El tiempo: sobre el corto testimonial “Epecuén: de nuestra casa a las ruinas”, a 37 años de la inundación del 10 de noviembre de 1985. (1)
Por Verónica Pérez Lambrecht

 

“La sensación de estar suspendidos en el aire, sin referentes, a la deriva, sin certezas ni futuro, en caída libre.” (2)

La caída libre relaciona el movimiento de un cuerpo con la fuerza de la gravedad. Independientemente de las definiciones de la física y de los diferentes puntos de referencia que se discuten, hay una sensible relación espacio-tiempo. La caída libre parece implicar esa infinitud de percibirse suspendido, sin tiempo, en el tiempo. Acaso, los ex-habitantes de Epecuén, un pueblo deliberadamente devastado, sintieron en aquel momento apenas el inicio de este movimiento. Pero antes de la caída, Epecuén fue también un espacio vivido por unos 1000 habitantes que conformaban una población estable”, dice Patricia Bonjour, quien ideó este documental.

“Epecuén: de nuestra casa a las ruinas” es así una compilación testimonial en primera persona, realizada por un grupo de habitantes de la villa inundada, quienes sacan de sus cajas de recuerdos -si acaso lograron rescatarlas- imágenes y memorias. Es un testimonio audiovisual para atravesar los tiempos, rescatar voces -solo algunas voces, de las tantas que fueron atravesadas por esta caída-, más allá de la historia oficial. Porque, como ellos mismos relatan, el tiempo pasa y acalla las ruinas, y las nuevas generaciones las desconocen. La meta es narrar las ruinas mediante emociones, sensaciones, objetos que se trajeron, objetos que se dejaron, para no perderse. Para no volver a perderse.

“Al principio, / aguas benditas,/ de la pila bautismal,/ fueron sobre su cara.
Al borde de un lago y con sus hermanas, juntaban sal blanca y astringente y al borde mismo llevaban sus encantos. A alguna le robó la inocencia del primer beso, muelle adentro, luz de luna sobre aguas verdes.
Maduró aguas abajo y a la suite se llevó unos ojos color agua, para que le pariera inundados.
El agua arrasó todo cuando el desamor, y fue tan fuerte el espanto que hasta yace su cuerpo bajo esa misma agua, una vez, escenario para amores perpetuos.”

“Aguas que bajan y suben”, Verónica Pérez Lambrecht

 

¿QUÉ HACÉS ACÁ?

“Se cortó el terraplén (…) después el caos.”

El corto evoca el momento crítico de la inundación. El pasado 10 de noviembre de 2022 se cumplió el trigésimo séptimo aniversario del final de la agonía de Epecuén, esa pequeña villa de la Provincia de Buenos Aires. Las lluvias intensas del año ‘85, el Pampero, la sudestada, el desvío de aguas de otras zonas -con el fin de preservar campos cultivables- y la falta de obras hidráulicas asociadas con el sistema hídrico de la Provincia determinaron la suerte del pueblo. Epecuén: la de las aguas que, por su salinidad y propiedades, son propicias para la sanación de enfermedades físicas. Epecuén: la que, por sus salinas aguas, está irreversiblemente inundada. Patricia dice, entonces que “esa irreversibilidad trasciende la inundación, ancla en festejos, en espacios, en afectos, en personas, en la constitución familiar, en el desarraigo que cada uno/a acarrea y la terrible desolación de ‘no hay lugar donde volver’, solo recuerdos. Y esos recuerdos se metamorfosean, se idealizan, como todo tiempo ido, y roban la conexión plena con este presente, porque hay un ancla tan pesada en ese hecho traumático que cada uno sobrelleva como puede, oculto, tapado, negado, dolido.”

Las imágenes se suceden. El suelo quebrado es lo que queda de aquellos atardeceres perpetuos, marcos naranjas de soles y soles. Después, la devastación, aguas y escombros, la naturaleza fosilizada sella un espanto de muerte, que late hacia donde se mire. Sin embargo, siempre cruzan los rosados flamencos.

En sus años de agonía, del ´77 al ´85 aproximadamente, “lo único que hacía (el Estado) era levantar el terraplén con tierra, esto complicaba la situación, porque el terraplén ya daba a la altura de los techos de nuestras casas”. Así, los testimonios en off, uno tras otro, -revestidos de detalles que prefiero no spoilear- recorren esos momentos de tragedia. Voces, solo voces, a través de un mudo fotograma.

Las ruinas son el presente. Imposible no sobrecogerse. Y esto no atañe únicamente a lugareños, sino también a los pueblos vecinos, quienes recibieron a los exiliados de Epecuén en sus casas, clubes y escuelas. E incluso a los foráneos, a aquellos que visitan la otrora Villa de Epecuén, porque está impregnada en un halo de tristeza. Sí, se detuvo el tiempo. Solo alcanza a hacer silencio y escuchar a las ruinas.

Desde la mirada del filósofo alemán Walter Benjamin, las ruinas son aquellas que señalan que algo ha sido destruido, pero no en su totalidad. Así, los escombros interpelan el presente con memoria y proyectan un futuro sin trampas. “Epecuén, además de haber sido un centro termal de la Provincia de Buenos Aires, era un espacio donde sus habitantes vivieron la lucha por el asfalto, el colectivo, el teléfono, entre otras conquistas”, dice Patricia, rescatando Epecuén de las trampas. Así, la experiencia de estar en tu lugar en el mundo es lo que intenta rescatar quien atiende al rumor de la ruina.

 

3 DÍAS Y 3 NOCHES

“Convencer a los ancianos de irse y que dejaran todo lo que habían logrado en su vida.”

