La desobediencia: sobre el proyecto solidario “Botines Mágicos”.
Por Nicolás Estanislao Sada
CORDONEANTES DE SUEÑOS
“Allí lo imposible puede salvarnos”
Oscar del Barco
La inquietud es ese movimiento que se contrae y dilata, vive y respira. Una forma muy sutil de resistir, reapropiarse, reabsorber el hostigamiento cotidiano e intentar cambiarle el signo. Asumirlo, arriesgar, y no dejar que el afuera detenga la marcha.
Así, en ese contexto, aparece el deseo hacia una singular acción transformadora: “Botines Mágicos”, proyecto solidario que junta, restaura y luego reparte botines de fútbol entre quienes los necesitan.
Ante las carencias, los escasos recursos, “Botines…” contribuye a esa fiesta secreta que es patear una bendita y necesaria pelota de fútbol con botines “nuevos”. No interviene en el juego directamente, pero lo habilita.
Johana Arriagada y José “Pepe” Calfanca son una pareja que vive al oeste de la capital de Neuquén. Ambos reúnen calzados, los restauran y se encargan de compartirlos a niños y jóvenes que no cuentan con los recursos necesarios.
El portal en línea, Redacción Vía País cuenta: “Ya entregaron más de 70 pares de botines. No solo reciben los pedidos de personas que los necesitan, sino que recorren clubes y escuelitas de fútbol barriales para conocer las carencias que tienen los menores”.
No se necesita ser zapatero, ni conocer el oficio para poder transformar. La imaginación es poder. Y ellos pueden, persisten en ese campo de ilusión que se desparrama por calles, baldíos, potreros y avenidas.
OFICIO DE GOL
“Qué inútil que sería decir que en sus miradas
hay un pozo de sombra y otro pozo de ausencia…”
Manuel Castilla
Se despliega el fútbol, entre esos chasquidos de esperanza capaces de agarrar los botines que se obsequian y salir a disputar las huellas del desvío.
“El goleador es siempre el mejor poeta del año” escribió Pier Paolo Pasolini, y acá tenemos goleadores y poetas juntos en la desobediencia. De esta forma, también, “Botines…” nos plantea viejos interrogantes: ¿Cuánto futuro se carga en el cuerpo? ¿Cuánto se apuesta en el desafío del otro?, ¿se puede ejercer solidaridad en este contexto? Entre sistemáticas crisis de institución, desfachatados desequilibrios de posibilidades e innumerables esquives de miradas, trascurren las necesidades primarias. No responder a ellas implicaría ser cómplice de aquello que el filósofo Bifo Berardi llama “apagón de la sensibilidad”. Botines encara la dirección opuesta.
Ah, y todo esto en año mundialista, donde el planeta entero estará al servicio del consumo híper-recontra-masivo, mientras la inflación, la incerteza y la miseria asolan tierras que se creían ya inmunes a esas plagas.
Pepe, ex jugador de diversos clubes de la Liga de Fútbol de Neuquén (Lifune), contó a “LMNeuquén” que la idea de este proyecto solidario, “Botines mágicos”, surgió al conocer algunos casos de chicos que no podían ir a entrenar o jugar en las escuelitas barriales o clubes por no contar con un par de botines con tapones o zapatillas tipo “papi fútbol”.
Así, el fútbol de la infancia también necesita de tramas paralelas, donde los protagonistas que la narran se potencien en acciones que resulten ser tan breves y pragmáticas, como inéditas.
SOMBRAS QUE HAMACAN VOCES
“Los facilistas se adueñaron del corazón y la mente de los lectores como si el corazón y la mente fueran solo un mercado”
Néstor Sánchez
Rodolfo Kusch dice: “no hay quizás experiencia más porteña que estar acodado en la mesa de un café, contemplando el paso de la gente a través del ventanal. Se advierte en esa circunstancia una extraña relación. Algo participa simultáneamente de nosotros y el hombre que pasa solitario y silencioso por la vereda”.
Me siento en un aquí y ahora urgente, en las orillas de un bar. Afuera, el presuroso bullicio de la ciudad nunca cede. Me aferro a la consistencia de lo real, lo concreto: “Botines Mágicos” y la trama que advierte una forma de recuperar el aliento, desde allá, a lo lejos, en la aridez de los silencios sureños.
Pareciera que, entre el tráfico urbano y este instante, mediara una distancia muy honda. El ´ventanal´ engendra un sentimiento de abismo. Sin embargo, levanto la cabeza y observo un pliegue deshilachado de puro cotidiano: es el hastío que lo desvirtúa todo. Desde esa orfandad, se instala un profundo divorcio de lo que queremos ser colectiva o individualmente y lo que en realidad somos.
Pero, claro, existen compromisos que desobedecen a ese fastidio, a ese ilusorio “ver a la gente pasar a través del ventanal”, y salen en la búsqueda. Se plantan, componen potencias de cara a otro horizonte. Cuidan del otro en un equilibrio frágil como el piberío neuquino. Fragilidad poderosa donde sí es posible refundar y multiplicar existencias.
De pronto, un eco insiste. Interpela. Pienso en Johana y Pepe, que no dan tregua, desacomodan certezas, ponen cuerpo: tejen, zurcen, meten betún para disimular fisuras y apuestan al deseo de los que más necesitan. Con más fuerzas que certidumbres, empujan los límites del egoísmo doméstico hacia la acción. La acción: ese caldo de resonancia, no de mera comunicación.