4545La desobediencia: entrevista a Analía Kalinec.
Entrevista: Estela Colángelo, Gabriela Stoppelman.
Edición: Gabriela Stoppeman.
Fotografía: Ana Blayer.
“Iluminó la noche tu primer diente de leche/ no hay diferencias entre luna y fiebre/ todos aman tu diente de leche, que crece feliz junto a una taza de sol (…) y la manera más fácil de ser recordado para siempre es llevar puesto un gran diente blanco montado cerca de tu sonrisa/ como algo vivo, eterno, con el filo puesto en la extremidad”
“El diente de leche”, Marcelo Malea
“Conté en terapia (…) un sueño que tengo cada tanto. Me despierto con una fea sensación después de haber soñado que se me cayeron todos los dientes. Quizás tenga que ver con dejar de ser la vizcachita… ¿quién soy realmente y qué quiero de mi vida?”
“Llevaré tu nombre”, Analía Kalinec
Queridos dientes de leche:
Hace tiempo andamos con ganas de escribirles, pero la distancia y el trabajo cotidiano nos ahogan en postergaciones. Somos los dientes definitivos. Algunos también nos llaman “permanentes”. Al principio, los dos nombres se nos hacían muy pesados, muy cargados de obligaciones y eternidades. Pero, poco a poco, nos acomodamos a nuestro bautismo. Desde que ustedes comenzaron a aflojarse, a dejarnos paso entre esos huecos de orfandad y juegos, el tiempo ha dado varias vueltas carnero. Como malabaristas, los años nos han puesto a triturar las asperezas de la historia, las sombras que asoman del cuello y los puños de nuestras biografías.
Es difícil contar en una carta el ajetreo de tantas duraciones. Cortar, moler, desgarrar no ha sido nada comparado al esfuerzo por perseverar en la sonrisa, y al trabajo diario de controlar el aire y hacerles un nido a las palabras. En esa tarea hemos trabajado junto a los labios y la lengua, que a veces se nos traba en los nudos de la luz, o se nos precipita sin permiso hacia la letra escrita. Es en esas curvas del alimento y el idioma, donde ustedes se nos hacen muy cercanos. En los espacios que han dejado, aún laten pulpa, esmalte y cemento de infancias que regresan siempre trasmutadas. A veces se nos cuelan en los sueños. Otras, en la lucha. A veces nos hieren como golosinas oscuras, que insisten sin pausa sobre la cicatriz de una caries. Y otras nos reencauzan en dietas libres de temores, nos habilitan un devenir amable entre quienes refundamos las raíces desde abajo y quienes protegen la cúpula, desde arriba.
No queremos cansarlos, sabemos que están alertas dentro de cajitas atesoradas o apostados en las ventanas más amigas de la memoria. Lo importante es recordarles que, en cada bocado audaz, en cada dentellada peliaguda y en todo picotazo de la alegría, somos la potencia de sus huellas. Lo importante es destacarles que, de todas las infancias que hemos tenido, pudimos sacar aliento para todos las que aún podemos tener.
Posdata:
Y algo más: ¿Sabían ustedes que desamparos y desabrigos, del revés, aún titilan ese brillo a vía láctea, ese olor a origen renovado del mundo? De ese lado de las cosas, nos encontramos con Analía Kalinec.
UN CORO A PUERTAS ABIERTAS
“Entonces la enorme voz de la multitud se elevaba hasta el cielo y en todas las direcciones. Se oía incluso en los pueblos cercanos (…) Parecían susurros, pero en realidad hablaban a voz en cuello. Todos los asistentes hablaban”
“Todo se derrumba”, Chihua Achebe
Tu libro está organizado como un degradé de interlocutores, que se van sumando de a poquito, de lo íntimo a lo público, ¿cómo fue ese proceso?
