espera.
Y, después, justo después, donde ya no hay más centímetros, el perfecto cierre en anillo. Ring composition. Vuelta a la manzana (a gatear las arrugas por la piel, sólo gatear por la piel, porque la esfinge de Edipo confundió los tantos: un bastón = una pata*, ¿dónde se ha visto? ¡Embustera! Los griegos han acuñado la vejez “funesta”**. Homero la despreció en boca de Néstor***, y, desde entonces, nadie se atreve a poner a gatas su propia vejez). ¿Pero es “natural” un cierre en anillo? Y, si no en el cuerpo, al menos, en un pensamiento. Allí donde mucho más que dos células se unen en un chispazo.
CANCIÓN ANTE LA PUERTA CERRADA
Entre la naturaleza humana y la divina siempre hay un pájaro.
En la isla de Rodas, un coro de muchachos canta la canción de la golondrina en cada primavera. El solista y su coro hacen dramáticamente el papel de golondrinas al llegar. Y se anuncian: “Llegó, llegó la golondrina que trae la bella estación, el bello año, con el vientre blanco y la espalda negra…”**** Y piden, en boca del solista con tintes eróticos, a la mujer de la casa: “… Saca una tarta de fruta de tu rica casa y una copa de vino y una cestilla de queso; el pan candeal y el de sémola…”****
El tema deriva del dios que llega en primavera y se une en boda sagrada a la mujer del país: asegura así la fertilidad para el año entrante.
En Australia, una especie de ave, el pájaro lira, imita todos los sonidos circundantes para seducir a la hembra. Incluso, el de una cámara de fotos al obturarse, o el sonido de una motosierra del guardaparques, a lo lejos. Y danza, en ritmo mimético, y su cola se arquea: cascada congelada de pétalos que desean ser caricia.
La primavera es así: arenga, mediocampista con cinta de capitán de las estaciones. “Vamos, es tiempo de…” “A no demorar ni un grado centígrado el calor del abrazo”. La diosa de la agricultura está en flor porque encontró a su hija*****, alegría, precipitación de toda la alegría posible en el ritual, antes de que sea tarde, de que cierre en anillo otro ventrículo de tiempo y estemos de nuevo, a solas.
No descubro nada, sólo repito. Hago un peinado de palabras en el retrete y me desdoblo en ave. Somos pájaro lira. Nos desdibujamos. La única forma de trascender es ser aquello que no somos. Por una razón celular, microbiótica. Abrimos progresivamente la cápsula del efervescente huracán. Y así, desplegamos en plagio ético, la vida.
Cuando enseño una canción, la niñada lee mis labios como si chupara un helado, con esa intensidad, con esa urgencia. No importa la canción, importa entrar en ella como un pacto de adherencia a la especie. ¿Seremos un eterno emisario, portavoz de algo que ocurre más allá, pero a lo que -irremediablemente- nos debemos? Corremos hacia el óvulo de nuestra utopía para fecundarlo y fusionarnos en aquello que no somos, o que seremos. Algo más grande, o chico, algo diferente. Mímesis, mientras tanto. Pero no calco, sino pluma de la subjetividad en el papiro que legamos. Es una carrera y no se gana por celerípeda o por morir de un flechazo en el talón. O sí. En realidad, todo vale cuando se trata de pasar la contraseña. La urgencia es el mensaje. La impericia, no cantar la canción colectiva, no chupar el helado.
MEJORES, PEORES Y SEMEJANTES
En Poética, Aristóteles habla de la diferenciación por el modo de imitar:
“(…) Sófocles sería, en cuanto imitador, lo mismo que Homero, pues ambos imitan personas esforzadas, y en otro (sentido), lo mismo que Aristófanes, pues ambos imitan personas que actúan y obran…” Y antes anticipa: “Homero hace a los hombres mejores; Cleofonte, semejantes, y Hegemón de Taso, inventor de la parodia (…), peores.” (caps. 3 y 2 respectivamente)
La tragedia (“oda al macho cabrío”) y la épica enaltecen; la comedia deplora. Entre esa tensión estamos, improvisando a la usanza de viejos corifeos, “entonadores”, para introducir el canto y enfrentarlo al coro que nos corresponde.
