Los exilios: Sobre “Una presencia demasiado viva todavía en esta nada”, primera nouvelle de Miguel Ángel Lell.
Por Josefina Bravo.
FUERA DE FOCO
Ciudad de Santa Rosa, provincia de La Pampa. Es verano o invierno y hace un calor o un frío que raja la tierra. En una esquina de la Terminal hay una chica en ojotas o un chico en zapatillas. Qué importa. Los personajes de “Una presencia demasiado viva todavía en esta nada”, aparecen y pierden nitidez, quedan fuera de foco. Cada uno de ellos pudo haber sido otro.
Tal vez hubo una chica y también un chico. Y un bar en la esquina, de donde sale una pareja: “Ella tiene el pelo rubio y él es pelado. Quizá no, la oscuridad de la noche que está cerrada como nunca no deja ver colores de pelo, ni pelo siquiera ni si tienen puesto una remera de All Boys o de Argentino Juniors”(1). Lo importante es que el chico o la chica, desde esa esquina -en un barrio de una nitidez insoportable, de casas iguales, donde nunca pasa nada- ve caminar a un sospechoso y lo sigue. Y se convierte en testigo de un asesinato.
ADEMÁS, OLGA
Además, desde esa esquina donde está la Terminal de Ómnibus, sale un colectivo hacia Buenos Aires. Allí viaja un hombre solo, cuyo nombre y profesión no sabemos. El hombre en cuestión despierta en medio de la noche porque siente el aroma de una mujer desconocida. La mujer en cuestión duerme sobre su hombro. Y es nítida, extremadamente nítida: “Una mujer que tenía los ojos grandes y oscuros que se los resaltaban los lentes gruesos que siempre llevaba puestos. Su voz era ronca, pesada, pero tenía cierta melodía, una melodía insoportablemente parsimoniosa”(1). Sus ojos, su olor, su voz son nítidos. Es, definitivamente, el personaje más consistente de la nouvelle. Y su descripción cuadra con la de Olga Orozco, o mejor, con su alter ego “Lía”, nombre con que ella solía escribirse en los relatos.Y el intertexto no se priva de su escritura ni de su poética.
IDENTIDAD MÚLTIPLE
A través de un narrador omnisciente los personajes desarrollan su voz. Es decir, el narrador va y viene, entre voces. La prosa se vuelve una posta de diálogos y monólogos: “La pareja paga la cuenta, tienen dos café con leche y cuatro medialunas son msmsmbmásdoce treinta y cinco pesos chicos ahí tenés gracias vuelvan cuando quieran más vale que se apuren porque dicen que viene tormenta fuerte y acá cuando llueve llueve ok gracias no nos molesta mojarnos quedáte con el vuelto”(1). En otros casos, el mismo narrador deviene personaje. Pero cada comienzo de una nueva voz empieza con una frase de identidad múltiple, de identidad dudosa, frase que dice uno pero podría haber dicho otro.
Una situación puede mantenerse narrada sin el personaje que inicialmente la protagonizaba. O puede permanecer el personaje pero cambiar el lugar del hecho, la estación del año o el momento del día: “Un hombre está sentado en su escritorio junto a una ventana. Puede ser una mujer también. Puede ser no un escritorio sino otra cosa. Puede también estar abierta la ventana para que corra un poco de aire”(1).
Toda palabra, todo hecho vale para varios. Se hace evidente una poética filiada con la de Olga Orozco, “cada historia sucede en todas partes”(2), dice un poema de la toayense. Y Miguel Lell arremete, “cuerps que visten cualquier ropa cuerpos que pueden ser de cualquier nombre”(1). ¿Cuál es en definitiva la identidad real de cada sujeto? ¿Quién es yo si al momento de decirlo devine en una nueva persona?
No es azaroso que el personaje más nítido de la nouvelle sea el alter ego de Orozco, quien tanto en su trabajo periodístico como en su escritura asumió una gran diversidad de nombres. Y, además, desde su poética siempre aludió a la identidad múltiple: “Desde adentro de todos no hay más que una morada bajo un friso de máscaras; desde adentro de todos hay una sola efigie que fue inscrita en el revés del alma”(2).