El libro implicó veinte años de escritura. Nació como un registro. Cuando lo conocí a mi actual marido, Luis, y empezamos a proyectar una familia, encontré un libro de actas que mis suegros llevaban, mientras participaban en grupos de autoayuda. Ese libro había quedado en desuso, pero me dio el puntapié para empezar a hacer un registro narrativo propio, un testimonio destinado a mis futuros hijos. Fijate que el primer registro data del año 2002 y Gino, el mayor de mis chicos, nació en 2004. Mi registro, entonces, comienza el día en que nos conocimos con Luis, incluye el primer beso, el conflicto al momento de contarle a mi mamá que Luis me llevaba veinte años, el casamiento, el primer test de embarazo. Es decir, todos datos que me resultaban relevantes para que mis hijos los conocieran. Hasta ahí yo lo consideraba un diario íntimo. No me daba cuenta de que era un intento de subsanar mi propia falta de registro. Recién cuando mi papá queda preso, empiezo a advertir que no tenía ni idea, primero, de que había habido una dictadura en el país; segundo, que mi papá había estado vinculado al accionar represivo en ese tiempo. Me faltaba una parte de mi propia historia y, de manera inconsciente, mi registro implicó un intento para que a mis hijos no les faltara algo en las suyas. Eso me conmueve mucho de mi escritura: pensarme con diecinueve o veinte años, involucrada en hacer registros para alguien que todavía no había nacido.
Incluso, para una conciencia social que todavía no había nacido…
Totalmente, porque la mía era una ignorancia supina en cuanto al contexto y a mi falta de involucramiento en todo orden de la vida. Esa es la forma en que me criaron, con el “no te metas” “nosotros estamos bien, el resto que se joda”. Se trataba de mirar todo el tiempo hacia adentro de la familia y estar bien entre nosotros. Los demás no eran nuestro asunto.
Aparte de muchos interlocutores, el libro tiene también muchas voces: cartas, un diario íntimo, documentos judiciales. Suena coral.
Sí, hay un punto donde el registro íntimo, poco a poco, toma otro tono. Dejé de escribir en forma manuscrita y empecé a escribir en la computadora. Entonces el registro se vuelve más minucioso. Si mi mamá me escribía una carta, lo incluía. Si la visitaba en su casa y nos peleábamos, también. Mi escritura se volvió mucho más un espacio de investigación, tuve la conciencia de que era importante hacerlo y que, además, se lo tenía que explicar a mis hijos. Ahí aparece ese orden, esa documentación coral. Cuando el libro quedó estructurado le sumé frases literarias, mi recorrido como lectora. En todo este proceso me acompañó mucho la lectura de distintos autores y géneros. Siempre tengo la costumbre de marcar los libros, de subrayar frases que siento como si hubieran sido escritas para mí. En ese momento, yo tenía dos pilas de libros llenos de marquitas. Me hice un archivo de texto con todas las frases que me habían resultado significativas en esos últimos veinte años. Así las vinculé con distintas partes de mi historia.
Decías que marcás los libros. Nos llamó la atención que publicás las causas de tu viejo subrayadas, como otorgándonos tu lectura a nosotros.
Sí. Es un ejercicio que hago. A veces releo textos que subrayé y esas marcas me hacen pregunta, me invitan a pensar de nuevo lo leído o, incluso, a remarcar otras cosas.
LAS ANTÍPODAS DE UNA CUNA
“(…)pero del fondo de la caleta/los exorcismos de la lejanía extraen del alma un gran pájaro en llamas/el furor de estos días que despliegan sus velas y nos lanzan desnudos a las/avalanchas del corazón/a los ídolos al orgullo al ocio/al esplendor de tales desastres/entre la algarabía de seres y encuentros en/los que cae como un incendio la simiente de las antípodas”.
“Etapa”, de “Amantes antípodas”, Enrique Molina.
Hay un momento muy lindo en el texto, donde decís “Ahora que lo escribo, recuerdo”. Nos hizo acordar a otra entrevistada, Sarita Rus, Madre de Plaza de Mayo y sobreviviente de los campos nazis. Ella nos contó que, mientras habla, recuerda. ¿Escribir te despierta memorias?
Me provoca reflexiones, incluso en el diálogo con otros. A veces me encuentro con ese pensar las cosas mientras las digo. En la escritura, hay muchas cuestiones que no dependen mucho de mi voluntad. Frente a algún hecho, una situación o una fecha importante, me viene esa necesidad, no solamente de escribir, sino de hacerlo público, de socializarlo.
