El tiempo: entrevista a la escritora Ana María Shua

Entrevista: Estela Colángelo, Gabriela Stoppelman, Pablo Soprano
Edición: Gabriela Stoppelman
Fotografía: Ana Blayer

 

              “Y aunque cumplas la terrible condena de no poder estar cuando/te llamo, sin duda en algún lado organizas de nuevo la familia, /o me ordenas las sombras, /o cortas esos ramos de escarcha que bordan tu regazo para dejarlos/a mi lado cualquier día/o tratas de coser con un hilo infinito la gran lastimadura de mi corazón.”
              “Si me puedes mirar”, Olga Orozco

 Se levantó inquieto, como quien advierte el pespunte de un comienzo, o el pimpollo de un clarear. Hacía tiempo había renunciado a los almanaques que, a su paso, se fruncían en un bollito aterrorizado. Nunca entendió por qué tantas reticencias con él y no con su hermanita, la eternidad. De todos modos, el infinito acomodó sus vertientes. Con el peine, le dio un poco de volumen a sus incontables chances. Entusiasmado, soslayó su habitual incapacidad para terminar de vestirse, y se plantó frente al espejo. Desde chiquito, soñaba con lo imposible: verse completo. Cuando el espejo era amable en sus concavidades, su mirada hurgaba en lo profundo. Cuando los marcos resultaban flexibles, él esmeraba altos y extensiones, siempre con la ilusión de caber, de sentirse, de una vez por todas, en su casa. Y, aunque el deseo no se saciaba, el espejo jamás lo hundía en el tedioso tiempo de la soledad. Una vez, le devolvía un detalle, los restos de un plato de loza azul con el dibujo de un perrito en relieve. Otra, le revoleaba un juguete de paño roto y su lluvia de mijo. Un día, una cicatriz; otro, un silencio.
En raras ocasiones, incitado por sus detrases, casi empujado por la urgencia del azogue, el reflejo se detenía en una antigua muñeca, a la que acababan de operarle la nariz. Pero, como “la felicidad no tiene desarrollo en el tiempo; es estática, puntual, muy apropiada para la lírica, imposible o intolerable para la narrativa”, la imagen duraba poco. Y, entonces, solo restaba caer en incontables desilusiones, ya que nada quiere más un infinito que desplazarse o transcurrir.
De todas maneras, perseveraba. En su persistir, cada tanto creía avizorar el pulso de una historia, que entreveraba gordos y lobisones. Aunque, al poco, la muchidad lo confundía y le difuminaba los contornos.
Sin embargo, por una vez, se levantó inquieto. Diferentemente inquieto. Todo vuelto sobre sí, pulsado por el ritmo de un tiempo “que concentra simultáneamente varias horas en un solo momento vertiginoso y eterno, del que salimos maltrechos, con los relojes mustios, desvaídos”. De ese modo, condensado, espeso, múltiple pero reducido, el infinito vio por fin la forma de sus contornos. ¡Y no va justo en ese instante, y se deshilacha el pespunte de un comienzo! Los bordes se hicieron carretel de tiempo. Y rodaron y rodaron, hasta encontrarnos frente a este espejo, donde conversamos intensamente, con Ana María Shua.

Kusama Pumpkins

 

PARPADEOS DEL AZOGUE

                  “Hablan solos. A veces se los ve a un costado del sol o frente a los árboles o encima de la luna junto a todos los perros. Hablan solos, pero dicen algo, dicen algo a alguien: a su propia infancia, a sus padres también huérfanos, a un fragmento aún lúcido de ellos mismos. Hablan solos porque necesitan decir lo mismo, sin importar que otros ya no quieran escucharlos. Hablan solos para sostener los párpados de quienes ya se han muerto. Para que el frío pueda ser rebatido con sus palabras. Para que el amor no los vuelva a dejar en el umbral aciago de la penumbra. Hablan solos porque una conversación trunca les persigue todo el tiempo.”
                    “Hablar con desconocidos”, Carlos Skliar

Una de las cosas que más nos llamó la atención fue la importancia que les das a los detalles. A veces, pones atención en objetos mínimos que se reiteran. Así sucede en “Como una buena madre”: «Mamá miró los restos de un plato azul, de loza, con el dibujo de un perrito en relieve”. Y, más adelante, “Tom revoleaba por el aire un perrito de paño relleno de mijo. El perrito ya estaba en parte roto y el mijo salía por el agujero de la taza impulsado por la fuerza centrífuga, chocando contra las paredes, cayendo al suelo, sobre las camas, en la cuna”. En otros casos, te detenés en pequeñas marcas en los retratos. Dice en “Los días de pesca”: Me acuerdo perfectamente de la línea blanca de la quemadura en el pulgar de papá. Y, sin embargo, mi papá se murió.”