Llego al mostrador. Una voz me increpa: ¿Nombre parlante?, contesto, “este… sí, ¡Estesícoro!, el que pone en movimiento (o detiene) el coro”, ¿cantidad de coreutas?, “di más de cuarenta vueltas a la estrella, así que eso”, ¿su tragedia?, pertenecer a un colectivo de machos cabríos perdidos en la ciudad. “¡Adelante!”.
Si avanzo es porque no me quedo en el casillero. Ni olvido “la canción de la golondrina” ni a todos los nombres parlantes. Están ahí, se huelen, casi como mensaje de la sangre. Es cuestión de poner en movimiento el coro de los años. Interpelarlo. Improvisar, confrontar todo lo que fuimos. Saltar de la butaca y entrar al celuloide. Oler la rosa púrpura del Cairo y fundirnos en ella, en su pantalla. Y cantar la canción, el aroma de la especie. Ahora. Cuando la ring composition opera su vuelta atolondrada y se acerca, con sonido de pinzas.
DEL MYTHOS AL LOGOS
Sí, “imitar (…) es connatural (…) desde la niñez”, y la hembra del pájaro australiano nos dice que no sólo la humana, sino otras especies también, “son muy inclinadas a la imitación y que por la imitación adquirimos nuestros primeros conocimientos” y también el que “todos disfruten con las obras de imitación”******.
Pero moldear la palabra…
En los dos primeros años de vida construimos el lenguaje articulado. ¿Cómo, a tanta velocidad? El músculo lingual es capaz de, en tan poco tiempo, ensayar, repetir y grabar todas las coreografías posibles. Luego, hará danzar a la palabra en la boca, para impulsarla a “atravesar (una y otra vez) el vallar de los dientes”*******. Una vez afuera, la palabra se ocupará de viabilizar la solidaria música del entendimiento y perpetuarnos en aquello que dejamos de ser. ¿Qué importa ya no ser, si seguimos siendo en los otros?: fundamento de la supervivencia. Y la palabra, motor que algunos lingüistas adjudicarán al “instinto” humano. La palabra. Posta. Antorcha olímpica. Testimonio inaugural y final de la carrera perenne…
Hubo un tiempo en que se ensayó, se la pasó por el cuerpo, se la cocinó ahí, a la palabra, en los movimientos. Danza ritual, piar del grupo. Y fue así que imitamos todos los sonidos circundantes y los movimientos para moldear la palabra que nos nombrara y nos diera sentido. Hubo un tiempo, donde sigue ocurriendo. Y es la infancia.
Fuente: https://www.pinterest.com/pin/396598310912436416/
Video: «La pedagogía de los pájaros, Fragmento para un estudio pedagógico».
* (la esfinge) “Había aprendido de las musas un enigma (…): ¿qué ser provisto de voz es de cuatro patas, de dos y de tres? (…) Edipo (…) dijo que (…) se refería al hombre, que de niño es cuadrúpedo, pues anda a gatas, en la madurez bípedo y en la vejez usa como tercer sostén el bastón.” (Apolodoro, Biblioteca, III, 5, 8)
** Himnos homéricos, V. A Afrodita, 224.
*** Ilíada, Canto VII, 130 y ss.
****La fiesta de la golondrina está testimoniada desde el siglo XVI a. C. (Lírica Griega Arcaica, <poemas corales y monódicos, 700-300 a. C.>, canción rodia de la golondrina, fragmento, PMG 848. Biblioteca Básica Gredos)
***** Deméter su hija Perséfone (Himnos Homéricos, II. A Deméter, 385 y ss.)
****** V. Poética, Aristóteles, capítulo 4, pág. 135, Ed. Gredos.
******* Metáfora homérica. Ejemplo: “¿Qué palabra hija mía, salió del vallar de tus dientes?” (Odisea, Canto V. 21)