El lado B: Entrevista a La Garganta Poderosa.
Entrevista: Gabriela Stoppelman, Isabel D´Amico, Griselda Minervino, Víctor Dupont
Edición: Víctor Dupont
“Es una antorcha al aire esta palmera, / verde llama que busca al sol desnudo / para beberle sangre; en cada nudo / de su tronco cuajó una primavera. / Sin bretes ni eslabones, altanera / y erguida, pisa el yermo seco y rudo; / para la miel del cielo es un embudo / la copa de sus venas, sin madera. / No se retuerce ni se quiebra al suelo; / no hay sombra en su follaje; es luz cuajada / que en ofrenda de amor se alarga al cielo; / La sangre de un volcán que enamorada / del padre sol se revistió de anhelo / y se ofrece, columna, a su morada.” Miguel de Unamuno
La noticia nos llegó por medios inusuales. Corrieron las palabras como un vientito entre palmeras. Corrieron y se cobijaron, a la sombra de las hojas. Esas hojas bailaron con el tronco, o se rieron. El soplido fue potente. Un soplido desde los márgenes al centro de la ciudad. Así supimos de la noticia: “Una caravana practica una coreografía milenaria”, nos dijeron. Desde que las palmeras nos lo contaron, hemos tratado de averiguar algunos secretos. Sus practicantes la llaman “Coreografía poderosa”. ¿Onerosa? No. Más bien, generosa. La cosa es así: no se baila en escenario francés. ¿Cómo la ves? Es errante. Tal cual tallos de un I Ching delirante, el estudio de las palabras guardadas en las hojas de la palmera nos dio más revelaciones. En esa coreografía no se bailan canciones. Mejor, se escriben. Mejor, se transforman. Y, en el cuerpo, inscriben. Las reglas se marcan entre todos sus bailarines. Entre ellos, ni un solista. Y, menos que menos, esos adoquines que los filisteos llaman profesionales. A pura artesanía, el oficio crea los pasos. Un pasito pa´ adelante. Otro pa´ tras. Y nadita de “los nenes con los nenes, las nenas con las nenas”. El baile es entre todos. Hombres. Mujeres. Mujeres y hombres, pero no “jefes”. Menos que menos, gerontes esmerilados ni gerentes escribientes. Cada paso se hace y se discute, se distribuye y ejecuta.
Danza que va, viene. Danza que deviene.
Coreografía, hija de márgenes y de crecidas. Coreografía poderosa, aunque no inocente. Enfrente enfrenta una marcha. La marcha del rígido poder, que también es poderoso, claro, pero no baila. Sus pasos no se discuten. Bajan. Y no del viento o de la risa de una palmera: sino del plomo de unos rígidos. Como todo lo rígido, su marcha aploma, apoca. A ellos, entonces, la coreografía poderosa les desempolva aquel dios loco de Nietzsche que sabe bailar. Loco que juega y afirma. Dios loco que no conoce de rodillas gastadas, pero sí de muertos queridos. Muertos que dicen acá, presente, Facundo, 30 mil, Kevin, Gastón, Pocho. Presentes, en una coreografía poderosa que bailó a la perfección un tal Rodolfo, de apellido Walsh.
Danza que va, que viene. Danza que deviene.
Corrieron las palabras.
Supimos de la noticia. Gracias, palmera, a tus hojas, a tus risas.
Mujeres de Tahitan bajo las palmeras, Paul Gaugin
VOCES EN PALMERAS
Una de las cosas que más nos llama la atención es lo tremendamente bien escrita que está “La Garganta”. ¿Ustedes tienen talleres?
Garganta (Alejandra): Sí, de fotografía, de escritura. También estamos al lado de editores, al lado del fotógrafo. Hay una periodista, Sol Peralta, que nos da talleres de escritura. En ellos nos formamos. Es voluntario. Además, tenemos dos muchachos: uno era periodista tradicional y dejó ese laburo para volcarse a esto. Y nuestro referente nacional, que también era periodista. Al tiempo de empezar a militar, dejó lo anterior. Cuando pidió la llave de la moto a Alberto Granados -aún con vida- arrancó con “La Poderosa”. Y, desde entonces, se convirtió en algo que no podemos creer: estamos a nivel nacional, en Bolivia, Brasil, Méjico, Chile. En Cuba el proceso está iniciado, nuestro referente viajó por la muerte de Fidel Castro.
