El Lado B: Entrevista a Ramón Ayala.
Entrevista: Isabel D’Amico, Anne Diestro, Santiago Resnik, Mariano Botto
Fotos: Anne Diestro, Santiago Resnik
Edición: Mariano Botto
Me acerco al río guiado por su canto andariego, el vigor en el aire y su aroma atrevido. Medito mis pasos entre los juncos de las orillas salvajes “un ranchito borracho de sueños y amor quiero yo”. Luces y sonido, “algo se mueve en el fondo del Chaco Boreal”. Es el sueño del hombre montado en el canto, que teje las palabras de colores misioneros e irrumpe, impetuoso, en las frontera argentinas, paraguayas y brasileras. Su apellido ciudadano no le impidió cabalgar por el viejo río jornalero ni olvidar el recorrido bayo de su corazón. Su corcel descansa en los pastizales del fondo marítimo mientras él trova versos a los ojos de una ballena. Jinete color poeta. Si cruza el viejo río, sólo se le humedece la mirada. Piel roja de caminos y corazón quebrachero. El eco de su voz misionera repite su canto en otras bocas. Se hace llamar Ramón Ayala y se lo conoce como Rosa de los vientos: norte litoral y sur argentino. Pintor del Este y cantor Oeste.
LLAMÁDME ISMAEL
“Al decir esto, entre los marineros se cambiaron miradas avergonzadas de asombro servil, y con ojos fascinados aguardaron la magia que viniera a continuación”.
Moby Dick – Herman Melville
“El andar, dibujando el clima azul. Por el misterio que me lleva al mar, volveré. Soy el Paraná que va hacia el mar a volar.” Comienza la travesía “Ramón Ayala”. No es él quien nos recibe, sino la reverberación de su voz, el peso de sus canciones, los cuadros repartidos por el piso como los niños de la calesita. En contraste con el silencio de una casa en San Cristóbal, se cristaliza la voz, ahora sí, de Ramón Ayala.
Encontré mi voz. Esto es producto de años de búsqueda. Es una voz vibrante y potenciada. Soy un autodidacta en la pintura y en todo. Yo cantaba con una vocecita y mis canciones son fuertes, por ejemplo “El Mensú”.
Ni llegamos a la mesa dispuesta por el amor anfitrión de su mujer, que ya exponía ante nosotros todas las constelaciones.
Voy a la luz, al color y a ejercer la vida. Hace poco salió un libro mío: “Las trincheras ardientes del Paraguay”, un gigantesco poema de más de mil décimas. Algunas de ellas son ayalescas. Porque la estructura de la décima, creada por el sacerdote Vicente Gómez Martínez Espinel, rima el primer verso con el cuarto y el quinto, el sexto con el séptimo y décimo y el octavo. con el noveno. En cambio, la ayalezca, ni yo la sé. Es una especie de Gualambao. Hay que crear. Nadie lo había hecho. Los artistas y los improvisadores son muy religiosos y escolásticos. Yo prefiero sacrificarme y que el verso sea musical. ¿Cómo hago? Sencillo: lo rompo. Busco la música en la palabra y que tenga una personalidad definida. Incluso que pueda ser una estructura viva para siempre.
Ramón Ayala no es el cantor ni el compositor de “El Cosechero”, “El Mensú” o el pintor latinoamericano. Es la llama eterna dentro de un hombre que se hace llamar Ramón Ayala.
LOS OJOS DE LA BALLENA
“Te llevo en la sangre con tu misterio, tu soledad.
Vengo de otras tierras, de otros caminos, de otro lugar
a buscar tu lumbre, tus ojos claros, tu palpitar.”
«La posadeña», Ramón Ayala
La poesía es una criatura excelsa que habita en el ámbito general del hombre. El hombre cree que la ha creado, pero ella ya existía. Está en él, en el pájaro, en el viento, en el misterio o en dios. La poesía está en todo: «Y la garganta del diablo abría sus fauces para tragarse a la golondrina que iba por el túnel de la piedra hacia el misterio». ¿Cómo se puede decir eso? ¡Y está ahí!
