El cuidado del otro: Entrevista a Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami, autoras de “Los Oesterheld”

Entrevista y edición: Gabriela Stoppelman

 

“¿Y si las cosas no suceden porque hay palabras que aún no pronunciamos?”(**)

Fernanda Nicolini

 

Elsa Una hilacha cuelga de la ausencia. Se hace la desentendida, simula una desprolijidad donde propone un llamado. Es delgada, tenue, apenas el fantasma de un trazo. Podría ser la colita por tierra de una “a”, el flequillo hacia la altura de una “o”, los labios apretados de una “eme”. De tan flaquita, podría, incluso, resultar impronunciable. Eso, hasta que alguien decida prolongarle el trazo. Tarea nada sencilla, por cierto. Extender y dar consistencia a un hilacha lleva un largo andar en el transcurso y un extenso refundarse en otros tiempos. El territorio ondea y se expande. Cuando el tejido logra el punto, cambia el color de la lana. Cuando la lana encuentra el tono, se bifurca en un matiz. Ya cómoda, la trama es pura pregnancia en las manos que la conducen, se desparrama por los cuerpos y hace familia. Encarnadas, abrazadas a las figuras que escriben, Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami avanzan sobre huellas la teatralidad de las voces. En eso la advierten. Fernanda -la que teclea- codea a Alicia -la que organiza la búsqueda de nuevos testimonios-. “¿Viste?”. “Sí, vi”. La voz que contesta es varias. La voz que pregunta, también. Suena a “Yo soy Estela”, “Yo soy Diana”. “¿Vos viste lo mismo que yo?”. “Más o menos, lo mismo”. “Yo soy Marina” “Yo soy Beatriz”. Es la hilacha. “Yo soy el Vasco, soy Raúl Araldi, soy Alberto Seindlis”.

Es de no creer. Tanto bucear y pronunciarlos y aún la hilacha cuelga de una ausencia. En el espacio entre su presencia y lo que omite, titila lo no dicho. No, lo silenciado. No, lo omitido. No, lo ocluido. Sí, una conmoción, un breve terremoto entre los nervios del “Yo soy”. Un temblor ligero y completo en la solidez de un nombre. Un agregado fundante, un balbuceo de último minuto, un ímpetu desde ninguna parte. Originario. Como un abrazo. Una seña de familia.

Eso.

Así escrito parece una liana. Una hilacha siempre otra que cuelga de una ausencia e invita a colgarse. Vamos, entonces. “Los Oesterheld” es un libro con lector adentro. Una oportunidad única para refundarse en la voz “soy”.

Elodie Antoine  Arquitectura a puntadas de hilo negro
Elodie Antoine Arquitectura a puntadas de hilo negro

 

IMPREGNA, RESISTE Y CUENTA

                                               “Tiene que haber un lugar donde estas tragedias hechas de coraje y desencuentros se anoten a favor de la especie humana… tiene que haberlo.”

                                                                   Ernie Pike, Héctor Germán Oesterheld

Luis Felipe Noé, Tormenta.
Luis Felipe Noé, Tormenta.

Bueno, chicas, cómo empezar, este es un libro muy intenso, donde es muy difícil separar la parte testimonial de la otra. Además, es un texto con los Oesterheld, no sobre ellos. Todos ellos están encarnados en el libro. Es como si la escritura fuera un desafío a la noción de desaparecido. Sobre todo, en ese final, donde los nietos de Oesterheld se reencuentran con sus padres en lo artístico. Martín, con los cuadros del Vasco y Fernando, con los poemas de Diana Oesterheld, su madre: “(…) Se te quedó enganchado el barrilete en la cabeza cuando eras un niño,/ después creciste y el barrilete se incendió en tu pelo largo”. 

El día que el Vasco entró en su monoambiente de la calle Paraná, atiborrado de objetos inservibles, obras de arte y esculturas, el magnetismo entre él y Heredia fue casi inmediato. Había algo en la naturaleza autodesclasada de ambos que los atraía. Y quizá Heredia se había enamorado del Vasco a primera vista. Hasta el día de su muerte, en abril de 2000, dormiría con cuatro cuadros pintados por el Vasco colgados sobre el respaldo de la cama” (*)

Fernanda: Si lo hubiéramos querido guionar ficcionalmente no hubiera salido mejor. A medida que avanzábamos, la realidad te iba poniendo esos pasos.

¿Ustedes tuvieron toda la información o mientras escribían fueron investigando?

Alicia: No, mientras

¿Se la bancaron solas?

Fernanda: Sí, cuando arrancamos sí. Después tuvimos el apoyo de una editorial. Fue medio inconsciente. Arrancamos pensando en que un libro así cerraba con algunos testimonios. Arrancamos con esa mentalidad de periodista: hacés entrevistas un par de días y ya tenés una historia. Nosotras éramos periodistas de coyuntura, todo terreno.

Alicia: Pensábamos en un trabajo de un año, dos, ponele. Pero no, cinco.

¿El objetivo era abrir el abanico hacia todos, hacia la vida de cada uno de ellos?

Alicia: Empezamos con la atención puesta en las chicas, aunque sabíamos que íbamos a tocar otros vínculos. Después se amplió y se convirtió en una biografía familiar, con la profundidad que hay que dar a cada personaje y nos dimos cuenta de que hacía falta más y más.

Fernanda: En cada entrevista que hacías, te ibas con la idea de que sería necesario hacer cuatro entrevistas más. Se iba armando el árbol genealógico. Además, la misma condición de desaparecido y de militantes fue un tema. Partimos de poca información. Tuvimos testimonios troncales, pero el resto fueron testimonios de quienes los habían conocido durante un mes, un día, de quienes se los habían cruzado. Empezamos a entender que era más complejo a medida que lo hacíamos.

Hay una gran coralidad en el libro. Yo pensaba en lo interesante que se hace la escena cuando un testigo te la cuenta, cuando ustedes le dan la voz. Resulta una experiencia casi teatral. Los relatos hacen un presente en la escena.

