La queja: entrevista a Litto Nebbia.
Entrevista: Verónica Pérez Lambrecht, Isabel D´Amico, Gabriela Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppelman
Atento, alerta al sendero, el hipocampo viaja de pie. Por si el camino le bifurca el deseo o lo hace tropezar con digresiones, él se aferra a su condición híbrida. Si hay que salir al trote, es caballo; si hay que sumergirse, es pez. No anda muy atento a que le condimenten la biografía con mitos: que Poseidón montó sobre un antepasado suyo, que fenicios, lidios, griegos y romanos lo adoraban, que su armadura de placas y anillos es obra de un orfebre misterioso, que el nombre del artesano se guarda entre versos mudos, en un idioma lejano, imposible de entrever. No, no, no. Él prefiere concentrarse en asuntos más mundanos. Por ejemplo, le interesan sobremanera los modos de la memoria acurrucada en forma de caballito de mar. Lo intriga cómo, así de inevidente, ella organiza el tiempo en breves paquetes de recuerdo y olvido. Lo desvela el estilo casi obsceno con que la muy taimada discurre en su puro encaprichar. Y, así, una vez es episódica y otra insidiosa. Una vez titila amnesia y otra, eternidad. Y, si de transformaciones se trata, el hipocampo se las carga en la piel. Puede ser alga o promontorio marino, nube o hilacha de sol. Pero lo más curioso no es el curso que toma para huir del peligro, sino el sonido que emite para comunicarse con lo familiar: un chasquido, un breve rozarse de las huellas del alma con el aire. Un chirriar de ondas marinas, acompañadas de un ligero menear. Solo eso y se echa al ruedo. Entonces, su voz es la cicatriz de un mapa donde se disuelven nombres e identidades, una continuación del aliento vuelto sonido, un territorio infinito de entusiasmo y de dolor. Y lo más misterioso: hay algo que se rasga cuando el hipocampo suena. Y no es un velo. Atento, alerta al sendero, de vez en vez, el animal repite su mínimo estribillo. De pie, como un dios sin trono y sin corona, dispuesto a refundar el mundo en forma de canción.
LA VOZ QUE LATE
Avanzaba y el camino regresaba. Volvía sin retorno y la senda se bifurcaba en un decir: “Dicen que viajando, /se fortalece el corazón /Pues andar nuevos caminos, /Te hace olvidar el anterior”. El camino es la Vida que uno tiene que transitar. Con sus dificultades, sus aciertos y, luego, con la experiencia de lo recorrido. La alusión a que se “fortalece el corazón”, viene a caso de que el viajero siempre tiene una misión, sale a andar el camino con un propósito de liberación, de superación. Es como sucede en los protagónicos literarios de Joseph Conrad. Por ejemplo, en “El Corazón de las tinieblas”, tomado luego de luz motivadora para “Apocalypsis Now”.(1) Sin embargo, las rutas se tornan ávidas. Te retienen en adherencias, te confunden con curvas inefables. Te sientan a tomar el té en el fondo del océano y te venden el futuro en cuotas, en la tierra o en el mar. Por otra parte, en la canción “Cadenas y Moneda”, el que cuenta, no quiere quedar pegado al camino, no acepta que le hayan trazado un destino. El camino lo recorre él, y lo irá descubriendo, desandando. “Cadenas que pesan como la moneda /Camino ya no te aferres más a mi”.