La poesía está allí, pero son los traductores como vos quienes la llevan al papel y a la canción.
Mi caudal poético aflora todo el tiempo. La poesía es un latido, un estremecimiento. Lo ves en los ojos de la ballena con la transparencia y la pureza de un niño. Ellas no saben que las van a matar y miran con ternura la inmensidad. El poeta ve esa inmensidad, ve que ella es la inmensidad. Hay casos en que la emoción te ata tanto por dentro que no podés hablar. Aquel tipo enamorado de una chica que no sabe cómo decírselo… Está atacado. No se puede manifestar por su gran timidez y el gesto que va cometer. Entonces, llega el poeta y le dice: «Tu mirada para mí es una lágrima, yo te siento latir adentro». El poeta tiene ese poder de la palabra, y habla por los demás.
LOS HUMONOS
“Con tu aliento todo el misterio que enciende la vida”
«Mi pequeño amor» – Ramón Ayala
Tanto en entrevistas como en canciones hablás del misterio lleno de potencia. ¿Es el misterio el máximo aliento vital?
Hay que familiarizarse con el misterio. El hombre es un misterio. Nadie sabe de dónde vino y mucho menos hacia dónde va. ¿Cómo es posible que se hayan encontrado tantos huesos de pterodáctilos, de dinosaurios y tan pocos de hombres? ¿Dónde se esconden estos huesos? Debería haber miles de huesos. El ornitorrinco es un animal mitad pez y mitad terrestre, está en transformación. Si es como dice Darwin, que el mono se habría trasformado en hombre seríamos humonos y no muy humanos.
EL COSECHERO ATÓMICO
“Para ver el mundo en un grano de arena
y el cielo en una flor silvestre”
William Blake
En tus canciones, las voces gritan o gimen en los extremos del sentir.
La vida es una maravilla y es única. Este momento no se repetirá jamás por los siglos de los siglos. Mientras, vamos por un vehículo espacial llamado Tierra, alrededor del sol y a once kilómetros por segundo ¿Te das cuenta lo que es eso? Somos protagonistas de este instante inmenso. Dan ganas de llorar. Deepack Chopra es un pensador que admiro y dice: «detrás de la piel de este dedo meñique, está la carne. Detrás de la carne, está el hueso. Entre el hueso y la carne, la sangre que transita y atrás, el átomo: este es un dedo atómico”. ¡Qué maravilla!
También es maravilloso que el cosechero haya dado la vuelta al mundo, admirado por gente que, tal vez, no comprenda ni el idioma ni nuestra idiosincrasia.
El cosechero en este momento se está cantando en Helsinki, traducido al finlandés. Pasó a ser un habitante del hielo, de animales raros y suena como ruso. Es increíble. La canción traspasó la geografía, los colores y se perdió. De esta manera, se va encontrando. El otro día decía que uno no puede contemplar ni sospechar el vuelo en el camino de un hijo. Como este señor negro norteamericano que tuvo un hijo y nunca sospechó que sería presidente de una de las naciones más poderosas del planeta tierra, como es Estados Unidos, para bien o para mal. La canción es así. Whitman decía «Los hijos son flechas lanzadas al espacio, uno podrá corregirles el vuelo, pero nunca sabremos dónde van a caer». Entonces, esto es impensado.
PROHIBIDO EL INGRESO A TURISTAS
Ramón Ayala impregna el aire de pinturas y de canciones. Siembra coordenadas que se concentran en su figura. Su obra manifiesta una huella en un punto áurea. Litoral y universal.