¿Cómo te dio por escribir a vos?
Garganta (Alejandra): A mí me daba por escribir en los momentos de tristeza. Vengo de una familia muy especial. Soy de Zavaleta y vivo hace 48 años ahí, un núcleo habitacional transitorio, al sur de la capital. “La Poderosa” se inicia en el 2004 en Zavaleta. Mi hijo iba a jugar a la pelota ahí. En el 2010 una mujer policía lo mató, de un tiro en el ombligo, a menos de diez centímetros de distancia. El otro tiro, cruzado. La verdad, eso fue matarme en vida. En ese momento, recibí el acompañamiento de toda “La Poderosa”. Yo trabaja y mantenía a mi hijo. Pero, a partir de entonces, me vine abajo: recurrí a ayuda psicológica y psiquiátrica. Y los chicos de “La Poderosa” siempre me acompañaban a todos lados. Los compañeros de fútbol tuvieron la idea de hacer un polideportivo con el nombre de mi hijo. Luisito. Luis Alberto García.
¿Y así se llama el polideportivo?
Garganta (Alejandra): Se llama “Luisito y sus amigos”… Mi hijo era loco por el fútbol. Una vez, se había anotado en un club y, como tenía una camiseta trucha, un chico le dijo “pero eso es una camiseta trucha”. No fue más. Era un pibe que, a pesar de su edad, iba con el abuelo de mi hija- con el papá de mi marido- y hacía losa. Le gustaba trabajar.
¿Entonces vos te sostuviste en la escritura?
Garganta (Alejandra): Sí. Empecé cocinando y vendiendo la revista. Y, después, cuando fuimos de campamento, no sé qué dije… Siempre me gustó mucho hablar. Entonces, en la Asamblea, los vecinos me propusieron para que fuera comunicadora. Y ahí me gustó. En la escritura uno expresa más. En los momentos en los que estaba triste siempre, siempre escribí.
Cada redactor de la garganta es representante de su barrio, visualiza la problemática particular de cada barrio. ¿En qué difieren las problemáticas?
Garganta (Laura): La problemática de todos los barrios es común. Pero, por ejemplo, la 21, al lado del Riachuelo, tiene el problema de la contaminación. Lo peor es el camino de sirga. La gente que está ahí hace mucho tiempo tiene plomo en sangre. Aunque el problema de las cloacas, de la urbanización, está en todos los barrios. Y la persecución policial, que también la padecemos todos.
Garganta (Fátima): En todos los barrios se asemejan las problemáticas…
¿Vos antes eras redactora y ahora no?
Garganta (Fátima): Yo creo que, tanto con la fotografía como con la escritura, uno puede expresarse bien. Yo me pasé a la fotografía porque es captar el momento, necesitás imaginación y estar ahí. En cambio, el redactor se sienta y listo. El fotógrafo está en constante movimiento. La fotografía es contar desde la perspectiva de uno, a través de una imagen. Lo hacés desde un instante y es más difícil.
Digamos que vos reivindicás lo instantáneo.
Garganta (Fátima): Yo también pasé por la redacción un año y no seguí. Como Ale, arranqué vendiendo la revista y, después, la Asamblea me eligió como comunicadora.
¿Por qué te acercaste a escribir?
Garganta (Gabriel): En una de esas, andaba en casa con mucho tiempo libre. Estaba de vacaciones y no sabía qué hacer. Entonces, un día viene Rodri y me dice que hay un taller de fotografía y pensé: ¿qué tiene de malo? Fui sin expectativa. Las primeras clases éramos un montón de gente hablando. Él conocía a todos ya. Con el tiempo, me sumé al espacio. Más tarde vino y me dijo que había un taller de periodismo. También, me sumé. Empecé a participar más. Empecé a ir a movilizaciones. Después, en la Asamblea, decidieron mandarnos a Rodri y a mí como comunicadores. Nos pusieron dos referentes para formarnos a cada uno en escritura y fotografía.
¿Cambió algo la escritura en tu vida?