Y, mientras el tiempo moldea sus pasos, vos intentás el contorno de los tuyos. Pero hay corales del color del desaliento, cangrejos al acecho, aguas vivas capaces de morirte la infancia. Eso, si no encendés de a poquito, tu aleta de desandar. Finalmente, en “Carta a un compañero de colegio”, digo que por el camino “se concibe sufrir”, concretamente referido a la acción de crecer. Pero, claro, también están la bondad de las tortugas, la elegancia de los delfines, la avidez de las esponjas. Y cómo no ilusionarse. “Y así sí encuentras una paloma herida /Que te cuenta su poesía de haber amado y quebrantado otra ilusión.” Y cómo nos gustan las etimologías de las palabras. Ilusión viene de un verbo que quiere decir engaño o “no jugar”. Entonces, ¿ilusión o deseo? Parece extraño que “encontrar una paloma herida” se lea como una frase poética, lo mismo que “hay una fecha vacía”. Creo que esto pasa porque ambas incluyen el sentimiento de la pérdida. Pasan a ser cosas del pasado, porque uno ha logrado sobrevivir. Pero también uno ha tomado conciencia de esta realidad: la de cómo se puede morir un poco mientras transcurren los días. Ahora, para mí, la ilusión y el deseo poseen la misma fuerza y capacidad de ensueño. La ilusión y el deseo nos inspiran, nos movilizan hacia un objetivo emocional interno. Como en ‘Manías de Graciela’: “Mantiene la ilusión de la sorpresa /Las noches mezcla de pudor y de venganza /Nadie es capaz de moverse a ningún lado /Sin su amor /Y esto va para mí”. El amor como fuerza movilizante. El que trota en las furias del agua, el que enreda el lodo con el chapotear. Ese que casi no se dice ni se proclama, el que mueve el ciclo en las corrientes marinas, el que impulsa las crías del viento, el que no discrimina entre himnos y el canturrear. Para mí el Amor está comprendido en tener actitudes nobles, solidarias, muy lejos del estado de competitividad que vive la sociedad actual y, también, distante del fanatismo exclusivo por lo material. Porque, en nuestras sociedades, noto gente que “ama” a su familia, tanto como al último modelo del auto que ha adquirido. Lo mismo, encontramos muchos creyentes católicos, que solo asisten a la iglesia para pedir, por tener un poco más de lo material. El Amor para mí está íntimamente relacionado con la lealtad, con la comprensión, con la dignidad y con el compañerismo. Estas actitudes amorosas durante el día o durante la semana son las que finalmente conforman para mí el Amor. Cualquier otra cosa que se le parezca es entusiasmo o calentura.
EL CHASQUIDO DE EVA
El proceso de gestación y nacimiento de un hipocampo es una auténtica puesta en escena de pasiones. Primero, viene un baile ceremonial, donde los caballitos entrelazan sus colas. Se contonean y descansan. Se contonean y descansan. Después, el macho derrama su líquido seminal y las hembras trasplantan sus huevos con ayuda de una papila. Ellas los dejan bien a salvo en la bolsa ventral de los machos. Todo ocurre muy rápido, sí. Pero, luego de la gestación, llega el momento de parir. Hasta ese entonces, y como decía el amigo Spinoza, el hipocampo no sabía lo que su cuerpo podía. El animal se contrae y se contrae para liberar a las crías. Se desgarra a tal punto, que debe agarrarse firmemente con la cola sobre un soporte y frotar su bolsa contra lo primero que encuentre, para no sucumbir. Entonces, parte del cuerpo del padre se pierde junto a la expulsión de las crías. Perderse, deshacerse. Y reencontrar la voz. “Sólo quiero estar con mi pasión a cuestas. /Que alguien me detenga. /Sólo