Lo más importante de un artista es poner el sello sin que esté la firma. Por ejemplo, con un cuadro de Quinquela Martín; podrá ser defectuoso o no, pero es Quinquela Martín. Ves un cuadro de Van Gogh y es Van Gogh de forma innegable. Mis cuadros, también. No se puede ser un turista del arte o un turista de la vida. Hay que entregarse a un oficio o una vocación. Yo me fui al origen del pintor por su herramienta principal, la luz. Uno cree que tiene un sólo color y no es así, es un engaño. Esta luz que parece blanca o amarilla tiene todos los colores primarios que se funden o se separan a través de la descomposición o de la humedad, como sucede cuando se forma el arco Iris. El pintor debe ingresar a ese secreto. Cuando pintás un cuadro, estás pintando un pedacito de la naturaleza y ese pedacito compone el todo. Tenés que poner el todo en ese pedacito. El equilibrio de la naturaleza es lo mismo: el menor por el mayor o el mayor con el todo. Hay una escala infinita, el número Pi (Pi, 3,1415), la medida que utilizaba Leonardo Da Vinci, Luca Pacioli.
EL COLOR DE LA CREACIÓN
Boi, la enorme serpiente que habitaba en el río, exigía una doncella para ser entregada en sacrificio. Cuenta que un año eligió a Naipí, la de la noche en sus cabellos, la del alba en su mirada. Naipí, con su sonrisa de orquídea y nube blanca, su piel de cobre y de tersura, voz de pájaro campana. Tarobá, enamorado de Naipí, intentó salvarla, pero Boi escuchó sus voces sobre la canoa que se deslizaba, sigilosa, por el río. La serpiente encorvó su lomo y el río se partió en múltiples pendientes y cascadas. La frágil canoa cayó al vacío y, desde entonces, unas inmensas cataratas habitan la región de Iguazú. Naipí descansa convertida en piedra bajo el salto más audaz. Tarobá se transformó en un árbol cuyas ramas intentan acercarse a ella, pero Boi se interpone. Sin embargo, cuando los rayos del sol penetran las aguas cristalinas, un arco iris se extiende, poderoso, desde la piedra al árbol: son Tarobá y Naipí, que atraviesan los siglos abrazándose.»
«Abrazo de colores»- Leyenda guaraní
¿El color de la creación habrá partido de Misiones? Su geografía contiene los colores primarios: el rojo de la tierra, el azul del cielo y el verde de la selva.
Y tiene el gris también. La naturaleza está llena de ofertas, de gestos asombrosos. Aquel que no tiene la capacidad de asombro, no sé si anda en pedo o al pedo. Anda fuera de la maravilla, de la captación de esos acontecimientos. Yo vivo asombrado. Por ejemplo, esa carpeta que está en el archivo de mi computadora que dice «El rumbo de los horneros», es una historia de mi vida. Salí a caminar en el Chaco paraguayo, donde los padres de mi esposa tenían una gran estancia. El día anterior, habíamos visto a un carpincho con sus carpinchitos, que son muy graciosos, y decidí volver a verlos para dibujarlos. Fui solo. Caminé un largo trecho, crucé una tranquera y, entre la maraña, saltaron unos vacas salvajes, allá les dicen Sauahá. Corrieron asustadas. Dejaban una polvareda a medida que se alejaban y así escaparon. Tal vez no sería yo un rostro muy agradable para ellas. Apareció una lagartija muy chiquitita, que parecía un picaflor, con unos colores iridiscentes azulados y rojos, increíble. Como pintor, la vi y me quedé enloquecido. Seguí andando y crucé con el Tajamar (que no sé de dónde viene la palabra, porque mar es el mar, pero mar en medio de la selva… medio raro)
¿Un mar de selva?
