La decisión: sobre la cuestión Malvinas Argentinas.
Por Eugenia Casetta Buenanueva
“La Guerra de las Malvinas, guerra patria que por un rato unió a los argentinos pisadores y a los argentinos pisados, culmina con la victoria del ejército colonialista de Gran Bretaña.
No se han hecho ni un tajito los generales y coroneles argentinos que habían prometido derramar hasta la última gota de sangre. Quienes declararon la guerra no estuvieron en ella ni de visita. Para que la bandera argentina flameara en estos hielos, causa justa en manos injustas, los altos mandos enviaron al matadero a los muchachitos enganchados por el servicio militar obligatorio, que más murieron de frío que de bala.
No les tiembla el pulso: con mano segura firman la rendición los violadores de mujeres atadas, los verdugos de obreros desarmados”.
Eduardo Galeano
AQUELLOS HORIZONTES
La niña se apoyó contra la pared a meditar. 12 vueltas al calendario eran suficientes para que le urgiera planificar su vida. ¿A qué edad podía vivir sola?
¿De qué trabajaría? ¿Cuándo podría conocer las islas? Su mente voló al archipiélago latinoamericano, soñó con ese viaje: tocar el suelo, respirar el aire salado y gélido, sentirse libre entre el musgo y la escarcha. Mientras lo pensaba, aún no estaba habilitado el ingreso a las Malvinas desde Argentina. Lo poco que había vislumbrado de las islas había sido través de los ojos de un jovencísimo conscripto.
Tres años atrás, había presenciado el rodar cansino de camiones militares, repletos de muchachos en fajina, recibidos entre vítores por el gentío de algún pueblo misionero. Allí las vio. La mirada vacía del joven la trasladó al archipiélago, sintió el barro helado colarse en sus botas rotas, la respiración entrecortada por el miedo, los dedos ateridos. ¿Cómo disparar así? ¿Cómo recuperarlas? ¿Cuándo volvería a casa? Y el estómago resonaba vacío.
Aunque se sentía extenuado, siguió al trote. El teniente le daba más miedo que los soldados británicos. Increíblemente, por unos instantes, lo tocó la felicidad, pisar suelo malvinense, ser el protagonista épico en esa batalla soberana.
El soldado miró a la niña desde el camión, quiso sonreír, pero ya no sabía cómo. Sus miradas se contaron infinidad de tragedias entretejidas en pos de una patria justa y libre. Tragedias que ninguno de los dos había decidido conocer.
A sus 12 años, ella decidió viajar a las Islas Malvinas. Recorrer el mismo camino de aquel soldado, pisar sobre sus pisadas, helarse en el mismo frío que el adolescente, palpar su hambre y su llanto en los pozos, que aún permanecen en suelo isleño. Así, entonces, sabrían él y sus compañeros que los recordaba y que no cedería ante piratas británicos.
RUGE EL MAR
Durante su adolescencia, ella canturreaba con frecuencia el himno de las Malvinas y un cantito de plaza de Mayo: “¿Qué pasó con las Malvinas… esos pibes ya no están…”? La indiferencia de sus contemporáneos no dejaba de sorprenderla. Sin embargo, la joven aún sentía cómo golpeaban su rostro aquellas ráfagas gélidas y las esquirlas del bombardeo, ese recuerdo prestado por el conscripto. La omisión instalada se desdibujó por un barriletazo cósmico. Una mano, un pie, no importó. Les gritamos en la cara a los eternos piratas: ¡Las Malvinas son nuestras!
Pero un gol no hace rebelión. Y, a través de los años, las islas continuaron presas, de los británicos y de la dictadura militar. Imposible escindir un hecho del otro. Los soldados habían quedado bajo el oscuro lodo del genocidio. Sin embargo, nadie vislumbraba más allá de las tapas de los periódicos, no querían indagar. No importó la identidad de los soldados, ni que estos capitanes y coroneles genocidas, ocultos bajo una fachada de héroes de guerra, tomasen vermouth los sábados y hostias los domingos.
¡Qué lejos quedó Malvinas! Nunca pudo pisar allí, donde había caminado el soldadito aquel.
DESDE SANTA FE HASTA MALVINAS EN CESSNA
Con el correr de los años, se alejó cada vez más la posibilidad de aquel viaje soñado en la niñez. En contrapartida, se acercó, bien cerquita, a las entrañas mismas de las Malvinas. Quería ver si se trataba de sus propias entrañas. Un tal Diego le contó cómo su abuela, quien en ese entonces era su tutora -sus padres permanecían desaparecidos- decidió apoyar la guerra de Malvinas. Salir a la calle de un ignoto pueblito santafecino, a pedir la guerra a los gritos, a convocar vecinos. Reclamos de guerra de unas mujeres ocultas en el mapa de callecitas de tierra y casitas de jardín. Esa noche, le explicó a su nieto: «Tu papá es piloto de los Cessna. Lo van a necesitar para esta guerra y será liberado». No sabremos a quiénes convocaron los comandos de la fuerza aérea para pilotear aviones de guerra, pero al padre de Diego, no.
