Por Noemí B. Pomi
La velocidad: sobre trenes, ausencias y ferroviarios.
AL RITMO DEL FUEGO
A su paso, las colinas y su pariente -el sol- despertaban. Su ojo sin párpado, las veía perfectas, paralelas, rectas, curvas, contra curvas, desvíos, barreras, túneles, hulla despedida a borbotones. El dragón encadenado a pasajeros y cargas, negro y oro, era imparable. Sobre rieles relucientes, levitaba.
Centro de atracción, en su andar, reunía espectadores y hormigueo de andenes. En el borde, apilado, equipajes multicolor. Changarines veloces se enredaban en carga, descarga y limpieza. Gentío en el ascenso y en el descenso. En su interior, asientos desiertos a la espera de pasajeros y urgencias. Hombres de azul con gorra picaban los cartones. Pregones al viento. Saciada con torrentes de agua, la bestia continuaba.
Por la misma vía viajaban emociones y despedidas.
Con su mirada de fuego y con su aliento blanquecino se fundaron pueblos y ciudades.Encendió el comercio, la correspondencia y hasta abrió paso a modas, músicas, actores, cantores y guitarreros.
A la distancia,sus estridencias erosionaban la piedra de la costumbre, día tras día. Hubo intervalos de silencio, la aproximación y el crescendo de nuevos tranqueteos. Murmullos y reticencias. Diástole y sístole. Taquicardia de un sonido.
Manejar el tren era el viento en el rostro contra los sentidos, los pies temblequeantes, el suelo incierto, el metal y la madera, el rechinar de los goznes, en viaje.
EL GRITO DE MARTÍNEZ
Gerardo Martínez llevaba una consigna: en el primer viaje, al pasar por el bosque de eucaliptus, aceleración y silbido estridente tendrían dueña. Su amada los esperaba.En largos recorridos por el pueblo, de la mano de su abuelo, Gerardo había conocido los hechos,cuando el viejo desovillaba recuerdos.Él se lo había contado,en relámpagos de historias: el abuelo había conocido el tendido de los primeros ramales en el ferrocarril del Pacífico, las jornadas interminables, los sueldos magros. Luego de una pausa, el viejo saltaba al año 1917. Fue el grito de los ferroviarios mendocinos.Una huelga en reclamo de mejores condiciones laborales paralizó a la provincia y dejótres fantasmas dando vueltas: Una madre protectora que cuidaba la casa de sus pequeñas. También, en las noches claras, aún se veal segundo fantasma, el de una mujer en el arrullo de su hijo a punto de nacer. Y el tercero, un joven enhebra-sueños. A partir de entonces se lograron algunas mejoras. Martínez siempre se preguntó, ¿habrá sido por aquella época cuando las vías comenzaron a circularmi sangre?
BIOGRAFÍA DE UN CHUCU CHÚ
Gerardo Martínez se había formado en los talleres de Ferrocarriles Argentinos. Su destino estaba signado por el uniforme gris. Sería la tercera generación de ferroviarios. Primero fue foguista y, al poco tiempo, conducía la locomotora.Los amaneceres lo deslumbraban y, si el recorrido era nocturno, el ojo tuerto iluminabatodo. El cielo, infinito de luciérnagas, lo atrapaba.El dragón abrazó pueblos y ciudades. En su recorrido desfilabantodas las geografías: montañas, bosques, ríos, túneles, quebradas.
Hombre manso y de mirada limpia, Martínez. Con cuarenta y tantos, tenía sus sueños,toditos realizados. Mujer y tres aplicados hijos, algunos bienes materiales, los rieles y los vuelos en cada viaje.Descendiente de inmigrantes, conocía de cerca el desarraigo. No, no, la historia de su abuelo no podía repetirse, así le diríaa sus propios nietos. Soñaba con el pueblo grande, joven, fuerte. Se decía, orgulloso: “tenemos la simiente.”
La familia y los amigos sabían del asunto. Los vecinos solían merodear el lugar y darse de a encontronazos con la mirada suelta de Martínez.