Debe ser. Proseguí la marcha con mi carpeta de dibujos y con una libretita para anotar. Los carpinchitos ya no estaban. Habrían intuido mi visita e hicieron huelga. Del otro lado de un alambrado, comenzaba el monte. De mi lado era todo descampado. Decidí ir a mirar a ver qué había. Ese fue el problema: me perdí. En un árbol encontré unas abejas chiquitas y bravas. Kavishuí, creo que les llaman. Ni las quise tocar. Continué hasta encontrarme con una cabeza pelada de un jabalí, se lo habían comido todo. Yo no quisiera estar su lugar. Seguí andando y pensé que si yo seguía por una vía larga, al retomar por otro cruce más adelante, podía volver por una línea paralela. Me detuve y escribí algo como: «voy al lugar más alto, casi en las nubes, como tocando el cielo…» algo así. «El misterio me atrae con su lenguaje, voy andando despacio, no sea este el último viaje.” Iba previniéndome para saborear lo que se venía. Al emprender la vuelta, recordé cómo vine por el camino real para así llegar a la estancia. En eso, parece que el eje de mi estructura se movió y, en vez de ir para el lado de la estancia, salí para cualquier otro. Pasé por debajo del Tajamar, fui por un lado, por otro y se me había dado vuelta toda la geografía. Me había desorientado.
A la selva no le gustan las líneas rectas.
¡No! Empecé a andar por la selva y por ahí vi ese misterio, ese silencio.
Es un silencio que late, ¿no? Un silencio repleto de presencia…
Es un zumbido. Un canto de pájaros. Algo que está ahí y a la vez no está.
Yo creo que tengo un sentido, no sé si dominado o domado, que me lleva a calmarme. Vi al hornero y dije: el hornero es el mismo que el de Argentina, con la diferencia que allá tiene frío y ese frío puede matarle sus pichones. Entonces, en vez de hacer el nido abierto hacia el sur lo orienta hacia el norte, porque el aire que viene de allá es cálido. Si no hubiese sido por esa deducción, yo no me hubiera salvado. Habrán sido unas seis o siete horas en el monte, con lluvia. Con esto escribí un cuento llamado «El rumbo de los horneros», porque gracias al hornero pude salir. Hay una señora de la triple alianza, ella es directora de la Universidad del Sur, en Bahía Blanca, muy amiga nuestra, poeta. Y me dice «quiero editar un libro tuyo, que tenga relatos, poemas y cuentos del camino». Andando, encontrarás el camino y el cuento, la gente, la magia y el asombro. Si te quedás, no encontrarás nada. Capaz que te encuentran a vos y te llevan.
LA MIRADA DEL LENGUAJE
Corre con los diarios
apretados bajo el brazo
llevando la voz del mundo
bajo el cielo de Posadas.
Fragmento de “Los gurises” – Ramón Ayala
No hubo conquista ni guerra alguna capaz de callar la voz guaraní. Su voz vive en toda la región del litoral y se monta sobre los nuevos términos, apropiándose de ellos. Misiones es una tierra caracterizada por la mezcla de culturas de Paraguay, Argentina, Brasil y la fuerte presencia guaraní. La mixtura de ritmos está clara en la obra de Ramón Ayala y en la música litoraleña. ¿La acentuación aguda del guaraní incide en tus letras y, en consecuencia, en tu música?
Puede ser. Pasadas al guaraní, todas las palabras son agudas: «Pólvora» pasó a ser «polvorá», «caballo» pasó a ser «caballú». Al sabio se le llama «Arandú»; es una palabra maravillosa y yo la quiero mucho, «ara» quiere decir tiempo o día «gendú» que oye, el que oye la voz del tiempo. Me produce una lágrima. Quiere decir que está en contacto con el misterio de la vida. En Paraguay, al chico le dicen «mitaí» y, a la mujer, “cuñataí”. Pero en Corrientes al chico le dicen «cunumí», que viene de «cunumú» y quiere decir «ternura», entonces, «cunumí» quiere decir «ternurita». ¡Qué cosa más hermosa! ¿Te das cuenta? El guaraní es extraordinario. Si los gringos- que en este caso seríamos nosotros frente a los guaraníes, auténticos dueños de la tierra- nos diéramos cuenta de la magia que tiene ese idioma… Uno lo ignora, sabemos más cómo decir «Shekspir» en vez de decir “chaquepeare». Uno, cuando ama verdaderamente y tiene conciencia, debe amar ese rincón del planeta donde ha sido parido. Porque es lo que ha adobado su mente y su sensibilidad de niño. Entonces, se anda con su paisaje a cuestas. Yo no necesito estar en Misiones para ponerme a escribir.