Hay muchas reflexiones, mucha atención al lenguaje en lo que contás. Por ejemplo, cuando narrás cómo te conociste con tu marido, agregás, “no sabía que había gente que no creía en dios”. En todo el libro vemos mucha atención a ese cerco de lenguaje en el que vivías, cuestión que se vuelve más interesante, al enterarnos que fuiste tan señalada en tu escritura por tus faltas de ortografía.
Trabajo con la lengua, me psicoanalizo hace más de quince años, soy psicóloga, soy maestra, y ahora estudio Derecho. No sé qué disciplina más me falta para trabajar con el lenguaje.
La palabra jugada siempre tiene que ver con la diferencia. En una parte del texto leímos, “La diferencia es lo que suma(…)me hace repensar”. Este tema se instaló bastante en el macrismo, ¿cuándo lo diferente, el otro, se vuelve un enemigo?
Lo esbozo tempranamente y ahora lo pienso también mientras lo hablamos. Me parece que el término enemigo corresponde más al marco ideológico de mi papá y al de algunas de mis hermanas, por ejemplo. Esto de que si no pensás como nosotros no podés pertenecer, sos del otro lado de la grieta. Yo no lo concibo en esos términos. Sí sé que existen formas de pensamiento que excluyen, lastiman, segregan, generan daño. No me nace pensarlo en términos de enemigos sino de personas que están equivocadas. Creo que ellos están convencidos de sus pensamientos y de sus acciones. Por supuesto, que estoy en las antípodas y lucho contra eso. Pero me cuesta la palabra ´enemigo´, no siento odio o ganas de eliminarlos.
En el libro nunca se percibe odio, ¿en algún momento lo llegaste a sentir?
No. Sí enojo, bronca, angustia, decepción, pero no odio.
TERRITORIO UMBRAL
“Cuadros familiares que vienen a comer a mi mano/deslizándose en la noche por mi columna/descorriendo la cortina/para acechar el paisaje de mi miedo”.
“Cuadros”, Raúl Santana.
Contabas que, entre todos los hijes desobedientes, había algo en común, más allá de las diferencias: la soledad y le vergüenza. ¿Cómo te llevás con esas pasiones hoy?
Atravesé un umbral que no tiene retorno. Hablo en términos de los vínculos interpersonales con mi mamá o mi papá o mis hermanas. Hay una falta, claro, algo que añoro. Son mis hermanas, mis sobrinos, mi mamá, mi papá, persiste una añoranza vinculada a ciertos recuerdos, a vivencias afectivas. Si me ubico en el presente, elijo salvar y reconocer los recuerdos lindos, las demostraciones de cariño, con todas las cosas que todos podemos cuestionar como hijos e hijas, en ese marco. Pero sí hay una parte de mi historia atravesada de mucha soledad, sobre todo, al momento de cruzar el umbral. Mi deseo siempre fue encauzado en mi sentir y en mis ideas, pero eso tiene un costo emocional. Esto lo vemos al interior del colectivo también. Hay relaciones de dependencia muy fuertes, a veces afectivas y muchas otras económicas, es muy difícil romper los mandatos sociales, los morales, el mandato de honrar a tus padres, ´la sagrada familia´. Nosotros venimos a decir que esto es una bosta, pero ¿cómo vas a decir eso de tu familia?, ¿qué te queda? Entonces sí, hay una soledad que se ve en su doble dimensión: en la más íntima donde, a partir de tu posicionamiento, sos la traidora, la indigna, la desagradecida de la familia. Y, en el ámbito social, para cierto imaginario, hagas lo que hagas, seguís vinculada a la ideología de tu familia. Y, si te vas, también se te ve como a una traidora. Te la regalo. En cuanto a la vergüenza, la sentí fuertemente durante el tiempo en que llevaron a juico a mi papá, sobre todo ante algunas notas que salieron en los diarios. Yo cursaba en la Facultad de Psicología y empecé a sentir vergüenza al escuchar mi apellido en voz alta. Si bien no es Etchecolatz, ni Videla ni Massera, el apellido estaba presente en los medios. Incluso, recuerdo que una compañera me preguntó acerca del tema
Y el libro se llama “Llevaré su nombre”…
Es una forma de expresar el posicionamiento político que asume el colectivo. Es la historia que nos toca, es la familia en la cual nacimos y desde allí asumimos ese lugar de enunciación. Somos esta historia. En tal caso, el que deshonró la familia es mi padre.
