Ultraviolento: sobre “El Bar”, de Alex de la Iglesia.
Por Carlos Coll
EL DISPARADOR
Reunirse en un bar. Compartir un café, una charla intrascendente. Algo cotidiano, hasta podría pensarse como una cuestión rutinaria, aburrida, pasatista. ¿No le parece, amig@?Muchas veces nos sentamos, sumergidos en un diario, dentro de nuestras propias reflexiones, sin reparar en el entorno. Sin embargo, puede ocurrir algún hecho que nos saque de ese estado de letargo y nos arrastre hacia límites inesperados. Justamente, la película de Álex de la Iglesia, “El Bar”, es eso, un disparador en nuestra conciencia.
LA SORPRESA
Imaginate: estás tomando un café, el de todos los días. Un estruendo, un tiro, te arranca del ensimismamiento. Gritos. Al levantar la vista, lo ves caer, desplomarse con la cabeza partida en dos, sumergirse en un charco de sangre tibia. Hace un momento, él también saboreaba el cortadito, en la mesa de al lado. La puerta se cierra. Nadie se atreve a salir. Afuera, la calle se esfuma. Sólo queda el cuerpo recostado. Con vos, un grupo preso del terror. Apoyamos la cara sobre la vidriera. Nos miramos como zombis, sin entender. El cadáver nos desafía desde el suelo lleno de manchas. Una sombra movediza ilumina las dos partes del cráneo. Sí, amig@. Así presenta Axel de la Iglesia, “El Bar”.
Es sólo el inicio. Los hechos se sucederán de manera vertiginosa. Un desconocido como vos sale a curiosear, a chequear la muerte. Cae de otro disparo certero en la frente. Algo interrumpe la cronología, algo detiene la biografía que pudo ser, algo fractura la continuidad entre vida y muerte. Y te deja del otro lado.
ABANDONAR LA VIDRIERA
Es ahí donde todos huimos aterrados de la vidriera. Cualquiera de nosotros podría ser el próximo.
Después del grito, silencio.
Miradas desesperadas. Incertidumbre.
Preguntas sin respuestas.
Mientras tanto, los cadáveres desaparecen. La calle queda desierta. La carne grita, reclama ser conservada. Nos quitamos las máscaras. Ya no somos tan desconocidos. Estamos dentro del cerco.
Sabemos.
No podemos salir.
Limitados y al límite.
Presos. Desde afuera nos intentan eliminar. Nuestros instintos crecen, se descontrolan. Hay que sobrevivir.
Los extremos se alcanzan fácilmente. Solo es cuestión de encontrar un disparador. Axel de la Iglesia lo encuentra. Sí, amigo, aunque estemos en la platea, él se encarga de arrastrarnos dentro del film. Cada uno de nosotros se protege a cualquier costo. Se pierden los núcleos sociales. Sólo quedan hilachas del yo. Para sostenerlas, incluso, hay que eliminar al otro.
¿No te suena, amig@? Sin embargo, te puede pasar al tomar un café. Cuidado, atento. La tenemos ahí, muy cerca.
AL LÍMITE
Ya no somos tan desconocidos.
No, no me mires así. Vos no estás a salvo. Yo, tampoco. Estamos ideados de esta forma. La carne, amig@, recordalo, la carne. No nos han puesto límites. Son sólo programaciones culturales, sociales. Cuando se rompe alguno de los tensores, cruzamos la frontera y nos mostramos tal cual también somos.
Repentinamente, desde afuera, nos quieren cercar, eliminar. Resultamos peligrosos. Ellos, por supuesto, con máscaras protectoras. Todos, en el medio del caos.
LA CARNE REACCIONA
Nuestras mentes comienzan a aclararse. Alguien había entrado al baño antes del disparo. Aún está allí. Ese debe ser el responsable. Vamos a actuar.
Está allí. Convulsiona, caído contra el inodoro. Espuma en la boca, hinchazón. Las manos agarrotadas sostienen la esperanza. La aguja con el antídoto no le llegó a tiempo, pero quedan otras muestras.
Fijate, son cuatro. Están allí. Como ves, hay que abrir los ojos, amig@, estar atentos. La vida siempre tiene agujeros de luz. ¿Ves?: ¡Vení, salgamos del baño!
EL INGENUO
Apurate, ¿no ves? Somos portadores del mal. Los de afuera se protegen. ¿Hay los de afuera? Miralos, máscaras. Nosotros debemos desaparecer. Focos de destrucción, infectados. Hay, en “El bar”, un frasco con cuatro antídotos y sus jeringas. Y somos varios más que cuatro. La muerte nos acorrala. Lo siento, amig@, no alcanza para todos. Alguno se reunirá con “ella”. La tendrá que esperar.
EL AGUJERO- DEPÓSITO
Pero, tranquil@s. Nuestra genética comienza a actuar. Se nos presentan posibles alternativas de escape: El sótano. Tenemos el arma, el revólver del infectado. El poder. Gracias a él, algunos nos atrevemos. Nos encerraremos en el agujero-depósito. Vení, antes de que reaccionen. Nosotros cinco bajaremos. El resto de los visitantes del bar, arriba. A merced de la peste.
Listo, ¿ves? Ya estamos a salvo. Fijate, amig@, desde afuera, los que permanecieron arriba- los que no se atrevieron a lo profundo- son rápidamente eliminados por el fuego: elemento purificador. Lo podemos ver en toda su intensidad sobre la pantalla de Álex. No te lamentes, amig@. Es lo mejor. Si no, iban a sufrir mucho más.
¿Ves?, de esta zafamos.
Nos quedamos abajo, aislados. No te desesperes, hay que concentrarse, pensar.
LA INCREÍBLE Y TRISTE HISTORIA
Solo cuatro muestras y somos cinco. Reaparece la violencia y el antídoto cae por la rejilla. Entonces, nuestra carne vuelve a actuar. Reacciona. Aparece nuestro don de supervivencia. En nuestra búsqueda, las cloacas de la ciudad se ofrecen como un camino.
No, no trates en vano de actuar sin pensar. “Ella”, la vieja, dejó caer el antídoto. Ese que nos hubiera permitido escapar de la muerte. Sólo necesitamos recuperarlo. Después, veremos quién se queda fuera. Ahora hay que bajar a través del pequeño agujero para poder encontrar el escape: el antídoto.
LA ÚNICA SALIDA
Amig@: sos el candidato, el más delgado. Te aceitamos, te empujamos, te golpeamos. Inútil. No servís. Tendremos que descartarte. Nadie se atreve, por ahora.
Ella, sí: la bella pasa. Se rasga las caderas, pero pasa. Ahora iremos nosotros. ¿Cómo? La pala. Agrandaremos el agujero. Vamos, a trabajar.
Bien, lo hemos hecho muy bien.
Listo, amig@. Vos, el mismo que no pasaste antes, el último. Apuráte que ella se va con las esperanzas. En nuestra carrera hacia la vida, alguno deberá quedarse. Lo siento, esa es la ley, amig@. ¿Serás vos?
Esto es “El Bar”. Lleva al límite y empuja a cruzarlo. Ninguno está fuera.
https://www.youtube.com/watch?v=AuehExCNjko
SORPRESA, LAS PELOTAS
En cada pestañeo.
En cada latido.
Al avanzar el día.
Al arrancar la noche.
No es necesario aviso previo.
En la mirada de la sorpresa, la ultraviolencia