Héctor y Elsa Tenis CLub

 

“Cuando conocí a Héctor, yo tenía 17 y él 24. Estaba en el bar del club Arquitectura de Núñez con unas amigas y ni se me hubiera ocurrido fijarme en él porque no era muy guapo, la verdad, pero él se acercó y empezó a conversar conmigo. Le decían Sócrates porque sabía de todo, con una cultura general impresionante; a mí, que me apasionaba la literatura, la música, el teatro y había fantaseado con hacer danza clásica, eso me fascinaba. Y de a poco empecé a observar todo lo que leía, todo lo que hacía, era un tipo muy original, de una familia alemana que había sido muy paqueta; él nada que ver, eso no le interesaba, tenía amigos de cualquier lado, los del club, en donde jugaba muy bien al tenis, y los de la universidad” (voz de Elsa Oesterheld*)

Alicia: Necesitábamos cruzar todo. No solo el testimonio. Tuvimos que trabajar con la memoria de un hecho traumático. Ya de por sí la memoria es difícil de asir, pero además había que laburar periodísticamente, como historiadoras, teníamos que chequear qué nos contaban con los otros relatos. Algunos eran muy particulares, como el de Susana Reyes, por ejemplo:

En algún momento durante los cuatro meses de cautiverio, a su cucha [a la de Susana Reyes] iba a llegar una tira de papel con un dibujo no muy elaborado y un diálogo cómico, que Héctor había enviado a través del detenido que servía la comida. Ella lo vería en una de las ocasiones que la sacaron de la cucha y la llevaron a la cocina para que buscara los platos. Lo distinguió a través de su capucha agujereada. Hacía un frío terrible y él estaba con un sobretodo gris y tosía. —Viejo… Le susurró y le agarró la mano. Él no respondió, pero le apretó la mano bien fuerte. A los pocos días de esa escena, Oscar Guidot —cordobés y estudiante de Medicina— le comentó a Susana que a Héctor lo habían cambiado de lugar. —Al viejo por suerte lo pasaron a la sala Q, porque está muy mal de los bronquios.”(*)

Alicia: Eso es lo que rescatamos de Susana. Hay mucho más. Porque llegó el trabajo de edición y, después de escribir, sacamos el 40% de testimonios y de nombres.

¿Y esos restos?

Fernanda: No, ya está. El libro hace el trabajo de la memoria: selecciona e impregna. Imaginate que muchas de las personas entrevistadas relataban eso por primera vez. No tenían construidos sus propios relatos y nosotras funcionábamos como disparadores para recuperar esas historias. Se empezaban a acordar de cosas mientras hablaban. Muchos nunca habían habilitado, ni en su familia ni con sus amigos, su propia historia de militantes. Entonces, había que poner en orden todo lo tapado y muchas veces las cosas se les mezclaban. La memoria apelmaza. Cosas que pasaron en distintos momentos, para ellos, habían sucedido en un día. Lo coral fue la única manera de lograr, al menos, un verosímil.

 

 ENCARNADA

«No hay que escribir sino en el momento en que cada vez que mojas la pluma en la tinta, un jirón de tu carne queda en el tintero

León Tolstoi

Improvisación soñadora, Kandinsky.
Improvisación soñadora, Kandinsky.

Construyeron una memoria en milhojas. Me pregunto por qué lo hicieron de a dos. No es sencillo ponerse de acuerdo en recortar de a dos…

Fernanda: De otra manera no hubiera sido posible.

¿Cómo fue consensuar el narrador? No se nota que son dos autoras, el narrador es bien claro.

Alicia: Fue tan costosa la investigación, que no podíamos tener un problema más.

Fernanda: Cuando llegamos a escribir, ya nos habíamos puesto de acuerdo en tantas cosas. Estábamos las dos en el mismo universo, con los mismos códigos, imbuidas de los personajes del mismo modo. Una arrancó, la otra siguió y se fue armando. Teníamos modelos. Yo arranqué pensando en Tolstoi: en la gran novela polifónica con muchísimos personajes, todos importantes y, a medida que avanza el texto, todos se van diluyendo. También arranqué con lo que hace el periodista Vasili Grossman con muchos testimonios, un poco lo contrario de “Guerra y Paz”. Teníamos esa idea.

Durante tres años ustedes también hicieron un ejercicio de memoria

Fernanda: Aprendimos de historia, por ejemplo.

Alicia: Hubo mucha lectura. Muchos de los testimonios los tomamos en años. Fueron como 200 entrevistados. Y entrevistamos muchas veces a muchos de ellos. Entonces volvíamos a leer esos testimonios y así aprendimos a interpretar los datos para esta historia.

¿Por qué los Oesterheld y no otra familia?

Fernanda: No hay un origen épico. Se lo propusieron a una amiga como una idea editorial a mí me copó y se lo propuse a Alicia y a ella le pareció una buenísima idea. Después está todo lo que sucedió con nuestras vidas. Mi marido me decía: “¿estás con los montoneros otra vez?”. Todos los fines de semana, en la computadora, haciendo entrevistas. Con mucha intensidad. Soñábamos.

Es bastante curioso. Son cuatro hermanas con sensibilidades sumamente especiales, que viven esas vidas compactadas: casarse, separarse, tener hijos, todo a los 24, 25 años. Más, la militancia.

Fernanda: Yo sentía que eran mucho más grandes que yo. Cuando me ponía a pensar la edad que tenían, tomaba conciencia que, mientras investigaba, yo tenía 15 años más que ellas en ese momento.

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ELSA, A VOCES

Héctor y Elsa.
Héctor y Elsa.

Hablando de la polifonía, una de las cosas que me llamó la atención es la alternancia en el uso de la tercera y la primera persona, que es lo que destaca a “La vida del Che”, de Oesterhled. ¿Para ustedes eso fue consciente o fue una necesidad de polifonía?

Otra era la vivencia de las chicas en relación a esta historieta. Las cuatro estaban un poco enamoradas del Che, incluso Marina que a sus 11 años se sintió desolada con la noticia de su muerte. Diana directamente estaba obsesionada con su figura y se sentía orgullosa por compartir los mismos gustos literarios: sabía que como ella, el Che adoraba a Cervantes —piedra basal en la casa Oesterheld—, Emilio Salgari, Julio Verne y Alejandro Dumas. Ahora creía que esta historieta había llegado para calmar el dolor de su muerte. Compenetrada con el texto, analizaba junto a su padre el uso de la tercera persona al inicio y la primera después, como recursos creativos que permitían introducir al lector en la piel de Guevara, yendo de la razón al sentimiento, del dicho a la acción en pos del bienestar general y el Hombre Nuevo.”(*)

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Fernanda: Fue básicamente la necesidad de encontrar el lugar de Elsa. Habíamos armado un esquema de libro con una idea muy sesgada de Elsa, porque todos los testimonios que teníamos eran desde la mirada de sus hijas. La imagen primera era de una mujer que no las apoyaba, que censuraba la militancia, muy dura. Incluso, quienes la conocieron después de todas las desapariciones, la describen enojada con Héctor. Hasta ahí, una mirada de una Elsa de un solo lugar. Cuando advertimos que era la única viva, la única de la que teníamos “la voz”, nos dimos cuenta de lo interesante y lo compleja que había sido ella y su historia. Dijimos: “ya está, no necesitamos intervenir nosotras ahí, que aparezca con su voz”. Eso terminó por estructurar el libro.