Entonces, el suelo quebrado y el duro pasto marcan el cambio hacia fotografías de antaño, en blanco y negro, en sepia. Tal vez a aquellos comienzos de un pueblo muy pequeñito donde, me aventuro a escribir, que todo se hacía a pulmón: “recuerdo a mi papá pintando, todo lo hacían ellos”; “el agua era nuestro sustento primero porque mi abuelo acarreó sulfato, después porque mi padre sacaba fotos que yo abrillantaba”. Así, se conformó un lugar prácticamente autosustentable. Un lugar de pertenencia. Sí, un pequeño pueblito, una enorme comunidad. Además, es menester dejarlo escrito: la alegría recorría sus manzanas.

“Íbamos con tía Silvana en sulky, a alquilarlo para paseos, y llevábamos al hijo de mi tía a vender billetes de lotería, yo tendría unos 11 años. Después nos íbamos a un descampado cerca de donde trabajaba mamá, en el hotel de los ferroviarios, allí, ella cocinaba y nos llevaba la comida. El caballo se llamaba ‘Esperame’.” Cuenta Rubén, hoy con 84 años. En tanto que Lara recuerda: “Éramos maleteros en el Chevallier con mis dos hermanos, en época de turismo en verano. Con las propinas que juntábamos nos comprábamos los útiles para la escuela. Tendríamos entre 9 y 12 años”. Estas anécdotas no forman parte del documental. Lara era de Epecuén; Rubén, de Carhué. Las historias están atravesadas por lo que la villa, fundada alrededor de estas aguas milagrosas, les traía.

Sin embargo, Patricia remarca: “Epecuén tiene señalizado el lugar donde estuvieron los grandes hoteles o comercios, muchos de ellos de dueños que iban a hacer la temporada, juntaban el dinero y no volvían hasta la siguiente. Pero eso no marca la estirpe y la dimensión de lo perdido. Lamentablemente, no hay un cartel que identifique la única tienda que había en el pueblo, o la carnicería, o el lugar donde vivían los portugueses, vecinos de la familia de quien hizo este documental. La pérdida no fue solo económica, la peor fue y sigue siendo esta invisibilización. En los medios, Epecuén sale frecuentemente como récord, como fondo de espectáculos, como hecho extraordinario cada invierno por el salitre, las ruinas, los árboles blancos, los flamencos. Pero van 37 años de esta dura invisibilidad social, política y también legal.”

Para todos hoy, 37 años después, quedan sus escombros, su memoria y nuestro testimonio. Pero para los ex-habitantes, en testimonio de Patricia Bonjour: los escombros son las tumbas de nuestras casas, de nuestra vida querida, atesorada, construida con los nuestros, recorrer Epecuén siempre es doloroso”.

 

PARIA EN EL MUNDO

“Siento ser un paria en el mundo que no tiene lugar donde volver.”

El duro pasto se abre vida a través del suelo quebrado y trae las imágenes de árboles petrificados de pie, sobre las aguas, pájaros que observan enhiestos desde lo alto, ruinas selladas con nombres, ruinas que son lo que una vez fue: “El cosmos, en sentido etimológico es el orden, el todo, el mundo. Nuestra casa era nuestro cosmos, nuestro lugar en el mundo y eso nos fue arrebatado, ese mundo fue arrasado y se nos obligó a una partida-huida que no elegimos.”, insiste Patricia.

¿Pero qué pasa cuando no se atiende a la ruina? Los relatos transitan memorias erráticas: “Tengo muy pocos recuerdos, la imagen del suelo de las calles al moverse como flan y las baldosas de calcáreo sueltas, de las que emanaba agua”. Y, cuando la memoria calla, escribe el cuerpo: “Para mí la inundación es un trauma de la infancia, yo la expresé con mi piel, con una psoriasis severa (…), supongo que lo que no dije se expresó así.”

¿Qué pasa cuando la memoria es sólo “heredar tristeza”? Se cuelan las palabras entre lágrimas: “Mi papá estuvo todo el día infartado y no nos dimos cuenta (…) murió de tristeza, con mucha miseria -antes, nosotros vivíamos bien-, porque firmamos el advenimiento expropiatorio justo en la hiper (…). Mamá murió de un ACV.” Así, uno a uno, los recuerdos sumergen en el ahogo a todos, incluso a los que estamos de este lado.

El documental consiste en una serie de fotos, aportadas por quienes fueron y son parte de esta historia. Las imágenes se acercan, para que el observador intente alcanzar ese otro lado, detenido en el tiempo. Fotos, un pasado que resiste a pasar.

“El pasado se hace presente en cada recorrido por Epecuén, en cada encuentro, en cada evento. El trauma vivido en esa demoledora ruptura de la vida vivida duele cada día. No hubo ni hay un reconocimiento a nivel cultural y colectivo, no hay escucha, legitimización de sus relatos ni construcción de una narración reconocible. Con este video pretendí aproximarme a eso. Seguiremos trabajando en eso.”, una vez más, Patricia.

 

(1) Créditos:
– Edición: Luis Montoya
– Fotografía: Oscar “Chiche” Bonjour, Gustavo Gatto, Patricia Rosón, Patricia Bonjour
– Testimonios: Clara Motura, Claudia Bonjour, Ricardo Boidi, Cristina Sena, Marta Oriani, Mirta Berg, Regina Doorich, Oscar Daniel Bonjour, Manuel Rivas Bonjour, Petro Rivas Bonjour, Patricia Bonjour
– Producción: Patricia Bonjour

(2) Los testimonios forman parte del documental, a excepción de los que se indican en el texto.

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