quiero esto. /Y entonces morir será igual que estar enamorado”. O, en ‘Canción sin Puñales’: “la semana sobra cuando no hay pasiones /recurre a las viejas memorias /que equilibran todo para que uno siga”. La pasión se manifiesta como un exceso de entusiasmo por cosas que realmente nos alegran el corazón o por cuestiones que creemos justas para luchar por ellas. Sin ese fuego de la pasión, no tiene demasiado sentido la Vida. ¿De dónde nace de la voz?, ¿qué cambia cuando ella se desamarra?, ¿qué es de lo que fue, mientras ella sucede?, ¿de qué pasado es eco cuando empieza su rumbo a desvanecer? “El viejo Luis y su poesía rata /sobre la angustia de un hombre solo /porque su hembra lo abandonaría /con un amigo. /Si algo ha cambiado eso es nosotros /el otro cambio, los que se fueron /como si el ayer los hubiera castigado /los que se fueron /ya se fueron /sí, se fueron”. La frase de la canción “el otro cambio, los que se fueron” cursa diversas explicaciones. Por un lado, escribí el tema en la casa de mi madre, mientras ella vivía en Martínez, a fines del ’72. Entonces, la letra era la descripción de esos barrios típicos, estáticos, tradicionales, que no cambian más. Barrios que, por supuesto, hay en muchas ciudades del mundo.Tiempo más tarde, esta idea de que los únicos que cambian “son los que se van” fue asimilada a los desaparecidos, durante la dictadura militar, claro… No hay un sentido estricto que cierre el sentido de esta letra. De cualquier manera, la canción siempre está referida a describir situaciones de pérdida, decepciones y a una cantidad de pobladores esquemáticos, que vienen a ser testigos y, a la vez, críticos, de esta situación. “Los que se fueron” son el cambio más notorio. Pero, debido a las circunstancias, a lo vivido, hemos cambiado también nosotros… ¿Podrá concebir ese apenas chasquido, una memoria de futuro, una que no sea nostálgica? En ‘Como dos Extraños’ dice: “Perdón si me ves lagrimear… /Los recuerdos me han hecho mal /Palideció la luz del sol”. Siempre los temores del pasado tienen que ver con cosas no resueltas. Hay veces que no las has solucionado por falta de madurez, de experiencia. Pero hay otras vinculadas a un condicionamiento de tu personalidad, de tu historia. Sin embargo, no veo como algo negativo “el recuerdo”. Ni en su síntoma “nostálgico”. Creo que, de alguna manera, siempre debe estar presente, porque es la única manera de protegerse. Hay pasados conjugados en presentes y viceversa. El tiempo es híbrido, como un hipocampo: “Cuando no recordamos lo que nos pasa, /nos puede suceder la misma cosa”. Llama la atención ese primer verso. Dice “cuando no recordamos lo que nos pasa”, no “lo que nos pasó”.
Sabemos que gran parte de nuestra sociedad tiene floja memoria. Eso la hace incurrir muchas veces en hechos injustos, debido al olvido. Pero uno apuesta a que la memoria de los males la tengamos siempre presente, justamente para no cometer el mismo equívoco. O sea, “cuando no recordamos lo que nos pasa” y también lo que nos pasó y nos vuelve a pasar por no tener una memoria firme. No olvidemos que este texto está inspirado, casi extraído, de un discurso de Eva Perón en la Plaza. Lo armó Eduardo Mignogna cuando trabajábamos en su película “Evita”, (“Quien quiera oír que oiga”), film para el cual yo escribí la banda sonora y algunas canciones. Luego, con el paso del tiempo, la canción se tornó popular, y siempre se acude a ella para citar alguna injusticia social. Pero esa frase, a grito pelado y desgarradora, es Eva en la Plaza, hablándole al pueblo.
