El lado B: Entrevista a Hugo Panconi  y Federico Cáceres, integrantes de “Celebrando lo propio

   Entrevista: Denise Fernández

   Edición: Denise Fernández, El Anartista.

Que sRolex Sydney Hobart Race - Morning Gory Cloude venga la noche de aliada, que convoque a las corrientes de fondo y a las de superficie. Que la luna sea la más llena de voces y su reflejo, el vientre más fértil para el canto. Que el canto sea puño cerrado y abrazo fraterno. Y que, entonces, la orilla  no se deje abrumar – llevar y traer- y sea ella misma el horizonte que también combate. Que las ráfagas se soplen sin las vulgaridades de las prepotencias.  Que el aliento sea otra vez el caldo donde sutileza, poesía y puentes amorosos comiencen a decir. Que en el principio sea el otro como un posible, el otro como un llamado. Y que, en el final, despunte un nuevo comienzo. Que la celebración sea un derroche de afectos. Que recule la fiestita amarga de  pelotitas con espejos. Que la muerte  mire a la distancia, con esa tristeza de punto final, con su tufillo hediondo de ganadora compulsiva. Que podamos cambiar el rumbo y que el caldero donde cocemos palabras y sonidos arda bajo un fuego eterno. Que todo lo sagrado lo sea en la raíz, liberados por fin de las blanduras del cielo.

Que se venga la noche de aliada. Celebrando lo propio, despunta el nuevo día. 

Los primeros viernes de cada mes a las 19:30 hs. se realiza en el auditorio Malvinas Argentinas de La Asociación Bancaria de Capital (Sarmiento 341) una celebración particular, “ Celebrando lo propio” :Espectáculo criollo que se apoya y proyecta desde nuestro acervo popular para reforzar el derecho de los argentinos de hoy, a conocer el legado histórico cultural que nos determina como pueblo y como nación. Un homenaje a los Santos populares que lleva como título «El Santo Pueblo que nos Parió»

AFORTUNADO Y LABORIOSO CAMINO

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¿De qué se trata la propuesta?

Hugo: En cada función del Celebrando lo propio nos damos espacio para evocar una estética cercana al circo criollo. Además de la propuesta musical, que aborda distintas “especies” de la expresión popular de nuestra América, contamos con la presencia de Leopoldina, un personaje murguero, inspirado en Marechal. Ella es nuestra maestra de ceremonias y  encarna en la actriz, Evita Fernández Rivero. Escenas dramáticas y humorísticas se suceden para ilustrar la temática abordada- que varía de mes a mes- y nos permite incursionar en otros campos expresivos (los músicos actúan, los actores cantan). De ese modo, podemos contar con el aporte de amigos que agrandan y enriquecen el espectro: como Conrado Geiger, con sus monólogos de humor, o las ilustraciones proyectadas, del artista plástico Alejo Giordano… Esta celebración, que proponemos mensualmente, es consecuencia de una serie de “eventos afortunados” y otros factores que hemos conseguido en el tiempo. Yo soy el veterano del grupo y, en mi recorrido, puedo citar acciones e intentos anteriores, siempre vinculados al rescate de las diferentes formas de la expresión popular. Tanto al coordinar y dar talleres, como al proponer  expresiones de otros colegas, siempre hemos hecho hincapié en la “especie musical” del lugar, tanto local como nacional. Experiencias como “El circo del palo” –que, en su momento, pudimos plasmar trabajando con los compañeros del  Comedor “Los Pibes”– nos animaron en el hermoso camino. Se trata de la elaboración conjunta de contenidos, que contienen las inquietudes e historias de los partícipes reales y necesarios para el relato de la propia historia, a través de la expresión de una determinada comunidad. Más tarde, y ya en el espacio de “Arte Militante” de la organización “Peronismo Militante”, desarrollamos una propuesta llamada “A cada cantor su paisaje”. En ese caso, convocamos a cultores del arte popular de distintas zonas del país: payadores bonaerenses, candomberos de Capital, tonaderos cuyanos y otros. La idea era poner estas formas genuinas de la expresión popular al alcance del piberío que, en su mayoría, desconocía esas “especies”.  Para volver a la pregunta sobre de qué se trata el “Celebrando lo propio”, diría que se trata, para muchos, de una invitación a conocer lo que les pertenece por herencia y no circula en los medios. O, al menos, no circula lo suficiente como para contrapesar el modo en que bienes culturales diseñados  para el consumo inmediato  contribuyen a moldear el gusto o las preferencias de las audiencias.  En cuanto a los “eventos afortunados” sobre los que te comentaba al principio, hay que resaltar el rol de la Secretaría de Cultura de la Asociación Bancaria que, por segundo año consecutivo, sostiene esta propuesta dentro de la oferta cultural porteña. Impactar o incidir en la cultura siempre depende de una decisión política.

