El lecturista: sobre el “Llamado del deseoso”, de José Lezama Lima.
Por Víctor Dupont
LLAMADOS Y METAMORFOSIS
El deseoso empieza por huir de su madre.
En su hondura, entre huecos y sangre fría, decide, sin embargo, no ir. De la nada. Antes -o después – una torre se abre entre tanta ausencia, quemada o mojada por un fuego húmedo. Las nubes, así, se hilan despacio.
El deseoso mira la pregunta preferida para internarse en jardines invisibles, en oscuras praderas.
Son infinitos los caminos por donde entrar a la poesía de Lezama Lima. La elección de estas hebras textuales responde al título de la selección hecha por “Ediciones Colihue”. Y, en particular, a su título: “Llamado del deseoso”, bautismo que viene de un poema del mismo nombre escogido de las “Aventuras sigilosas”. Pero, ¿de qué tipo de llamado se trata?
De uno que toma múltiples formas. Por ejemplo, el de una “oscura pradera”: “sin sentir que me llaman / penetro en la pradera despacioso, / ufano en nuevo laberinto derretido” (del poema “Una oscura pradera me convida”). El llamado también puede tener la silueta de una flecha que viene, siempre, de la nada, para caer en la “Cifra de la muerte”. La figura de la metamorfosis es fundamental en la poesía de Lezama. Y ese deseoso que nos canta puede dar cuenta de ella. Metamorfosis humana, animal, pero también de la materia: en el poema “Comienzo del humo”, el humo mismo empieza en alas y muerte después se hace sonido en unos labios escarchados por la nieve y, por último, la nieve “recobra las hilachas amarillas” en la estrofa final.
Esta antología puede funcionar para dos lectores: los que no conocen la obra de Lezama Lima y los que la conocen en profundidad. Para los primeros, avanzar en cada página será puro descubrimiento. O un desafío: deshilvanar una lengua única. Para los expertos en Lezama, esta antología permitirá descubrir desde qué lugar su mundo poético vuelve a conversar o a discutir(se) a lo largo de estas páginas.
HUMORES
Otro de los tantos llamados de estos versos es el de lo humorístico. Lezama cultivó con creces el género. Extraído del poemario “La fijeza”, encontramos la “Invitación para desorejarse”. Se trata de un personaje al que, para que pudieran hacerle entrar el sombrero, le cortaron las orejas. En “Ahora penetra”, hay un saco de donde sale la “cabezota” de Sócrates. Entonces, la invocación: “¡Líbranos de todo mal! / Suficientemente carnal la abeja de la razón, / ya no vuelve y no protege”.
Por algunos de esos pasajes satíricos parecemos sentir la cercanía de Quevedo. Pero, por la manera de alterar la sintaxis, la elegante forma de dar vuelta las frases, los remates insólitos: “Con el balcón a cuestas la aldea se atraganta, / como una nuez se abre a la semilla de oro / y con clavos endulza su trono de garganta”. Resuena la poesía de Góngora.
Encontrar el humor en lo poético parece una de esas tantas aventuras sigilosas. Los resultados quizá resulten dispares (hay poemas cómicos de Lugones, al decir de Borges: más que divertidos son apenas melancólicos). Pero también ese cruce provoca asombros. Nuestra Pizarnik, nuestro Cortázar. No sería una mala idea cruzar los poemas satíricos de Quevedo con “la invitación para desorejarse” de Lezama, con “No se culpa a nadie” o con cualquiera de esos textos pizarnikianos, que la misma Alejandra llamó de humor corrosivo.
Podremos entrar, así, en una fiesta extraña y deliciosa.
LA FIESTA DEL LENGUAJE
En Lezama, sin embargo, la verdadera fiesta, es la del lenguaje. En este caso, nunca podremos saber qué nos espera entre verso y verso. Ya se han hecho notar sus recursos más evidentes: pegado a su barroquismo, se despliegan el hipérbaton, los sonetos gongorianos, la adjetivación cuidadosa, la acumulación de metáforas, el surtido de imágenes que remite a mitos clásicos. Sólo un detalle para agregar: el uso particular del encabalgamiento. En Lezama, muchas veces el verso no sólo se resignifica en el verso siguiente, sino que lo multiplica o lo disloca: “Y el más celeste junio vuelve y perdona / llamas al viento, nieve a la memoria”. En la versificación, desfilan múltiples recursos: la oda, el soneto, la décima cómica, las coplas, el verso libre.
Una verdadera fiesta del lenguaje. O una bacanal, para usar una imagen que al barroco interesó tanto.
DESTINO DEL DESEOSO
Después -o antes- de huir de su madre, el deseoso se libera con el fuego. Ese fuego puede ser seco o húmedo. Ese fuego es elemento de los místicos (Lezama dedica varios poemas a ellos), de las piras sacrificiales. También es una de las formas del deseoso, así como el humo o la melodía de las sombras. Por el contrario, se suele destacar al agua en la poesía de Lima: proliferan, sí, los animales marinos. Lo cierto es que una fauna muy diversa se dibuja en cada página. Animales que vuelan. Que reptan. Que arañan. Animales de territorios donde el deseoso se adentra: praderas, bosques, jardines.
Y el aire, el fuego, el fuego en el aire (humo).
En el prólogo de esta antología se destaca lo que ya Lezama reflexionó sobre su obra: la necesidad de versos que respiren, que circulen en el aliento de la escritura misma. La voz de un asmático como el Che, una voz que recupera su aire en cada inhalar. A esa imagen potente y mítica – del poeta y del revolucionario – agregamos el fuego múltiple del deseoso, quien se mete en la oscura pradera, enrama el humo en la pira del sacrificio y nos invita con su llamado.