La decisión: entrevista a Andrea Garrote
Entrevista: Verónica Pérez Lambrecht, Estela Colángelo, Valeria Roig, Pablo Soprano
Edición: Gabriela Stoppelman
“La inagotable vitalidad de la multitud libre produce instituciones que la expresan sin reducirse completamente a ellas. (…) auto institución ininterrumpida”
“Spinoza disidente”, Diego Tatián
Montones de tiempo, grumos, cápsulas sin bordes, días transcurridos, milanesas sancochadas, crudísima la hora de la cena, ¿cuánto tiempo queda hasta la madrugada?, ¿cuánto tiempo falta para volver a dormir? Cuentas en pilitas, deberes en desorden, el fajo de billetes que exige la cola, la cola que serpentea la tristeza de los billetes, la mano que suda, ”si esto sigue así, llego a tarde al laburo”, cortaron el subte, ¿el A? , no el E, justo yo tomo el “E”, entonces cortaron el “A”, ¿te acordaste del vencimiento del seguro? Vacilo, vacilo, pero arremeto, lo del ABL es injusto, lo del Gas es injusto, el hambre es injusto, sos pestilente, pestilente, la justicia no tiene nada que ver en este asunto, es una lasagna ¿una qué?, una lasagna, una capa finita de instantes, un cucharonazo de odio, otra capa finita de promesas, un bodoque de odio, después puro odio, odio, la nena dijo que tiene un cumpleaños, hay que ir a buscarla a las 3 de la mañana, me duermo, ¿podrías fijarte si la hora se puede apurar?, no te entendí, no tiene importancia, mejor descansemos, casi no vamos a dormir esta noche.
Y, después, están las multitudes. Es como andar solito dentro de un rizo de urgencia, mirarse las uñas y no pintárselas, pensar en qué lindo animalito nos habita en la mano y escarbar, escarbar sin pedir permiso a la cutícula. Y clavar, clavar fuera del miedo, clavar la uña en el aire, mimar la rasgadura, el velo que impedía el abrazo, es como saber que nunca estás solito detrás de la montaña, que hoy no vas a poner las pilchas en la máquina porque está visto que, aunque la laves, la ropa volverá a ensuciarse, hoy no vas a hundirte en el montón de papeles pendientes, ni en las ciento veinte correcciones ni en la fecha límite para entregar, ¿qué?, ¿límite de qué? Hoy vas a encontrarte a conversar con la Garrote, como si no hubiera pasado el tiempo, vas a pasarle el mate, el mismo que dejaron en la mesa hace tantos años y quedó ahí, a la espera. Ahí vas. Ahí vamos.
DESPEJE X, OLVIDE
“Dijeron que la revista es muy barroca, que tiene mucho chirimbolito por todos lados, que está muy cargada y una cosa que es cierta que tiene un montón de tipografía. ¡No hay un criterio para la tipografía! incluso me lo ha dicho mucha gente conocida; no se ve mucho en dónde comienzan y en dónde terminan las notas. Una nota central -como la de Badiou- no puede estar perdida entre otras”
“El combate de los pozos”, Andrea Garrote
Amontonamientos de objetos de dudosa utilidad, un alpedismo coleccionista, una pasión por el cúmulo que termina siempre en un vacío, la cartera de la profesora en Pundonor, “Pastillas de carbón, anteojos para leer, anteojos para el sol, una luz, un Curaplus, que es veneno. La billetera con billetes que es la representación de la representación (…) tarjeta de crédito, de débito, de acumular puntos, de millaje, DNI (…) una tarjeta de podólogos de la UBA», en “Niños del limbo” “el juego de té de la abuela Inés, los cubiertos de plata del último y centenario casamiento, el mantel bordado, los angelitos de yeso del Uruguay, las copitas de licor de papá y unas cuantas fuentes de bronce oscurecido que las mujeres que ya no existen solían lustrar», el coleccionista de linternas en “La ropa”, mucho, mucho, mucho: Qué bueno,