ROMPA EL MANTO DE NEBLINAS
Cuando ya no fue suficiente ver una y otra vez el gol de Maradona contra los ingleses para sentirse menos ultrajado, llegó Cristina.
Fue tal su fuego, que abarcó hasta al archipiélago helado. Lo abrazó, lo acercó y lo plantó en la Ex Esma. Cobijó en su calor a ex combatientes, les prometió justicia. Ya no hubo supuestos capitanes héroes, sólo genocidas y conscriptos heroicos. Le dio instrucciones a Zamba (1) para decir verdades de nuestras islas. Contar, a la hora de la leche, por qué siempre fueron nuestras. Aun así, a Néstor no le resultó suficiente. Decidió ir hasta el púlpito de la ONU. Allí se acomodó la corbata roja y les dijo: “No deseo finalizar sin antes referirme a una cuestión de permanente vigencia para la República Argentina: la cuestión de las Islas Malvinas, que incluye a las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur y los espacios marítimos circundantes. Este año se cumplen 174 años de la usurpación británica de parte del territorio nacional argentino. Desde el acto de fuerza de 1833, mi país ha protestado siempre esta ocupación ilegal, reclamando la restitución del ejercicio pleno de su soberanía. También recordamos, en el 2007, los 25 años el conflicto del Atlántico Sur de 1982, conflicto desatado por la dictadura militar a espaldas del pueblo argentino que siempre procuró una solución pacífica a su legítimo reclamo soberano.”
Tanta lumbre nos mostró al fin el horror allí también cometido. El término “lesa humanidad” perforó las impenetrables filas castrenses. Una nueva batalla dio comienzo.
UNA RUTA DE HIELO
Aún nos estamos conociendo las entrañas. Así, pues, este devenir nos acerca una vez más a sus protagonistas. En esta ocasión, nada menos que a Edgardo Joaquín Esteban: un periodista argentino, escritor, guionista y veterano de la guerra de Malvinas. Ante semejante vuelta de las Islas Malvinas ante mí, lo natural fue escribir. Y preguntar.
¿Qué incitó, Edgardo, tu decisión de militar la causa contra la violación de derechos humanos en las islas Malvinas Argentinas?
A pesar del impulso que, como Ministro de Defensa, dio Agustín Rossi a la causa por torturas en la guerra, las fuerzas armadas y áreas castrenses se negaban a reconocer las torturas como tales. Argumentaban que son prácticas habituales, por ejemplo, el estaqueo con 20 grados bajo cero. Decían que eso era consecuencia de no tener calabozos. Así, hubo muchas prácticas aberrantes naturalizadas bajo estricto secreto militar. A través de los años, vi muchos suicidios de compañeros, que no pudieron soportar la injusticia acallada de aquellos vejámenes. Todo aquello fue parte de la dictadura cívico militar, usaron a estos soldados en un intento de perpetuarse en el poder. A su vez, la dictadura, en su perversión, utilizó el sentimiento de pertenencia del pueblo argentino con las islas. Estas sensaciones se complejizan ante el desamparo por parte del estado, de la sociedad y, sobre todo, de las fuerzas armadas. La decisión nace de la tristeza por estos compañeros y de la necesidad de justicia, reparación y soberanía.
UN MATE Y LAS MALVINAS POR HERENCIA
Casi hierve el agua que preparé para tomar mate con Juan en una improvisada reunión laboral. Las islas nos tomaron por asalto. Viramos hacia el archipiélago y compartimos recuerdos prestados. Me contó de su participación en GPS, Grupo Por Soberanía, un espacio político dedicado a militar la cuestión Malvinas. Así entonces, casi 500 años después, compartimos estrategias para, al fin, independizar el continente en toda su extensión.
La pregunta se instala junto al mate.
Sos joven, ¿qué impulsó tu decisión de militar la causa Malvinas Argentinas?
La causa Malvinas es compleja desde donde se la mire. Es interesante la pregunta al ser relacionada con la juventud, en principio, porque quienes protagonizaron la guerra tenían entre 18 y 20 años. Recordemos que mi generación, a los 19 años, esperaba el fin de semana para salir a bailar.
En mi caso, sucedía otra cosa. Mi papá es excombatiente de la guerra de Malvinas. Esto significa que la causa me acompaña desde que nací. Mi vínculo con la militancia podría considerarse como una cuestión más hereditaria que elegida. En la vida hay cosas que uno elige y otras que le tocan. De todas formas, considero que hay que asumirlas de la misma manera. Es decir, con responsabilidad y poniendo el cuerpo.
La complejidad en torno a la causa Malvinas no es fácil de comprender. Desde lejos pareciera ser una cuestión en la que únicamente hay que solidarizarse con los soldados que quedaron en las islas y con quienes sobrevivieron, pero tenemos otras cuentas pendientes. Digo, la dictadura utilizó la causa Malvinas para victimizarse. En la guerra hubo crímenes de lesa humanidad por parte de superiores contra los conscriptos. ¿Quién puede solidarizarse con una persona que estaqueó a su compatriota en el marco de la guerra, bajo el frío antártico?