 [stextbox id=»black»] Barcelona, 13 de julio de 1961 Héctor, sabés perfectamente todo lo torcida que fue mi infancia. Pero yo, no sé por qué capricho de la naturaleza nací llena de alegría, de cariño y deseo de vivir. Me había jurado a mí misma no tener que ver nunca más nada con lo que me rodeaba. (…) Así fue que llegó el día que nos conocimos. Presentía la comprensión que necesitaba y estaba segura de no equivocarme. Y, efectivamente, para mí se abrió un mundo completamente desconocido. Fuiste todo lo que yo pensaba que tenías que ser. Además de muy enamorado, eras todo comprensión y ternura, me llenaste de delicadezas, me elevaste en ambiente y me hiciste conocer tantos pequeños placeres que vos ni te dabas cuenta, pero que yo no había tenido nunca. Pero lo que más te agradecía era la confianza en mí misma que me enseñabas a tener. Y así fue que nos casamos. Y esa, Héctor, fue la época más feliz de mi vida. Esos 5 primeros años de nuestro matrimonio fueron tan felices para mí que creo que sin mucho esfuerzo podría reproducirlos día por día. Y me di toda. A todo esto mi admiración por vos ya no tenía límites. No sólo era como marido sino como padre. Tu gusto por las letras se definió y te dedicaste por completo a escribir. Yo estaba tan segura de tu valor que no dudaba que en muy poco tiempo tu nombre sería respetado. Aunque trabajabas en un género que a mí no me gustaba, estaba segura que eso era una transición para algo de envergadura. Las circunstancias se complicaron y nos mudamos. Yo no estaba muy convencida de venir tan lejos, pero pensando en tu tranquilidad y la felicidad para las nenas, acepté venir afuera sabiendo que me iba a costar bastante adaptarme. Pero primero estaban ustedes. Y aquí las cosas se empezaron a complicar. Yo absorbida por las chicas y vos por tu trabajo, nos alejamos. Mientras tanto yo empezaba a estar sola. Aquella sensación de refugio seguro que tenía en vos empezó a faltarme.”(*)  [/stextbox]                                                         

Son como capas. Hay una progresión cada vez más cerca del cuerpo. Esa es la sensación en la lectura: van de la tercera a la primera, de la primera a las cartas, de ahí  a las fotos y luego otra vez la tercera.

Fernanda: Igual nosotras no sabíamos dónde iban a ir las fotos, porque es laburo de edición. Tampoco, hasta último momento, sabíamos qué cartas podíamos usar.

Alicia: Necesitábamos contar la vida de personas que no estaban, no teníamos sus primeras, excepto por sus cartas. Elsa sí es una primera persona y teníamos que usarla. Ella era quien podía hacer una relectura de su vida. Al principio, teníamos los testimonios de la época de la militancia. También hicimos un relevamiento de las entrevistas a Elsa. Cuando nos encontramos con ella, estaba menos enojada, mostraba su evolución, el relato del final de su vida.

Lo cómico es que en agosto del 55, Héctor recibe una invitación para ir a una oficina de la Presidencia de la Nación, y naturalmente nos quedamos muy impactados porque no lo esperábamos ni sabíamos de qué se trataba. Entonces fue y le propusieron hacer un guion con la vida de Perón. Iba a tener un sueldo, en fin, todos los beneficios posibles que nos hubieran venido magníficamente bien porque en ese momento estábamos realmente preocupados con las entradas que eran cada vez más magras y esperábamos a nuestra tercera hija, que estaba por llegar. Y bueno, lo pensó. Todo era un poco confuso y finalmente dijo que no. Tampoco hubiera llegado a hacer nada porque enseguida vino la Revolución Libertadora, lo sacaron a Perón y ahí se acabó todo” (*)

Fernanda: Elsa está en montaje, desde la primera entrevista que dio a principios de los 80 hasta ahora que la entrevistamos nosotras.

Yo leí una mujer a la que la vida le exigió reconstruir su historia con ausentes. En el libro, me detuve en las citas de todas las preguntas que ella no pudo hacer. Ni a su marido ni a sus hijas Lo no dicho aparece muy fuerte en el libro. Por momentos parece que, aun después de la desaparición de Héctor, Elsa armara escenas con él.

“El 10 de septiembre del 76 yo estaba con Mary, una muchacha que había estado toda la vida con nosotros, desde que las chicas eran chiquitas, y era la madrina de Martín. Estábamos solas, yo tenía el dormitorio arriba y ella, abajo. Yo, como no dormía porque vivía en insomnio total, veía televisión hasta las cuatro de la mañana. Ahí ya estaba en un estado de dolor tal… creo que cuando uno está con ese dolor ya no hay miedo, no hay nada, desaparece todo, casi que deseaba que pasara algo conmigo y que se acabara, porque vivir la angustia que yo vivía por cada una de mis hijas era más de lo que un ser humano podía soportar.”(*)

Fernanda: Es que las tenía. No está en el libro, pero su nieto cuenta que él escuchaba cómo ella hablaba con sus muertos a la noche.

“Mi nombre es Elsa Sánchez de Oesterheld y soy la mujer de Héctor Germán Oesterheld, famoso en el mundo por haber escrito la historieta El Eternauta. En la época trágica de este país desaparecieron a mis cuatro hijas, mi marido, mis dos yernos, otro yerno que no conocí, y dos nietitos que estaban en la panza. Diez personas desaparecidas en mi familia. Pero prefiero recordar los años en los que fui feliz” (*)

Mis hijas eran cuatro chicas excepcionales. Yo nunca en mi vida me imaginé que me iban a desaparecer las cuatro. No entendía cómo el padre creía que era una aventura que iba a vivir. Héctor siempre, siempre, aún en las cosas más irracionales, les daba la razón a los jóvenes. Era más como un abuelo.(*)

Los oesterheld

 

EL OTRO LADO

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“Aunque los Oesterheld alquilaran, aunque la pintura de las paredes estuviera algo descascarada y la alfombra del living mordisqueada por el perro, el chalet quedaba del otro lado de la vía” (*)

Del otro lado/las plantas estallan con la desesperación de lo que crece después de la amenaza/y las hijas sacuden sus cabezas como animales recién liberados/borran de sus cabellos las líneas marcadas con los dedos/se reinventan un nombre y dejan/que la madre construya su propio relato.” (**)

¿Cómo se llevaban ustedes con lo no dicho? 

Fernanda: Nosotras estuvimos mucho laburando sobre lo que teníamos que decir. En la primera etapa, escribíamos, escribíamos y escribíamos. Quizás lo no dicho es lo que sacamos de esa primera edición.