no lo había notado ni me lo había planteado como tema. Me alegra que hayan hecho esta lectura. Es cierto que los objetos y su acumulación evidencian un vacío. Es lo que se pregunta la profesora en “Pundonor”: “¿por qué todo este acarreo?”. El teatro tiene eso tan atractivo: uno habla de un tema, pero tiene que mezclarlo con otras líneas temáticas. No es “voy a hacer una obra sobre tal donde la situación es equis, para narrar justamente equis”. No, lo orgánico tiene que tener complejidad. Hay que disociar o, mejor dicho, bisociar. Si quiero tocar un tema, tengo que permitirme olvidarlo y tomar otro, olvidarlo y tomar otro. Ahí es donde aparecen esas mezclas tan ricas. Hay en la curva, la forma en que las cosas y los seres se vuelven singulares al filiar por cercanía y evitar el sofocamiento, hay una línea de poética, una hebra azul metida dentro de la bufanda de lana verde. La línea de poética, el modo de narrar de lo sinuoso lo entrometido. Sí, me encantaba y me gusta esa modo de lectura, buscar en un texto por acá y después más allá, ese modo en que referencias dispersas hacen un camino. Es una lectura que, en vez de ser normal, lineal, hace círculos, volteretas.
NEUTROS SIN GLORIA
“Usamos un botón para multiplicar una unidad de información (…) Nosotros elegimos esa unidad de un flujo de imágenes que nos producen sensaciones, no sensorialidad porque el cuerpo queda quieto ahí, medio mal sentado.”
“Pundonor”, Andrea Garrote
Normal, aceitado, efectivo, al pie, riguroso, redituable, simpático re, re, súper simpático, adorable pero severo, musculosa, llena de glamour, glamour, tan chiquito y ya parece un hombre, ¿vos sabés que en el jardín tienen matemática y salida laboral?, ya a los cinco se veía que iba a ser músico, por eso lo mandé a traversa, hay más posibilidades de empleo. Normal, como casi todos. ¿O normalizado? La parodia de lo normalizado, la incomodidad ante lo raro, qué raros que somos de cerca, otro tema que recurre en tus textos: Creo que está muy claro en “Pundonor”, fue
como decir “Bueno, tomo Foucault y me dejo de hinchar con la sociedad disciplinaria”. Intenté imaginar un poco qué hubiese dicho él sobre las redes sociales, la gran maquinaria de normalización de hoy. A mí me produce mucha angustia. Si me dijeran que dejemos todo lo que implica este teléfono celular afuera de la vida, firmo ya. Chau. Que se vayan los teléfonos. Tener internet en casa, sí, es como más íntimo. Aunque también, otra de mis locuras, muy clara en la obra “La paranoia” de Spregelburd, es la producción de ficción como lugar de normalización. Es todo un tema. Hollywood es el ejército de la ficción normalizada. Ya muy bien lo cuenta Tarantino en “Bastardos sin gloria”. Hay una preocupación enorme del poder sobre las ficciones que consumimos. Hoy veo que Netflix, Disney y Fox producen en Argentina y ya las productoras locales están trabajando con esas grandes corporaciones. Vamos a tener que pelear muy duramente para conservar cuestiones como nuestra música del habla… Eso es lo más evidente, es muy doloroso ver películas donde actores que conozco están doblados como en las producciones del cable, hablan en neutro. También los niños ven muchísimas novelas de un neutro rarísimo. Eso es una colonización, es casi como si bajaran los marines y te apuntaran. Las reglas de la percepción de la ficción están también dadas por el consumo. Entonces, no vamos a poder percibir otras cosas, se nos va a atrofiar la percepción de otros modos del uso del tiempo, del comportamiento humano. Por
supuesto, nos reglan lo bueno y lo malo, lo que está en uso y lo que no. Y nosotros lo normalizamos. Pensemos en todas las ficciones de fantasías del futuro apocalípticas. No hay fantasías de futuro epifánicas, de un mundo mejor. Es un poco lo que planteo en “El combate de los pozos” que es, para mí, mi obra más profunda filosóficamente. En un punto, la más jugada. Ante la situación “bueno, no se puede narrar el bien, ¿entonces? Los personajes plantean que es el lenguaje el que está mal. Y, así, deciden abandonar el lenguaje. Un disparate que te permite el teatro. En general, el teatro te permite hacer disparates con cierta ilusión de consistencia, como si hubiera una lógica.