Garganta (Gabriel): Al principio, cuando empecé a escribir, no prestaba mucha atención. Después, cuando arranqué con la fotografía, creció el panorama. Dejé de enfocarme en un sólo punto: amplié mi vista, cambié mi pensamiento. Porque, desde pibe, mi familia tenía el lema de que “los chicos no tienen voz”. Después, con los talleres, transformé esa mentalidad.
Te devolvieron la voz.
Garganta (Gabriel): Sí, porque en mi familia era siempre “no podés opinar de nada; hacé lo que te digamos y no lo que te gusta”. De tanto que me lo dijeron, llegué a creérmelo. Al final, logré entender que no había que hacer las cosas porque me lo decían, sino porque quería.
ASÍ COMO TE LO DIGO TE LO CANTO
“Al llegar la hora esperada / en que de amarla me muera, / que dejen una palmera sobre mi tumba plantada. / Así cuando todo calle, / en el olvido disuelto,/ recobrará el tronco esbelto/ la elegancia de su talle.” Leopoldo Lugones
Ustedes tienen una particularidad en los videos, en los prólogos. Usan mucho las rimas, un lenguaje entre decir y cantar. ¿Qué potencia les da la rima?
Garganta (Alejandra): Es otra manera de comunicar al lector. Para que no se haga aburrida la lectura. A mí, en particular, me costaba mucho. Es sentarse al lado del editor y trabajar, aprender. Para una nota, por ejemplo, grabamos una hora y media. Son como 9, 10 páginas y eso tiene que quedar para 4 mil caracteres. Tenemos que sintetizar mucho y decir todo lo importante.
¿Quién es el editor?
Garganta (Alejandra): Fran, nuestro referente. Y eso no quiere decir que sea nuestro jefe, porque nosotros somos horizontales. Pero es una guía. “La Garganta” es una cooperativa, como tantas otras que tiene la organización. Cada cooperativa tiene un referente, que garantiza que cada trabajo se cumpla.
¿Discuten sobre el lenguaje con el referente?
Garganta (Alejandra): A veces discutimos los personajes. A quién entrevistar. Por qué no y por qué sí. O por qué no queda lo que yo escribí, por ejemplo. En el libro, sorprende que todos los entrevistados sean hombres. Muy poco cupo femenino.
Garganta (Alejandra): Nosotros mismos nos preguntamos y hacemos esa pregunta para la sociedad. La sociedad es machista y, en lo cultural, siempre hace referencia al hombre. Es verdad: son muchos hombres . Pasa que estar en tapa también es como un premio: están Estela De Carlotto, Natalia Oreiro, Susanta Trimarco. Y ya encontraremos más mujeres que puedan merecer ese premio.
En sus textos se usa mucho la interpelación al lector…
Garganta (Alejandra): Claro. Eso es lo que buscamos. Nosotros conocemos qué pasa en el barrio. Pero la revista surgió porque Facundo Pastor dijo que nosotros éramos pirañas y que Zavaleta era la entrada a la muerte. Entonces, tenemos que ir a esa parte de la sociedad que le creyó a Pastor o que le cree a los medios de comunicación. Esta revista viene a reivindicar que no somos eso, somos esto. Esto que ven. Nosotros somos villeros. Y yo no me voy a cambiar. No voy a hacer como la Lilita Carrió. Voy a seguir siendo la misma persona. Estamos en la revista para reivindicar el grito del vecino que nunca se escucha. Para toda Latinoamérica. Para todas aquellas personas a las que se les vulneran sus derechos. Por eso nosotros ponemos el pecho. Cada vecino está para levantar a los estigmatizados y decirles que no se lo crean.
Ustedes empiezan siempre las entrevistas preguntando ¿cómo estás? No pudimos cumplir. Pero, si hiciéramos de cuenta que empezamos de nuevo, preguntaríamos ¿cómo están ahora con estos “cambios”?
Garganta (Laura): En los barrios se ve un montón “el cambio”. Mi cuñado, por ejemplo, se quedó sin trabajo. Mis padres no lo consiguen. Y la plata no alcanza: gastamos 120 pesos por comida. Y tuvimos que abrir más comedores en los barrios. Los nenes a veces no tienen las cuatro comidas básicas para su crecimiento. Esa es la necesidad. Los barrios se vieron muy afectados.