¿El recurso es igual para escribir y para pintar?
Sí, todas mis manifestaciones son iguales porque parten del mismo emisor o creador y de la misma mente. Lo que cambia es el mecanismo, el oficio, la herramienta. Uno tiene otras vibraciones interiores. Depende de la motivación, puedo encender las válvulas del canto o de la pintura. Que una frase te produzca tal regocijo interior y se transforme en una obra que pueda ser reconocida en el mundo es maravilloso. Uno siente plenitud cuando se tiene la posibilidad de manifestarse con una voz aceptable. Casi diría, que no parece tuya, de tan buena. Al canto le pongo toda la potencia, la sangre, los huesos. Ahora mismo puedo crear una canción, si así surgiera. Hace poco me pasó en un escenario de Misiones: una joven me pidió una canción para ella. “Soy iguazuiense”, me dijo. Y, con ese término, improvisé un tema delante de aquel público. Yo no he visto a nadie en la Argentina, ni en ningún lado, improvisar una canción ante seis mil personas. Y lo hice desde un acto de irrespetuosidad, de libertad pura y de una profunda creencia en mí mismo. En uno, hay una precipitación, para la música, para la canción, para la voz. Entonces, funcionan «las achuras», como dice un paisano. La mente, el corazón, la sangre que se encrespa para producir un canto a una mujer que no conoces. En el escenario soy sorpresivo, bailo el gualambao a esta altura de mi vida. ¿Podés creer? Todo está llevado por la mente y ella es la que encrespa la sangre, la que te da miedo o te da calma. La mente es la sangre o al revés. Y, arriba de la mente, la intención natural de la sangre. Más arriba, el misterio. No sé qué es. Hay gente que cree en Dios y otros, en el Pombero. Quien cree en Dios no lo ha visto nunca ni lo verá. ¿A quién me tengo que remitir yo?, ¿al que está conviviendo con los dioses de la selva o al dios eterno que puede producir acontecimientos como la caída del avión con los jugadores de fútbol? ¿El mismo que, con un soplo, los podría haber sacado de ahí? Pero Dios les dio la espalda y murió una cantidad de seres inocentes que iban a jugar por primera vez el triunfo de sus carreras. ¿Existe Dios? ¿Es un dios tan cruel? Yo no creo que exista. Este bicho humano, bípedo, es capaz de llevar una mochila que alguien cargó hace dos mil años y que escribió un libro como “El Corán” o la “Biblia”. Tal vez, empujados por la necesidad de crear leyes con el fin de aprisionar la mente de las personas. Yo no estoy de acuerdo en aceptar las palabras secretas de uno que nadie ha visto. Yo creo en el Dios de Baruch Spinoza que dice: “No andes por esos campos golpeándote el pecho, pidiendo perdón a un dios que puede venir a castigarte. Si ese Dios puedo ser yo ¿Cómo puedo ser cruel? ¿Cómo puedo haber creado a mi criatura y someterla por años y siglos al fuego eterno? No hagas caso de escribas y de bandidos que comercian con tu credulidad, tu ingenuidad, con tu bonanza. No vayas a las iglesias oscuras y sórdidas que dicen ser mi casa. Yo vivo en la mirada de tus hijos, en la mano tendida del amigo, en el mar que golpea los acantilados, en los ojos de las ballenas. Yo vivo en el aire, en la bondad, para eso soy Dios, no ese Dios cruel que te enseñan.” Yo me crié en colegios de monjas, ellas huían de mí (huían hacia mi cama).