EPIFANEAME UNA, AUNQUE SEA
“Somos el campo fértil para el desarrollo de una idea loca y catastrófica que nos gobierna la mente mientras nos entretiene con el espectáculo de nuestra propia extinción.”
“Pundonor”, Andrea Garrote
Relamidos con el fin, cebadísimos con esta historia de los ciclos, una especie de masoquismo en el clima del alma: una más o menos buena y una muy mala, un respirito y otro patadón del tiempo. De imaginar la perfección en más-allaes a masturbarse con la irremediable catástrofe.
En varias de tus obras, insiste un cuestionar cómo nos entregamos al espectáculo de la extinción, como si el apocalipsis fuera el único futuro posible
Veo “El cuento de la criada” y me pregunto por qué estamos imaginando todos juntos esto, son los sueños colectivos, imaginamos el apocalipsis y algunos vuelven a ser cazadores recolectores. Viste que hay muchas series que terminan así.
Igualmente, eso se escribe en otro momento. Ese campo de concentración de “El cuento…” corresponde como un eco de la 2ª Guerra Mundial. La pregunta es por qué se hizo hoy un hit.
Porque está dialogando, de una manera rara, con algo que es una lucha. Yo digo: si eso es lo que podemos imaginar, entonces, es también lo que podemos producir como efectos en la realidad. El teatro es muy poderoso. Yo me pasé treinta y cinco años en habitaciones con grupos de personas que hacen de otros, investigan el modo de ser de otros, improvisan. Y eso te muestra muchas cosas, entre ellas, cómo se puede modificar tu realidad por la simple resonancia de haber actuado otra cosa, o por haberte permitido tener otra posición ante un hecho. Ese trabajo con los otros, poco a poco, te abre la cabeza y el espíritu. Te permite pensar al hombre en su situación más que en su adjetivo. Entonces, todos dejan ese calificativo, tu adjetivo personal se borra muy rápido en la práctica de la actuación y eso es una de las cosas más aliviadoras y más hermosas del teatro. En las clases te das cuenta que ser el humillado o el tonto puede resultar ser una de las cosas más divertidas. Te podés salir de la norma y provocar, hacer cosas que no harías si tuvieras que sostener la normalidad. Son los personajes más deseados a veces.
QUE NO NOS FALTE
“Martina mira los dibujos de Leonel. Uno por uno, le cuentan la historia que estuvo delante de sus ojos. Martina sorprendida, inquieta, arma el relato de la bomba, el Planetario, los agentes secretos, la muerte de su amiga. Leonel, serio pero con gestos grandes y claros, confirma su darse cuenta. La música lo envuelve todo.”