SURCOS DE CRECIMIENTO
“La nieve, indiferente, se llevó mi llanto cobarde y me alejé lentamente en el alba de polvo, una sombra más abriendo surcos en la caspa de Dios.”
“La sombra del viento”, Carlos Ruiz Zafón.
¿Qué pasó con el quiebre en “Historias desobedientes”?
Es parte de un proceso de crecimiento. Ni bien surge “Historias Desobedientes”, todo se da de manera vertiginosa y exponencial. Comenzaron a llegar muchos mails y mensajes y nosotros no teníamos estructura para sostener algo tan grande. Por supuesto, estaba la fuerza de enfrentar nuestras historias desde un colectivo. Al principio, aparecieron dos ramas distintas, “Ex Hijos” e “Hijos Desobedientes”. Después, “Ex hijos” no se colectivizó, una decisión vinculada con un posicionamiento subjetivo, ya que ellos tienen otros caminos y otras militancias. En “Historias Desobedientes” asumimos este lugar como un acto social nuevo, que surge desde esta voz, y por ahí fuimos avanzando. Luego, dentro de la agrupación, la mayoría tiene poca formación política, poco recorrido en militancias, y eso incide en cómo encontrarnos y organizarnos. Por otro lado, muchos llegan con sentimientos de pertenencia a otros espacios y se suman de manera más tangencial. Últimamente nos pasa que muchas personas se acercan con la idea de llegar a una mega institución a la cual le pueden pedir ayuda en la búsqueda de legajos y datos. Bueno, nosotros hacemos lo que podemos, pero nos cuesta. Recién ahora estamos empezando a cumplir un rol social importante, en tanto referencia de otros familiares de genocidas. Pero, a la vez, quienes pertenecemos a “Historias desobedientes” tenemos nuestras vidas y obligaciones.
Sí, aparte están las resistencias. Incluso Nora Cortiñas contó que, previo al encuentro con ustedes, algunas organizaciones de Derechos Humanos se plantearon ciertos resquemores, acerca de si dar ese paso podría leerse como una reconciliación con los militares. Algo que, ella misma aclara, después no resultó de ese modo, para nada.
Acá es donde aparece la representación social de las lealtades familiares, que opera a nivel inconsciente. Nosotros tenemos una posición tomada en relación a esto. Por supuesto, no nos consideramos víctimas. En el uso social que tiene la palabra víctima, nosotros acompañamos a las víctimas y nos ponemos a disposición. Por otra parte, hay también otra dimensión: están en juego crímenes de lesa humanidad, que lesionan a toda una Humanidad de la cual nosotros somos parte. Ese es uno de los argumentos utilizados en un proyecto de ley, en el que pedimos se nos permita declarar en juicio, si eventualmente alguno tiene algo para aportar, porque no nos pueden dejar por fuera de la Humanidad. Es que en la ley prima la cohesión familiar, y ahí está otra vez el mandato de lealtad. Eso lo tenemos recontra trabajado. Obviamente hay casos de padres violentos, abusadores, maltratadores, que se resuelven en otro ámbito. Pero, quiero resaltar esto: en el ámbito político nosotros acompañamos a las víctimas.
JADEOS EN CORAZÓN DE ORO
«¿En qué instante se detuvo el corazón de mamá? ¿Cuánto bombeó ese músculo la sangre derramada?»
“Aparecida”, Marta Dillon
El final de la primera parte del libro tiene muchas oraciones huérfanas- breves, encolumnadas, entrecortadas-, como si en esa zona el texto jadeara. Asocié ese balbuceo con una cierta orfandad ¿cómo te llevás con esa sensación?