Ana María Shua con El Anartista. Imagen, Ana Blayer

A decir verdad, en términos generales, soy una persona poco observadora, lo cual interfiere en mi literatura. Mi mamá siempre me decía, “¿vos, que no sabés ni qué hay en las cuatro esquinas de tu casa, sos novelista?”. De cualquier modo, sí me fijo muy atentamente en pequeños detalles, como los que mencionaste. Atiendo a ciertas ínfimas características, a cuestiones únicas y diferentes que sacan a las personas de lo general y las llevan a lo particular. Esos pequeños detalles le dan carnadura a la literatura, lo que yo llamo el jugo de vida.

Decías en una entrevista: “El cuen­tista, como todos, tiene sus ilusiones. El cuentista cree que hay un detalle del universo que lo explica y lo contiene: con su red y su lazo sale a la caza de ese ínfimo detalle esquivo. El universo, sin embargo, no tiene explicación ni tiene límites. De ese fracaso nace el cuento”. No pudimos conseguir poemas tuyos, pero te pregunto si el detalle es también importante para el poema.

Sí, lo es para la literatura en general, la literatura está en la diferencia. Cualquier elemento que uno lleve a un cuento, a una novela o a un poema tiene que ser único. Alguien parpadea todo el tiempo. Pero, si incluimos ese detalle en un poema o en un cuento, es porque ese parpadeo tiene algo único, ausente en anteriores y en futuros parpadeos.

 

REFLEJOS DE UNA MISIÓN

               “Yo creo que también en el hombre hay maternidad. Tanto en su espíritu como en su cuerpo. Pues su modo de engendrar es asimismo una especie de parto. También es parto cuando crea al impulso de una íntima plenitud. Acaso haya entre los sexos mayor grado de parentesco y afinidad que el que se supone comúnmente. Y la gran Renovación del mundo consistirá quizás en que el hombre y la mujer, una vez libres de todo falso sentir y de todo hastío, ya no se buscarán mutuamente como seres opuestos y contrarios, sino como hermanos y allegados. Uniéndose como humanos, para sobrellevar juntos, con seriedad, sencillez y paciencia, el arduo sexo que les ha sido impuesto.”
                 “Cartas a un joven poeta”, Rainer Maria Rilke

           «Nadie puede aconsejarle, nadie. Hay un único medio. Entre en usted. Examine ese fundamento que usted llama escribir; ponga a prueba si extiende sus raíces hasta el lugar más profundo de su corazón; reconozca si se moriría usted si se privara de escribir. […] ¿debo escribir? Excave en sí mismo, en busca de una respuesta profunda. Y si ésta hubiera de ser de asentimiento, […] entonces construya su vida según esa necesidad: su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio de ese impulso. […] Y si de ese giro hacia dentro, brotan versos, no se le ocurrirá preguntarle a nadie si son buenos versos».

«Cartas a un joven poeta»; Rainer Maria Rilke

¿Cuándo necesitás el poema y cuándo, la prosa?

Yashoi Kusama

Bueno, como necesitar, no necesito nada. Podría vivir perfectamente sin escribir, nunca sentí que lo hiciera por necesidad. Eso me trabó durante un buen tiempo porque, habiendo leído de muy jovencita las “Cartas a un joven poeta” de Rilke, me parecía que si no experimentaba esa sensación de que las palabras desbordaban mi cuerpo, entonces no era una verdadera escritora, y no tenía sentido que escribiera.

¡Qué exigente, este Rilke!

Claro, muy exigente. Lo que sí tengo y tuve siempre es una extraña y absurda idea de misión, que creo tienen todos los escritores. No tengo la necesidad, sino la obligación de escribir, para eso vine al mundo, es mi misión, aunque a nadie le interese. Entonces, cada día que me voy a dormir sin haber escrito es como un día perdido.

