ESCALARES

Por Gabriela Stoppelman

 

No hay ausencia de eso y nadie lo tiene.

Es el rumor del cuerpo, detrás de la cortina del cansancio en hora pico, la inquietud fosilizada por el deber que, de pronto, despereza un escalofrío y canta.

Una especie de escarmiento a la miseria del puro transcurrir, apurados por llegar a los sitios más detestables, en la continua postergación del run run en el deseo.

Dejalo para más tarde

Dejalo para después

Dejalo

Qué corta es la escalerita del abandono

Aunque, de golpe, en el hueco entre dos peldaños, sibila una tonada. Silsurra, con apremio y cautela, porque sabe del acecho en la madera, de la soberbia en la aparente plenitud del pasamanos, de la patética altivez en la seguridad de planta baja.

Y no hay. No hay ausencia de eso, te lo digo, porque lo que habla en mí, titubea en el comienzo y tantas veces anda a punto de punto final, sin haber comenzado siquiera.

LUISA GONZALEZ.
LUISA GONZALEZ.

Después, se toma una copita y piensa que, hasta ahora, la puntuación no ha hecho más que alharaca y todo ha sido seguido seguido

la coma

el espacio en blanco

los muertitos desacobardados

se deslizan, ruidulentes,  por el tobogán de los desapremios

No me gusta que mires el reloj cuando te hablo

No me gusta cuando pasas el umbral, la cuota de simpatía para soportar los tajitos que hacemos los otros en tu ocupado calendario

No me gusta tu rebelión agria, dale jinetear el vaticinio elemental de un ocaso

No me gusta  el  subsuelo desde donde espiás a los manifestantes, riéndote fuera de cuerpo, de sus ilusiones.

La bandera

El grito

El abrazo

el contorno de los que faltan, serpenteado entre el sudor y las remeras; la mirada, a los saltitos, entre las voces, su modo de tunelear el aire para que pasen los de otros tiempos

Adelante

Adelante

que esto no es cuestión de espacio ni de cronologías, no puedo saber cuánto me quisiste hace doscientos años ni cuánto me querrás el último tiempo, cuando ya haga tanto ruido de haberme sobrevivido

¿vos sabés?,  aun en la sordera  ensoberbecida en tus largas listas de temas musicales, sabés en las citas que atiborran la comida de bibliografía indigerible, sabés que no pudiste morder la finísima porcelana de una herencia ajena, sin después lamentar ni haber visto cuál era la forma del plato

un hambre chiquito

una boca enorme

los hombres enfrazados con las baldosas, el fuego devorándose los poros de las palabras, las frases impermeabilizadas de vaguedades, los poemas triturados en jingles, y ese run run que te agarra justo a la salida del subte, cuando la bocanada de aire tiene la forma de una enorme gota y,

plaf, te diluvia el cielo en los ojos, te satura de calle antes de saber si habrá alguna esquina

vos sabés,

vos no tenes ninguna idea,

no podes amarrarte  a este secrechicheo de pava insistente que se obstina en las curvas en medio de la avenida,

vos sabés aprovechar la pausa del semáforo para ver que no hay ningún nombre donde quepa esta ausencia,

Selaron, Río de Janeriro.
Selaron, Río de Janeriro.

ningún bolsillo

ninguna hondura

ningún tapado

capaz de encubrir este  mascullor en  sordina, la forma  que, por fin, vamos a darle a nuestros huecos,

esta enorme decisión

en astillitas de memoria

y chispas de deseo, no vamos a elegir simplemente entre opciones creadas por otros, vamos a repetir la mueca de la inmuerte en este

instante

incompletar la historia

desandar los grumos de tintas

escribir el inmenso estupor de un poema siempre a punto de remontar una ruina,

un verso que voy a decirte al oído cuando me quieras hoy

me veas en el círculo imperfecto de tu reloj

y digas, por fin,

que vale cualquier cosa menos la pena

Xul Solar. "Muros y escaleras".
Xul Solar. «Muros y escaleras».

qué breve es esta forma de infinitear el tiempo

decidir, de una vez

abrir, entonces,  los contornos de todas las siguientes.

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