Hay un complejo de orfandad, sí. Es tema de análisis. Vengo de una familia con una figura paterna muy fuerte. Siempre digo que, en orden de jerarquía, estaba Dios padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra y, al lado, mi papá. En esa construcción familiar crecí, con una mamá que sostenía todo el tiempo a ese padre endiosado. Ustedes leyeron la carta que ella me escribió…
Julio de 2008
CARTA PARA ANALíA Todavía no salgo de mi asombro por tus palabras bajas, crueles y sin consideración. Estamos hablando de tu papá, no del vecino de la casa de enfrente. Tu papá, que con sus muchos defectos pero también virtudes te adora. Pegaste en lo más hondo y eso nunca lo voy a olvidar, me desgarraste el alma porque si estás estudiando Psicología sabrás que hay un momento para cada cosa y este no era el momento y hay una palabra que se llama PRUDENCIA, que tantas veces en vano trate de inculcarte. Este era el momento de estar más unidas que nunca, siempre fuimos 5 que con críticas y chistes estábamos juntas, como es la familia, ahora somos 3 que con mucho dolor tratamos de darle fortaleza a papá, ante las mentiras y las injusticias que están haciendo y se publican. Ya sé, ya sé que yo te quiero hacer creer algo que no es o que no fue, que las viudas, esposas muertas, hijos sin padres y personas mutiladas por los terroristas no existieron. Siempre te contamos nuestra historia que es la que nos tocó vivir, de eso nunca te preocupaste ni te importo averiguar nada, siempre los demás antes que la familia, esa fue tu característica, siempre hablar mal, eso me parece egoísmo. No dudo que te duela, a todos nos duele y a Él principalmente sobre todo porque ve nuestro sufrimiento. Además, no puedo entender ese “odio” al hablar de la Policía Federal, sobre todo como hija de policía. Ese extremismo que se está apoderando de vos al final te hará daño. ¿Querés que te recuerde todo lo que nos dio esa Institución que tanto odiás? -Una vida tranquila desde que vos naciste, con un sueldo a fin de mes, el mejor Sanatario en Córdoba para que vos nacieras, trabajos adicionales que sumaban dinero y bienestar para USTEDES, una vivienda digna a un precio razonable, el Churruca donde nació tu hijo, lo que consideramos en su momento que eran las mejores escuelas para que estudiaran, vacaciones, mar del plata, y libertad para que se formen con sus propias ideas. Claro, pero eso no es importante. Pero más que nada le permitió a tu papá cumplir con su vocación, eso que tenemos adentro muy arraigado. Yo creo que mi vocación es la maternidad y mi familia. No sé si comprendés esto, porque sinceramente no creo que la docencia sea tu vocación. Acá lo importante es cuestionar lo que hizo un hombre al que amo y adoro con todas las fuerzas de mi corazón, no importa si él fue perseguido, si casi lo matan en muchas oportunidades, si casi vuela con la bomba del edificio, si juntó cachos de pies, manos, brazos de compañeros en esa misma bomba y en otras, si defendió y salvó muchas vidas, si me salvó a mí de un apriete o muerte, lo importante es lo que sale publicado y nada más, al ser humano, a la persona, la condenamos y se acabó. ¿Te cuesta mucho esperar un poco más antes de condenarlo? ¿O por lo menos antes de hacércelo saber? Porque vos ya lo condenaste. Todavía no salía de mi asombro por tus comentarios del domingo pasado, decías estar muy orgullosa de ser zurda y atea. Ojalá la vida nunca te ponga en un brete que tengas que acudir a Dios. Él esta siendo muy generoso con vos regalándote esos dos pimpollitos que son Gino y Bruno. Y por último te pido que nunca más vuelvas a visitarlo ahí, porque todas y todos los que vamos es porque estamos con ellos (esposas, concubinas, hijas, hijos, amigos, parientes que van con el corazón). La vida tiene muchas vueltas y uno no es dueño de la verdad absoluta, como vos estás vociferando, pero esto no te lo perdono. Tu Mamá |
Es impresionante, en la carta, ella te reclama a vos creer tener la verdad absoluta y, a la vez, de modo absoluto, sentencia que vas a perder lo más importante en la vida, que es la familia.