Sos la primera escritora entrevistada que nos habla de ´misión´…

Sin embargo, cuando una habla con otros escritores, todos lo admiten. Es difícil enunciarlo porque es algo ridícula la idea de una misión que nadie nos pide, que a nadie le interesa. Uno la tiene porque sí.

Hablas de misión, desde un lugar no teológico, imagino….

Claro, es una afirmación de la personalidad, lo que hago en la vida. Por otra parte, siempre me resultó un poco fuerte la frase de Abelardo Catillo “Seré escritor o me suicidaré”.

Todo muy extremo.

Sí, un poco lo es. Pero si mis escritos no hubiesen obtenido la aprobación mínima necesaria, yo hubiera dejado de escribir. Los escritores somos muy pudorosos para usar ciertas palabras. Borges, por ejemplo, nos enseñó que no queda bien decir ´obra´, hay que hablar de los libros y no de la obra. Tampoco podemos hablar de arte ni llamarnos artistas a nosotros mismos, pero yo pienso que hay artistas geniales y mediocres y, en definitiva, incluso quienes practican el arte culinario, son artistas. En ese sentido, sí puedo hablar de mi relación con el arte y, de mí, como artista. Ahora, cualquier arte es algo que hacemos para los demás. Y, si no obtenemos ningún tipo de aplauso, bueno… quizás nos hemos equivocado de camino.

Wink space kaleidoscope, Masakazu Shirane & Saya Miyazaki

 

CONTORNOS DEL AZAR

             “La experiencia le decía que dentro de esa superficie cuya forma procuraba descubrir, la intensidad en la comunicación con los pájaros variaba según el lugar que él ocupase. Si estaba próximo al supuesto contorno de la forma los pájaros venían, pero de mala gana, no se atrevían a acercarse demasiado; jamás en esos lugares marginales llegaban a comer en la palma de la mano. Lo miraban un poco, se asustaban y se iban. Si estaba fuera de la forma, ni siquiera lo escuchaban, más bien trataban de huir de él. Pero venían solos cuando por puro azar se acercaba a lo que podía ser el centro de la forma, siempre con un poco de miedo y limitándose, quién sabe lo que pasaría cuando encontrase el lugar justo”.
              “El vuelo del tigre”, Daniel Moyano

Hay escritores que no publican y siguen escribiendo. Kafka, fuera de lo que publicó en vida, ya era escritor de sus textos póstumos antes que Max Brod los publicara. Hay unos cuantos otros que en vida no publicaron nada. Otros eligen lugares no tradicionales para publicar, como las redes.

Ana María Shua con El Anartista. Imagen, Ana Blayer

No los llamaría escritores. Hay mucha gente que siente la necesidad de volcar sus sensaciones y sus sentimientos en el papel, es algo muy bueno, positivo y loable. Incluso hay gente que escribe mucho y después quema todo. Un escritor profesional, por llamarlo de esa manera, no escribe solo para expresarse. Y, si no publica un libro, pero sube sus cosas a las redes, lo hace para los demás, con la clara intención, en este caso, de obtener “Likes”. Es decir, el escritor profesional escribe para provocar emociones en otros: alegría, ira, reflexión, risa. Necesita y considera la participación del lector, aunque no píense en el lector cuando está escribiendo. Mientras escribo, muchas veces sé cómo sigue un texto, y dosifico el modo en que el lector se irá enterando de eso que yo ya sé.

Hay elementos que un escritor conoce y controla. Pero también interviene el azar, ¿cómo te llevás con esas irrupciones?

Absolutamente, el azar suele intervenir. ¿Cómo me llevo con eso? Bueno, es azaroso y arbitrario. Hay mucho que no se puede controlar en la escritura. Me han preguntado bastante por el proceso de escritura, sobre todo, por el momento en que se me ocurren las ideas. Yo no lo sé. De saberlo, podría prever qué sucederá de un punto en adelante, podría convocar a las ideas cada vez que las necesito. Pero no es así, no sé realmente cuándo ni si voy a volver escribir otro libro, ni puedo decir exactamente cómo se produjo esa especie de magia, al tiempo de escribir cada uno de todos los libros que escribí hasta ahora. Puedo contestar específicamente de dónde salió la idea de un libro en particular, o de un cuento. Nada más.