-Martínez, por allá anda su mirada, me la crucé rumbo a la panadería.
Y el pobre Gerardo, desmirado, andaba sin ver y sin encontrar. Vieron aparecer una giba aferradaal badajo.
-Gerardo, entonces, la campana quedó muda.
Con paso sosegado y cansancio de años, comenzó a recorrer los andenes en despedida, sin saberlo.
FRECUENCIA INMODULADA
Hoy Gerardo no recuerda la fecha en que le comunicaron la desaceleración de las frecuencias. En realidad, cuando la noche anterior a enterarse, se reveló ferozmente contra su jefe de oficina, alimentó un coqueteo con su locura. Porque hombre más manso, metódico y paciente no se podía imaginar.
Martínez vio a los potros sueltos en tropel. En su estampida, hirieron a los hombres igual que a los ramales.Un día amanecieron cerrados, esqueletos vacíos, desiertos, fantasmales. No más abrazos entre pueblos. Fin del suministro de combustibles, de correspondencia, de agua y de traslados.
Finalmente, Gerardo fue lo que se quiso que fuera. Perdido entre traqueteos inconexos, no conoció el decreto que imponía el cierre del ramal, ni vio el pueblo convertido en desierto deimpotencia, gritos y fantasmas.
BREVE SILBIDO PARA UN LARGO ADIÓS
Una levadura amarga precedió a la pérdida de su compañera y a la clausura de su trabajo. Una sordera persistente alejó el confín delos viajes y tranqueteos. Luego, los pasajeros y la carga fueron reemplazados por las armas.
Ramal que para, ramal que cierra.
Y pueblo sin tren, pueblo que muere.
Y un día el tren pasó y no volvió.
En el hospicio, las sombras aún traqueteaban un sonido a pregones, al viento y a rieles a punto de descarrilar para siempre.
PENAS Y OLVIDO
En vías auxiliares, inmóvil, el dragón quedó sólo entre vagones de carga y de pasajeros. Antes, lleno de voces, protagonista de carreras alocadas;ahora, hundido en una huida dentro del silencio.Una lluvia ácida opacó el negro y el oro. Desforestó pájaros, quemó árboles, pastos y habitantes.
En éxodo masivo,los pregones y las golondrinas emigraron.
En cada pueblo supo haber un dragón y un castillo para el dragón. Ah: y faroles y campana.Los castillos en los pueblos del viejo mundo fueron como las plazas o las iglesias, el punto de reunión de la nobleza. Después de la caída de la estirpe de los dragones, los nobles no tenían dónde encontrarse. Quedaron solo estructuras viejas, abandonadas y en desigual pelea contra el viento y el desgaste. Finalmente, ganaron los yuyos. Debajo de la maleza de tiempo y abandono, el dragón aún busca su mirada.Los viejos castillos quedaron casi irreconocibles.
RESILIENTES UNIDOS
Pero, a los vientos del olvido, los ferroviarios se impusieron mantener el faro encendido. Para revertir la deriva del castillo y del dragón, un día se formó la agrupación “Los Amigos del Tren.”Comenzaron por abrir la sala del castillo, que se convirtió en polo de actividades sociales de los cada vez menos nobles y cada vez más escasos habitantes del pueblo.
Con los faroles encendidos, el pálido dragón los veía pasar, se ilusionaba. Tres compañeros de Gerardo se acercaron a acariciar a la bestia. Fue una transfusión masiva. En cada partícula de hierro, la sangre latía a borbotones. Hombres y bestia conversaron.
-Hermano, no vas a quedar en el olvido.
Reluciente lo dejaron. Pintura, vidrios rotos, todo fue ajustado.
A LA CARGA, NUEVAMENTE.
Una luz deslumbra, relinchos de hierros, quiméricas distancias atruenan los silbidos.El dragón ha vuelto a encender pueblos, ciudades y recorre valles, cuchillas y llanos.
Otra vez,ruge.