El tiempo: sobre la obra teatral “Templo, Estancia, Batallón: La historia de nuestra región”, del grupo de Teatro Comunitario La Caterva.
Por Ana Blayer

 

¿QUÉ HAY PARA HOY?

Por whatsapp había reservado mi entrada para el sábado a las 20.30. Al llegar a la puerta del teatro, algunas personas hacían fila a la espera del ingreso a la sala. Con agrado, los organizadores saludaron y nos invitaron a pasar.

En el interior, una luz tenue. Apenas se escuchaba un murmullo de los actores, fuera de la vista. En pocos minutos, saldrían los actores a escena. Busqué un lugar y me acomodé para ver “Templo, Estancia, Batallón: La historia de nuestra región”. Los artistas pertenecen al grupo de Teatro Comunitario “La Caterva”, ellos son vecinos de la comunidad de City Bell: La Plata y alrededores.

 

VAYA TAREA LA DE CONTAR NUESTRA HISTORIA

En unos compactados sesenta minutos, los hábiles artistas toman el toro por las astas para relatar varios sucesos ocurridos a lo largo de muchos años conflictivos de la historia de nuestra Nación.

Con exquisita calidad narrativa, en un principio, llevan a los espectadores a imaginar que navegan sobre un inmenso mar que, unos cuatro mil años atrás, se había retirado de la región, luego poblada por los querandíes.

La cronología histórica va desde la primera fundación de Buenos Aires hasta el presente. En su devenir, la puesta no se priva de agitar la línea de tiempo con recursos extemporáneos, como la de hacer posar a un cacique para una selfie a mediados de año 1500.

Entonces, remontémonos al siglo XVI, cuando el viajero español y explorador, Juan de Garay, comenzó a repartir tierras en la zona que se extendía desde el actual Parque Pereyra hasta Magdalena, Provincia de Buenos Aires.

 

¿Y TÚ CÓMO TE LLAMAS?

¡Caray!, con el conquistador Garay: llamó: “Del Gato”, a la actual Ringuelet; “León” a Gonnet; “Panes” a City Bell y “Palma” a Villa Elisa.

En cuanto a “Panes”, dicha tierra ha pasado de mano en mano hasta que, en 1690, la Compañía de Jesús la recibió en donación.

 

¿Y DE QUÉ NOS DISFRAZAMOS?

La obra teje sus metamorfosis a través de una “ligustrina humana”, que separa a un vecino de otro. También divide a los que tienen, de los que no tienen tanto. Y, como si esto fuera poco, la ligustrina es testigo de los caprichos adolescentes por una pileta de natación.

La música y las letras de las canciones ponen al humor en primer plano. Así sucede en la escena en que, mientras unos querandíes tallan colectivamente una madera pesada para una puerta, un sacerdote -con ingenua curiosidad- le pregunta a su acólito: ¿y ese indio que está allí solo? El querandí señalado, graciosamente da un salto y, a voz en cuello, canta: ¡Yo no talleeeeé eh eh eh!

Otra de las escenas nos sitúa alrededor del 1800. Por ese entonces, una patrona inglesa dialoga con su sirvienta española en su casa, en entretenidos contrapuntos que hacen sobresalir los humos de sus orígenes.

 

SING BELL SING BELL

La puesta de la llegada de los Bell no tiene margen de desperdicio. Este evento hilvana los dime y diretes entre tres generaciones desde el año 1830, con la llegada del liverputiense George Thomas Bell.

Es George Thomas Bell quien va a comprar la Estancia San Ramón y, después, el establecimiento Punta Lara, que da lugar al nacimiento de la Estancia Grande que heredará su hijo, Jorge. La Estancia San Ramón tiene su historia. Allí pernoctaron 9000 británicos, cuando desembarcaron en Ensenada, antes de dirigirse a Buenos Aires, durante la segunda invasión inglesa. De ese modo, la historia grande -de todo el país- se entreteje con la historia singular, de cada punto del territorio.

Jorge Bell, contrajo matrimonio con Catalina Ana Show. Del fruto de esta unión, nacieron cuatro hijos. Uno de ellos, Eduardo Bell, fue quien realizó la traza de calles y diagonales de la localidad que, desde el 13 de mayo de 1913, conocemos con el nombre de “City Bell”.

 

UNA MECHADA HISTÓRICA

“Templo, Estancia y Batallón” comienza en la prehistoria, hace foco en su población autóctona, ataca la presencia del conquistador y, así, galopa y galopa el tiempo hasta llegar al contemporáneo retorno de la democracia. Allí los actores de La Caterva, entre pañuelos blancos y cantos, abrazan el corazón de la memoria de un pueblo que no olvida el Punto Final, ni a los desaparecidos por la última dictadura militar, ni la apropiación de las Islas Malvinas.

El guión y las canciones son el resultado de una inspiración colectiva de La Caterva. Con excepción de tres temas: “Señor”, de Juan Ortiz, musicalizada por Ximena Villaro; y “Decimas Pampas” y “Tierra y Sangre”, de Martín Raniqueo.

Tropa, multitud, cuadrilla, eso es la Caterva. Su corazón: la memoria.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here