¿Y qué pasa con la misión cuando no escribís?

Bueno, ahora ya cumplí, escribí mucho, tengo unos ciento ochenta libros publicados, la mayoría, de cuentos infantiles. He cumplido con mi misión. Si de acá en adelante sale algo más, será bienvenido, pero ya hice mi parte.

Wink space kaleidoscope, Masakazu Shirane & Saya Miyazaki

 

CAÍDOS EN EL MORFI

                 “Sentía que las cosas dejaban su huella en una parte blanda de mi cerebro que guardaba constancia de todo. Pedazo a pedazo, el chocolate se había introducido dentro de mí. Descubrí entonces que, en el extremo de aquella difunta golosina, había una mano, y que al final de aquella mano había un cuerpo culminado por un rostro bondadoso. Y yo, la voz, dije: —No sé quién eres, pero, dado que me has proporcionado comida, eres una buena persona. Las dos manos levantaron mi cuerpo para sacarme de la cama-jaula y me encontré en unos brazos desconocidos.”
                  “Metafísica de los tubos”, Amelie Nothomb

En tus textos hay muchas menciones relacionadas al tiempo, que es el tema de este número Anartista. Algunas de las que más nos interesaron hablan de la experiencia de distintas velocidades del tiempo. En esas vivencias, se dan hasta modos singulares del pensamiento. Por ejemplo, en “La columna vertebral”, dice: “el ir y venir del pensamiento tomó un ca­mino cerrado hacía tiempo, el curso de una vieja sinapsis tan inútil como el socavón abandonado de una mina en la que no queda ya la menor veta de oro.

Recuerdo siempre la frase de San Agustín: “El tiempo es una cierta distensión del alma”. Hay algo que escribí en “Soy paciente”, mi primera novela: “La soledad es el más largo de los castigos.”

Una experiencia ralentada la de la soledad, pero no vacía.

Absolutamente ralentada, pero no necesariamente vacía, uno nunca puede librarse de sí mismo.

“El tiempo se volvió lentísimo, como cuando una persona se cae por la calle y alcanza a darse cuenta de cada uno de sus movi­mientos, percibe la forma exacta en la que va a impactar el cuerpo sobre la vereda.” En este fragmento de “Ha llegado un escritor”, la lentitud del tiempo le da al personaje una conciencia muy singular de su cuerpo.

Masakazu Shirane & Saya Miyazaki

Es simplemente una observación de la realidad. Cuando uno tropieza y se cae, todo sucede en un instante y es absolutamente incontrolable. Pero, al mismo tiempo, uno tiene conciencia de cómo se va produciendo esa caída y todo lo que podría haber hecho para evitarlo. Ese juego de velocidad y lentitud que se dan simultáneamente en la caída siempre me pareció interesante.

Hay muchas caídas en tus textos. Recuerdo las caídas del cuento “Una sesión de tomas”: “En un rincón estaba parada Valentina, paralizada de susto. Paulita estaba sentada en el suelo con la cara ensan­grentada, rodeada de libros tirados por todas partes. Se había caído un estante de la biblioteca (…) Mientras Berenguer corría a abrazarla, la chiquita, con la cara lívida, se derrumbó. No respiraba.”

Nunca lo había pensado, una escribe cosas de las que no es consciente. Alguien una vez me dijo que, en “Los amores de Laurita”, los personajes comen y vomitan todo el tiempo.

Eso es evidente en “El peso de la tentación”. Recién decías que, si te preguntan específicamente por un libro, te acordás cómo surgieron las ideas ¿De dónde viene tanto conocimiento con respecto a las dietas?

Es absolutamente autobiográfico. La historia clínica del texto es la mía, aunque la granjita es inventada. Tiene que ver con mis experiencias con el Doctor Ravena, con quien siempre quedé agradecida. Pero pensé que, si empujaba un poquito la experiencia vivida en Ravena y la hacía cruzar cierto límite, se convertiría en esa novela que escribí. El profesor de la ficción utiliza las mismas técnicas, pero las lleva hasta las últimas consecuencias, en un mundo que no es exactamente el actual, es una novela donde hay un poco de anticipación.