Alicia: Hay distintos niveles en eso. A mí, muchas veces me resonaba Elsa. Cuando veíamos su impotencia, su no poder sacar a las chicas… Lo que decía o no decía resuena en tu vida. Cómo decir…

Yo me refería a eso. La frase “del otro lado” recurre mucho: “Del otro lado, estaba la casa del Eternauta. El punto cero de su universo, el origen de sus coordenadas”. Hay momentos en que parece que el lenguaje se desesperara en la narración de un “algo”. ¿Fue consciente?

Fernanda: No, yo creo que la escritura es mucho menos consciente de lo que uno cree.

¿Y vos como lectora de lo que escribís?

Fernanda: No sé si soy buena lectora de lo que escribo. Quizás soy mejor lectora de lo que escriben otros. Como escritora confío en un ritmo interno que tiene más de intuición que de raciocinio, de lo contrario se vuelve muy duro el lenguaje. Ese comienzo, el grado cero, sí fue pensado. Era la idea del adentro y del afuera, de las fronteras, de cómo esa casa feliz sale, va al exterior. En cuanto al «otrolado» hay varias cosas pensadas. Por una parte, mostrar esa imagen de la casa de la familia “perfecta” que, de pronto, sale a la intemperie -como la familia de El Eternauta- sale a conquistar el mundo. También, había una cuestión geográfica real. La zona norte estaba dividida por castas. De un lado de la vía, los ricos. Del otro, los comerciantes. Y del otro lado de la avenida, la villa. Eso es alucinante. Literariamente había que usarlo. Ellos mismos lo decían. “Yo abría la puerta de mi casa, caminaba diez cuadras y estaba en la villa”. Cómo un chico de la edad que tenían las hijas de Oesterheld -con todo el contexto mundial de revoluciones y los cambios de paradigma-, no iba a caminar esas diez cuadras a ver qué estaba pasando, para a ver si podía hacer algo. Esa era la idea de lo que les pasó, no solo a las Oesterheld.

Alicia: Tuvimos que escuchar el movimiento que ellos hicieron por contraste con nuestro tiempo. En ese momento las categorías eran muy rígidas, la rigidez de los 70.

Los 70 siempre suelen ser idealizados como una cosa más bien de mucho movimiento, mucha transformación. Pero estaba también la cosa milica, terrible.

Fernanda: Había que cruzar todo eso. Cuando hablabas sobre lo no dicho, no sé si nosotras no dijimos algo. Pero, al tener la distancia generacional, notamos que había que desmontar discursos anquilosados. Leímos un montón de libros sobre los 70 para hacer este libro y vimos que todos los autores de esos textos habían sido protagonistas o habían tenido algún tipo de participación. Por eso tenían algo que decir desde su propio lugar: les había quedado algo en el tintero o querían hacer justicia por sus compañeros. Nosotras teníamos la libertad de poder tomar distancia. Sabíamos que no queríamos bajar línea, porque no teníamos una línea que bajar, ni teníamos una cuenta personal que ajustar. Cada uno escribe para sanar lo que necesite sanar o contar lo que quiera contar. Y eso está muy bien.

Claro. La biografía de cualquier persona la tiene que contar otra, nadie tiene una tercera de sí mismo. Nada más fuera de narrador que una autobiografía

Fernanda: Nosotras tenemos la tercera de la historia.

“Cómo se construye una vida no es una pregunta/es un estado de vigilia/una ansiedad convertida en círculos/aunque ella no piensa en círculos sino en dibujos sin hacer/en números que se unen por líneas que/en este caso/desconocen la ley de la secuencia/el dos no sigue al uno y no hay modo de que lo haga” (**)

 

MEMORIAS DE LO NO VIVIDO

Un científico a quien entrevistamos, dice que en un unos años vamos a escuchar el sonido del bebé mundo. El universo tiene una memoria sonora que no se borra, se llama ondas gravitacionales. El tiempo cronológico es, así, una vivencia del tiempo. Yo pienso en el tiempo de la escritura, en el tiempo narrativo, en estos tiempos con que ustedes trabajaron. Es distinto a revivir, que suena más como irse al pasado.

Fernanda: Reconstruir es la palabra, me parece.

Pienso en esa sensación de un mundo donde lo imposible se puede hacer real, en relación al mundo que nos toca a nosotras. Porque ustedes un día levantaban los ojos, dejaban a los Montoneros y volvían.

Alicia: Nosotras teníamos al principio esa distancia y también una cierta incomodidad que estuvo buena. Esa de preguntarnos: “che, ¿estaremos teniendo una buena representación de esa época? Porque seguís laburando con relatos, con libros, pero no fuiste parte de eso. Las cartas sí, las cartas te acercan mucho más.

Fernanda: Fue muy importante entender ese mundo. Por ejemplo, contextualizar el tema de la violencia. Si uno dice “Estoy en contra de la violencia” Sí, bueno, ¿pero en qué momento del mundo estás en contra? Entender el mundo de la época nos ayudó a entenderlas a ellas, a entender por qué reaccionaron como lo hicieron. La violencia como política de cambio viene de otro mundo. Lamentablemente perdieron, perdimos. Con el número puesto, es facilísimo hablar. Ernesto Salas, el historiador, decía que, a pesar de saber cómo terminaba esta historia, él quería seguir leyendo para ver qué pasaba. A nosotras nos pasó, por momentos, de hacer conjeturas para seguir investigando. Entrábamos en otro universo, nos metíamos en sus modos de razonamiento. Soñábamos. Nos acostábamos tratando de soñar un dato.

Alicia: La vida se suspendió.

¿Y ahora cómo sigue? Hay que encontrar otro proyecto…

Alicia: Te cuesta salir. El tiempo es raro.

Hay algo entre la ficción y la realidad que ustedes vivieron al escribirlo…

Fernanda: El hecho de que sea como una novela, hay un montón de reglas de ficción ahí.

Yo me refería a la vivencia de ustedes…

Fernanda: Sí, sí vivíamos con ellos.

Alicia: Pensabas en el cumpleaños, en el día en que cada uno cayó. Nosotras teníamos muchas cartas de cuando Héctor hizo un viaje por Europa para vender sus historietas y salir de la crisis editorial. Cuando ya habíamos terminado y entregado el libro, yo fui a París. Caminaba y me acordaba de los relatos de él al andar por ahí.

Fernanda: Me pasa cuando voy a San Isidro, me acuerdo de operaciones de Montoneros que no están en el libro porque nos las contaron en off. Pero yo me las sé de memoria. Mucho de la realidad se trasmutó a ese momento. Tenemos recuerdos de cosas que no vivimos.

Cómo se construye una vida no es una pregunta/Es un estado en el que las dimensiones se/comprimen/Y el tiempo no es más que un modo de ordenar la distorsión.”(**)

"El árbol del tiempo", William Blake
«El árbol del tiempo», William Blake

 

ESTELA DE UNA PRESENCIA

Les propongo que cada una que elija qué destacar de cada uno de los personajes. ¿Estela?