Fede: Claro, celebrar lo propio en tiempos neoliberales es mucho más difícil y por eso mismo tan necesario. Hoy vemos cómo, desde la más alta institucionalidad, van por nuestros símbolos. Y es justamente la disputa del sentido, en esas celebraciones, la que hay que dar… Hacemos hincapié en un repertorio musical que se apoya en canciones de grandes autores (grandes por el aporte, no porque sean muy famosos), que evidencia la constante histórica de los pueblos latinoamericanos: la lucha por su liberación y la memoria de esa misma lucha. Desde ese legado, nosotros intentamos no desentonar con las creaciones propias. El año pasado el desafío eran las efemérides y este año homenajearemos a un Santo popular distinto cada mes.

ACERVADÍSIMOS

El uso del término “acervo” no es muy común. ¿Cómo perciben su recepción?  ¿Es algo que hay que explicar?

Hugo: Si, ya lo creo… Después de participar en los foros del proyecto de la Ley Federal de las Culturas que, por desgracia, probablemente quedará sólo en proyecto, nos hemos afirmado en la convicción de que es necesario hablar del derecho al acervo. Todo argentino nativo o por opción tiene derecho a conocer lo que le pertenece por herencia, como legado cultural. Fijate que acá no vamos por la negativa o coercitiva. Es absolutamente positivo. El argentino es producto de un mestizaje cultural, que tiene su desarrollo histórico y es de una riqueza sensitiva impresionante. Bueno, esto no es privativo de nuestro país, es extensivo a toda la América ibérica-afro-originaria. Sin embargo, debido a la dependencia de lo que se llama mercado cultural, esa riqueza queda tapada por montañas de expresiones/bienes culturales de otros países (por lo general, se limita a lo generado en USA y, en cada vez menor medida, en otros países de Europa), entre las que cada vez menos se encuentran expresiones que podamos considerar populares. En su lugar, abundan y sobreabundan invenciones de la propia maquinaria del mercado de bienes culturales. Se le llama popular a lo que se hace famoso y, en esa alteración semántica, va a dar a la mierda el derecho de los pueblos a conocer y ejercer su expresión sensible. Porque, con la difusión pautada de las multinacionales en todos los medios audiovisuales, no existe quién se resista a silbar alguna melodía infame o a repetir algún estribillo ignominioso… a eso me refería antes con lo del gusto moldeado.

Fede: El problema no es el mercado. El problema es la batalla totalmente desigual que se da dentro de la  llamada industria cultural.   Si abren las importaciones- como está ocurriendo- funden las empresas nacionales, porque necesitan un Estado que medie y los proteja  para equilibrar la balanza. Bueno, pasa lo mismo con el liberalismo cultural que reina en el mercado. Allí, por supuesto, las pymes que funden son las bandas sin estructura en la cual desarrollarse, los elencos de teatro que sólo pueden ser autogestionados. Y los productos resistidos serán generalmente las canciones de esas bandas, las obras de esos elencos y un largo etcétera… ¡Ah! Y no te olvides de las películas nacionales o de la región que, aunque nos representen, no tienen la misma presencia y visualización que las las hollywoodenses o  las funcionales a esa misma estética.

Hugo: Ojo: cuando decimos “acervo”, no hablamos necesariamente de lo precolombino y su desconocimiento, o de sondear en la quintaesencia de las músicas o danzas populares. Decimos que el escamoteo por ocultamiento- como la marea que sube- se lleva de la playa piezas de un pasado reciente que, si bien no desaparecen, quedan absolutamente relegadas para  quien no se dedique a la materia. Con esta tendencia, el canto y la danza nativos pasan a engrosar el archivo de lo exótico. Y lo que se naturaliza es el consumo de una expresión más o menos homogeneizada que, a su vez, homogeiniza intereses y audiencias a nivel global.