Y la protagonista no tiene paz, todo el tiempo intenta algo…

Todo el tiempo. Yo solo puedo escribir novelas acerca de temas que me perturben mucho personalmente. No me pasa lo mismo con los cuentos con los microrrelatos. El tema de la comida siempre fue para mí una preocupación constante.

Ana María Shua con El Anartista. Imagen, Ana Blayer

 

FOCO A LAS SOMBRAS

                   “Solía pasarse largas horas contemplando las líneas sinuosas de los ríos y las sombras de los montes, como si navegara o se internara por ellos, y con emociones de percepción real oía el bramido de las aguas donde decía cataratas y sentía el silencio de las tierras desiertas en los claros del mapa.”
                     “Canaíma”, Rómulo Gallegos

Hay muchos juegos de espejos en tus textos. En “los días de pesca”, el futuro padre muerto examina un pez muerto: “Les sacaba las tripas. Les abríamos los intestinos para ver qué habían comido. Mientras lo estábamos haciendo yo me imaginaba que iban a aparecer allí toda clase de maravillas, como anillos mágicos o pedacitos de vidrio. Sin embargo, nunca me decepcionaba porque papá, examinando el picadillo, me daba una larga explicación sobre lo que habían comido los pescados. Ade­más a veces encontrábamos caracoles o cangrejitos”. También, en “La muerte como efecto secundario”:Cuando lo veo casi siempre me doy cuenta, los años de convivencia me enseñaron a distinguir, pero su voz me confunde, es demasiado parecida a la mía”. Y, sobre todo, en ese segundo movimiento de torsión que genera el extrañamiento en tus microrrelatos…

La verdad es que no lo había pensado hasta que ustedes me lo señalaron.

Sí, y otro modo de extrañamiento sucede, frecuentemente, en relación a los cuerpos. Entre muchas referencias, “Soy paciente” dice:Dormir solo y enfermo es horrible. La oscuridad se enrosca alrededor de los brazos y uno siente que se le mete por todas las grietas del cuerpo, que lo va hinchando y ennegreciendo por dentro.”

Ana María Shua con El Anartista. Imagen, Ana Blayer

Se habla mucho de la unidad de cuerpo y mente. Se insiste en eso, porque la sensación real que tenemos es la de sentirnos encerrados dentro de un cuerpo. Estamos acá y el cuerpo a veces nos acompaña y otras nos traiciona. Nos traiciona con la edad, por ejemplo. La mente, en algún momento, también. Pero, si tenemos suerte, la lealtad de la mente dura algo más que la del cuerpo. De cualquier modo, la concepción del alma aparece incluso entre los antiguos griegos, quienes no tenían, como los cristianos, una idea de premios en la otra vida. Sin embargo, en el Hades, estaban las sombras, ansiosas por recuperar a sus cuerpos, necesitadas de sangre para recuperar su realidad. Habían logrado esa cosa extraordinaria que aparentemente queremos los humanos: ser solo mente. Y, al mismo tiempo, las sombras extrañaban y deseaban patéticamente sus cuerpos.

¿Queremos ser solo mente?, ¿por qué creés que tendemos a esa división?

Es humano, las ideas del alma o de vida después de la muerte están prácticamente en todas las culturas y religiones del mundo. La actual división cuerpo-mente, en otro momento, era cuerpo-alma. Pero el hombre siempre tuvo la sensación de que existe otra cosa más allá de su cuerpo, algo que quizás está atrapado en él.

Durante siglos, nos hemos hecho mucho daño con esa división, sobre todo, al despreciar el cuerpo y priorizar el alma o a la mente.

Por supuesto, sin duda. Pero creo que no hay que tener la fantasía de que esto es solo característico de nuestra cultura y de nuestra sociedad. Es humano. Quizás esta división aparece en el momento en el que surge el lenguaje. Tiene que ver con la palabra.

Soo Sunny Park

 

CAOS ESPECULAR

                “Es la transparencia que paga su deuda/Es siempre esa cabeza/De labios deliciosamente entreabiertos/De este lado del muro/Y del otro lado quizás en la punta de una pica.”
                “Bajo palabra”, René Char

En tu bello libro “Botánica del caos”, leemos: “La tierra es informe y está desnuda, pero no vacía. No vemos su desnudez porque nos ciega piadosamente la palabra. Antes y por detrás de la palabra, es el caos”. ¿Cuál es tu relación con ese caos, sobre todo, en lo vinculado a la escritura?