Garganta (Alejandra): Yo no estoy bien. El presidente vino a arruinar lo que teníamos, que no era un gobierno perfecto, pero estábamos mejor. Él habla de “la herencia” y eso es puro chamuyo. Duplicó la deuda externa. Sabemos cómo va a repercutir eso. Sabemos de los planes sociales. Sabemos lo que va a ocurrir en materia económica. Sabemos que le mintió a la gente para quedarse con su voto. La pobreza se ve por todos lados. Los sueldos no subieron y el tarifazo se ve en todos los sentidos. No ha sido un año bueno. Y, después, no estoy bien por la muerte de Fidel. Algo muy penoso para nosotros. Lo de Fidel fue heroico y Cuba se salvó de ser una colonia de Estados Unidos. ¡Y hasta la victoria!
Garganta (Fátima): Nosotros somos una cooperativa, una organización. Nosotros tuvimos que lograr que el Estado reconozca los nuevos comedores y reconozca que somos más pobres ahora. Ahora nos movilizamos permanentemente por la ley de la emergencia social. Salió la ley, pero no es la solución y vamos a seguir peleándola.
Palmeras en Martinica, Paul Gaugin
LA PALMERA NO TAPA EL BOSQUE
Ustedes hacen muchas referencias a un lenguaje mediático que “hace humo”.
Garganta (Alejandra): “Hacer humo” es lo que hizo Macri. Se presentó, dijo que iba a hacer un cambio y los pobres estamos cada vez más pobres y los ricos, cada vez más ricos. Los medios de comunicación colaboraron: lo mostraban tomando mate con una viejita. ¿Y ahora? ¡Les aumenta 500 pesos a los jubilados! Al jubilado que tiene presión alta, al que necesita comprar sus medicamentos porque muchos no están en la cobertura; al jubilado que vive en la villa y no lo atiende la ambulancia porque la ambulancia no entra a la villa. Yo, por ejemplo, llamé para que vinieran a ver mi papá que estaba todo enyesado y la ambulancia no entró. “Eso es zona roja”, me dijo.
Garganta (Laura): Sin mencionar que, en la salita de Retiro, dan medicamentos vencidos. Y muchos pediatras renunciaron porque no les pagaban. Hay mucha gente que, si no lleva los chicos a la salita, no puede llevarlos a otro lado.
Garganta (Alejandra): 476 mil millones de pesos se destinan a las Fuerzas de Seguridad. Y las Fuerzas de Seguridad son nuestras fuerzas de inseguridad. Eso es lo que pasó con Gastón. Gastón cayó en un pozo ciego y nadie quería ir, ni los médicos querían entrar. Un bombero ayudó a sacarlo. Gastón tenía 13 años, era de la “Rodrigo Bueno” y murió. Después, María, también de ahí: murió incendiada por culpa del gobierno de la ciudad, cuando estaba Macri. Por un convenio que tenía el gobierno de la ciudad, a María no le dejaron entrar materiales. Ella tenía una casilla: se incendió y la nena murió, 4 o 5 años tenía. Facundo[1], que vivía en la villa 21-24, la madre se cansó de denunciar que había un árbol a punto de caerse, no lo cortaron y, en el 2012, se cayó a y mató a Facundo. Y Kevin[2], en un tiroteo de 105 disparos, prefectura y gendarmería liberaron la zona. “No detonaciones”, “no detonaciones”. Y no era una tormenta que se oyera fuerte: era una llovizna. Entonces, ¿de qué seguridad nos hablan? El sábado le arrebataron la cartera a una señora y los pibes se escaparon. Prefectura está así, en diagonal. Nosotros no nos vamos a meter si agarran a los pibes y se los llevan. Ahora, si los golpean, si los torturan, como hicieron con nuestros compañeros de La Garganta[3], ahí sí nos metemos. Si ellos hacen su trabajo, no. Porque a los que vienen a comprar la droga, ellos les pegan, les sacan la plata y se las guardan en el bolsillo. El destino de la plata que nosotros pagamos va para otra cosa.
Lo que ellos buscan es el disciplinamiento.