CENSORES CON PAPAS
“Cuantas más injusticias, señor fiscal
Más fuerzas tiene mi alma, para cantar”
«Qué dirá el santo Padre» – Violeta Parra
¿Tuviste canciones prohibidas durante la dictadura?
Si. Una de mis canciones prohibidas decía así: “Soy nada más que un granito de arena / soy nada más que una ola del mar.” Es una canción rebelde, me decían, porque un día en tu vida quiere decir un día de gloria, un día de lucha. En realidad era el día en que le hablaba al hombre. “Soy nada más que una hoja caída / caída del árbol de la eternidad. / Soy sólo un día de luz en tu vida, un pequeño eslabón sideral / he venido a quemarme en tu sangre y perderme en la noche total / víveme ahora que por fin me tienes, víveme antes que la sombra llegue.” Parece que era peligrosa la canción. No sabían ni a quién condenar. También aparecí en una lista negra junto a Cortázar. Pobres tipos. Si hay un infierno, los diablos los deben estar esperando para almorzar.
LA EXUBERANCIA DEL SILENCIO
“Voy de paisaje en el alba/ y me parezco al paisaje:
por fuera, el verde del clima, por dentro, el sol de la sangre.
El paisaje va conmigo y es un hermoso habitante.”
«Regreso a la tonada» – Armando Tejada Gómez
¿Cuál es el lugar al que siempre recurrís para relacionarte con el arte?
Yo no tengo distinción de un paisaje determinado. Prefiero el de Misiones, pero me atraen todos los paisajes. Porque, estando el hombre en él, le da un gran valor. El hombre de la Patagonia, de Jujuy o de Misiones tiene una geografía, sin embargo, es el mismo hombre. Cada paisaje tiene un espíritu, un clima. Unos tienen mares, otros selvas, montañas o ríos. Lo importante es ubicarse en el paisaje y ver. Como yo llevo el paisaje en mí, junto al pintor y el poeta, voy a caballo de ese paisaje como sea, porque todo me viene bien. Y si es un color bayo, marrón, igual me gusta: le busco el contrasentido, el equilibrio. Me ubico dentro del espíritu del paisaje, no puedo meter una selva exuberante en Tierra del fuego porque no la tiene. Voy a buscar su exuberancia en otro aspecto: en el silencio, en el horizonte, en su filosofía o en el misterio del mar. Y en la trascendencia que implica tener una geografía que se llame Tierra del Fuego.
HORIZONTES DE CONFINES
“Sombras de bueyes y carro buscando el confín”
«El Cachapecero» – Ramón Ayala
“madera y canción, hacia el confín”
«El Jangadero» – Ramón Ayala
Tus letras tienen muchas menciones a los “confines”, ¿qué significan para vos?
Nosotros estamos llenos de horizontes. El río es un horizonte que viaja. El horizonte se expresa andando. Y se lleva el horizonte puesto hasta que llega al Río de la Plata y sigue hasta el mar.
Y el testimonio que refleja tu poesía, además, parece ir por el misterio, el asombro como una mirada del mundo desde arriba.
Y es así. No podés perderte con toda esta humanidad maravillosa que tiene el ser humano y este poder de traslación para ubicarte en cualquier punto del planeta y verte de arriba y de abajo. No podés cantar como un enano cuando sos inmenso.
En algunas de tus canciones, Ayala es el río.
“Soy el Paraná cuerpo de tormenta y sol / siglos del andar dibujando el clima azul. Por el misterio que me lleva al mar / volveré, cerrazón, litoral. / Grito en el fragor, los caballos del amor / en mí. Oh! Oh! Oh! Oh! / Arreando peces voy / ojos manguruyú / dorado en el temblor.” Aunque no lo tenga al paisaje o sea un paisaje muerto, estamos vivos y somos sus columnas. Y, si no fuera así, también lo seríamos por prepotencia de estar. Para eso está hecho el hombre. El paisaje está como una figura decorativa. El hombre, no, está en movimiento y puede generar todo un paisaje hasta cambiarlo: de mustio o pobre pasarlo a rico. Teniendo esa conciencia, uno es el hacedor.
