La sospecha: Sobre «Ubik», de Philip Dick.
Por Luisa Luchetta

 

«Me llaman Ubik, pero Ubik no es mi nombre. Soy. Seré siempre.» (1)

 

MANUAL DE INSTRUCCIONES

Ubik, producto comercial.

Ubik, un digestivo, un insumo de limpieza, una caja de ahorro y préstamo, una marca de pan, cierta pastilla para dormir o, tal vez, un dentífrico.

Ubik es cada cosa que consumimos. Ubik es el consumo -completo-, bajo una misma marca. Un súper monopolio. Un dios proveedor. Por supuesto, el “generoso” nunca deja de cobrar sus servicios y, a su vez, de excusarse por su mal uso.

Ubik, novela de Philip K. Dick, escrita en 1969. Pertenece a la segunda etapa del escritor, la metafísica, que abarca 1961-1970, según Pablo Capanna (2), donde la escritura cuestiona las lacras del ser contemporáneo.

Philip K. Dick
Philip K. Dick

Cada capítulo contiene un epígrafe donde se publicita el producto Ubik, a utilizar, de acuerdo a las instrucciones del envase.

 

 UN TUBAZO DE HIELO

Glen Runciter es el presidente de una empresa en peligro: sus técnicos han perdido contacto con S. Dole Melipone, el principal telépata de Hollis. La pista «se cayó del mapa» «(…) el hombre que representa ya no está en la tierra (…) ni en ninguna de sus colonias». En poco tiempo, su empresa perdió el contacto con los psis de Hollis.

Urgido por una situación que podría llevarlo a la quiebra, decide consultar a su esposa, Ella, quien yace en un moratorio donde se congelan los cuerpos de los semivivos. Así y todo, aunque esté tan fresquita y tiesa, en el mundo Ubik es posible comunicarse con estos seres “suspendidos”, a través de un auricular. Tanto el telépata, como los semivivos se encuentran en una situación de limbo, apenas vinculados a los vivientes por un hilo de lenguaje o, simplemente, perdidos. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

 

EL PÁJARO CANTA HASTA MORIR

Dick, sin duda, admira la cultura en idioma alemán. Es evidente por la cantidad de personajes con nombres de este origen en sus escritos. Así, el administrador del moratorio se llama Herbert Schoenheit von Vogelsang (Belleza de canción pajaril), quien debió contratar los servicios, cuando un representante de “Runciter y Asociados” le notificó que se había infiltrado un psi. Los psi son los seres a quienes combate la empresa de Runciter. Asustado, al recordar la arenga constante de los medios de comunicación, a Herbert no le queda más remedio que pagar para neutralizar al infiltrado y, además, un mantenimiento mensual. Von Vogelsang sospechaba, no sin razón, «¿Podían ser las organizaciones de previsión un fraude sistemático? ¿No estarían creando demanda de unos servicios que la mayoría de las veces eran innecesarios?».

Es posible: Z. Bauman nos dice, en «Vigilancia líquida» (3), que muchos de nosotros  somos, a la vez, el bien de consumo y sus promotores, «todos se mueven en el mismo espacio social conocido como el mercado (…) para obtener premios sociales que persiguen les obliga a reconvertirse en bienes, es decir, en productos capaces de llamar la atención y atraer a la demanda y a los consumidores».

 

CIRCUITO INTEGRADO

Joe Chip no solo era a quien Glenn Runciter dejaba la aIMG_3427dministración de “Runciter y Asociados”, sino también el encargado de medir la actividad psi. Siempre sin dinero, fumador y posiblemente bebedor. Lleno de deudas, sin acceso a ningún crédito ni a dinero en efectivo, Joe Chip apenas pudo pagar la cafetera. Su puerta no sentía piedad por la frágil economía del hombre, ella se negaba a abrirse, a menos que depositara cinco centavos. En «Post-scriptum sobre las sociedades de control» (1990), Gilles Deleuze (4) dice: «No es preciso apelar a la ficción científica para concebir un mecanismo de control capaz de proporcionar a cada instante la posición de un elemento en un medio abierto, ya sea un animal dentro de una reserva o un hombre en una empresa (collarín electrónico). Félix Guattari imaginaba una ciudad en la que cada uno podía salir de su apartamento, de su casa o de su barrio, gracias a su tarjeta electrónica…, pero podría haber días u horas en los que la tarjeta fuera rechazada. Lo que importa no es la barrera, sino el ordenador que señala la posición, lícita o ilícita, y produce una modulación universal».

Parece que las penurias económicas no fueron exclusividad de los personajes de Dick. El mismo Dick las padeció, aun después de haber alcanzado cierto renombre. Su grupo familiar no era sencillo de mantener: tuvo tres hijos y cinco matrimonios, además de tratamientos médicos a causa de su enfermedad mental.

 

TRISTE, SOLITARIO ¿Y FINAL?