“Niños del limbo”, Andrea Garrote
Sacados del adjetivo. Muy sacados. Con la gramática patas para arriba, las causas sin GPS, el hilo de la noche dale tejer la vigilia, ese revés del hastío, que perfila discreto en una rebaba de la charla. Un verso, o el modo en que sonríe la esquina cuando la luz pasa de largo. Muy propio de la poesía eso de perder el adjetivo, ¿qué es para vos lo poético?: La poesía produce como un chispazo. Estoy trabajando cada vez
más con poemas en las clases de dramaturgia y en clases de teatro. A los alumnos les hago traer poetas contemporáneos que les gusten y yo también les llevo material. Cuando se lee en voz alta, sucede algo contundente para los actores: es un placer de la palabra que funciona en combinaciones de decires que producen una gracia, un vuelo. Y, después, uno sale de eso como cuando salís de ver una buena película, de escuchar música, o de una buena conversación. Salís “siderado”, como dicen los psicoanalistas. Una apertura de espíritu. Para mí, extrañar lo poético es esa potencia de volver a extrañar lo cotidiano. Lo poético es bondadoso para con el humano. Es curioso eso del hacer atravesar la palabra por el cuerpo. Hacer sonar la palabra. Dónde suena, cuáles son los ritmos, en qué música se dice… Así, atravesado por el pulso y las palpitaciones, el ritmo del aire, la cadencia de las horas, somos una multitud que nos pulsa. Sin embargo nos falta. ¿Estamos solos? Las mujeres de tu obra “La ropa” están muy solas. Y es otro tema que aparece muchísimo, una soledad más que de falta de compañía, del balbuceo desesperante de las palabras en busca de algún lazo hacia el mundo. Se ve en los blabableos de “El combate de los pozos”, por ejemplo, “Si nosotros no tejemos… no va a haber más ovejas.” Son soledades donde lo normalizado se quiebra: “El combate de los pozos” termina con un poema. Cuando el loco queda y todos salen a la calle, dice en una especie de arenga:
[button-orange url=»#» target=»_self»] Del mar vendrá la tempestad, del mar. No es mentira, no invento lo que digo, sólo estoy
recordando.
Todos los muertos, todo lo ya muerto viaja en nuestra sangre.
Por eso, dejémoslo todo.
Retrocedamos.
Seremos nuestro propio antídoto aunque perdamos las mejores plumas,
porque sino ya no tendremos ojos, ni pico, ni garras
¡Salgamos del pozo!
Estamos perdiendo un tiempo valiosísimo.
Parémoslo todo.
¡Parémoslo todo![/button-orange]
Esas conversaciones, donde la lógica causa-efecto lleva como a un punto del absurdo, nos encantaron.
Sí, es mi modo de improvisar. Uso mucho esto con mis alumnos, voy haciendo este juego de desarticulación lógica que lleva a cualquier cosa. Si hacés como un Rasti, la lógica te lleva por cada caminito…
Porque falta la poesía.
Porque falta la poesía.
PARÁLISIS DEL MONTÓN
(…) Pero ya te agradezco tu tiempo. (…) La gente lo que gana es más poder para controlar el azar. (…) ¡Y ahí está la gracia: nunca se puede del todo! (…) Chancees, claro más chancees, podemos llamarlas así, si querés.“Siempre tenemos retorno”,
Andrea Garrote
Hay un momento en “Pundonor”, cuando la profesora entra en un enredo enfático -digamos- con “el sí» y el “para sí” “El para sí es aquel ser que no es lo que es, es lo que todavía no es. Apotegma sartreano: la conciencia no es su pasado. El para sí es estado arrojo proyectado hacia el futuro y en ese futuro como todavía no es. El para sí es lo que es”. Puede ser gracioso al leerlo pero, en escena, no lo es. Hay la sensación de algo que resuena sin salida.
Lo del “sí” y “para sí” sartreano, sí. Después hay otra referencia a Sartre, porque él y Camus todavía creían y militaban. Un poco más tarde se pudrió todo, “y vinieron los putos posteriores”. Y no solo ya no fue posible hacer ese chiste, si no que comenzamos a vivir dentro de cierta parálisis, un no hacer, una pérdida de cierta ingenuidad, porque decís: “che, esto va a terminar mal, mejor…” O “esa lucha es muy compleja, me supera la complejidad”. Por eso ella mete esa frase, casi con un poco de nostalgia, “Hubiera sido una de esas militantes casi religiosas de un grupo sólido y exaltado, en donde el cuestionamiento es una herejía y sobrevuela la mística de unos hombres que dieron la vida.”
El entusiasmo de la multitud, por lo menos en el público de teatro, parecería que no hay tanto descreimiento.