La realidad es caos. Lo que hace nuestra mente y, por supuesto, la palabra, es organizar ese caos en algún tipo de cosmos. Necesitamos fingir que todo lo que nos rodea no es caos para poder seguir adelante. Así, la palabra clasifica y organiza.

La poesía siempre intenta aproximarse al caos…

Soo Sunny Park

La poesía reconoce la existencia del caos y trata de acercarse. Pero nunca podemos liberar a nuestra mente de la organización dada por la cultura en la que crecimos. Solo los bebés están liberados de esa organización de la realidad, un bebé sí percibe el caos. Ahora bien, la poesía tiene conciencia de que el caos existe y trata de pasar a través de la barrera de la palabra para observar y traer algo de ese caos, que está más allá de la palabra. A veces lo logra, aunque no totalmente.

¿Y la narrativa?

La narrativa también, pero mucho menos. En general, la literatura trata de utilizar la palabra para decir lo indecible. Para esa tarea, no cuenta con más elementos que la palabra. La poesía es la que más se acerca a lo indecible, aunque la narrativa intenta esa aproximación de otra forma. Acá es interesante marcar la diferencia, tan notable y difícil de explicar, entre un cuento y una anécdota ¿Por qué una anécdota no es un cuento? Porque le falta ese intento de captar algo que no es evidente en la realidad, eso que va más allá de esa pequeña historia, lo indecible que corre por detrás. Sin la literatura, todo sería anécdota.

 

PERTURBACIONES DEL INFINITO

                   Vuelan las aves, marchan al infinito, la sierra retorna al color del otoño, subo y bajo por la colina de Huázi y mi decepción, ¿dónde tiene su cima?”
                   “La colina de Huazi”, Wang Wei

De tu texto, “Lo temible”, marcamos esta cita: “Temible es lo que no se puede contar: los sueños, la locura y también lo innumerable o infinito nos recuerdan que la vigilia, la cordura y los límites son apenas categorías del pensamiento, que el universo es una dilatada pesadilla, que nos despierta la muerte”. El infinito es otro asunto que aparece mucho en tus textos y entrevistas. Si el infinito, uno de esos temibles, no existiera, ¿con qué horizonte escribir?

Ana María Shua con El Anartista. Imagen, Ana Blayer

Me hiciste acordar de mi relación con el infinito cuando era muy chica. Una vez me dijeron que los números eran infinitos. Es decir, si yo empezaba a contar, no podría terminar nunca. Eso me asustó muchísimo, me dio una tremenda angustia. Y lo mismo me produce la idea de espacio infinito, una idea tan perturbadora, que la mente humana no puede aceptarla fácilmente.

Aparte de un infinito cuantitativo, podemos pensar en un infinito de intensidad, como los grados del infinito que proponía Spinoza. En tus textos “Puntualidad de los filósofos”, donde te referís a Kant, aparece otra figura spinoziana:El profesor Kant pasaba por aquí todos los días exactamente a la misma hora. Gracias a su puntualidad regulábamos el tiempo y los relojes. Desde que Kant ha muerto, toda certeza es precaria, a cada instante todas las horas son posibles. Y más de una vez se concentran simultáneamente varias en un solo momento vertiginoso y eterno del que salimos maltrechos, con los relojes mustios, desvaídos”. En este caso, se trata de la eternidad en un instante.

Qué interesante, no lo había pensado antes…

El final de “La hija” también produce este efecto de concentración: una poderosa caída de ficha, que se siente con muchísima intensidad en el cuerpo de una madre, aliviada ante la posibilidad de la muerte de su hija. A su vez, la idea de los hijos como amenaza se ve también en “Como una buena madre” …

Ese cuento es un poco autobiográfico, aunque bastante exagerado. Lo notable es que lo escribí cuando tenía dos hijas. Después tuve una más, así que en total soy madre de tres hijos, como la madre del cuento. Este es un ejemplo de esas cuestiones que el escritor no puede manejar. También suceden otros hechos que exceden cualquier cálculo. Por ejemplo, al terminar el libro “La muerte como efecto secundario”, estaba convencida de que el padre había matado al hijo, y los lectores piensan que no.