Fede: Por ahí lo más sencillo para comprender nuestra voluntad de ir hacia el acervo musical es establecer un paralelo con el revisionismo histórico…El Chacho Peñaloza que nos cuenta el Pepe Rosa no parece el mismo del que hablan los Romero… bueno… el que nos cuenta León Benarós, que rescata el sentir popular, tampoco tiene nada que ver con la visión mitrista de nuestra historia… Y no hace falta decir que, en la llamada música pop, no existe ni siquiera la sospecha de la existencia de un caudillo como el Chacho.

Hugo: Así es… ese enfoque le ha abierto la cabeza a muchos compañeros, sobre todo, entre los jóvenes quienes, ante cada mención del legado cultural, o lo que se llama folklore –en música, al menos- ven amenazados sus gustos personales. Como dice la canción de “Mano a mano”: “ningún pájaro se libera con el canto del que lo enjaula”.

 PA´ QUE CANTE OTRO GALLO

peña-camello-mala-mar-marea-baja3¿Por qué creen que resulta tan simple, casi automático diría, vincular los términos “folklore” o “acervo” con adjetivos como reaccionario, conservador, facho  y otros?

Hugo: Bueno, está relacionado con lo que planteaba Fede recién, con la disputa por el sentido de ciertas celebraciones, de ciertos símbolos. El gaucho, por ejemplo, es también un símbolo para los espléndidos de la Sociedad Rural. Porque el gaucho devino símbolo una vez muerto. Las actividades de la producción ganadera, aunque se modificaron sustancialmente, aún relacionan al hombre con la tierra, sobre todo, al que la trabaja con sus manos: el peón rural. Este tipo de argentino- este “paisano”- convive diariamente con ciertos componentes de la  supuesta “realidad” del arquetipo nacional, o sea, nuestro gaucho: el caballo y sus usos, los utensilios de cuero, la intemperie. Y, salvando la distancia y de acuerdo a otras necesidades y al cambio en ciertas costumbres, desarrolla similares destrezas y templanza de espíritu.  Ahora bien, no desde ahora, sino desde su origen, el paisano (en este sentido, el sucesor del gaucho) depende generalmente de un patrón, que no pertenece a la categoría de los que trabajan la tierra, sino de quienes la usufructúan. Y esta relación conflictiva, como lo relata Atahualpa Yupanqui: “El patrón cree que es extravagancia / Que su peón viva mejor / mas no sabe ese señor / Que por su peón tiene estancia”… esta relación decía, está mediada e intervenida por los formadores de sentido común, es decir: la escuela, las instituciones, los grupos de pertenencia, los medios de comunicación. De modo que se resuelve siempre a favor del poder. El Juez de Paz lo sigue cagando a Fierro, mandándolo a la frontera, esquilmándole la tierra, el rancho y la mujer. Y, en esa dolorosa naturalización, cabe también la inversión y el usufructo del símbolo. Los patrones de la Sociedad Rural se adornan atávicamente, como si honraran la memoria de quien, en realidad, contribuyeron a exterminar. Más o menos parecido es lo que sucedió con algunos símbolos patrios en la época de la dictadura: había quien confundía el honrar su bandera con legitimar un accionar deleznable de las fuerzas armadas de entonces. De lo  anterior hay que concluir que: quien entienda que contribuir a la afirmación de una identidad apoyada en las creaciones populares heredadas es reaccionario o “facho” es víctima de una violenta penetración sociocultural y simbólica, propiciada por la dependencia económica y la sumisión política. No ha cohesionado una manera de ser que le resulte propia para diferenciarse del resto. Y por eso defiende, antes que nada, su “libertad” de elegir ser lo más parecido a otros…

Fede: Es lo más parecido a los modelos que exporta a mansalva Estados Unidos. Siempre me llama la atención cómo se copia el producto y el resultado y no el modo de generar o el proceso. Otro gallo cantaría si, en vez de querer asimilarnos a la industria cultural yanqui, quisiéramos emularlos compitiéndoles con nuestra propia industria cultural. Pero, en este punto del razonamiento es donde los engranajes se empiezan a quedar sin lubricante y aflora el complejo social y cultural en el que venimos siendo educados…Como acá no hay superhéroes súper-poderosos, no hay efectos especiales, no hay pokemones, no hay pelotudos como Adam Sandler -y eso que pelotudos sobran, pero no como ese-, entonces traigamos, importemos. No nos priven de la libertad de consumir sus porquerías…

VIEJOS SON LOS TRAPOS

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Manifestación, Antonio Berni.

 

¿Y el planteo de que la relación de las audiencias con la música popular, por ejemplo, es una cuestión social /generacional? ¿Cómo juegan ahí las otras expresiones?