Claro, es raro lo que pasa en las funciones, mucha gente me dice “yo me quería levantar e ir a abrazarla”. Cuando hablaba del descreimiento, me refería a esa forma tradicional de conformar un grupo para tomar el poder, para ser gente buena que está en el poder para lograr que el mundo funcione mejor. Esa especie de ingenuidad. Sabemos que el poder es una maquinaria que cada uno de nosotros, aun desde el lugar más chiquito, la reproduce. Es como dice el personaje de “La ropa”: “Qué poder tienen los habitantes de este edifico que tiran la basura al patio. Mirá si tuvieran poder”. Ese asunto está también en “Pundonor” y en el “El combate de los pozos”
Fabiano: Mil pesos por argentino.
Irene: ¿Para qué? Leonor: Son gastos de campaña.
Segundo: Quiero mi tercio en efectivo. ¿Se puede?
Leonor: Un momento que no es para cualquier cosa. Te compras buena pilcha. De tu onda, pero buena. [/button-orange]
TE ESPÍO EL SILENCIO
“Un recuadro luminoso con livianas cortinas donde siluetas animadas murmuran, bailan. Copas, alguna risa, música pero nada logra vencer el silencio del patio”
“La ropa”, Andrea Garrote
¿Cómo vamos a hablar?, ¿cómo desdecir lo que nos sobra, hacer espacio en el ropero, liberar las suturas en la garganta?, ¿cuándo deshacer las frases y remontar la lengua desde el vado del silencio? Las frases hechas. La invasión de frases hechas. Puesta contra la pared en algunas de tus obras muestran su cara bifronte. Son funcionales pero, de tan gastadas, terminan por volverse absurdas, como la escena de la espía peronista: Sí. Toda esa serie se basaba en que el marido nunca supiera la
verdad, como en las sitcom de época. Una cosa muy loca fue que “Mi señora es una espía” surgió como obra de teatro de la conjunción de dos talleres. Había muchos trabajos a unir para darle forma a uno y presentarlo, así que hicimos que la obra transcurriera en un Canal estatal -el viejo Canal 7- donde venía una nueva empleada, la única con cierta lógica dentro de la burocracia del canal, donde era todo muy de los ’90. Había un programa de folklore que duraba nueve horas, siempre te encontrabas con unos tipos meta taladrar y no se podía grabar, todo era un delirio. Bueno, esta empleada veía fantasmas. Esos fantasmas encarnaban y eso se ve en “Mi señora es una espía”, una serie que el Canal había hecho en el momento en que Argentina fue potencia y luchaba contra los intereses foráneos. Me convocaron para hacer la comedia en “Ciudad Abierta». La escribí en un verano. Ramón, mi hijo, era chiquito y yo escribía los guiones al lado de la puerta del baño. Protagonizaba y a la vez me ocupa de convocar actores del teatro independiente para hacerla. Para mí es un orgullo. La serie arrancó y comenzó a funcionar el boca a boca. Y eso que salía por un medio muy poco visto, muy perdido en el fondo de la canaleta. Ahí planteábamos que se trataba de una serie perdida, encontrada en forma de rollos en el Monumento al Descamisado, precisamente, en la ingle. Así las cosas, hicimos siete capítulos en dos meses, todo entre tres mujeres. La asistente de producción hacía vestuario, yo escribía los guiones, la protagonizaba y llamaba a los actores. La tercera dirigía y coordinaba los ensayos. ¡Era una locura! Cuando se estrenó, Ramoncito dijo “¡Este es el peor día de mi vida!”, cerró la puerta y se fue. Cuando se acabó, me dijeron que los crudos se perdieron, ¡igual que sucedía en la obra!
LES MUCHACHES DE “LA BARUJ”
“El hambre nos sumergía en delirios gastronómicos y éramos felices imaginando frutos y quesos que yo no conocía. Una tarde, yo estaba sola, chupando la manga de mi camisa y apareció una mujer, chiquita, sólida, bien vestida. Me preguntó si yo era la hija de Remo, y comenzó a pegarme con un palo hasta dejarme inconsciente. Me desperté en el campo y cuatro hombres me adoptaron, yo no entendía su lengua, así que tuvieron que explicarme todos mis quehaceres con golpes. Dormía con las gallinas y extrañaba a mi padre”
“La dama de los tigres o los días humillantes”, Andrea Garrote
Uno se pregunta por qué repetís la misma obra todos los días o durante dos o tres años. Hay algo de gestionar un rito profano en el teatro, tiene que ser divertido, poético y desnormalizante, tiene que sacarle la lengua al poder y al sentido común, tiene que ir por ahí, pero también hay lugares muy extraños de la actuación.