A mi mamá la pienso y la repienso. Entiendo cómo quedó atrapada en esa lógica de pensamiento, de mandato.
¿Alguna vez llamó amor a esa lealtad que ella tenía por tu padre?
Sí, lo incluye en su carta: “Con todo lo que papá hizo por nosotras…” “El hombre a quien yo adoro…”. Por eso hago el esfuerzo de incluir esa correspondencia en el libro, porque implica incluir lo que ellos piensan en primera persona. Las primeras palabras de mi hijo, Gino, fueron “mamá, papá, abuelita, abuelito, tía Claudia…” Ese registro está en el libro para que se entienda cómo era el contexto. Mi mamá llegó al final de sus días sin poder poner en palabras todo esto que le pasaba, en un nivel de sometimiento absoluto. Convaleciente y al borde de morir, mi papá la seguía llamando por teléfono para pedirle que le llevara tal o cual cosa a la cárcel.
Ella decía que eras la más callada de las hermanas. Vos terminaste escribiendo este libro y ella se fue en silencio.
Sí. También escribió que yo era la del corazón de oro, como algo distinto dentro de la familia desde la sensibilidad. Me gustaría saber qué les escribió a mis otras tres hermanas también pero no sé…
CURSOS DE LA PALABRA
“Lo que me une a este libro no sólo es la memoria. Sino el reconocimiento de que, sin esta escritura, nunca habría experimentado otras dimensiones de la palabra”.
Palabras iniciales al libro “Raíz de Rocío”, Mia Couto
El otro día entrevistamos a Ferni de Gyldenfeldt, una cantante trans, que sabe de la potencia que da y del costo que implica la desobediencia. Una de las preguntas que surgió es cuándo la desobediencia corre el riesgo de volverse moral…
Los familiares de genocidas, creo yo, tenemos un deber de desobediencia, un deber ético de pronunciarnos, de repudiar públicamente los crímenes de nuestros padres, un deber que está opuesto al deber de lealtad. Más allá del vínculo de afecto que eventualmente uno pueda tener o haber tenido, eso no nos exime de decir que secuestrar gente, torturar y robar bebés está mal, más aún, en el marco de un plan sistemático. El otro día participé en un encuentro de Derechos Humanos en la Universidad Nacional de Rosario, donde el título de la ponencia era “Sobre sentires insurgentes”. Terminé por decir que el derecho a oponernos es también un deber.
Un deber surgido de una decisión personal, más que moral.
Sí, y que viene acompañado de una construcción social. La emergencia de un movimiento como “Historias Desobedientes” es en Argentina, y no es casual. En ningún otro país se avanzó tanto en materia de Derechos Humanos como acá. Nosotros tuvimos juicios a lo largo y a lo ancho de todo el territorio, orales y públicos, con los jueces ordinarios, con las leyes vigentes al momento de los hechos. Y eso permitió una construcción social que no se dió en otros lados. Dentro de ese saber social, de esa circulación de la palabra, se genera una conciencia dentro de los propios familiares de genocidas que no se generó en otras sociedades.
En la causa del Regimiento de Mercedes, intentaron no permitir el acceso a familiares…
Yo estuve ahí. Al final tuvieron que habilitar el ingreso. Hubo tres condenas a perpetua, los crímenes fueron caratulados como crímenes de lesa humanidad. Es más, Sánchez Zinny, uno de los condenados, la había acusado por falso testimonio a Bárbara García, que era una nena cuando secuestraron a su mamá y a quien nunca se le borró la cara del tipo que se la llevó.
VOCES DESVELADAS
“De ese único espasmo nació todo:/El mismo abismo que nos envuelve y desafía,/El mismo tiempo que desova y nos derrota,/Todo lo que cualquiera haya pensado nunca,/Los ojos de cada mujer que hemos amado,/Soles de a miles
Y esta mano que escribe”.
“En el comienzo”, Primo Levi (1970)
Estuviste en Alemania, vinculada con parientes de genocidas nazis. Me impresiona cómo extendés tu militancia hacia el futuro- en la dedicatoria del libro a todos tus sobrinos, por ejemplo- pero también hacia el pasado….