Más allá de las supuestas ventajas del progreso tecnológico, la nueva sociedad -la de control, la actual y la futura- guarda una línea de conducta: la inequidad entre quien tiene «la moneda» y quien, no. Joe Chip no puede salir si no hay un otro que lo requiera, si otro no le abre la puerta para trabajar. Así, la soledad y la miseria no se desprenden de él, ¿cómo pagará la hibernación? ¿Con ayuda del moratorio? ¿Quién irá a despertarlo por amor? El mismo Runciter visita a su esposa en semivida, solo para consultarle cuestiones de la empresa. No tiene otra salida y, a desgano, acepta el pedido de su jefe. Formará parte del contingente que irá «a luna» a cazar a los psi de Hollis. La cacería le daba un buen dinero a su jefe, Runciter, quien sospechaba de una trampa, aunque no pudo evitar la tentación de embolsarse una buena suma de contracreds.

 

EL COMIENZO

Philip K. Dick nació en 1928, gemelo de su hermana, Jane, quien murió a poco de nacer. Fue prematuro e internado por malnutrición. Dudaron de sus posibilidades de supervivencia. Como si esto hubiera sido poco, su padre decidió que, en la lápida de su hija, también se tallara el nombre de Philip, quien tardó solo 54 años en ocupar la tumba.

«Ubik» cita a Shakespeare, en Ricardo III: «deforme, inacabado, enviado antes de tiempo a este latente mundo, terminado a medias”. Según Pablo Capanna, la imagen de su hermana Jane ronda sus escritos en figuras femeninas, morenas y autoritarias. Así es entonces posible que el personaje de Pat se vincule a esta situación. Dick pensaba que su madre hubiera preferido que Jane sobreviviera y no él. Es más, Philip declaró alguna vez, que su madre quiso envenenarlo.

Así las cosas, Phillip tomó anfetaminas durante veinte años ininterrumpidos, sufrió alucinaciones e intentos de suicidio. Y, a pesar de todo, escribió ciencia ficción como pocos.

 

SOSPECHO, LUEGO EXISTO

La sospecha, tema de este número, sobrevuela el texto desde la trama y va, como

Jeff Drew Pictures - 2012
Jeff Drew Pictures – 2012

flechas de tinta lanzadas sin miramiento, hacia nuestras rígidas paredes defensivas. Para colmo, estos muros están pintados con grafitis medievales y sus ladrillos se elaboraron con miles de años de fe en un futuro colmado de felicidad y vida eterna. P.K.Dick hace explotar esos muros, explota en mil pedazos. En este futuro, la muerte no ha sido vencida; la vida, tampoco.

¿Vivimos en una ficción? ¿Juegan con nosotros como con marionetas? ¿A qué llamamos vida? ¿A qué, muerte? ¿Qué es la eternidad?

¿Es mediante la sospecha que la «civilización» avanza? ¿Permite el conocimiento? Parece que Nietzsche, Marx y Freud así lo creían.

Noam Chomsky, en una reciente nota para el diario «El país» (5) dijo: «las personas ya no creen en los hechos». Si un acontecimiento palpable, vivo, que nos afecta directamente -como ir al mercado a comprar alimentos y tener que renunciar a algunos por carecer del dinero necesario-, si esto, como un hecho material en sí, se transforma en un concepto abstracto y virtual en lo cotidiano, inasible, como un número surgido de variables financieras de mercado, ¿es posible sospechar que las necesidades cada vez más básicas se vuelvan ficciones, al igual que el concepto de felicidad, amor o la grieta social?

La escritura, tal como lo muestra Philip Dick, atraviesa los tiempos. Aquellos libros que llamamos «clásicos», dejan preguntas, repreguntas. Siempre. Y, si hay preguntas, hay sospechas, hay una cierta forma de inconformismo, de incomodidad, que ameritan varias lecturas del texto y de nosotros mismos.

No avanzaré más en el argumento de la novela, espero que estas pocas líneas basten para encender un poco de curiosidad en posibles lectores. No se van a arrepentir.

Philip K. Dick pudo imaginar un futuro posible. Lo hizo en plena Guerra Fría. El control se hacía notar. La tecnología y los medios masivos de comunicación permitían, como nunca antes, concentrar el poder, no solo del Estado y de sus bases ideológicas, sino de aquello que subsiste por detrás: el dinero, presente en los distintos planos de vida que se encuentran en Ubik.

Dejo un extracto para la despedida. Pueden leer «Ubik» en esta vida, en la semivida o después, en la nueva vida del espacio-tiempo circular y espiralado de Ubik.

 «Es como si jugase con nosotros algún poder cargado de malicia, dejándonos corretear alocadamente como ratones sin cerebro. Le servimos de diversión; nuestros esfuerzos le entretienen. Pero, cuando hayamos llegado demasiado lejos, cerrará su puño sobre nosotros y arrojará nuestros restos estrujados, como los de Runciter, a la cinta transportadora» 

 

 

(1) «Ubik», Philip K. Dick, 1969

(2) «Philip K.Dick Idios Kosmos», Pablo Capanna

(3) «Vigilancia Líquida», Zygmunt Bauman y David Lyon, 2013

(4) «Post scriptum sobre las sociedades de control», Gilles Deleuze, 1990

(5) «El País», suplemento «Babelia», Jan Martínez Ahrens, 10/03/18

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