La orfandad: sobre Pappo

Por Néstor Grossi

 

PALABRAS MENOS

«Supimos de la existencia de Pappo a través de la recomendación de Héctor Pomo Lorenzo, ambos eran amigos y vecinos. A Pomo ya lo habíamos integrado a Los Abuelos de la Nada. Era impresionante, hacía los solos de Clapton y Hendrix con una criolla desvencijada; lo más notable de Pappo es que practicaba y practicaba, y sin formación previa podía reproducir cualquier solo de guitarra».
Pipo Lernoud.
«Pappo debe ser el mejor guitarrista blanco de blues del mundo»
B.B King.
«Aguante, Pappo, la concha de tu madre, puto.»
El Cuervo.

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Con eso alcanza. No creo en la biografías, así que no voy a contarles la historia del chico malo del rock, ni de cómo un pibe de barrio que quería ser el mejor guitarrista de blues de la Argentina llegó al Madison Square Garden para ser ungido por el rey de reyes. No vamos a hablar de Pappo: el tema somos nosotros, los huerfanitos de una generación que siempre estuvo perdida.

 

VOLUMEN UNO

 

0004596931Me repito, siempre lo hago, y al carajo una vez más: sí, «la Renga en el ojo del Huracán» fue la última fiesta rocanrolera. Y Pappo estuvo ahí, despidiéndose en casa de sus mejores alumnos ante un público cosechado por más de treinta años. Veintiséis días después, la desgracia caía sobre el barrio de Once: «Cromañón» sellaba la muerte de 194 personas y de las ideologías en el mundo de un rock agonizante desde la década pasada. Todo había terminado el 25 de febrero del 2005, en un estúpido y confuso episodio automovilístico que le costó la vida a nuestro rey de la guitarra.untitled_54-9 En menos de tres meses, el rock había muerto para siempre en Buenos Aires. Aquel viejo cadáver que apenas latía, desde los setenta, dejó de respirar al mismo tiempo que Norberto Aníbal Napolitano.
Pappo fue el Unificador, el Hegemón de todas las tribus rockeras argentinas. Sin saberlo, resultó quizás, el creador del rock barrial, quien puso la distorsión en todas las guitarras porteñas, quien le abrió las puertas a bandas como “V8” y «Los Violadores”. Sin Norberto Napolitano, nuestro rock se hubiese parecido al del resto de Latinoamérica, muy semejante a lo que es hoy en día: un montón de nada.

 

RUEDAS DE METAL

 

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Después del de Perón, la segunda vuelta de Pappo fue el regreso más esperado. Volvía con disco nuevo y al mando de una banda heavy yanki: “The Widowmakers» (los hacedores de viudas). Para finales de diciembre, hicieron cinco shows en “Satisfaction». La banda soporte fue “Hermética”, que era la revelación del momento en el mundo metalero. Imperdible. El 30 de diciembre de 1989, el heavy del Parque, el Innombrable y yo compramos una caja de Termidor en el quiosco de Rosario y Av. La Plata, le metimos tres Lexotas y nos subimos al 86 con destino al mismo lugar donde, exactamente un año atrás, me habían llevado detenido por primera vez en un recital de los Redondos.

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“Satisfaction» fue uno de los primeros cines en perder sus butacas para convertirse en algo que bien podía ser un boliche o una sala para conciertos. Resultó un aviso al resto de los cines barriales, que caerían ante el rock y los evangelistas y ante toda esa sabrosa mierda que traerían los noventas.
Después del demoledor show de “Hermética» y del Termidor recargado, me separé de mis amigos. Esa noche, quedamos tan puestos que cada cual se fue para su lado sin importarle una mierda de nada.

Alguien me invitó a fumar.

Alguien me convidó un trago.

Y entonces se apagaron las luces. Y el «dale, Pappo» estalló por todos los rincones. La banda abrió con la clásica zapada de introducción, a la que le siguieron dos temas de “Riff” pegados, más el hit de los “Widowmakers». Recién ahí, veinte minutos después de haber salido al escenario, Pappo paró para intentar presentar a la banda. Pero, no: cuando abrió la boca, se echó dos eructos bien largos frente al micrófono y lanzó los acordes de «Macadam 3, 2, 1, 0» (nombre del primer asfalto, que aceleró el ritmo de las ciudades, con el advenimiento de los autos).

riff81 Era la versión que más me gustaba de Pappo, la pesada, la heavy rockera. Fue una noche plagada de temas de Riff, que terminó con «Sucio y desprolijo», lo único de Pappo’s Blues que se escuchó esa noche. Me había quedado con las ganas de «El hombre suburbano», tema con el que aprendí a tocar la viola después de haberle dicho a mi profe de guitarra «Beatles, no». Obvio, quería rockanrol pesado.