Apenas surge “Historias Desobedientes”, Héctor Shalom, el director de la Casa Ana Frank en Argentina, nos convoca a dar una charla en un espacio que él trabaja con adolescentes. En noviembre de 2019 gestionó, junto con la Casa Ana Frank de los Países Bajos, un contacto con Jacqueline Gies, que es nieta de un jerarca nazi, Robert Gies, uno de los responsables de la masacre de Lidice, en Checoslovaquia. Ella había estado explorando su propia historia, no la había hecho pública. Pero, al visitar un sitio de memoria, fue al libro de firmas y dejó un mensaje, donde expresaba el repudio por lo que había hecho su abuelo. A partir de ahí la ubicaron y Héctor hizo gestiones para que ella viniera a Argentina. Acá se encontró con Sara Rus y se abrazaron, en un encuentro muy emotivo. También estuvo con “Historias Desobedientes”. Para Jacqueline fue revolucionario enterarse de nuestra presencia. Héctor había programado otro encuentro para 2020 en Berlín que no se pudo realizar por la pandemia, pero se hizo ahora, con convocatoria a descendientes de víctimas de la Shoa y descendientes de nazis, incluída Jacqueline y dos invitados más. Uno participó por zoom. En un momento se quebró y no pudo seguir su intervención. La otra expositora, descendiente de nazis, no pudo llegar. En otra mesa participamos integrantes de “Historias Desobedientes” y víctimas de dictaduras latinoamericanas. Estaba Vicky Montenegro, dos chicas de Hijos-Paris, y Enrique, un sobreviviente, exiliado en España.
¿Cuál fue tu sensación allá?
Era todo un contingente de personas, becadas para un seminario de Derechos Humanos en catorce países de Latinoamérica y también los ganadores del concurso literario Ana Frank, pibas y pibes de 18 años. Hicimos un recorrido por sitios de memoria, vinculado a las formas de recordar, vimos los distintos monumentos, el legado de Ana Frank. Luego fuimos a Berlín, donde estaba el encuentro de “Sumando Voces”. Pero, en todo el trayecto, nuestro discurso introdujo la perspectiva de los familiares de los genocidas, algo sobre lo cual antes no se interrogaba. Y fue conmovedor. El día de la exposición, en el espacio de preguntas posterior, una chica levantó la mano y dijo “Quiero decir algo que nunca antes dije. Soy nieta de nazis”. Y pudo expresarse porque nosotros estuvimos ahí. Se me llenaron los ojos de lágrimas, no podía creer que pudiéramos generar eso. Y, al final, aparecieron otros más, cinco descendientes de nazis. En ese sentido, existe un trabajo de revisión en la tercera y cuarta generación, entre nietos y bisnietos de genocidas.
Evidentemente, se deben superar muchos miedos para hablar de estas cuestiones en público. Ya que hablamos de miedo, ¿te dió temor la posibilidad de que tu viejo saliera con salidas transitorias?
Miedo no, me dio una sensación de injusticia. El libro salió en 2020, el año en que a él le niegan las salidas transitorias. No obtante, a principio de 2022, las vuelve a solicitar y el tribunal de feria que interviene se las otorga. Creo que él está lleno de odio y convencido de que lo que hizo está bien, no me es indiferente eso. En términos personales, me preocupa que intente vincularse con Gino y Bruno, y cómo esto puede repercutir emocionalmente en mis hijos. Algunas veces lo charlo con ellos, que ahora son adolescentes y van creciendo. Me deja tranquila que ellos saben que cuentan conmigo para lo que necesiten.
LICENCIAS DE FRONTERA
“¿Es este un caso antológico de mala fe, de mentiroso autoengaño combinado con estupidez ultrajante? ¿O es simplemente el caso del criminal eternamente impenitente (Dostoievski en una ocasión cuenta que, en Siberia, entre docenas de asesinos, violadores y ladrones, nunca conoció a un solo hombre que admitiera haber obrado mal), que no puede soportar enfrentarse con la realidad porque su crimen ha pasado a ser parte de ella?”