Las complejidades de la post guerra también son difíciles de entender. Tuve la mala suerte de padecer el sufrimiento de muchos excombatientes, de ir a los entierros de compañeros que decidieron quitarse la vida. Sufrí también la violencia intrafamiliar producto del stress post traumático de guerra. Al respecto, puedo decir que la guerra atropella, destroza todo a su paso. Está bien definida como “el monstruo que pisa fuerte” y nos obliga a tomar dos caminos. Uno, someterse; el otro, luchar. Yo decidí luchar, por justicia, por soberanía. Canalicé todo ese dolor y angustia y lo transformé en amor, amor a la patria, que es colectivo y transformador. Eso es la militancia. Me decidí a asumir el compromiso que nos toca. Hoy milito en GPS -Grupo Por Soberanía-, junto a compañeros ex combatientes, mujeres, jóvenes y personas que comprenden que la soberanía es mucho más que la guerra. También milito en ATE Capital, gremio que asumió el compromiso de acompañarnos en la gran lucha. No recuerdo cuándo comencé a militar la causa, pero lo que sí sé y de lo que me enorgullezco es de saber que mi hijo me recordará como alguien que decidió no enterarse por la tevé o las tapas de los periódicos sobre lo que sucede en nuestra Latinoamérica.
¡NINGÚN SUELO MÁS QUERIDO!
Sobre esta afirmación no quedan dudas. A las islas, las han deseado los franceses, ingleses, alemanes y hasta los holandeses. Además, la colonizaron los españoles junto al resto del continente latinoamericano. Alrededor del 1520, las invadió España y pasaron a ser parte de la corona, como figura en el tratado de Tordesillas, aquel por el cual España y Portugal se dividieron grandes extensiones de América a su antojo imperialista. Nos independizamos de España y las islas, obvio, se quedaron con nosotros. Entre fragores de batallas independentistas, algunos tenían bien presente a las Malvinas. Entre ellos, un tal Vernet, a quien las Provincias Unidas le debían dinero, acordó dejar sin efecto la deuda a cambio de fundar un pueblo en las islas. Hasta tehuelches fueron a vivir allí. Los pocos pobladores resultaron suficientes para fundar dos pueblos más. Uno fue llamado Rosas y el otro, Dorrego. Varios de estos pueblos llevan toponimia gauchesca y se conservan en la actualidad. En 1833, los británicos nos desalojaron y nos saquearon. Un archipiélago congelado y desértico, tan deseado. ¿Cómo es posible? A mi mente vienen las venas sangrantes por la codicia de los imperios.
UNA PLATAFORMA EXUBERANTE
La superficie marítima en disputa es equivalente a todo el territorio terrestre argentino, abarca 5 millones de kilómetros cuadrados. Me sumerjo en la densidad del mar y vislumbro un sinfín de riquezas. Debido a que en el espacio marítimo no existe la propiedad privada, todos los recursos naturales de la columna de agua, el lecho y el subsuelo marino son propiedad exclusiva del estado nacional. Entonces, ahora fantaseo con un estado que no debe pedir préstamos usureros para sostener el desarrollo. Las islas también poseen recursos petroleros similares a los de Venezuela. Lo que a otros continentes “ricos” les falta: nada menos que el agua dulce para la subsistencia más básica, la Antártida lo posee en abundancia: alberga el 80% del agua dulce del planeta, además de otros recursos como hidrocarburos y minerales. Somos un punto estratégico militar para ocupar el resto de la Antártida y el poderoso sur. El día que nos enteremos, seremos uno de los continentes más desarrollados del planeta, y nosotros, sus pobladores seremos libres por fin.
LA CAUSA MALVINAS
CARÁTULA:
“PIERRE, PEDRO VALENTIN S/ IMPOSICION DE TORTURA (ART. 144 TER. INC. 1)”, causa N° 1777/07 Durante el 2018, se dio intervención a la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad y en 2019 se incorporó como fiscal coadyuvante su titular, María Ángeles Ramos. 59 imputados individualizados, aún faltan identificar decenas . A partir de nuestra intervención, empezó un trabajo de reconstrucción de los hechos denunciados siguiendo la lógica del despliegue geográfico de las tropas en las Islas y se sindicaron 26 imputados por 22 hechos, a los que se agregaron denuncias posteriores. En diciembre de 2018, se llamó a 18 de esos 26 imputados a prestar declaración indagatoria, sin embargo, un mes antes de la fecha en que debían tomarse, en mayo de 2019, la nueva jueza que asumió la competencia de la causa, la dejó sin efectos. Sobre la cantidad de víctimas, al no contar con una base de datos unificada, y al estar en constante evolución la causa, no se puede precisar aún la cantidad.
Hasta el día de hoy se prestaron más de 200 declaraciones testimoniales. La causa se inicia a partir de una denuncia en 2007 ante la secretaria de derechos humanos. Actualmente la causa se tramita en la justicia de Rio Grande.
Fuente: Procuraduría de Crímenes Contra la Humanidad, dependiente de la Procuración General de la Nación.
En Argentina, tenemos las Malvinas y también, Memoria, Verdad y Justicia. ES nuestra decisión.