Salí de “Satisfaction» y busqué a los pibes entre la gente. Mientras me hartaba de esperarlos, solo una cosa daba vueltas por mi estúpida y drogada cabeza: ¿Skay o Stuka?, ¿quién iría a ocupar el segundo lugar? Creo que hasta llegar a la Ugis del centro, y empujar «una media» con una Brahma, no podría contestar.

 

QUE SEA ROCK

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Y, aunque el Rey había vuelto, lo de los «Widowmakers” no funcionó. La gente quería a “Riff”, quería a “Pappo’s Blues” y no a una banda californiana. Pappo siempre había estado en el momento y en el lugar indicado, si de rock hablamos. Ese 1989, no sólo salió el disco de «The Widowmakers». También fue el año en que los «Guns and Roses” aparecieron para salvar el mundo del rock con «Apettite for destruccion». No me extraña que el Carpo haya estado justo en ese momento de la historia en Los Ángeles. Pappo siempre volvía de sus viajes como un gran padre cargado de regalos. Así fue que, de su estadía en Londres, regresó decidido a cambiar la escena rockera de este país, que hasta el momento tenía a Seru Giran como banda rockera. Entonces, junto a Vitico, en 1980, formaron la mejor banda de rock que dio esta nación.

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“Riff” había llegado para re fundar el rock nacional. «Widowmakers” pasó sin pena ni gloria, aunque sonaban de puta madre. Pero la gente no estaba preparada y, además, no hacían falta. A comienzo de los noventas había toda una nueva movida metalera. Pappo sólo debía ocupar el trono y gobernar, no tenía opción: se acercaba la era del rock barrial, levantado a imagen y semejanza de él. Llegaba el momento en que todas las tribus rockeras de Buenos Aires se unirían, y había un solo músico argentino que los punks, los metaleros, los rokeros y los jipis respetaban por igual.

Los noventas estaban ahí, a la espera del Carpo, para festejar los diez años de “Riff», en Obras.

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VOLUMEN OCHOOCHO

pappo-042-091973-23x31No me acuerdo qué hacía yo el día en que murió Pappo. Era fin de semana y yo volvía con Claudita a casa. Destapamos un vino y metimos una vela adentro de la copa. Brindamos por el Carpo y bebimos. No lo podíamos creer, dos meses atrás, lo habíamos visto tocar con «La Renga” en Huracán. Lloramos a Pappo, lloramos a los 194 pibes de «Cromañón», nosotros habíamos estado ahí una semana antes de la tragedia, en el recital de “Intoxicados”. Y si no fuimos la noche del drama fue porque habíamos visto a la banda del desastre en los «8km por el Sida” y el cantante nos había parecido un idiota egocéntrico…

El último gran show de Pappo fue con Riff en un Cosquín Rock «que no les dio el escenario central». Días después, el accidente.2269-bbkingpappo
Sobre la muerte del Carpo se dijeron muchas cosas. Los huerfanitos nos conformábamos con un «murió en su ley». Algunos decían que el tipo había manejado re loco por la ruta, que chocó al intentar pasarle algo al otro que venía con él. Hasta que salió el libro de Marchi, en el 2011, y el hijo de Pappo lo tildó de pasquín amarillista. Entonces, Luciano Napolitano contó qué había pasado esa noche. El hijo no podía saber qué le había pasado por la cabeza a su padre, se quedó con la duda: si el Viejo había hecho esa maniobra para meterse un cabaret de la ruta o si quería retomar por donde venían para cambiarse de ropa: estaba en pantalones cortos y mocasines cuando el Renault Clío lo arrolló. La muerte es así, siempre nos sorprende de una manera estúpida y ridícula.

Pasaron trece años de la muerte de Pappo. Y nada. No apareció ni siquiera una copia barata. El espíritu rockero murió por completo. Sin ideologías es imposible transmitir ninguna cosa. El rock sólo funcionó cuando fue herramienta: letras y banderas. Cuando había un rey.

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Aunque todo siempre se repite, el rock nunca volverá a ser un fenómeno social; «Cromañón» arrancó del rulo cíclico de la historia un momento que no volverá a repetirse. Ya hay toda una generación que creció sin rocanrol, sin dios del fútbol ni rey de la guitarra. Huérfanos de plástico, criados en un Buenos Aires con gorra y celular.

Hey, hey, mai mai, el rocanrol no volverá jamás.

 

ARCHIVO ROCKANROLLERO: BONUS TRACK

Tres discos esenciales para descargar, ni lo duden. Que sea rock.

 

 

 

 

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