“Eichmann en Jerusalén”, Hannah Arendt.
En uno de los epígrafes de tu libro aparece la pregunta sobre cómo contarles estas historias a los hijos, ¿cómo fue tu caso?
En realidad, no se los tuve que contar, ellos lo fueron viviendo todo el tiempo. En la salita de 4, en la ronda en que todos contaban qué habían hecho el fin de semana, Gino dijo “Yo fui a la cárcel a visitar a mi abuelito porque mató a muchas personas”. Al otro día me citaron, claro. El jardín al que concurría, el Iva (1), también ese fue un espacio para poder empezar a contarlo yo. Mi historia me desbordaba y llegaba a mis hijos. Bruno, el más chico, nació en 2008, no conoce a sus abuelos. La pregunta está. Y la angustia frente a esto emerge cada tanto.
En “La carta abierta a la esposa de un represor”, incluida en tu libro, te preguntás, “¿En qué momento uno tiene que decir lo que siente?, ¿cuál es el momento para decir la verdad?». Te devolvemos la pregunta, ¿cuándo hay que decir lo que uno siente?, ¿cómo decir y cuidar a la vez?
Yo digo siempre lo que siento. Cuido la forma, tal vez, me encuentro con el dolor de otro o con lo que puede representar mi imagen, al ser “la hija de”. Esto me atraviesa. Creo que tiene que ver con los modos en que uno transmite lo que siente.
En tu texto contás que, en un grupo de trabajo de la facultad donde participaste, se decidió laburar con un miembro de HIJOS. Informada la profesora sobre tu situación, la profesora opinó que vos debías salir del grupo o el grupo debía cambiar el punto de la investigación. La profe te dijo, “Tomá esto como un cuidado”. ¿Cómo lo tomaste?
Me dio mucha bronca en ese momento, la pasé mal, pero después entendí.
Retomo otra pregunta que te hacés en el libro. ¿Cómo es posible que una persona llegue a asesinar, a torturar? Y agrego: y que, además, invite a otros a hacerlo, tal como hizo con la pareja de tu tía, a quien la situación le pareció repugnante.
Es algo que me atormenta, cómo puede ser considerado válido pasar ese umbral de humanidad. En Alemania, cuando visitamos los campos de concentración y nos contaban cómo operaban, se mencionó la cosa institucional, la del funcionamiento en masa. En algunos, en el plano individual, aparecía cierta dimensión traumática -o compleja al menos. Por ejemplo, nazis que no podían dormir por la noche después de haber asesinado prisioneros. Eso lo resolvieron con un invento: un dispositivo en el que la víctima era puesta de espaldas contra una pared, como si le fueran a medir la estatura, y detrás de esa pared, a través de un agujero, alguien a quien la víctima no le veía la cara le pegaba un balazo. Por otro lado, los soldados nazis se emborrachaban para luego entrar en patota al campo y, en ese estado, torturar y matar. Entonces, al no ver el rostro de la muerte o cuando actuaban en masa, se sentían totalmente habilitados. En ese sentido, hay que pensar cómo operan acá las instituciones. Las fuerzas armadas y las de seguridad aún hoy se forman y operan con la lógica de la obediencia debida. Las violencias se reproducen en distintos niveles.
Pienso en el modo en que tienen los funcionamientos actuales de reproducir violencias, por goteo. Si se puede matar de a poquito de hambre y exclusión; si se puede empeorar las vidas, generar pobreza y resentimiento, ¿por qué nos sorprendería que esa violencia, a la que solo le hace falta levantar un poco más la llama, mate de manera explícita?
Es una batalla que hay que seguir dando. Creo que estamos mejor. Hoy, quienes detentan discursos de odio los tienen que disimular un poco. Pero es cierto que todo el tiempo avanzan, con prácticas negacionistas y otras estrategias. Lo bueno y necesario es seguir con el trabajo y ejercicio de la memoria, para que podamos seguir construyendo redes humanas, compromiso social y amor al prójimo.
- IVA: Instituto vocacional de arte, Manuel José de Labardén.