Fernanda: Yo soy Estela.

[stextbox id=»custom»]Querido y queridísimo papito: hoy, (esta mañana) comenzó a llover, eran mas o menos las 8, pero paro enseguida. A pesar de esa lluvia después hacia un calor de morirse. primero fuimos con mamita a la carniceria, después a la verdulería y después a San Isidro a comprar una tela o que se yo que era lo que querian forrar con ella. fuimos tambien a comprarle sapatillas a Beatriz y a Marina y unas ebillitas para Marina pero no encontraron por supuesto tambien habia que hacer una compra mas pero esa compra era gratis, era “mirar vidrieras” entre “charlas y carcajadas” y entre “hay que bonito es esto y que hermozo es aquello”, en fin así se divertían mamita y abuelita que se habia quedado a dormir. Yo como rara vez estaba con ganas de irme a casa por una razón. La razón era de que esta mañana antes de salir mamita nos prometió bañarnos en la pileta de nosotros. Como vez el tiempo es bastante loco. El otro día no me acuerdo muy bien cuando era pero la cosa era que mamita nos leyó tu carta y nos emos reido muchisimo con los “excuse me, sir” pero hay algo que nos preocupa que es: “El desayuno tuyo” vos decias que mamita te hacia comer mucho pero hay balgame Dios con todo eso ya estabamos diciendo que hay no podés jugar al “tennis” con nadie asi que cuando vuelvas no vas a poder pasar por las puertas. Papito querido yo te quiero mas que nunca, y así te mando muchos besitos.                                                                                              Tu hijita, Estelita (9 años)[/stextbox]

A veces percibo que tengo como unas cuerdas doradas que salen hacia el dibujo, hacia el papel”(*) Estela

                                                                                                         

Estela
Estela

Fernanda: Hay algo alucinante. Estela es silenciosa, aunque  su presencia nunca pasa desapercibida. Cada persona entrevistada se acordaba de un detalle. Uno contó que se pintaba los labios. Otro se acordó del sonido, de cómo la reconocían por el sonido de sus botas cuando entraba a un lugar. Todos los tipos se enamoraban de ella, era una belleza descomunal. No “tenían mucha voz de ella”. Es decir, no tenían mucho registro de qué decía, pero sí de cómo estaba, cómo miraba. También de qué irradiaba: la veían como protectora, daba tranquilidad.

A Estela le encantaba dibujar. Era muy precoz, habló y caminó muy rápido. Desde los dos años, cuando el padre estaba sentado en el escritorio, ella le pedía dibujitos, y él nunca le negaba nada a una criatura que iba y lo interrumpía. Así que él le hacía unos cuantos dibujitos y después la sentaba en el escritorio con unos almohadones y le daba unos lápices y ella garabateaba. Pero a los tres o cuatro ya hacía dibujitos sola. Le gustaba dibujar ojos, tenía pasión con los ojos. El padre estaba fascinado.”(*)

Estela
Estela

Fernanda: Lo increíble es que al final de esta biografía, Estela era una leona. La historia de cómo cae, de cómo la buscan. … Yo me imaginaba ser madre y estar en esa situación. Hay una escena en la que no encuentra a su hijo y se vuelve loca. Cuando Estela sale, la imagino como un animal feroz. De entrada, yo sabía que ella terminaba acribillada. Sin embargo, la fui descubriendo en esos detalles. Tengo un poema escrito sobre Estela, porque me costaba mucho encontrar su voz. Te pueden describir a alguien, pero nadie puede representarte la voz de una persona, excepto que esté grabada. Me desesperaba eso, ¿cómo hablaba Estela?

Es todo un misterio.

 

“(…) están los espacios vacíos, la incógnita, el tono de una voz perdida/nadie la grabó y, ¿sabés qué?/las voces no quedan en la memoria como el olor de una tarde de diciembre, el zumbido del tiro que te parte la columna/, el grito que congela tu nombre de guerra en un barrio que huele a mierda/ ¿Reconocés su voz? ¿Podés escucharla?/Ninguno puede: ellos también quemaron fotos y guardaron imágenes en calles de tierra para compartir con nadie/y no la oyen” (**)

Un factor muy importante en su vida es el Vasco, su voz era muy estridente. Se pusieron de novios en la escuela y todo el tiempo estaban en tándem. Él era tan simpático, tan charlatán…. Y huérfano.

 

EL VASCO, EL HÉROE ROMÁNTICO

“El Vasco se llamaba Raúl Mórtola, como su padre, y su historia empezaba en Bella Vista, una ciudad de Corrientes recostada sobre el río Paraná, famosa por los carnavales, en donde lo conocían como el Negro. Era el mayor de cinco hermanos varones con los que casi no se crió: a los siete años, su padre lo mandó a estudiar a Buenos Aires con unas tías, razón por la cual nunca tendría una relación profunda ni afectiva con él” (**)

Fernanda: Es alucinante. Es casi como un personaje de ficción. Dejaba marcada a la gente, por lo entrador y también por lo militante. Era un “Bombita Rodríguez”. Guapo, canchero, las tenía todas. Y también era un sacado. Muy para afuera.

“Cuando se enteró de que en el hospital se negaban a entregarle el cuerpo de su hija a un vecino, el Vasco se presentó frente al director del hospital y apoyó el arma sobre el escritorio: le dieron el cuerpo y un cajón sin cargo. En otra ocasión le contaron que en la escuela habían rapado a una de las nenas de la villa porque tenía piojos y fue personalmente a decirle a la maestra que ni se le ocurriera volver a hacerlo. Esa mezcla de simpatía provinciana y matonismo guevarista lo hacía magnético. Las señoras lo adoraban y lo invitaban para que les contara historias de Corrientes, y los pibes chorros lo respetaban.”(*)

El asunto no es sólo cómo era él, sino cómo lo recordaban. Se convirtió en mito entre muchos militantes. Fuimos a Villa Argentina, donde empezaron ellos la militancia y ahí estaba Miguel, un militante social de toda la vida. Tiene un librito donde escribió poemas sobre sus compañeros y, obviamente, está el Vasco.

