La queja: sobre antecedentes del jazz.
Por Noemí Pomi
REPIQUETEOS
Hace unos cuatrocientos años, para su “desdicha”, los arrancaron de sus aldeas africanas. Pobladores ligeros de equipaje atravesaron geografías impensables. Realidades con las cuales se mimetizaron, a las cuales se entregaron a observar, a ser una esponja en el camino, entre silencios y grilletes. Con destino incierto, los africanos viajaron en barcos negreros repletos de tiempos sin lapsos. Los sacaron de su tierra, habitados por el temor y el mutismo. Jamás siquiera hubieran imaginado esa parte visceral del cosmos. Las marejadas de Atlas, el mitológico “titán griego” -en su hundirse y reflotar-, hicieron de esos barcos pequeñas cáscaras de nuez embestidas y tantas veces desgranadas. Sin dudas, en aquellas circunstancias, el oleaje interno debió haber sido el más trascendental. Lo inhóspito del viaje y la lejanía marcaron las huellas en sus rostros y en sus gestos.
Lejos de fundir, el Océano Atlántico separa dos continentes: el americano y el africano, en forma de “S”. No obstante, la imagen de esa letra no fue sinónimo de silencio: sus sonidos habitaban a sus pobladores y su música permaneció integrada a su ser, incluso en el exilio obligado. Acaso la naturaleza cuidó sus ritmos, entrañablemente africanos, más que a sus instrumentos y a sus cuerpos.
HUELLAS LEJANAS
“Ambas formas de concebir la música- aquella que busca y encuentra en el mundo circundante y aquella que recurre a las características fisiológicas del cuerpo humano- llegaron a América con el hombre africano.”
John Storm Roberts (1)
Y llegaron como esclavos, repletos de sombras y de miedos. Sus huellas quedaron lejanas. Con ellos, también llegó su música, hecha lamento. Los primeros africanos inmigrados a la fuerza se expresaban musicalmente mediante instrumentos similares a los que habían utilizado en su continente de origen: tambores, bongos y otros, construidos con piezas de madera hueca y agujereada, al estilo de las actuales flautas. También usaban rudimentarios instrumentos de cuerdas, como el banjo.
La mayoría de los estados, luego constitutivos de los EEUU -además de sus libertades- proscribieron su música. Excepto, en Nueva Orleans y en Florida. Sin embargo, el veto no los amedrentó. Y algunas herramientas destinadas a diversos otros usos fueron re- utilizadas instrumentalmente. En las plantaciones y con medios escasos, los esclavos recurrieron al uso de cucharas, como elementos percusivos para golpear contra su propio cuerpo. En ocasiones, utilizaron el golpeteo alternativo de las manos sobre el pecho, sobre los muslos, o entre sí. Esos repiqueteos persistieron aún tras la abolición de la esclavitud. Demás está decir: en cada parche, vibraba África, tanto en la piel como en el aire ya que, en sus países de origen, la música sonaba con fines ceremoniales o militares.
Así las cosas, al tambor no se lo puede atribuir a una civilización determinada, ya que surge por doquier como patrimonio del hombre, pero es indudable la identificación de la población africana con sus sonidos. Cierto es que pasaron varios siglos antes de que sus repiqueteos llegaran a formar parte de las orquestas europeas. ¿Habrán sido los tambores africanos transculturados? Tal afirmación no es posible. En cambio, sí puede decirse que el latido de la tierra se incorporó a las obras de Bach y de Haendel, recién en el siglo XVII, en forma de timbales. Y ya en el siglo XVIII, Beethoven y Mozart sucumbieron a estos sonidos.
RENDIDOS, JAMÁS
En América del norte, la prohibición fue a punto tal que –al parecer– no quedaron allí tambores de tipo africano. Sí perduraron los ritmos característicos de la música negra, intensamente percusiva. Sonaban ruidos de manos y de pies, en los shouts de ceremonias y en coros religiosos. Alrededor de 1830, se destacó otra herencia sonora: el tap. En él retumbaban zapatos adaptados con pequeños metales. Luego hizo su aparición el jazz swing, y otros ritmos de influencia afroide, nacidos en los estados del sur. Entre estos, un importante heredero fue el hot-jazz, una denominación genérica que han utilizado los musicólogos para englobar todos los estilos desarrollados en el período anterior a 1930. Incluye, por tanto, los estilos Nueva Orleans, Dixieland, Chicago y Nueva York.
SONIDOS SECUESTRADOS
“La potencia intelectual de un hombre se mide por la dosis de humor que es capaz de utilizar.”
Friedrich Nietzsche (2)
Obviamente, la temática y la esencia de la música africana fueron absolutamente modificadas por el éxodo y la esclavitud. Al cambiar las condiciones, hubiera resultado contradictorio celebrar el inicio de las labores del campo y la fertilidad de la tierra, cuando la tarea se realizaba en beneficio de quienes los tenían secuestrados. También fue determinante la prohibición de casi todas las manifestaciones religiosas y rituales. Entonces, cada vez más, la música tendió a expresar lamentos, quejas y añoranzas de su vida de origen. A las condiciones de sometimiento impuestas los esclavos antepusieron el humor característico de sus sonidos. A menudo recurrían al doble sentido para evitar que los blancos comprendieran sus expresiones y, así, nunca delatar sus anhelos de fuga y libertad.
MARCAR DISTANCIAS
“Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.”
Thomas Jefferson (3)
Los enunciados en la “Declaración de la Independencia de los EEUU” de 1776 -uno de cuyos redactores fundamentales fue Thomas Jefferson-, resultaron promesas originales, pero incumplidas. Entre otras cosas, porque EEUU aún toleraba la esclavitud.