EL LADO VE
Para mí no existe el lado B. Porque, incluso al otro lado del disco, puede haber todavía reminiscencias incluso mejores, y, ausentes en el lado A. Todo depende de a qué llamamos Lado B o a quién lo llamamos así, porque hay artistas grandiosos que desechan papeles mejores de los que dejan dentro de la edición de su libro. Por ejemplo, se han rescatado escritos increíbles de Neruda entre sus descartes.
Una cosa son los descartes y otra cosa es el agotamiento.
Ahora entramos en una etapa casi señera y uno está cansado de engolosinar la mente de las personas. Se me ocurrió hacer unos discos para aportar cosas que yo creo fundamentales y sumamente necesarias. Mucho más que cualquiera de las tonterías que andan en el aire. Por ejemplo, un libro que se llame “Cantando con los poetas”. Tengo tres canciones, una editada, con Neruda. Una se llama “Aquí te amo” y en rima de gualambao. Una hazaña, porque su forma de escribir es esquiva, no lo hace regularmente con rima sino que es sinuoso. El gualambao pretende ser algo que emana de la región. Es afro-guaraní y el afro es negro.
LA INVENCIÓN DE MOREL
Yo creo que soy el más original de esa región. Hubo alguien que se llamó Jean More, francés. Atraído por el dorado famoso de Latinoamérica, vino para enriquecerse y amar mujeres bellas. Con veinticinco o treinta años, se metió en el Paraguay y tuvo un hijo, a quien llamó Juan de Dios. Al estallar la Guerra de la Triple Alianza, en un acto de heroísmo, se enganchó en el ejército del Mariscal López. Aquí lo llamaron el mayor Jean Morel y se van a la guerra. Su hijo crece jugando con cañones y esquirlas. Un ataque de guerra era para él una canción de cuna. A los catorce años, tuvo un amigo y quiso escaparse. Llegaron al río y, bajo unas plantas que crecen a la orilla y forman un túnel, encontraron oculta una canoa. Al ver que llegaba un ataque, se metieron en la canoa y empezaron a remar y cruzaron el río Paraná. Del otro lado, los recibieron unas lavanderas que los cuidaron y les dieron de comer. Luego se fueron a Misiones, a Loreto. Allí crecieron y Juan de Dios Morel se enamoró de una muchacha paraguaya, con la que tuvieron cinco hijos: una mujer y cuatro varones. Esa mujer es mi madre. Así que yo soy una consecuencia de la Triple Alianza. Mi apellido materno es Morel.
ENCABALGAMIENTO
Ramón Ayala es compañero del infinito. Sigue al trote con sus innumerables historias que, ávido, cuenta. Cabalga las obras que iluminan su atelier, sus libros, sus poemas y canciones. Pero hay algo más: él es un compositor como no abundan. Jinete creador que ha trascendido su propio nombre y su figura, para remontarse en su caballo alado al cielo de los sentidos. Conmueve a artistas y públicos de todo género y nacionalidad. Ramón Ayala ha dejado su huella en el cielo de la canción, usina infinita a la que puede recurrir todo un pueblo y sentirse elevado, sea cual fuere su condición y conocimiento.
Y ahí va, al trote:
“Rumbo a la cosecha cosechero yo seré,
y entre copos blancos mi esperanza cantaré,
con manos curtidas dejaré en el algodón mi corazón.
La tierra del Chaco quebrachera y montaras,
prenderá mi sangre con un ronco sapucay,
y será en el surco mi sombrero,
bajo el sol faro de luz.
Algodón que se va, que se va, que se va,
plata blanda mojada de luna y sudor,
un ranchito borracho,
de sueños y amor quiero yo.”
«El Cosechero» – Ramón Ayala
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