OVOPOSITORAS
Bue, hay cosas que hay que ver si se dan exactamente así. Dicen que las crías del hipocampo son réplicas exactas del padre. Aunque, solo por el modo en que componen con lo turbio, con las turbulencias del agua y con los desatinos de la luz, cada uno armará su propio personaje. Aun así, es posible que el viaje, como la voz, sea infinito y uno solo. Dice ‘El Vagabundo’: “No saben que jamás puedo morir /nunca moriré /yo jamás puedo morir”, Y ‘El Vendedor de Promesas’: “Inconquistable el hambre… /Embistiendo… /Las sobras… /De esta mesa”. En todas mis letras, siempre el que viaja es uno, soy yo. Puedo escribir en tercera persona, en primera, en forma directa, como sea… pero siempre es uno, porque es lo único cierto que hay para contar. Esto del “viajero” siempre me ha marcado hasta obsesionarme. Es casi un axioma literario. Una cadencia de libertad. El que viaja siempre tiene un propósito de liberar o subsanar algo que no está bien. Aquel que viaja lo hace para comprender, liberar o en definitiva conquistar, crecer. La hembra del hipocampo esgrime su papila, imprime su gusto o su sed, a modo de código genético de las futuras crías. Curioso nombre le dan a esas papilas: “ovopositor” ¿pone los huevos en su lugar?, o ¿a qué designios de origen se opone? “Si una mujer /A un hombre puede hacer muy feliz /también puede /a muchos hombres más hacer llorar”. O, ‘Mas que Loca’: “Que una mujer también puede elegir /Un tren que nunca partirá”. Toda la actual movida feminista ¿te hizo revisar alguna idea con respecto a la mujer? Lógicamente que la Mujer siempre está presente en mi universo, en las canciones. Muchas veces, en mi adolescencia, aparece con la inconsistencia propia de la edad. Pero enseguida tomo partido por sus derechos y me opongo a la tergiversación de su magia. De ahí el tema “Más que loca” del ’80 o, también, “Retrato de Lola”, de la misma época. A su vez he sabido apreciar mucha literatura femenina. Siempre cuento con entusiasmo acerca de un mes durante el cual me impregné con la lectura de tres autoras mujeres: “Senderos”, de Liv Ullmann, “Tres guineas”, de Virginia Woolf y “Una Mujer Inacabada”, de Lilian Hellman. El mismo entusiasmo me ha sucedido al leer narrativa de la gran Carson McCullers, “El corazón es un cazador solitario” o “Reflejo en un ojo dorado”, por ejemplo. Admiro mucho el universo femenino. Detesto el fanatismo y la ortodoxia en cualquiera de los géneros.
CANCIONÍSITICA DE CIELO Y MAR
El dios de los caballitos de mar es su voz. No es un dios creador, no es un gran caballo poseedor del mejor relincho. Mucho menos, el macho cabrío que lleva las riendas. Pss, tchis, pfff. Un germen del sonido que, a su vez, lo contiene todo. Una totalidad, siempre a la espera de volverse a hacer. En ‘Dios en más’ leemos: “Hay momentos que duermen en mi lengua. /Vibraciones de una invención póstuma. /Hay momentos que el néctar de una moza /se disfraza de amor imposible”. Para mí el Dios es un ser totalmente evolucionado a nosotros, una fuerza superior que nos encolumna a evolucionar, a tener responsabilidad y, de alguna manera, a acometer una vida digna. No está relacionado directamente con la Iglesia. Sin embargo, es afín a creyentes y practicantes de muchas religiones, no hay distinción de poder. No. No hay distinción allí donde el color es nomás el advenir de un tono, donde el sonido es no más que el despuntar de un susurro. La escritura, no más que un fleco del querer. “Despierta /asoma tu nariz a la puesta del sol /quizás un pájaro note tu existencia /Despierta /no crees que las amapolas pueden devorarnos /algún día /quizá un poeta note tu existencia”. Y también, ‘Nadie es tan importante como uno cree’: “Cuánto pagarías por tener una mirada /que se asome dentro de tu soledad… /cuánto desearías escribir /una poesía que te explicara más /de tu forma de vivir”. ¿Qué es lo poético para vos? La Poesía para mí es el ambiente climático de la poética, que se vive dentro del Mundo del Arte. En lo personal, disfruto al leer poesía, pero lo mejor es la poesía inmersa, mixturada con la música y el cine, por ejemplo. Muchas veces disfruto de una exposición visual cinematográfica que está llena de poesía. Y, luego, cuando trato de reflejar eso, lo hago con música. No existe una analogía de esto. Es así, sin explicación concreta. Se dice que la poesía hecha con palabras tiene una música preconcebida. Estoy de acuerdo en esto. Lo que el músico aplique el instante preciso de su creación será, entonces, su traducción. Muchas veces escuchás poemas musicalizados, que resultan tediosos y sin ningún atractivo. Por eso creo mucho en la “cancionística” -como decían los hermanos Homero & Virgilio Expósito-: un texto o letra que no tiene el rigor de la poesía, pero que es indivisible de su música.