Entre 1492 y 1820, el Atlántico había visto cruzar más de diez millones de hombres, mujeres y niños procedentes de África: casi todos, como esclavos. Para entonces, la fractura de las placas tectónicas, que una vez sonó -para separar América de África- se deshizo de un eco de aquel quiebre e intentó ir contra los derechos, contra las historias ancestrales y contra los sonidos de los esclavos. No obstante, las prohibiciones sufridas no impidieron que la música continuara.
La sonoridad del jazz fue una continuación del latido de su cuna, que insistió en la descendencia de los esclavos africanos, llegados a Estados Unidos durante tres siglos y prosiguió con la aparición del jazz como tal, alrededor de 1900. Quizás, la conjunción de quejidos explica sus ritmos complejos, su cuota de improvisación y, en muchos casos, su expresión melancólica, en las piezas más lentas. De cualquier forma, en los sonidos jazzísticos se incorporaron elementos de la música europea, sobre todo, en lo referido a la ordenación musical y a la armonía.
SIN PENTAGRAMAS
Corría poco más del 1900, cuando la gente iba y venía, dentro de un barrio pobre de Nueva Orleans. En una calle, un hombre negro soplaba su corneta. En rogativa, la elevaba al cielo. Entonces, la música estalló y ocupó toda la calle, mientras la gente batía palmas y se contorneaba con esos compases. Después de ese concierto, el músico Buddy Bolden -cuyo conjunto jazzístico contaba con una cierta antigüedad- logró aparecer en los diarios. Pero una zancadilla del destino lo privó de su libertad: al poco tiempo, fue internado en un manicomio. Obviamente, en el sector reservado a los negros.
https://vimeo.com/ondemand/bolden
A pesar del encierro, su música nunca escrita siguió sonando y multiplicándose en quienes habían gozado de ella en fiestas o funerales. Y bien, a Buddy Bolden se lo reconoce como uno de los padres fundadores del jazz.
Durante aquel concierto callejero, un niño pequeño observaba el espectáculo con una concentración capaz de guardar todas las variaciones de esa trompeta sin pentagramas: se llamaba Louis Amstrong. Pero este artista fue de tal magnitud en el jazz, que requeriría una nota para sí mismo.
“El jazz es como un árbol que abre sus ramas a derecha, a izquierda, hacia arriba, hacia abajo, permitiendo todos los estilos, ofreciendo todas las posibilidades.”
Julio Cortázar (4)
LA HISTORIA CONTINÚA
Por trescientos años, reinó la más brutal represión. Primero, el más feroz sistema esclavista de la historia humana, base -en buena medida- del crecimiento económico y de la prosperidad de los EE.UU. Luego, vino una alternancia de unos pocos años de libertad, en los que los negros pudieron incorporarse a la sociedad con notable éxito. Después, el pacto Norte-Sur les otorgó a los antiguos estados esclavistas la autoridad para obrar como les placiera en materia de derechos ciudadanos. Así, resurgió la criminalización de los negros. Es decir, re crearon “a la esclavitud, con otro nombre”.
Más adelante, se aprobaron enmiendas sin consecuencias. Específicamente, las XIII, XIV y XV de la Constitución de Estados Unidos, referidas a la abolición de la esclavitud, ciudadanía y derechos políticos para los esclavos. Fue esa una rectificación sin compensación alguna que, sobre todo en el Sur, relegó a los afroamericanos a una posición marginal.
Y, como si todo lo anterior hubiera sido poco, después de tantos vaivenes en sus libertades, llega ahora otra pandemia, la del coronavirus. Ella deja en evidencia que no hay indicador social -fracaso escolar, desempleo y cantidad de fallecidos por enfermedades- en que los negros estadounidenses no salgan perdidosos. El caso de muertos por Covid-19 no es la excepción.
Desde todos los frentes surge la desigualdad que los atraviesa, les quita oxígeno y cada vez más los sepulta en las fosas de los desesperanzados. ¿Acaso los últimos estertores de George Floyd, con su “me falta el aire”, no dejaron en evidencia el renovado odio contra los hacedores del ritmo? Así y todo, la comunidad negra no se quedó en la queja. Si bien partió de ella, la acción de protesta que aún hoy sostienen -apoyada por algunos blancos- renueva el acto afirmativo de ponerse de pie y dar lucha: otro ritmo en que estos hombres son especialistas. Ojalá esta vez sea definitiva.
“El racismo es la pandemia más grande de los Estados Unidos. Nos infecta a todos y en 400 años no hemos podido encontrar una vacuna.”
George Clooney (5)
1) John, Storm Roberts. (1936 2009), musicólogo y escritor inglés.
2) Nietzsche, Friedrich. (1844-1900), filósofo, poeta y músico alemán.
3) Jefferson, Thomas. (1743-1826), político, jurista, filósofo, inventor, arquitecto y profesor. Tomó activa participación en la Declaración de la Independencia de EEUU.
4) Cortázar, Julio. (1914 – 1984), escritor belga – argentino.
5) Clooney, George. Contemporáneo, actor, director, productor y guionista estadounidense.
EEUU ha crecido con el sudor de los negros, le deben agradecimiento por su lucha, por su cultura, por su música, pero aún hoy los siguen matando sin miramientos. Me gusta que escribas estás historias, como otras que has escrito, siempre reivindicando, siempre refrescando memorias, gracias.
Me reconforta saber de tu lectura e interpretación de mis notas. Con un solo comentario que entienda el sentimiento que me ha impulsado al escribir sobre un tema, para mí es más que reconfortante. Muchas Gracias !!!