Garganta (Alejandra): Yo, el otro día, me planté en la casilla. Bajaron a un pibe del colectivo y le pegaron. Entonces fui. “¿Qué quiere?”, me dice una mujer policía. “Saber qué pasa con el muchacho”. “Es cosa nuestra”, me contesta. “¡Es cosa mía también!”. Salió el gendarme y dijo que el pibe estaba haciendo disturbio en la vía pública. ¡Ah! ¡Ojo por ojo!, le dije yo. Y le pregunté “¿Y usted educa así a sus hijos?”.
Tapa de Susana Trimarco y Padres de Facundo
BAJO LA PALMERA WALSH, LA SOLEDAD FLAQUEA
“La mirada de Otero vaga entre palmeras grises de un enorme oasis donde beben los camellos. Pero es una sola palmera, repetida hasta el infinito en el empapelado, un solo camello, un solo charquito, y el rostro del muerto se embosca en los arcos del ramaje, lo mira con el ojo sediento del animal, se disuelve por fin dejándole el resabio de un guiño, el resquemor de una burla (…)” Rodolfo Walsh
¿Cómo manejan la furia y el miedo? ¿La escritura o la fotografía tienen alguna función en eso?
Garganta (Fátima): El miedo lo tenemos todos porque está ahí. Pero no hay que demostrárselos. La furia la ponemos en función nuestra. Interpelándolos y diciéndoles que ellos son nuestras fuerzas de seguridad. En ese sentido, lo fotográfico nos permite dar la visibilidad de todo esto.
Garganta (Alejandra): A mí no me da miedo. Al contrario. Yo no pienso. Voy y actúo. Individualmente, no tengo miedo, pero sí por quienes están a mi alrededor. Una vez estaban baleando a chicos con balas de goma y me metí y dije “¿cómo pueden disparar, hay chicos?”.
Ustedes firman los mails como“La Garganta”. Y la solapa del libro tiene la foto de Walsh…
Garganta (Fátima): Es nuestro redactor en jefe.
Es decir, no es lo anónimo. Es la potencia de lo colectivo. ¿Vos siempre fuiste así?
Garganta (Alejandra): Siempre fui de dolerme con el dolor ajeno. Pero, con este grupo, encontré mayor fuerza y convicción. Por ejemplo, un tiempo milité para el peronismo, para el partido justicialista. Yo anoté a una cierta cantidad de personas y una vez me dieron rosca de pascua para repartir. Les dije que eso tenía que ser para todo el año, que todo el año había que trabajar para que la gente creyera en nosotros. Y, después, para ir votar, me daban 10 o 20 pesos y una caja de alimentos. Esa vez se me coló uno y había un solo padrón. Me trataron de estafadora. Y, de ahí, nunca más: tuve que ir a hablar con los vecinos y decirles que no estaba ni su dinero ni su mercadería. Siempre tuve esta tendencia. Yo perdí a mi tío, por ejemplo, porque la policía lo torturó. Si yo hubiera tenido esta edad por aquel entonces, hubiera ido y hubiera peleado por él. Y a mi hijo lo culparon de querer robar un auto. La mujer policía dijo que fue con su auto y vio a tres sospechosos, cada uno con su arma. Se detuvo. Todos se pararon en la luneta y con el tercero, que era mi hijo, se produjo un forcejeo, un tiroteo y cayó el sospechoso al asfalto. Eso no me lo puedo explicar. Yo la vi a la mujer en una foto. De contextura mediana, chica. No puede ser que se enfrente con tres personas. Si fue así, está loca. ¡Y la sobreseyeron! Cuando trabajaba en la remisería me dijeron: ¿querés que vayamos y la hagamos mierda? Dije que no. Si la justicia del hombre no la hace el hombre, entonces que la haga Dios. La violencia trae más violencia.
¿Qué sería de la vida de ustedes sin “La Garganta”?