OTROS MUNDOS
En ese viaje desde Santa Rosa hacia Buenos Aires, Lía y el hombre anónimo despliegan realidades dobles, dimensiones múltiples. Y no sólo a través de la narración de sueños, donde alguien se ve desde arriba como si fuera otro o alguien es perseguido a través de un bosque y se tranquiliza en el propio sueño al reconocerse como sujeto onírico. Sino también a través de la escritura de un diario íntimo, donde la Lía adulta le escribe a una Lía niña del futuro. Y por qué no, en la conversión del narrador en una gota de transpiración sobre la cara envejecida del hombre del colectivo, que a su vez resulta ser Lía encarnada en esa gota: “Sé que sabrás que soy yo la que te recorro lentamente por tu frente arrugada tu frente y la curva de tu cráneo y recorro tu rostro rumbo a tus cejas blancas y giro y caigo ahora por encima de tu párpado cerrado y aquí me quedo un segundo para contarte que estoy acá que te des cuenta viejo achacoso que ésta soy yo soy Lía soy Claudia soy una sandía soy la quieras que sea (…) pero ni loca me desprendo de tu cuerpo esta vez”(1).
Lell plantea la multidimensionalidad de los devenires, la eternidad del instante plural y, al mismo tiempo, su fragilidad, la temporalidad a la que nos fuerza la muerte. Y, sin embargo, la posibilidad de desafiarla a través del sueño, la escritura, la presencia constante e innegable de los ausentes, entre otros. Así lo dice una de las voces de la nouvelle: “invento, realidad, ficción, sueño, cuál es la diferencia”(1).
IN-FINITUD
Al fin y al cabo, ni el asesinato, ni el enredo de voces, ni el encuentro de Lía y el hombre misterioso, ni el romance corto e intenso que viven, ni los sueños ni los miedos que tienen, ni la muerte de uno de ellos, ni la reencarnación importan: “Demasiadas muertes, demasiado nihilismo, demasiados hechos que no sucedieron siquiera”(1), escribe Lell. Porque todo argumento es una excusa para explorar el lenguaje y su realidad pararela. Una excusa para demorar el tiempo en instantes de eternidad, en intensidades que detienen la cronología dentro del transcurrir de los días: “como si no pudiera ya detenerse a observar porque todo pasa tan rápido tan tan rápido que la noción de lo que se hace se pierde y se pierde la conciencia de estar vivos de estar presentes en este instante en este segundo en esta frase en esta palabra”(1).
Todo es una excusa para liberar al yo de su siempre ser idéntico a sí mismo y ser parte de algo mucho mayor: “ver la oscuridad incesante de la noche y sus pequeñas pecas brillosas desparramadas en todo su esplendor y ver y percibir y llegar a sentir en un momento en el momento de máxima percepción de los sentidos en el momento justo en que tu voz se apaga de una vez y solo quedan los sentidos y sentir que todo gira el pasto de la plaza el agua de la fuente la flor en el piso las hojas de las acaricias todo absolutamente todo se está moviendo constantemente y poder percibirlo en esa inmovilidad de estar recostado en el pasto en esa demora en ese instante eterno que deja lugar sólo a la percepción a la exacerbación de los sentidos a la ausencia de pensamiento a la ausencia total de significados. La ausencia de yo»(1).