El rito es un tipo de repetición que, a cada vez, genera una diferencia, incluso hasta perder vinculaciones con el original. En ese sentido es bien destructor del sentido común. El sentido común, repetido, genera costumbre.
Es verdad. Qué bueno eso. Repetir para hacer lo opuesto o para ver cómo, en la intención de hacerlo igual, no podés no ver la diferencia. Tu cuerpo responde siempre de manera nueva a esos nuevos estímulos. Solo dejás de ver la diferencia cuando no te conectás con el presente del rito. Ese es el peligro de la repetición en los actores, que se haga costumbre. Se van del presente, repiten y no transmiten.
Nuestro amigo Spinoza dice que nadie sabe lo que un cuerpo puede.
En los actores eso es muy claro, un clásico. Uno ve los actores viejitos caminar agachados hacia el escenario, a paso de anciano. En eso, salen a escena y ¡faaa!, se transforman.
Y también lo que se puede buscar en el cuerpo. El cuerpo es una forma de pensamiento. Y cuerpo y pensamiento actúan por composiciones. Hoy nos encontramos en estas condiciones y nos potenciamos, eso da un encuentro alegre. Podemos repetir lo mismo y, tal vez, no dé igual, incluso sea triste
Sí. La sabiduría y la experiencia que hay en el cuerpo. Sí, che, qué actual este Spinoza, eh.
GRÉGORA Y DESPUÉS
“Vamos a hacer un ejercicio, primero de concentración, ya que me dijeron que no les salió nada. Van cerrar los ojos, respirar profundo, darse unos segundos para hacer a conciencia un oscuro mental, en donde los problemas, esas voces neuróticas, se detienen y desde ese silencio van abrir los ojos, tomar la lapicera y escribir una frase. Lo que les salga, sin pensar. Una palabra trae la otra. Mientras voy a preparar el termo. No se juzguen.”
“Niños del limbo”, Andrea Garrote
Otro tema es realidad-fantasía. Un personaje de “Niños del limbo” dice: : Claro, si tanto la realidad como la fantasía pertenecen a territorios infinitos como bien nos hizo notar Ángel… si ambos son infinitos, ¿por qué suponer que uno es más complejo, más estimulante, más cómodo, más algo que el otro? Y por qué, incluso, considerarlos como cosas realmente opuestas o separadas.
Para mí es interdependencia pura. La realidad está hecha también de ficciones y la ficción está hecha de realidad. Aquello que se imagina después se produce y lo que se produce se puede imaginar. También en la escritura es así.
Es bueno ver que estás escribiendo tanto. Son muy intensas tus obras. Es más, usamos en taller “La ropa”, para hacer un trabajo con tensión dramática.
A mí, me pasa con la narrativa que tengo algunos momentos en los cuales siento qué es lo que realmente quiero. Empiezo, hago, hago y hago y, de pronto, la escritura se me escapa. Ahora quiero que terminen las actividades del año para ver si, en enero, puedo reconectarme con la lectura y la escritura. Además, hoy en día “uno atiende varios kioscos” en mi trabajo hay algo de lo social, del grupo, de estar entre la gente, de grégora que tiene el teatro. Eso me fascina y me convoca siempre, pero todo tiene su límite. Si querés escribir, no es buen negocio volver a tu casa y tener dos horas para sentarte y ver qué hacés. Uno necesita un día o dos para dar vueltas, aunque por ahí, de todo ese tiempo, escribas nada más que dos horas.
Pero mientras atendés “tus kioscos” también, de algún modo, escribís. Hay cosas que se van recolectando…
Con “Pundonor” me pasó que yo venía amasando la idea de hacer un monólogo. Pensaba en algunas cuestiones, en que quería que tuviera presente escénico, asociaba lecturas. Un día, en verano, me senté y la escribí, salió.