Estela, El Vasco y Martín en brazos
Estela, El Vasco y Martín en brazos

 

“Cuando llegó a Villa Argentina, comprobó que tenían razón. Desde un inicio, el Vasco se manejó como el líder. Lo primero que hizo fue recorrer Villa Argentina casa por casa. Le pidió a Miguel que lo presentara entre los vecinos. Todos los domingos, cerca del mediodía, se aparecía por la villa para sentarse a conversar. Exageraba su tonada correntina y llamaba a todos “chamigo”. A la tercera semana, ya lo esperaban con facturas, choripán o un vaso de vino. Y si se atrasaba, preguntaban por él. —Negro, ¿cómo no le vas a aceptar un vaso a alguien que te recibe en su casa? Lo retó un día a Miguel, que no había querido tomar vino a las diez de la mañana. A Miguel le causó gracia que el Vasco se sintiera más villero que él.”(*)

Fernanda: Yo lo estaba entrevistando y la gente se acercaba y comentaba, “Che, ¿te acordás del Vasco?” “Uh, sí, el Vasquito”. Todo el mundo tenía historias sobre él, historias que aún se siguen contando en el barrio.

«Estela y el Vasco, que todavía vivían en un departamento de la calle Moldes. En poco Tiempo tendrían que dejarlo y mudarse con Diana. El lugar era pequeño y cálido, y tenía las huellas de una vida previa: lo habían decorado con mandalas, cuadros, dibujos hechos por ellos mismos y fotos. Allí el Vasco aflojaba su rol de líder militante y se mostraba cariñoso con Estela. La besaba y abrazaba delante de sus compañeros. A veces, la llamaba pequeño saltamontes por su manera de caminar.» (*)

El Vasco y Estela
El Vasco y Estela

 

DIANA: EL IDIOMA DEL LÁPIZ

[stextbox id=»custom»]Papito querido cuando boy a nadar siempre yevo tu toaya. Tambien me siento en tu lugar. Papito yo no se como me pude separar de ti. Yo quiero que me traigas muchas cosas lindas. Papito bos sos mi corazon. Tanto te quiero que por el abrazo tan grande me saco los brazos.                                                                                                   Diana (8 años)” (*)[/stextbox]

Alicia: Yo soy Diana. Diana es una tromba y, a la vez, una mujer súper sensible.

“En cambio Diana, Diana, ¡el carácter que tenía! Todas eran muy femeninas menos Diana, que era volcánica. Una extraordinaria escritora, netamente literaria, era escribir y escribir y leía en una forma voraz. Bueno, todas leían mucho, pero en Diana había una ansiedad y voracidad por saber que a mí me preocupaba un poco porque se angustiaba” (Elsa Oesterheld (*)

«Diana no buscaba llamar la atención, simplemente la atraía. Su escritura era clave en ese despliegue: les dejaba notitas a sus compañeras en las que era capaz de destacar lo esencial de cada una. “¡Quiero recorrer el mundo sin otro idioma que mi lápiz!”, apuntó en la tapa dura de su cuaderno, repleto de pensamientos garabateados con su letra indescifrable, como la frase de Santa Teresa de Jesús: “Vivir se debe la vida de tal suerte que viva quedo en la muerte”. (*)

Alicia: Inflexible, pero tierna. Llegaba mucho. Por sus cartas sabemos que tiene un rollo con esa mirada que el resto tenía de ella…

“¿Cómo no podían percibirla sensible, si lloraba al ver las estrellas o sufría las noches de lluvia? Atormentada, se lo confesó a Peri en una carta. “¿Sería tan insoportablemente flemática, tipa pensadora, que una ‘compañera’ no haya visto mi emotividad?” De chica, no había vez que no hiciera una escena al ver a una mujer pedir limosna con su bebé en brazos. Intentaba convencer a Elsa de que llevaran al niño a su casa para alimentarlo. La situación terminaba con berrinches que se repetían con cada pequeño que se cruzaba en la calle.”(*)

Alicia: Tuvo varios novios. Rudy fue el primero y con quien se casó, como excusa para salir de la casa. Encontró en él un tipo súper dulce, comprometido, que hacía teatro.

“Una tarde Rudy le mostró una foto personificado como el Che y Diana creyó que lo que sentía por él definitivamente era amor. Nunca había estado enamorada y pensó que se trataba de eso.”(*)

Fernanda: Igual, de Diana, me interesa rescatar su proceso. A veces ponía distancia, para marcar cosas que estaban bien o que estaban mal. Con un sentido de justicia muy presente. Pero también fue cambiando su modo de vinculación con los otros. Hay una carta a la madre, donde ella misma analiza su cambio.

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Yo quisiera poder explicar muchas cosas, algunas son hasta inexplicables para mí, pero creo que ya es inútil hablar y hablar, pero sólo eso te pido, que tengas fe en mí, que no pienses que estoy en la ruina total, que no pienses que no me importa nada de nada. Porque si por fuera soy dura y agresiva te puedo asegurar que las cosas las siento muy hondamente porque en mí también hay sentimientos como yo jamás dudé que en vos los hubiera. Por eso mami, comprendo tu dolor, tu pena y tu vacío, porque sé hasta qué punto las cosas te duelen y te llegan. Está amaneciendo ya, espero que las cartas les lleguen bien y que los poquitos días que les quedan en el mar, los disfruten por todos nosotros juntos. “(Diana*)

 

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Diana Irene Oesterheld
Diana Irene Oesterheld

 

RAÚL ARALDI

“Raúl era el orgullo de la familia. Egresado del Nacional San Isidro, estudiante universitario y con trabajo, lo que decía siempre era tenido en cuenta. A fines de 1970, se mudaron a otra casa, también en Martínez, en la que Juan Bautista construyó un cuarto en la terraza para que Raúl instalara su propio laboratorio químico. Pero el hijo modelo, en cambio, puso un mimeógrafo con el que hizo panfletos para la agrupación Organización y Lucha. Unos meses después se mudó a Capital.”(*)

Alicia: Es la última pareja de Diana y el papá de Fernando Araldi Oesterheld. Es el único cuerpo recuperado. Un pibe de clase media, que siempre intentó salir de la estructura de su casa. Raúl era el tipo más serio, profundamente político.

Diana después se puso en pareja con un chico que era un encanto. Se conocieron en la militancia. Raúl era una maravilla, el muchacho para ella. Él era de clase humilde, estudioso como loco, le faltaba una materia para recibirse de bioquímico. El padre me mostró la libreta con las notas y la más baja era 8.50. Solito solito, sin ayuda. Ahí sí vi que ella estaba muy bien. Estaba enamorada, era feliz” (Elsa Oesterheld*)

Fernanda: Era un cuadro. Es quien va a la selva, al monte, viste de fajina, hace ejercicios reales, va a Cuba.