DESAPARECERSE
Cae la gota de transpiración desde los rostros y desde las latas de cerveza y de Coca-Cola. Caen al piso los muertos y los personajes de un sueño. Caen al vacío o a un espiral otros personajes del mismo sueño. Gotea incesablemente una heladera y hay una gotera adentro de una casa. Cae la lluvia y cae un rayo. Y cada recurrencia de la caída se desprende de algo más grande que lo observa caer desde arriba. En un sueño “una mano emerge desde la arena sube sube y sube”(1), nace como si fuera una planta. De repente, otra mano llega desde lo alto y le arranca un dedo a quien nacía desde la arena. La mano lastimada sacude el dolor y se aquieta, pero enseguida vuelve a moverse y un dedo nuevo rebrota. En otro escenario, nace otra mano de la arena y llega una mano desde el cielo y la acaricia. Entonces, la mano de la arena agarra a la del cielo, se hunde y se lleva consigo aquello que asía, así las dos desaparecen en la arena. Mucho después, el texto retoma: “La mano que se llevó la otra mano debajo de la arena y con ella a la persona que tenía su mano pegada eran las dos la misma mano. La persona que estaba desde arriba acariciando las yemas de los dedos de la mano que estaba naciendo desde la arena era la misma persona que estaba naciendo desde la arena (…) ¿Y dónde están ahora? ¿y dónde estarán después? Cuando su mano deje de luchar contra su propia mano”(1).
La disolución de yo a la que alude Lell obliga a entender que también somos otro. Todos somos parte de esa totalidad y conformamos juntos un mismo cuerpo. Somos lo que cae, lo que mira desde arriba y lo que está abajo.
La Lía del diario íntimo cuida sus palabras, mientras piensa en la Lía futura, la Lía niña que puede leer esas páginas. Hay una poética del cuidado del otro: quien daña a otro, se daña a sí mismo. En ese sentido, exiliarse de sí te vuelve un ser más empático: “Dejar de buscarte. Aprender a que no regreses. Desaprenderte para que no invadas espacios que no te corresponden. Lugares a donde nadie te ha llamado. Vienes solo porque vienes, porque está en tu naturaleza. Aprender a acallarte. Chau yo”(1).
DE UMBRALES POSIBLES
En varias oportunidades, la nouvelle apela a la idea de que un pequeño cambio, una leve inversión en la mirada, por más insignificante que parezca, puede modificar el rumbo de una porción de realidad más grande que uno mismo. El punto es poder cruzar el umbral, que puede aparecer como una puerta literal, como una frase que intermedia de una voz hacia otra o el momento donde un personaje “realiza una imprevista variante que todo lo cambia”(1). El umbral plantea un antes y un después. Es el momento del clic, donde hay una revelación. Y, en correspondencia con ese optimismo, el narrador asevera: “sólo una sensación vence al olvido”(1). Por eso la insistencia en demorar el tiempo en las palabras, de crear sensaciones a partir de la experimentación con el lenguaje. Experiencia apropiada, tal vez, del santarroseño Bustriazo Ortiz, a quien Lell rinde homenaje a través de intertextos y de gloriosas exploraciones sobre las posibilidades de la lengua.
Sin dudas, “Una presencia demasiado viva todavía en esta nada” es una nouvelle que enriquece el acervo cultural pampeano y, en consecuencia, el argentino. Miguel Ángel Lell también editó un libro de poemas visuales con el título “Insignificantes” y promete publicar la nouvelle antes de fin de año. ¡Atentos, lectores!
(1) Citas de «Una presencia demasiado viva todavía en esta nada» de Miguel Ángel Lell.
(2) Citas de poemas de Olga Orozco.
*Simon Boyd (1978) estudió Bellas Artes en la universidad de Middlesex, Londres (1997-2001). Después de su graduación continuó desarrollando su pintura mientras trabajaba como diseñador gráfico de DVD en su propia empresa en Londres. Simon reside en Argentina desde el 2007 donde sigue realizando su pasión de pintar. Sus exhibiciones recientes incluyen: Parallax Art Fair – Londres, Octubre 2018; ‘Enlaces’ – EKA & MOOR Gallery, Madrid, Marzo 2018; Central Street Gallery – Londres, Enero 2018; GESTA – Fundación ICBC, ‘Twist’ Galería de Arte, Buenos Aires, Diciembre 2017; ‘Canto de Polvo’ – Centro Municipal de Cultura, Santa Rosa, 2017; Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Argentina, Buenos Aires, 2016; ‘Mirá’ Feria de Arte, Buenos Aires, 2016, Buenos Aires 2014 y ‘The Jousters Banquet’, British Arts Centre, Buenos Aires, 2009.