Hace falta hacer un poco de silencio. Y cuesta, pero todo eso va escribiendo, son como los borradores que van quedando en el cuerpo y en un momento coagulan. Cartoneos cotidianos, resistencias al paso, que agrietan un poco el peso de la obligación. Palabras de reojo, acopiadas secretamente en el desván de la memoria: Sí, pero lo que me pasa es que estoy tan cansada o tan conectada con lo que hay que hacer ya, que no tengo esa angustia existencial que produce la escritura. Después, con el andar de las escritura, la angustia existencial se te pasa. Claro. Y cuando sucede, es una felicidad única. Una se siente en esos momentos como la mejor amiga de una misma.
UN GIRO EN EL BUEN TIEMPO
“La percepción de las historias está hecha de convenciones, mismo nuestra percepción del tiempo”
“El combate de los pozos”, Andrea Garrote
El tema de este número de la revista es la decisión ¿cómo se da en vos esto a la hora de escribir?
Qué misterio… Si pensara el caso de “Pundonor”, fue decir “quiero volver a hacer un monólogo”, algo que no hacía desde muchísimos años. Es como salir a nadar en aguas abiertas, tirarse al río, ese tipo de decisión. Es muy flashero para actuar y así es de exigido también. Empecé a leer a muchas cuentistas porque buscaba ver qué cuento podía adaptar hasta que, en un momento, la decisión fue de escribirlo yo. Me di cuenta de que eso iba a tener otro gusto para mí, siempre sentía que la actriz y la docente relegaban a la dramaturga. En esos haceres a veces la escritora queda relegada. La forma, entonces, era ponerle el cuerpo, ser actriz de esta dramaturga relegada. Lo voy a escribir yo, fue una gran decisión.
Qué loco cuando uno tiene varias vocaciones, ¿no? La docencia, la escritura, son ámbitos que requieren circunstancias completamente distintas: la docencia requiere de los otros, que te den bola y te escuchen. La escritura, de silencio, reflexión, buen tiempo mental…
La docencia me encanta también. Yo juego y armo cosas, juego con los alumnos hay temáticas mías que se van desarrollando con los aportes de ellos. Son juegos serios, el teatro tiene que ver con los juegos previos al deporte. En el teatro las reglas se están inventando, digamos. El grupo tiene que hacerlo bien, digamos, no hay un ganador.
El filósofo Tatián, otro entrevistado de este número, dice que uno es primero colectivo y que se singulariza en lo colectivo. Pensaba en las vocaciones, en la docencia o en el trabajo con los otros, son lugares donde uno se hace singular. Próxima obra de Andrea Garrote, “Spinoza”
Es muy probable. ¡Mirá que yo te hago caso! “Niños del limbo” es para mí una de mis mejores obras, es una comedia que nació de esta cosa de los talleres literarios como los que hace el Anartista.
Qué bueno escucharte hablar de la escritura como de un territorio propio, querido, buenamente habitable. Qué bueno tomarse este mate puesto en pausa solamente en el tiempo. Qué buena multitud se da entre la mesa, los libros, la confitura amiga, el girar del dedo sobre el borde de la taza, el tacto al buscar la palabra amiga sobre el círculo ritual del recipiente. Qué bueno, octubre, con su sol de nuevos vientos, la estación que prepara la bienvenida de otro tiempo, qué bueno que lo malo no haya quedado en el olvido, que Santiago, que Rafita, que el ahogo no sea puro abandono submarino, qué buenos los pañuelos, a pie, a bastón o en silla de ruedas, las calles otras vez con olor a fiesta, a roce de sudores que multiplican la potencia, el deseo atento a custodiar las puertas del derecho, las del sueño, las de la apuesta a un mundo que, por fin, deje de oscilar entre la ilusión globo, la ilusión – macana y se oriente hacia una plato de comida, donde el cuerpo se deleite, como quien lee un poema y se reconcilia con su presencia. Multitudes. No más montones.