Garganta (Rodrigo): Yo más tengo que agradecer a la organización, a “La Poderosa”. Lo que más valoro, más allá de los laburos, es haber alcanzado un nivel de consciencia… Es saber qué es la estigmatización. Yo empecé con fútbol popular, con “La Poderosa”, y ni sabía quiénes eran. Siempre, antes de empezar, hacíamos una pequeña asamblea para debatir y fomentar el trabajo colectivo. ¡Y yo quería jugar a la pelota, no me interesaba nada! Después, me compré una guitarra y fui a los talleres de música. Ahí empezó la conciencia. En el centro cultural, aprendí una concepción del arte. La música fue un rayo en mi cabeza: y después se sumó la fotografía. Esas cosas sirven para concientizar: el arte, la literatura, la música. Lo que cuento siempre es que estuve a un paso de abandonar la escuela. Pero, desde los talleres, quiero ser músico y voy a ir al conservatorio, a la EMPA (tampoco soy tan conservador). Estuve cerca de dejar la escuela para agarrar cualquier laburo. Ahora me doy cuenta que la plata no es todo y lo mejor es hacer lo que te gusta, compartir y aprender.
Garganta (Gabriel): A mí me pasa que aprendo algo y lo aprendo con mucha facilidad. Entonces, los días se me volvieron muy monótonos. Para mí, todos los días eran iguales. En el colegio, aprendía algo y después me aburría. Después, cuando entré a “La Poderosa”, descubrí que cada día es diferente y podés aprender mucho. Aprendí también qué es trabajar colectivamente. Yo hacía las cosas solo y no sabía cómo era eso. Con “La Poderosa” aprendí que podés tener a alguien y abocarte a trabajos con otros. Que hay personas que siempre te van a ayudar en algo y que nunca te van a dejar solo. Me cambió la cabeza eso. Con las mujeres también porque, desde chico, escuchaba ese pensamiento de que debían estar en la cocina. Y, desde muy pibe, esas cosas me hacían ruido.
Es interesante. Por lo que cuentan, cada uno desafió relatos familiares.
Garganta (Laura): Y ese cuestionamiento nos sirve para inculcarlo a nuestras nuevas familias. Es multiplicador. Cuesta mucho, pero se multiplica en el barrio.
¿Alguna vez se sienten solos?
Garganta (Gabriel): En mi casa nadie piensa de esta manera que te estamos contando. Y ahí sí me siento solo. Hubo un cambio, pero no lo comparten.
Garganta (Laura): En mi caso, desde muy chico, mi viejo era militante. Pero lo que nosotros buscamos es que se transmita el valor del trabajo en los barrios y también que podamos elegirlo y elegir nuestros trabajos. Por eso, en los espacios de educación popular, se les muestra a los chicos que no tienen que repetir, sí o sí, lo que hicieron los padres. Porque sus padres no tuvieron elección y tuvieron que laburar de cosas que no desearon. Para nosotros, es importante romper esa mentalidad. Cuesta, pero lo hacemos.
Palmera, paisaje de Macuto, Andrés de Santa María
FÚTBOL PODEROSO
Pensaba que el fútbol da poder para organizarse, para apasionarse. El fútbol puede funcionar como un despertar de lo colectivo.
Garganta (Rodrigo): Lo interesante es cómo la organización usa el fútbol. De hecho, en “La Poderosa” el fútbol es mixto. Se meten las mujeres en las canchas y juegan. A veces los pibes no quieren. Pero eso es parte del empoderamiento.
Garganta (Alejandra): El fútbol popular empezó por ser mixto y callejero. Tampoco tenían árbitro: ellos ponían sus propias reglas y eliminaron la figura del árbitro.
Garganta (Gabriel): Antes de cada partido, se juntaban a definir todo: dónde terminaba la cancha, cómo iban a ser los laterales, los córners, etc. Algunos decían: por ser chicas, si ellas hacen un gol, el gol vale doble. Y ellas se enojaban y lo rechazaban. Entonces se usó el fútbol como modo de organización. Desde ahí se les enseñó a los chicos el concepto de igualdad, de lo colectivo.
Ustedes nunca usan el nombre propio, siempre firman La Garganta.
Garganta (Alejandra): Salvo cuando vamos a la tele, que nos lo exigen.
Hay una pregunta que le hicieron en una entrevista a Riquelme. Ahora se la hacemos nosotros a ustedes: ¿qué genera la palabra poder?