Soo Sunny Park

 

CÓNCAVO Y CONVEXO

                  “El tiempo -se dijo-/será esta ceremonia/del té. /Es cosa de los astros/si pueden partir/el mundo en dos/en un segundo. /Es cosa de los otros/sus manos. /No es una huella/ que dejará/según mueve la pluma. /Es que esas huellas/de sus dedos/son irrepetibles. /Pero llevan su tiempo/las palabras.”
                  “Rikyu”, Susana Villalba

Un interesante juego que genera esa ambigüedad de posibilidades se da en “La hija”, donde conversan la ficción con la reflexión sobre la novela. En una entrada del diario, decís “¿por qué la escritura no será más natural?”, quejándote un poco ante la dificultad para avanzar. La novela tiene una dinámica temporal de continuidad muy exigente…

Sí, es muy difícil escribir una novela. En las películas, cuando una ve a ese escritor que pierde la cabeza y tira la computadora por la ventana, en primer lugar, nota que ese film tiene mucha plata puesta en producción. Y, por otra parte, el espectador comprende de inmediato que ese escritor es un novelista, no un cuentista. El novelista sufre más. Osvaldo Soriano, un novelista nato, decía que empezaba un cuento y, de pronto, estaba en la página 70. Recuerdo haber leído un artículo que él escribió acerca de cómo se quedó empantanado en la escritura de “El ojo de la Patria”. Como no podía continuar, se dedicó a escribir otras cosas. Al tiempo, volvió sobre la novela y la terminó, pero estuvo años trabajando con eso hasta poder resolverla

¿Y cómo es el tiempo del cuento?

Esculturas anamórficas, Jonty Hurwitz

Por supuesto, la escritura de un cuento implica menos tiempo que la de una novela, que a mí no me lleva menos de tres años, es un pantano donde te vas hundiendo a medida que avanzas. En el cuento avanzas, más o menos, sobre terreno firme y podés ir puliendo lo escrito. Si hicieras eso en una novela, no avanzarías nunca. Al menos yo, necesito seguir adelante hasta tener todo un borrador, aunque sea confuso, pero hasta el final. En el camino, cambio las características, la personalidad y hasta los nombres de los personajes. Muchas veces tengo que volver al principio para modificar cuestiones que justifiquen esos cambios. Nada de eso pasa con un cuento, trabajo con un material más sólido y más recortado. Ahora, la línea de tiempo implicada puede ser infinita, incluso en un microrrelato.

Es interesante lo que decís, porque la escritura de la novela es acumulativa, pero no necesariamente cronológica. Esas primeras páginas que un escritor descubre, quién sabe si van a quedar ahí. Por otro lado, dentro de una novela, pueden incluirse muchas experiencias de tiempo, así como, en escrituras breves, implicarse largos periodos.

Exacto. También sucede a veces con el cuento, que lo primero que escribís no termina por quedar al principio. Pero, aun así, en el espacio acotado del cuento, te manejas con mayor facilidad. Piensen que los cuentos existen desde que el hombre tiene el lenguaje, existían antes de la literatura. Por su parte, la novela empieza con la imprenta, es un género relativamente nuevo, que ya no tiene nada que ver con la oralidad.

 

FUERA DE MARCO

                    Cuando me asomé a la ventana, contemplé abajo, extendida, una maravillosa alfombra verde, toda recamada con margaritas rosas; y entre los sauces que le daban sombra se abría un sendero en el fondo del cual brillaba el espejo azul del mar.”
El pueblo del viento”, Grazia Deledda.

En el prólogo a “Contra el tiempo”, Samantha Schweblin decía. “(…) a sus diez años, Ana María Shua ya había escrito un libro de poemas y, aún antes de aprender a escribir, había sido la espectadora fiel de su tía Musia, que estudiaba declamación y le recitaba los poemas más sonoros de la lengua española”. En relación a lo anterior, nos interesó el peso que tuvo y tiene para vos la oralidad  en tus novelas.

Cuando uno conoce a un escritor, se da cuenta de que en su voz hay mucho del ritmo de la prosa.