Y ahí viene. Es un cuerpo indivisible de su galope. Un aletear y, al mismo tiempo, el mar. “Donde se anidan las palomas /y el miedo no está /hay un hipocampo que subsiste /hasta cuándo, no sé /Pero no hay bala que lo derribe/trinchera que lo detenga /envidia que lo asuste /o mar que lo embriague /Sólo puede morir /por un amor imbécil /imbécil amor… /Pero no hay trueno que lo reemplace /ni fuego que lo acometa porque no hay canto sin su energía /y sé, solo puede morir /por un amor imbécil /imbécil amor”. Este hipocampo me intriga. En esta canción, específicamente, la mención del hipocampo está referida a que leí que el macho de la pareja muere cuando tiene el acto sexual. Vaya demostración de fidelidad…
CHASQUEAR LA ILUSIÓN
“América ¿Cuál es la forma de encontrar tu voz? /América dime la ruta que debo seguir /América… /Él es un hijo de América que aún no ha /pisado la ciudad”. Y también hay algo ‘Por las calles vacías’: “Hombre dime cuánto hace /que no crees en nada /es tu voz que te llama /y te quiere encontrar /no la dejes marchar”. Chssss. Un cortocircuito en el recuerdo, una trampa del olvido que, del lado del revés, reinventa las cartografías, los modos del espacio, una falla entre las horas, que delata la versatilidad en la tela del tiempo. Algo se rompe buenamente en la ordenación siempre igual de las melodías. Algo que incluye al silencio y lo traspone. ¿Qué es para vos una voz propia? Se trata de ese sonido interno -si lo tenemos- que casi siempre nos impulsa a realizar con mucha fuerza las cosas en que creemos. En definitiva, si aceptamos llamarla así, esa voz propia está en todos. Muchas veces falta desarrollarla. Despertar. Otras veces no la escuchamos por falta de educación. En definitiva, siempre apunto al empeño, al amor, a la convicción que se le puede meter a todo desde lo personal.
Suena. Hay, entre la zona límbica y la arquicorteza cerebral, un caballito de mar que memora el sonido singular de cada quien. Allí está el pimpollo de la voz. La flor no es algo que alguna vez tendremos, no es una propiedad. Es el modo que asume entre los días aquello que flexiona nuestras rectitudes, y le da a la rebeldía un sabor de presencia. ‘Fuera de la ley’, canta: “no quiero durar solo quiero vivir /fuera de la ley, fuera de la ley /siempre hasta el final”. Ya en ‘La balsa’ el destino es más agudo: “en este mundo abandonado (…) /partiré hacia la locura”. Y, por si fuera poco, dice ‘El secreto de la vida’: “Si por una rebeldía /te has equivocado. /No está bien que te castiguen para toda la vida”. ¿Cuándo la ley no es opresiva?, ¿qué tipo de rebeldías te parecen hoy urgentes de convocar? Creo que es muy importante no transformarse en un conformista, moldeado acorde a los parámetros que te ofrece la sociedad actual. Es importante no apartarse del camino que te ha hecho surgir la primera ilusión. Durante el recorrido, aparecerán pilas de problemas. Muchos, relacionados con el estado material de las cosas. Voy a un ejemplo común dentro de mi profesión: muchos músicos apuestan a poder hacer lo suyo. Algunos, cuando pasa determinado lapso de tiempo, abandonan el proyecto. Terminan por hacer algo que no les gusta. Algo que seguramente antes criticaban. Generalmente, las excusas para no sentirse “traicionados”, están dirigidas al “medio”, al “ambiente”, “al mercado” y a cosas por el estilo. Es cierto que todo lo que mencionan ocasiona problemas para que te desarrolles. Pero esa es la cuestión. Allí está el desafío. Vos podrás sortear tantos inconvenientes, en la medida de que te arriesgues a defender tu ideal. Es bastante delicada esta temática, y no empieza ni termina con un ejemplo. La vez pasada, un joven músico me consultaba sobre algunos aspectos del negocio en la música, sobre la firma de contratos y ese tipo de cuestiones. En cuanto le declaré que lo que estaba por hacer, a la larga, no iba a ser positivo, se espantó, y me señaló: “vos pensás así porque ya estás hecho…”. No me interpretó. Cuando comencé, muy joven, ya tenía estas mismas convicciones. Una cosa son los errores que puedas cometer, por ignorancia. Otra cosa son los que cometas, porque te han comido el cerebro.