Garganta (Gabriel): Depende si hablás del poder que genera ambición o del poder del empoderamiento. El poder de dar poder es el poder de esta organización.
Garganta (Laura): Después, está el poder de oprimir.
Garganta (Rodrigo): Entonces, tenemos “poder” y está el poder.
Garganta (Laura): ¡Qué poeta!) Queremos que nuestros barrios tengan el poder de elegir la dirección de cada uno.
Garganta (Gabriel): No sólo el poder es tener fuerza, es el poder tener decisión, poder elegir, poder cambiar las cosas. Ese es el poder que nos interesa: el poder cambiar la mentalidad, cambiar la realidad, transformar las cosas y la vista de afuera hacia la villa. Y, después, respecto del poder de empoderamiento: hablamos de empoderarnos, de apoderarnos de lo que nos dan los demás. Aprendimos a empoderarnos y eso entiendo por poder: el poder de apropiarme de las cosas y transmitirlo a los demás. Que aquel que cree que las cosas son así y que siempre van a hacer así, sepa que no. Que él puede elegir. Y que deje de ser así. (Aplausos.)
“MAMÁ, MIRÁ LAS PALMERAS”
“La palmera, la palmera / la que atrapa la primera / ráfaga de primavera / la primera golondrina.” Miguel Hernández
¿Qué es lo poético para ustedes?
Garganta (Laura): Por ejemplo, estábamos mirando una película con mi hijo (de cuatro años) y, en la escena final, había palmeras moviéndose. Él me mira y me dice “mamá, mirá las palmeras: se están riendo”.
Garganta (Rodrigo): Lo poético es un escalón más alto en todas las artes. Requiere de mucha sensibilidad.
Garganta (Gabriel): Lo poético no tiene definición. Como las palmeras: ella las vio bailando y su hijo, riendo. Depende de cómo cada uno puede percibir. Nadie lo puede explicar.
Garganta (Rodrigo): Por ejemplo, poética es la revista y es directa.
Claro, no tiene un lenguaje poético y es muy poética, porque tiene gran intensidad. Bueno, la última: el tema de este número es el Lado B. ¿Qué les sugiere el Lado B?
Garganta (Alejandra): La visibilización de la causa por la que luchamos. Cada revista es una causa que consideramos es la nuestra. Por ejemplo, nosotros lanzamos una campaña cuyo lema era “Un mar para Bolivia”. Y Perú terminó cediendo un pedacito de mar. El lado B es el más importante.
Garganta (Rodrigo): En la revista eso se ve muy bien. El lado A sería la tapa y el lado B, la contratapa: lo más importante. A nosotros nos gustaría que estuviera un vecino en la tapa, pero así no se venderían los ejemplares
Garganta (Gabriel): Se decidió poner a un famoso en la tapa para llamar la atención y visibilizar otra problemática. Y, a la vez, que ese famoso fuera representativo de los valores de la revista.
Garganta (Laura): Gracias a las tapas, se consiguieron muchas cosas: por ejemplo, comedores, merenderos. Un comedor en Zavaleta fue producto de la tapa en la que apareció Mascherano.
NOTAS
[1] Más sobre la historia de Facundo: https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-191797-2012-04-13.html
2 Kevin Molina tenía 9 años de edad y fue asesinado. Después de un primer tiroteo entre dos grupos de narcotraficantes que se disputaban una casilla deshabitada frente a su casa, ante los llamados desesperados de los vecinos, la Prefectura se hizo presente en el lugar, pero no actuó. Según Roxana, la madre del nene, “miraron por arriba y se fueron. Una vecina escuchó que dijeron: ‘Vámonos, que se maten entre ellos’”. Diez minutos después, sin Prefectura en la zona, comenzó un nuevo tiroteo y Kevin recibió un balazo en la cabeza mientras se escondía debajo de una mesa. Otro disparo rozó el brazo de uno de sus hermanos. https://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-254695-2014-09-06.html
3 Se refiere a Ezequiel (15 años) e Iván (18 años), dos pibes que trabajan en La Garganta y fueron secuestrados, golpeados y torturados por la Prefectura en la villa 21. http://www.lapoderosa.org.ar/2016/09/torturaron-a-dos-chicos-de-la-garganta/