El Lado B: Sobre la serie “Black Mirror”

Por Santiago Resnik


EL COLOR QUE RASCA LA NEGRURA

Black Mirror (espejo negro), es ese reflejo distorsionado que vemos cuando apagamos la tele smart, la tablet, el celular o el monitor de la computadora. Es ese instante en que tocás el botoncito del costado, bloqueás la pantalla -para lo que sea que la hayas usado- y deviene negra. Entonces ahí estás, vos mismo, desde el otro lado. Solo, a oscuras, distorsionado. Algunas vetas verdes, rojas y azules apenas rascan la negrura. Ese es el concepto Black Mirror: aquel otro, mirándonos desde adentro de una pantalla, hace realidad las peores cosas que solamente pensamos.

Ese concepto nutre a la serie de un altísimo vuelo, especialmente, en sus dos primeras Black_Mirror_will_return_on_American_Netflix_for_12_new_episodes___but_how_will_we_watch_it_in_the_UK_-1temporadas. Para otro análisis quedará que justo, en su momento pico, “Black mirror” haya pasado a manos de los chicos cool de Netflix para ser más visto. Así, la temporada 3 se tornó bastante más lavada.

“Black Mirror” es una serie de capítulos unitarios. En lo que va de la trama, cada episodio puede ser visto sin necesidad de haber pasado por los anteriores. Se sitúa en un futuro cercano, podría ser el año 2025, ya que las tecnologías exhibidas son una clara refinación de las actuales. Si en la película “Red Social” (2010) -sobre Facebook y su creador- se planteaba el paradigma que desde entonces podríamos vivir nuestra vida en forma digital, hoy “Black Mirror” propone el siguiente paso, volver carne todo lo posible en ese mundo digitalizado. Bloquear gente y lograr status sociales por medio de “Me gustas”.

Esta serie británica -ahora, americana- propone un juego que logra ponerse muy filoso. Borronea de tal forma el límite entre el mundo de las redes sociales y el mundo real -lo que se respira y siente- que el molinete psicológico alcanza lugares muy oscuros.


JORGE WHATSAPP

Por el bien del chiste de la nota, vamos a ponerle Jorge a nuestro personaje masculino y Sarah, al femenino, para completar el dúo.

La crónica de Sarah:

Jorge tenía que ir a devolver una camioneta que habían alquilado por el fin de semana, eran varias horas y yo me tenía que quedar con mis tareas. Imposible saber que esa sería la última vez -aparentemente- que mirase esos ojos celestes, el pelo tan colorado como colorado se puede ser, la piel bien blanca. La angustia de estar recién mudada en la casa donde mi novio se crió, perderlo y esperar un hijo, puede ser incalculable. En el mismo velorio, una amiga me contó sobre una aplicación, “vos le cargas el perfil online (facebook, twitter, etc.) de la persona que ya no está, te hace el trabajo de recopilar palabras y modismos y emula a esa persona. Probalo, decile ‘hola’ y fijate qué pasa…” Por supuesto que, al corto plazo, el programita resultó demasiado poca cosa. Vino la actualización, que recopilaba audios y videos y permitía charlas o videoconferencias. Pero Jorge seguía muerto. “Hay una forma. Todavía está en modo de prueba, pero está disponible la opción de un robot”, dijo la imagen y voz de Jorge desde el monitor. En la desesperación de la pérdida, quién puede decir “no” a semejante propuesta. Agarré la tarjeta de crédito, la pasé y ya me embocó con comprar un robot.

bm2-be-right-back-150El software imita a su difunto novio y el hardware, de plástico y geles, hace las veces de títere ante los ojos de ella. Él no necesita respirar, ni comer, ni dormir. Como cualquier celular, él siempre está a la orden de instrucciones. Incluso, ofrece comer, dormir y respirar para “hacer la experiencia más fácil”. Como cualquier celular, el “robot” colorado de Jorge resalta en su blancura y luce siempre como “en un buen día”. Una picardía sería mostrar miserias mediante gestos o tal vez ojos cansinos. Lo importante es siempre la fotito linda de perfil.


Seguiría Sarah:

Después de una noche de alcohol y de haber entrado en confianza con Robot Jorge, a la mañana siguiente, apenas me desperté y ahí estaba: Jorge con ojos abiertos… no respiraba. Claro, no le había dado esas órdenes. Mientras trabajo, siempre está detrás para ofrecerme comida o un masaje o lo que sea. A la noche, nos acostamos y, otra vez, no respiraba. Desesperación, enojo.

– ¡Salí de mi cuarto!, ¡no te quiero acá conmigo!, ¡andá a dormir al living!, eran las frases que más se me distinguían.

– Bueno, está bien.- Frío como una conversación de whatsapp, se dirigió hacia la puerta.

 

La angustia no bajaba y, para colmo, se sumó el enojo.

 – ¡Jorge jamás se hubiese ido así no más, sin discutir!

 – Entonces… ¿querés que me quede?

Ya no había más juego, irse o quedarse daba igual. Se trataba tan sólo de un programa emulador. Pero con la cara de Jorge…, tan parecida. Él es tan Whatsapp que no entiende de tonos de voz ni de matices ni que hablar de esos silencios casi imperceptibles. Todo es información que fluye, toda la carga anímica es impuesta exclusivamente por Sarah, o por cualquier usuario de Whatsapp.


OTRO MULETO MÁS

telefono-celular-perdidoLa desmaterialización del mundo y de los seres avanza tan rápido como la tecnología. Ya no reclamamos por seres físicos y nos conformamos con meros reflejos de una realidad que ya perdió vigencia. Por obvias razones, no se develará el final del capítulo “Vuelvo enseguida”, de la segunda temporada de “Black Mirror”. Pero, con el punto demostrado, sólo queda por decir que Robot Jorge corrió la misma suerte que cualquier teléfono celular, con “demasiada” carga anímica como para tirarlo a la basura y demasiado poco para mantenerlo entre nosotros.

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