“De todos modos, el operativo de regreso al monte seguía avanzando. Ya habían planificado una dieta en base a cereales, charqui, y habían comprado una pistola de aire comprimido para cazar pajaritos. Adolfo también los ayudaba con lo que podía. Se había obsesionado con encontrar una manera de camuflar las armas y pensó en meterlas dentro de damajuanas. Para eso tenían que cortar el envase de vidrio, guardar las armas, pegarle otro vidrio en el medio y llenarlas de vino. Después las cubrirían con estuches de mimbre. Adolfo había leído en la revista Mecánica popular que para cortar el vidrio había que embeber un piolín con querosén, colocarlo alrededor y prenderlo fuego. El calor lo cortaría. Pero fracasaron con esa y otras técnicas y finalmente decidieron trasladarlas en las bases de arbolitos de navidad. En medio de todo esto, Raúl seguía con una certeza en su cabeza: iba a encontrar a Diana con vida.”(*)

La militarización de ellos es difícil de entender…

Fernanda: Nosotras también necesitamos entender eso, cuando empezamos la investigación. La pregunta era: “che, ¿todos iban armados?”. Había que entender qué es una organización armada, por qué la violencia, qué pasaba con la batalla de Argelia, leer a Frantz Fanon, volver a las lecturas de ese momento, saber de qué se estaban nutriendo. No solo aparecieron los Montoneros, en toda América Latina había movimientos de liberación nacional.

“Íbamos a cambiar el mundo”, esto era una decisión y un modo de vida.

Fernanda: Exacto. No solo eso, tenían 20 años y pensaban en dejarle un mundo mejor a sus hijos. Ellos decían que no militaban para morir, sino para vivir en un mundo mejor, aunque sabían que podía costarles la vida. Es casi como una visión cristiana.

Alicia: Lo que hizo Raúl, irse en un grupo de tres tipos al medio de la nada, formar una unidad y resistir ahí en el extremo de uno de los puntos de la organización.

Raúl Araldi

BEATRIZ, LA APARECIDA.

“En cambio Beatriz no iba a pasar de aspirante. Estaba todo el día en la villa, iba al frente en las movilizaciones o salía a la madrugada a hacer pintadas pero también tenía su resistencia frente a la endogamia de la organización. —Es domingo, no podemos pasarnos todo el día acá discutiendo un documento o pedirle a la gente del barrio que pierda una tarde entera escuchándonos a nosotros. Se quejaba. Y eso le valía una evaluación negativa en la ficha del militante: “Muestra desinterés por la vida interna de la organización”. A Beatriz le molestaba el internismo. Y el reunionismo. Y ésas no eran buenas señales para una estructura que de ahí en más necesitaría soldados incondicionales para fortalecerse.” (*)

¿Quién es Beatriz?

Fernanda: Yo. Era militante de base. Nunca se deslumbró con las luces de la jerarquía de la Orga. Se quedó en la villa hasta el último día. Dormía en la casa de Teresa y siempre se quedaba con las mujeres de la villa donde, hasta hoy, la recuerdan como una presencia casi angelical. Muy suave, pero muy decidida. Ella empieza muy chiquita a militar, con su primer novio, Miguel. Lo hacen en su zona geográfica, cruzan la vía, se van al otro lado: a la villa, a ver qué se puede hacer ahí. Miguel cuenta que hacen una pintada, sin saber qué era una pintada, sin saber si ellos eran peronistas. Pinta un símbolo de montonero, sin conocer a ningún montonero. Pero no importaba, había que entrar. Estaba pasando algo en el mundo y querían participar. Para eso había que salir a la calle. Entran a la villa y ella se queda ahí, era como su vocación. Un compañero dice que la veía como una monja, por su entrega, no por pacata. En el barrio cuentan que, durante años, la seguían viendo. Como una aparición. Pero, más allá de su militancia, ella seguía viviendo intensamente, tuvo muchos amoríos. De Beatriz sabemos mucho por Miguel -que fue su novio-, por Bichi, por los compañeros. Todos decían lo mismo: ella se entregaba pero nunca terminabas de conocerla del todo. Había algo misterioso.

Alicia: Todas tenían algo de eso.

De lo no dicho.

“El 19 de junio nos encontramos con Beatriz y fuimos a tomar el té juntas al Jockey Club de Martínez (…) Eran charlas terribles porque yo trataba desesperadamente de buscar argumentos para convencerla de que decidiera hacer una vida plena. (…). Y entonces ese día en la confitería ella me dice: te voy a contar algo que te va a alegrar. Voy a dejar la militancia y me voy a inscribir en Medicina. (…) Lo único que ya no puedo ingresar este año porque es muy tarde, tengo que ingresar el año que viene. Eso sí, mami, no pienses que voy a ser una médica de sanatorio, yo me voy a ir a trabajar como médica rural. Era un sábado a la tardecita y como a las seis y media me dijo mami, me voy porque me están esperando en La Cava, y se fue feliz.”(*)

Fernanda: Miguel aportó mucho, fue uno de los que sobrevivió. Además, estuvo en vinculación con la familia.

Todo cambió el 22 de diciembre de 1971. Cuando Miguel entró en la casa de Beccar, Beatriz estaba sentada en uno de los silloncitos del jardín. Se quedaron mirando las plantas, que se convertían en figuras extrañas a medida que desaparecía la luz. Hasta que él no aguantó más y la besó. —Pensé que sólo te interesaba como amigo. —Yo estaba muerta con vos, pero me parecías inalcanzable. Lo primero que le pidió Beatriz como prueba de amor fue que dejara de fumar. Y Miguel, que fumaba diez Particulares por día, lo hizo. A los pocos meses, había engordado su edad en kilos: diecisiete. “(*)

Fernanda: Después, militó con Marina, la más chiquita. Miguel nos ayudó mucho a entender la militancia. Somos muy amigos ahora.

Beatriz Oesterheld
Beatriz Oesterheld

 

MARINA, BIEN A TIERRA

Una tarde de invierno de 1971, Diana irrumpió en la casa con su habitual vehemencia. Subió corriendo las escaleras, seguida por un flaco de pelo largo, bigotes y cara de bueno que se paró cerca del combinado de música. Minutos después, bajaba con Marina del brazo, casi arrastrándola. —Iña Iña, acá está, te presento a mi novio Rudy. Mirá qué lindo que es, Iña ñañaa. Marina tenía 14 años. Estela la mimaba, Beatriz hacía de confidente y Diana era su cómplice. A las dos les encantaba escribir y conversaban durante horas sobre libros y autores; también jugaban. Les gustaba hablar deformando las palabras” (*)

Alicia: Marina es la más chiquita, la que seguía viendo todo a través de los ojos del papá. Muy embelesada con él. Muy tímida y silenciosa. No hay mucho registro. Igual, también ella se va endureciendo. Pensá que ya todos habían empezado la militancia cuando ella se suma. Quiere participar y no la dejan porque es chica.

Hay una imagen de ella compartiendo la intimidad con la otra hermana. Esas conversaciones que de golpe se cortan y entonces ella trepa hasta la edad de la hermana. Esa es la sensación que queda.