BALSA MADRE, LENGUA ARRULLO
¿Cómo naufraga un hipocampo? El acecho en las profundidades es permanente. La sedimentación golpea fuerte y siempre intenta cubrir los rasgos tectónicos con noticias falsas, con abismos que aplastan la mirada contra fosas muy oscuras. Pero el caballito tiene su voz, y puede distinguir el depredador de la presa. Entonces, deambula otros tiempos, funda geografías. “Construiré una balsa y me iré a naufragar”. El naufragio siempre se asocia con connotaciones negativas ¿Hay alguna potencia en él? Entiendo el naufragio como lo mencionábamos en los años ’60, cuando vivíamos divagando por las calles, los bares o las plazas. Este “naufragar”, de alguna manera, respondía a una serie de cuestiones. Por un lado, el espíritu permanente de “bohemia”, la no aceptación del formato social establecido por nuestros mayores. Y, en mi caso personal, como yo venía del interior, naufragar tenía que ver con que, en los momentos más álgidos, no tenía casa ni comida, ni donde parar siquiera… En ‘Hoy soy hoy’ dice la voz: “No esperes de esas chicas que sueñan con bailar toda la noche, /no estás en las melancolías de esos bares de Corrientes”. El hipocampo no espera, sale a dar melodía. Componer, más que unir partes, intenta crear conexiones. Bisagras entre su lado caballo y su lado pez. Entre lo que nada y lo que flota. Entre el trote de lo pasado y lo porvenir. ¿Cómo te llevás con la queja? Se acostumbra llamar “canciones de protesta” a temas que nos hablan de un reproche social. Y esto es un poco lo que apareció en los años ’60. En realidad, creo que cualquier canción que realiza cierta pintura crítica de la sociedad, de cualquier tiempo, se la podría considerar “de protesta”. Se me viene a la mente aquella de Enrique Cadícamo, que hasta cantó Carlos Gardel, creo… “Al Mundo le falta un tornillo”. Pienso que esa letra se consumía con cierto ánimo jocoso. Pero, en realidad -y estamos hablando del ’30-, era una severa crítica a cierta descomposición social. Por otro lado y, desgraciadamente, resulta que la temática no pierde actualidad. Muchos pensamos que el mundo de hoy está loco. Pero, para ir concretamente a “la queja”, creo que la canción popular usa mucho esto, lo del reclamo afectivo, la decepción amistosa, el desengaño amoroso. Es otra manera de presentar los sentimientos. Amanece en las llanuras abisales, en el fondo de los ríos y entre pellizcos de tierra.
Hay restos y desechos, pedacitos de historias que se buscan para devenir otras. Las raíces, por fin, muestran su rostro boca arriba, se ofrecen en espiras y mutaciones. Así, el galope se confunde con el mecerse de la hierba, la flor tiene el gesto de la luz cuando azuza a las ventanas, la noche nada entre dos acordes de café, muy, muy tempranos. Y la mesa es la tierra entera, donde compartir la voz. Llega ‘Nueva zamba a mi tierra’: “(…) o en qué lugar voy a morir /pues en mi tierra. /Nunca mientras te caminan, mi tierra /amaneciendo en Montevideo”. Para mí “la Tierra” es “la Madre”. De aquí en más, puedo jugar y revisualizar este concepto. Siempre refiriéndome a la devoción que uno tiene por el lugar al que pertenece.
(1) Todo el texto en violeta corresponde a las respuestas de Litto Nebbia