Hugo: Creo que la influencia del rock es ciertamente generacional, es decir, afecta y modifica como fenómeno expresivo a más de una generación. Pero eso no quiere decir etario. Jode escuchar que nuestra música nativa o el tango son música de viejos y el rock es música de jóvenes. ¿Cuáles jóvenes, los “jóvenes de espíritu”?  Serían algo así como los “negros de alma”?…digo, por el eufemismo. Y hay que fumarse a Sir Mick Jagger, un paladín de la impostura, un farsante, bah, haciéndose el pibe, haciéndose además el reventado, el rebelde. Y no es nada, nada de todo eso. Los ingleses son los grandes creadores de lo que se denomina “sistema”, por lo tanto, son sus defensores acérrimos y han pergeñado burdamente también lo “antisistema”.

Fede: Antes hablábamos de Hollywood como dispositivo de coloniaje. Es indudable que el rock le ha servido como medio al imperio yanqui/británico para desembarcar culturalmente, no solo en Argentina, sino también en gran parte del mundo. Así amordazaron las músicas nativas de cada región e implantaron su estética, sus timbres y su idioma. Dentro de esta inmensa batalla, es una victoria cultural que los pibes crezcan mirando a Zamba y adorando a San Martín, a Juana Azurduy y a Bolívar, en lugar de a Spiderman, a Barbie y al Capitán América. Debemos seguir esa militancia, debemos dar la discusión -adentro y afuera- para lograr que las generaciones venideras crezcan con la música de Buenaventura Luna y a Troilo -por nombrar a algunos- en lugar de a Justin Bieber o a Paul McCartney. Por supuesto, no va a faltar el que te diga “¡ehehehee pero no podés comparar a Justin Bieber con Paul!” No, no lo hago. Cuando hablamos de dar la discusión, no nos referimos a los gustos que cada uno tiene, ni tampoco a si son o no buenos músicos o a si tienen o no lindas canciones. El punto es que no es nuestro paisaje. El Capitán América puede ser un gran dibujito, apasionante quizás, pero no es nuestra América profunda la que resguarda. Defiende, justamente, toda la América que no es la nuestra. Y, en tanto admiremos acomplejados cómo lo de allá es inalcanzablemente bueno, caeremos en la encerrona de no producir contenido propio. Porque, ¿para qué lo vamos a hacer si ellos lo hacen mejor? ¿Y qué es lo que hacen mejor? Lo de ellos, claro, bueno: al hacer lo nuestro, los inalcanzablemente buenos somos nosotros. Adentrados en la discusión, muchas veces solemos encontrarnos con argumentos como que “la música es universal y no sabe de fronteras”. Pero ese argumento parece servir sólo cuando hablamos del rock o de música electrónica, no aplica igual para las tonadas cuyanas o las milongas pamperas. En esa línea, se deduce que se da sólo por casualidad el hecho de que las músicas más escuchadas -rock, heavy, pop, rap, tecno- o las avaladas por la Academia, como “la música de culto” -jazz y música clásica- correspondan a géneros oriundos de países del primer mundo. Nunca una polca paraguaya, esa no es universal, esa es tercermundista y no es apta para el mercado. La música, como toda expresión cultural, conlleva un paisaje y es nuestra responsabilidad descubrir y defender el nuestro.

EL DÍA, A TRAVÉS

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¿Es decir que habría elementos más relacionados con nosotros y con nuestra vivencia, que nos interpelan –o al menos tienen en potencia la capacidad de interpelarnos- desde el arte o, como ustedes dicen, desde la expresión popular?

Hugo: Claro. Creo que, además,  importa es establecer qué consigue decir, qué deja dicho cada expresión o cada género en distintos momentos y la relevancia que eso tiene, tanto en lo inmediato, como en el devenir histórico. La profundidad de la poética de los pueblos, la sensibilidad de sus músicas no tiene nada que ver con lo que nos hemos acostumbrado a consumir desde los medios masivos. Por ejemplo, los versos que Wenceslao Varela usa para describir el anochecer:

“Se fue borrando una huella/ de horizontal lividez/y el día quedó a través/de cada agujero de estrella”. O la ética popular que Buenaventura Luna desarrolla en “Sentencias del Tata viejo” :”Se precisan mil astucias/pa’ vivir entre la gente/y no basta ser prudente/pa’ terciar con buenos socios/el mejor de los negocios/siempre ha sido el ser decente.” No es lo mismo comenzar a tratar de escribir poemas o canciones propias, si uno conoce cosas como estas, que desconociéndolas. Pero así sucede desde que tomamos, como el todo de la expresión popular, sólo lo que conocemos en el mercado. Y, ahí, el valor descollante es la novedad, o lo novedoso. Y entonces aparecen diversos intentos de expresar tiempos, edades y coyunturas que se imponen más por repetición que por identificación consciente…