El efecto coral, en el doble registro de ficción y diario de “La hija”, también lo encontramos en “Rita y el doctor”, un cuento incluido en tu reciente libro, “Sirena de río”. Allí, aparte del narrador, están los registros de la paciente, los apuntes del psicoanalista y los silencios…

Esculturas anamórficas, Jonty Hurwitz

Sí, y también aparece algo comparable en el último cuento “Un canto a la vida”, vinculado a un cáncer que tuve hace veinte años. En esa historia combino un texto escrito en el momento en que estaba enferma con mi relato de todo lo que pasó, visto desde la actualidad. También tiene que ver con tu pregunta anterior, sobre el tiempo. Me parece que la presencia de documentos -verdaderos o inventados- que fijen ciertos momentos le da más verosimilitud al relato.

En el humor, también vemos las huellas de la oralidad. El humor es siempre una especie de guiño cómplice al lector, una ruptura de la solemnidad.

Muchas veces me preguntan por el humor. Es una parte de mi personalidad. Y aparece en todo lo que escribo, no es algo que deba pensar. Es más, alguna vez, me propuse deliberadamente escribir sin humor, sobre todo, en los libros para chicos. Cuando yo empecé, había una especie de exceso de humor en la literatura infantil argentina. Durante una larga temporada, la psicopedagogía actuó mal y prohibió el conflicto y el drama en el cuento infantil. Entonces, lo que hicieron los mejores escritores de la literatura infantil fue escaparse por el lado del humor. Esa fue la  manera de evadir la censura de las buenas intenciones, que es más peligrosa que la de las dictaduras, porque esta última es muy clara y se puede luchar contra ella. Yo no soporto mucho la desgracia espantosa en los libros para chicos, estoy por los finales felices, pero sí creo necesario que haya drama, tiene que haber problemas graves, cuestiones de vida o muerte, como en Cenicienta o Caperucita, que llegaron hasta nosotros porque son historias muy perturbadoras. Si contás que a una ardillita se le llueve el techito y todos los animalitos van a ayudarla, no podés esperar que los chicos se fascinen o apasionen.

Y vos fuiste a contrapelo de esa tendencia con el humor…

Yo trabajé quince años en publicidad, y me dije “Hay que romper la tanda. Si viene todo de humor, yo voy a escribir otra cosa”. Por suerte, en esa época, Elsa Bornemann ya estaba abriendo camino. Yo siempre digo que “La fábrica del terror” me la publicaron gracias a que ella había tenido tanto éxito con “¡Socorro!”.

Infiniy mirrored room, Yayoi Kusama

 

LOS HERMANOS SEAN UNIDOS

            “ahora que todo empieza a terminar/confiemos en la diferencia de nuestras muertes/nada las cambiará/menos estas alianzas pasajeras/las maravillosas delicadezas y sus culitos pateados /cada vez que muevo esta mano/cambio de lugar un objeto/aparto algún rostro/como en un triunfo de mis peleas y de mis muertes/o una felicidad de mi final/sé que mis hermanos desconocidos no me olvidarán.”
             Juana Bignozzi

En alguna entrevista constaste que el paso de la poesía a la prosa fue difícil…

Muy difícil y lento, sí.

¿Y hubo un regreso a la poesía?

Ahora hay un regreso. Durante algún tiempo seguí escribiendo poesía que nunca publiqué. Yo no soy buena lectora de poesía y creo que uno no tiene que escribir lo que no le gusta leer. Dejé de leer poesía. Pero, en los últimos años, recuperé el haiku. Estoy leyendo y escribiendo haikus.

¡Qué bien! Para nosotros el haiku es el hermano no gemelo del microrrelato. Ambos manejan la misma estructura, en distintos géneros. Ambos generan esa torsión con respecto a la lógica, un modo de lo poético. De paso, ¿qué es lo poético para vos, más allá del poema?

Es la capacidad de creación, que no es exactamente invención, sino un arte combinatoria, Por lo tanto, la poética tiene mucho que ver con los sueños. Uno no sueña con cosas que no conoce o no existen, sino que se produce una combinación descontrolada de elementos que uno ha vivido o tomado de la realidad. Cuando escribís, pintás o ejerces cualquier arte -performativo o no- tomás elementos de la realidad y los combinás con mucho más control del que hay en los sueños. Así se crea la ficción. La poética es ese arte combinatorio que permite unir y relacionar elementos en un orden en el que habitualmente no se encuentran.

Ana María Shua con El Anartista

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