Diana y Marina
Diana y Marina

 

Alicia: Todas tenían con Marina un vínculo. Es la que se quedó en la casa viviendo con Elsa y con Héctor. Algunas la protegían, otras trataban de llevarla. No tenía muchas amigas, estaba siempre con sus hermanas. Después, salió y retuvo ese rol muy silencioso -incluso, algunos le decían “la muda”- en los grupos de militancia. Pero muy segura de qué iba a hacer, como todas sus hermanas.

Su estilo era de construcción colectiva. Así se fue ganando el respeto del grupo, que se sentía protegido y escuchado. También así les bajaba línea, pero con margen para que todos discutieran. Marina prefería escuchar. — ¡Ahí llega la muda! Comentaban entre algunos al verla llegar. Hablaba sólo si tenía algo para decir. Era más de la acción que del debate. Donde hubiera que estar, estaba. Lo que hubiera que hacer, lo hacía” (*)

Marina era muy adolescente. Ella estaba militando en zona norte, la cambian y, en ese cambio, encuentra a su compañero. Ahí empieza a brillar.

“Marina me llamó por teléfono y me dijo mamá, me casé. Ella me dijo que se había casado en la clandestinidad, no me dijo el nombre del muchacho. Mary, la chica que trabajó muchos años conmigo, me dijo la vi a Marina por el Puente Saavedra y estaba embarazada. Ahí me enteré.”(*)

 

HÉCTOR, EL RINOCERONTE

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Muchas veces habían jugado a compararse con animales y a Héctor siempre lo asociaban con el rinoceronte. Por esa nariz ganchuda que tan poco le gustaba, por sus ojos juntos. Pero ahora parecía adoptar otro significado: el rinoceronte carga con una gran estructura vegetariana, algo lenta y parsimoniosa, que cuando empieza a tomar velocidad, arrasa con todo y no para. Héctor, de a poco, empezaba a tomar carrera” (*)

Héctor estaba lleno de amigos y a la vez era un tipo muy para adentro, pero yo lo entendía, le decía que la Geología no le interesaba como carrera sino que le daba la posibilidad de estar en plena naturaleza solo, porque parecía muy dado pero en realidad era un hombre que siempre buscaba la soledad”(*)

Lo describen como un tipo muy presente, pero que también se rescataba, muy silencioso, muy solitario.

Alicia: No sé tanto si solitario. Me parece que tiene más que ver con la profundidad.

“Bull Rockett fue el primer gran éxito de Héctor como guionista y también el descubrimiento de una estructura narrativa que potenció en El Eternauta y que después decodificó en términos ideológicos. El héroe nunca puede ser solitario, el héroe tiene que ser en grupo”.

Fernanda: Era un tipo que le gustaba contemplar, observar. Escribía sobre lo que leía y observaba. Tenía una imaginación infernal. Para eso, necesitás un poco de silencio, creo que pasa por ese lado.

“Héctor estaba ahí. Había ido con Beatriz y Miguel. Cuando veía que su hija y su novio coreaban consignas, sonreía, pero no cantaba. Cuando Perón salía a saludar, lo observaba en silencio. Ya se había convencido de que el peronismo era la alternativa de masas para lograr un cambio radical, pero la figura de Perón le generaba contradicciones. Sin embargo, en el tren de regreso a Beccar desde Gaspar Campos, se puso a cantar. Le había causado gracia una de las consignas. “Los peronistas, joda, joda, joda. Y los gorilas, lloran, lloran, lloran.” Lo repitió varias veces. El rinoceronte estaba en carrera,” (*)

Luke Hallam-Focal Point
Luke Hallam-Focal Point
Mensaje en una servilleta que Héctor le regaló a Patricia Breccia, hija de Alberto.
Mensaje en una servilleta que Héctor le regaló a Patricia Breccia, hija de Alberto.

 

UN DÚO PERFECTO: LA POETA Y LA MÁQUINA DE INVESTIGAR

 

osterheld20imagesEl libro las deja en el umbral de la ficción. Vos escribís poemas…

Fernanda: Escribo poesía, cuentos. Una novela. Vengo de ese palo. Ella es la máquina de investigar. Ali siempre va a hacer una entrevista más. Estábamos cerrando el libro y decía: “hay alguien que tiene un dato”, no podía parar. Y yo: “no, no me importa, no va a entrar”. Pero está buenísimo, por eso la rigurosidad del libro. Equilibrábamos. Cuando ella se trababa con la escritura yo decía: “dámelo, que a mí me encanta».

Alicia: Yo no quería escribir, por momentos tenía algo que pulir y le pedía a ella.

Fernanda: Y yo sabía que ella iba a encontrar lo que necesitábamos y también algo más que ni sabíamos que estaba. Finalmente, sólo nos interesaba que estuviera bien escrito, que no fuera un bodoque. Es una palabra a la que le teníamos terror.

Esto fue una tremenda casa para ustedes, un lugar donde habitaron 5 años. Y siguen viviendo ahí. ¿Y ahora?

Fernanda: Yo voy a la ficción, ahí no hay que investigar nada.

Alicia: Yo empecé a pensar en historias distintas. Ahora somos más conscientes del tiempo, de cómo se trabaja.

El libro sigue su camino de militancia.

Fernanda: Sí. Personas que tenían un datito en su cabeza, leen el libro y ahora lo pueden meter en ese el rompecabezas. Entienden cosas que les pasaron a ellos y habían quedado aisladas, inconclusas.

No dichas. ¿Y la muerte de Héctor?

Fernanda: Es un misterio. Se diluye. No hay registro de dónde desapareció él, hay conjeturas.

Alicia: Hay un lugar donde la información se nos corta. Recurrimos a los Organismos de derechos humanos, que tienen años de investigación, y también se les cortaba ahí la huella. Nadie más lo vio. Con Marina, en un momento me había obsesionada. Quería saber qué había pasado con su cuerpo. En el medio del proceso, tomás consciencia y decís: “¿qué estoy haciendo?, quiero encontrar un dato que ni los Organismos tienen”.

Ustedes todavía están adentro.

Fernanda: Ya es parte de nuestra vida.

Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami.
Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami.

 

Fernanda y Alicia, con El Anartista
Fernanda y Alicia, con El Anartista

(*) “Los Oesterheld”, Alicia Beltrami, Fernanda Nicolini

(**) Poemas de Fernada Nicolini. 

 

El Anartista agradece a las autoras el envío de  fotos, poemas y material extra para pensar la entrevista. Ya estábamos llenos de gratitud hacia ellas por la escritura de este libro, por  la poderosa vivencia de atravesar por esas páginas y permanecer en ellas. Ahora se multiplica el agradecimiento.

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