Fede: El fenómeno es complejo y, como suele decir Hugo, hay que animarse a ejercer la violencia de cuestionar la propia formación del gusto, para tratar de visualizarlo más o menos en su dimensión. Porque el mercado crea fidelizaciones a través del consumo, al punto de hacernos creer que las opciones –buenas o malas- sólo existen dentro de sus fronteras. Está en el mercado o no existe, o sólo existe si está en el mercado… Y es difícil comparar entonces tanto el fondo como la forma, los modos y los contenidos de los cultores populares que emanan de los pueblos, contra lo que emiten ciertos “artistas populares” que se hacen famosos en el mercado. Lo que llamamos expresión popular es a la vez memoria histórica, ética y planteo filosófico ante la existencia. Lo verbaliza un/a artista, pero su generación depende del pueblo y se completa con oyentes que absorben y se identifican en una memoria y una historia comunes. Nunca son simples “consumidores” o “fans”. Por lo menos, hay que defenderse de esa banalización, ¿no?

LA PORFÍA DE LOS PUEBLOS

Esto plantea de algún modo la discusión pueblo vs. Sociedad. El pueblo, en cuanto a cultura se refiere, se entiende desde la óptica liberal como un cercenamiento a las libertades individuales (de elección, de acción), mientras que la sociedad aparece como una suma de individualidades estéticas, coherente con el individualismo que se profesa en otros planos (económico, político)

Hugo: Qué bueno que lo notes, o que se note. Acá hay mucha tela para cortar. En primer lugar habría que, justamente, marcar que la visión liberal define lo popular por lo que el pueblo consume; que los derechos esgrimidos sobre la libertad de gustos y consumos son, en nuestra sociedad, cuasi sacros. Mientras que esgrimir el derecho al acervo, y bue’, ya puede resultar algo reaccionario. Que el “Star-system” del mundo del espectáculo no tiene un catzo que ver con los cultores populares que no son artistas ni por convención, ni por conveniencia; que aludir a una doctrina distinta del librecambio les brota la piel… Y, sin embargo, la memoria de lo popular no hace más que atestiguar la porfía de los pueblos en tratar de ser ellos mismos. Los pueblos no se deprimen, las sociedades se deprimen. Los pueblos son estando, las sociedades tan colonizadas -como la nuestra- quieren ser negando lo que pisan. La sociedad “evoluciona”, en tanto el pueblo sólo puede aspirar a “conquistar derechos” si se organiza. Y, aunque determinadas políticas, como las del gobierno actual, avancen descaradamente contra esos derechos y esas conquistas, “tendrán que vernos riendo, tendrán que vernos cantando” como cantan los “Mano a mano”…

Fede: “El arte por el arte”, por ejemplo, es -en lo académico- una categoría que desarraiga y tal vez emancipa la técnica de los contenidos. También es un lema coherente en la sociedad de consumo. Los pueblos que cantan su tragedia y su heroísmo abonan la historia con su ansia de ser ellos, con una identidad determinada que no necesariamente quiere o debe imponerse a otros. La canción que Hugo escribe para el pueblo paraguayo y el Mariscal López tiene un verso que alude al sacrificio consciente de ese pueblo en la guerra de la Triple Alianza, “no sabe lo que es rendirse un pueblo bien enseñado”. Porque mataron al padre, al hijo y a la madre y todos se comportaron como soldados que defendían su Patria. Es, en estos valores- el sentido del honor y la predisposición al sacrificio- donde radica la diferencia abismal de “la grieta”. ¿Te imaginas al entendimiento clasemediero argentino, adhiriendo a una doctrina de liberación? Es verso. Cuando el diario La Nación titula que descubrieron un “plan K” para adoctrinar niños en la escuela, saben muy bien qué cuerda hacen vibrar.

Hugo: Así es, preparan la defensa, abonan el sentido común que han logrado establecer; cultivan el armado cultural que los ampara y resguarda de una verdadera victoria del pueblo. Pero, como seguimos cantando, “la lanza del Chacho tal vez volverá”, o mejor: ¡La lanza del Chacho…volverá!

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